La Taberna Flotante

Solaris II

Taberna Flotante #33

«El nacimiento de Venus» (1485-1486), de Sandro Botticelli

La Taberna Flotante se posó suavemente en el árido planeta sin nombre, a la orilla de una pequeña laguna de aguas cenagosas.

—¿Hemos vuelto a Münchhausen? —preguntó Arno Izquierdo, desconcertado.

—¡Hemos vuelto a Münchhausen! —exclamó Arno Derecho, consternado.

—¡Callad, estúpidos! —los increpó Arno Calloso, el enano deforme al que los otros dos llamaban despectivamente Tumor o Callo—. ¿No veis que ese no es nuestro sol? —añadió señalando hacia arriba con la protuberancia que tenía por brazo.

—He escogido un planeta rocoso similar a Münchhausen en cuanto a gravedad y atmósfera, pero sin formas de vida propias, como laboratorio y señuelo —dijo Ijon I.

—¿Laboratorio y señuelo? —repitió el tabernero con los ojos fijos en la laguna—. Y se diría que hay al menos una forma de vida —añadió señalando un leve burbujeo en la superficie líquida.

—Sí; pero no es una forma de vida propia, sino importada —aclaró Ijon I mientras de la laguna emergía una criatura del tamaño de una orca y forma fluctuante, que se acercó lentamente a la orilla.

—¡La cosa verdosa! —exclamaron al unísono los tres Arnos.

De pronto, Arno Calloso echó a correr todo lo rápido que le permitían sus cortas y torcidas piernas y se lanzó contra la criatura, en cuya viscosa piel se abrió una enorme boca circular del tamaño adecuado para engullir al enano. Acto seguido, la cosa verdosa se alejó unos metros de la orilla y desapareció bajo la superficie.

Como si nada hubiera ocurrido, Ijon I siguió con sus explicaciones:

—En este planeta, que podríamos denominar Solaris II, podemos experimentar sin riesgo con el pequeño fragmento del mar solariano que he traído hasta aquí y con el extraño híbrido al que llamáis la cosa verdosa. Y, por otra parte, este emplazamiento servirá para confundir a quienes, intrigados por los rumores que sin duda circularán a raíz de lo ocurrido recientemente en Münchhausen, intenten llegar al verdadero Solaris.

—¿Qué será de Arno Calloso? —preguntó el tabernero sin poder apartar los ojos del punto en el que la criatura se había hundido en el… ¿agua?

—Enseguida lo sabremos —contestó Ijon I tranquilamente.

Y enseguida lo supieron. Al cabo de unos minutos, emergió de la laguna una hermosa mujer de piel nacarada y dorado cabello, que llegó hasta la orilla caminando sobre un largo seudópodo emitido por la cosa verdosa a modo de pasarela. Tras dedicar una encantadora sonrisa los atónitos presentes, la mujer se dirigió a los dos Arnos:

—¿Qué decís ahora, pareja de vejestorios? ¿Seguiréis llamándome Callo?

—Por fin has expresado tu lado femenino —comentó el tabernero.

—Soy aquella a la que amé y de la que en vano intenté huir, pues siempre la he llevado dentro, danzando, ahora lo sé, entre mis dos hemisferios cerebrales —respondió la mujer—, y a la vez soy yo mismo, misma, misme. No me pidáis que lo explique, pues yo tampoco lo entiendo. Me limito a disfrutarlo.

—Ya veis lo que puede hacer un simple fragmento del mar solariano incluso estando separado del supercerebro —dijo Ijon I—. No podemos ni imaginar de lo que sería capaz el organismo entero, probablemente el ser más poderoso de la galaxia, ante un estímulo inadecuado.

—Qué gran tema para una balada paradójica que alguien, tal vez yo misma, cantará en el futuro —dijo Casandra esbozando una sonrisa—. El falso Tichy halló el camino al verdadero Solaris y el verdadero Tichy halló el camino al falso Solaris.

9 Comentarios

  1. Parece que Arno Calloso tenía muy claro lo que era capaz de hacer la cosa verdosa.

    Viendo el resultado, supongo que el resto también se animaría.

    • Es una línea de desarrollo interesante: un Lourdes galáctico con cosa verde milagrera en lugar de virgencita. Pero tal vez el profesor Puntofijo, asiduo de la taberna, advierta al tabernero de los peligros de tal deriva.

      • Así es, Carlo, el profe Puntofijo advertiría al tabernero de los peligros de esa deriva milagrera. La lucha por el acceso (y su mantenimiento) a la cosa verdosa estaría asegurada.

        Teniendo en cuenta la posibilidad de experimentación que se abre en este nuevo planeta/laboratorio, me parece que el abanico de posibilidades es muy amplio. Seguro que Doc Frankenstein ya tiene pensadas algunas propuestas de experimentación.

        A PF se le ocurriría probar el efecto de ser engullido más de una vez, quizá en busca de posibles puntos fijos 🙂

        De todos modos, me parece que disponer de la Geisha y su capacidad para transmitir los detalles de aquello a lo que se conecta sería una de las mejores opciones. Seguro que Ijon I posee la tecnología oportuna para activarla sin necesidad del trilunio, y el tabernero (junto con el resto del equipo) la capacidad de interpretar lo que contara-cantara-danzara.

        • Todo lo que apuntas es interesante y da mucho juego; pero me temo que los Veladores van a tomar cartas en el asunto.

          • Los Veladores tienen una capacidad asombrosa, de modo que la sorpresa está asegurada.

            El tiempo de espera entre entregas, incluso reducido a la mitad, sigue pareciendo largo, aunque simultáneamente, viendo que ya hay treinta y tres entregas, parece que ha pasado volando.

  2. Tal vez no sean milagros lo que hace la cosa verdosa sino que saca a la luz la verdadera naturaleza de quién se traga. Tal vez la belleza (si es que consideramos la belleza como una mujer de piel nacarada y dorado cabello) siempre ha estado en algún lugar entre Arno Izquierdo y Arno Derecho.

  3. Teniendo en cuenta que el autor «se ha echado al monte» (un poco psicodélico, un poco punk, y en todos casos imprevisible), resulta difícil saber por dónde irá la trama. Pero esa cosa verdosa dará juego, apuesto por ello. ¿Veremos a los Arnos convertidos en jóvenes efebos? Y si, como dice Trizia, saca a la luz la verdadera naturaleza de quien es tragado, ¿en qué veríamos convertida por ejemplo a Díaz Ayuso? (Por poner un caso; cada cual que sugiera…)

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