La Taberna Flotante

Teddy

Taberna Flotante #40

Estaba amaneciendo. Ijon y Lem se habían quedado callados. Tras más de doscientos años sin verse, eran tantas las preguntas que se agolpaban en sus mentes que no sabían por dónde empezar.

Fue Chess quien rompió el silencio. El gato solariano surgió de las sombras como una aparición luminiscente, subió de un salto a una butaca contigua a la de Lem y dijo con voz meliflua:

—El personaje literario, el imitador, el impostor… y ahora, por fin, el verdadero Ijon Tichy.

—Ijon sin más —precisó el humanoide—. El apellido Tichy es un añadido de Staszek.

—No pareces sorprendido de oír hablar a un gato —comentó Lem.

—En mis trescientos años de agitada vida he visto cosas más extrañas —dijo Ijon—. Y no creo que sea exactamente un gato.

—Nadie es exactamente nada —respondió Chess—. Somos proyectos, aproximaciones… Háblanos de la niña con la que Chalcedon se hizo pasar por Papá Noel.

—Tras nuestra escaramuza espacial, él también se estrelló en un bosque de la Tierra, aunque de forma menos violenta que yo y sin sufrir graves daños —contó Ijon—. Lo socorrió una niña huérfana que vivía en las afueras de una pequeña aldea con una abuela casi ciega, que ni se enteró de que el hombretón que su nieta llevó a su cabaña era un extraterrestre. Antes de irse, Chalcedon le regaló a la niña un muñeco robot que, por estar muy por delante del nivel tecnológico de la época, podría haber alterado el curso de la historia terrestre. El muñeco robot, propiedad de un niño de mi especie que, fascinado por las espectaculares fechorías de Chalcedon, lo había ayudado a huir, se parecía vagamente a un osito de peluche, y la niña, acordándose de uno que había visto en el escaparate de una juguetería con ese nombre bordado en un babero, lo llamó Teddy.

—¿Y qué más? —preguntó Chess.

—¿Qué más quieres saber? —preguntó Ijon a su vez.

—Lo que tú hiciste al respecto —contestó el gato solariano moviendo pausadamente la cola.

—¿Cómo puedes saber que hice algo?

—No te preocupes, no soy telépata. Pero percibo las fluctuaciones de tu ritmo cardíaco y tus microexpresiones faciales, y sé que ocultas algo relevante.

—Es verdad —admitió Ijon—. Unos meses después, tuve que volver a la Tierra para, con permiso de la niña, que resultó ser muy madura y generosa, darle al muñeco robot instrucciones que le impidieran hacer cosas demasiado avanzadas con respecto a la tecnología terrestre del momento.

—¿Era verde el muñeco? —preguntó Chess tras una pausa.

—Sí, era verde —contestó Ijon, sorprendido—. ¿Cómo lo sabes? Eso no puede habértelo revelado mi ritmo cardíaco.

—Supongo que tus instrucciones inhibitorias funcionaron hasta el momento en que las extraordinarias habilidades de Teddy dejaron de estar muy por encima de la tecnología terrestre —respondió Chess—. Imagino que luego, de acuerdo con las peticiones de la bondadosa niña, el robot se dedicó a luchar contra el dolor y la miseria, es decir, contra la explotación… Teddy es un diminutivo de Edward.

—Sí, ¿y qué? —intervino Lem.

—Al frente de la revolución global que, a mediados de su siglo XXI, puso fin en la Tierra a la tiranía de los plutócratas —respondió Chess—, había un misterioso líder de quien casi nada se sabe ni se conoce imagen alguna, y al que se atribuían poderes extraordinarios. Se llamaba, o así lo llamaban…

—¡Edward Green! —exclamó Lem.

2 Comentarios

  1. La capacidad de Chess resulta abrumadora. Parece conocer las respuestas a las preguntas que hace, antes de que le contesten. Quizá requiera únicamente hacerlas para corroborar que está en lo cierto.
    La aparición de Chalcedon en la entrega anterior y ahora del verdadero Ijon en esta me parece que hace conveniente una relectura de diversas entregas anteriores. Quizá sea un buen momento para releer con detenimiento la TF entera, pues el tiempo que transcurre entre capítulos y el hecho de no poder pasar a los capítulos siguientes a nuestro antojo hace difícil retener muchos detalles.
    He comprobado la fecha de inicio de la TF y dista de la actual en más de un año. Una suerte que el período se haya acortado a la mitad en 2024, pues de no ser así, la aparición de Teddy habría llegado en julio.

    • Sí, los seriales, como los antiguos folletines, imponen sus propias reglas de lectura (y de escritura). Yo mismo tengo que releer de vez en cuando la serie para no despistarme; pero es un formato que da mucho juego, creo, y que, sobre todo, tiene el enorme aliciente de permitir la participación de las/os lectoras/es.

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