—¿Quién es ese… o eso? —preguntó el Capitán Dorian al ver entrar en la Taberna Flotante a un corpulento ser de más de dos metros de estatura que parecía un inverosímil híbrido de oso y conejo.
—Parece un peluche gigante —contestó Barbanegra, sentado en un taburete contiguo al de Dorian—. A lo mejor es un compinche del gato ajedrecista.
—Es Totoro, un personaje de los antiguos dibujos animados —dijo Lem desde detrás de la barra—. A mediados del siglo XXI se pusieron de moda los muñecos robot inspirados en personajes de los cuentos y las películas infantiles. Aunque no solían ser tan grandes.
El enorme conejoso se acercó con paso felpudo y apoyó una poderosa zarpa en la barra.
—Salve, Staszek —dijo con una voz suave que contrastaba llamativamente con su aspecto—. Somos Sitted. Tenemos entendido que estás buscando a Sita.
—Deduzco que mi contacto en la Tierra no ha sido muy discreto en sus pesquisas. Pero en realidad es él quien la busca —contestó Lem señalando a Ijon, que acababa de entrar.
Durante unos segundos, el humanoide y el ursoide se miraron en silencio. Y de pronto Sitted se rajó la piel del abdomen con la punta de una afilada garra, como si se hiciera el harakiri. Pero de su interior no surgieron vísceras ni cables, sino la cabeza de una niña, y entonces Lem comprendió por qué el ser peludo se había referido a sí mismo en plural.
—¡Sita! —exclamó Ijon.
Era una niña y a la vez una anciana. Su rostro infantil estaba surcado de arrugas, que se arremolinaban alrededor de sus grandes ojos claros como secos riachuelos que confluyeran en dos lagos gemelos de aguas cristalinas, y su fino cabello era de un gris ceniciento.
—Salve, Ijon —dijo ella con una sonrisa que dejó ver sus dientecillos de leche.
—¿Qué te ha pasado? —preguntó el alienígena.
—Durante una de las batallas contra los plutócratas, una bomba me arrancó las piernas y destrozó el cuerpo de Teddy —contestó Sita—. Afortunadamente, su cerebro quedó intacto y consiguieron trasplantarlo a este robot, y también lo acondicionaron para que yo pudiera alojarme en su interior. Ahora somos Sitted: Sita más Ted.
—Me alegro mucho de que estés… de que estéis aquí.
—Nosotres también nos alegramos de que Chal y tú estéis aquí. No se nos ocurre un lugar mejor para nuestro reencuentro —contestaron a coro la niña y el robot.
—¿Cómo sabéis que Chalcedon está en Münchhausen? —se sorprendió Ijon.
—Porque lo estamos viendo.
Ijon se giró bruscamente y, al ver a Chalcedon junto a la puerta de la taberna, su mano izquierda buscó el arma que llevaba oculta en una disimulada funda unida a su cinturón, pero el otro ya lo apuntaba con la suya.
—A estas alturas, deberías haber asumido que soy más rápido que tú —dijo Chalcedon con sorna.
—Ya, sobre todo si atacas por sorpresa —replicó Ijon.
—Cuánto me alegro de verte, Chal —dijo Sita con una amplia sonrisa, y acto seguido añadió sin dejar de sonreír, con la calma de quien sabe que sus peticiones no pueden ser desoídas—: Guarda tu arma. Ijon no sacará la suya.
Adoro los easter eggs, sobre todo si hacen referencia a Ghibli. Gatos, Totoro, El Castillo Ambulante… maravilloso.
Pues estás de suerte: todo este serial es un campo minado de easter eggs, que irán explosionando para mostrar su contenido.
Esa niña anciana muy bien podría ser otro personaje de Miyazaki. Tiene todos los ingredientes para serlo.
Es que Miyazaki es el Lem de la infancia. O viceversa.