Horas críticas

Cuando un clásico del terror se hace andaluz

Reseña de «La cuna de tejo», de Sebastián G. Sancho

Hagámonos esta sencilla pregunta. ¿Nos acercaríamos a saludar a ese colorido payaso con globos que nos sonríe desde el arcén, pasearíamos por el apartado cementerio en plena noche, o entraríamos en la casa de aspecto sombrío? Con la misma seguridad que responderemos no, si somos asiduos al género de terror literario, diremos sí a visitar un palaciego cortijo andaluz. Al menos hasta que hayamos leído La cuna de tejo. Porque a partir de esta novela, cualquier casona rural de Andalucía nos resultará tan inquietante como el castillo de Drácula. Hasta ahora nos habíamos podido consolar creyendo que los escenarios del miedo eran como los retratan clásicos que escriben en inglés. Pero Sebastián G. Sancho ha puesto fin a ese consuelo.

Y es que si repasamos por un momento qué novelas han creado en nuestra memoria uno de los iconos del terror, la casa encantada, hallamos una característica común a ellas. De la más antigua a la más moderna, todas son inglesas o estadounidenses. Otra vuelta de tuerca, de Henry James; La caída de la casa de Usher, de Edgar Allan Poe; El miedo que acecha, de H. P. Lovecraft; La casa infernal, de Richard Matheson; El resplandor, de Stephen King; La maldición de Hill House, de Shirley Jackson; y La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski. Arquitecturas encantadas a la que ahora se une la casa palacio de los marqueses de Santa Felicitas, en Andalucía.

Este es el escenario de La cuna de tejo, rodeado por un jardín en cuyo árbol pervive, esperando su momento, una sombra. Una sombra artera, que presenta muchas caras; una amigable, para el discapacitado intelectual que trabaja como jardinero, y otra tóxica, para cada uno del resto de los criados de los marqueses. Urde su trama con la vista puesta en la puerta de la casa palacio, y en el dominio del corazón de cada uno de sus habitantes. Todos ellos asisten a la agonía de la clase aristocrática andaluza, personificada en los marqueses, en la década de 1880, en la época de los sucesos de la Mano Negra y la hambruna que asoló Andalucía.

Pero esa ambientación, que es histórica, transcurre siempre en los límites territoriales de la casa y su finca, en los caminos cercanos, a donde el mundo exterior llega solo como un eco, lo que contribuye a la atmósfera asfixiante y oscura que respira el texto. Además, los conflictos de los personajes son tan humanos y tan cercanos a nuestra sensibilidad de ahora, que la distancia de un siglo no los hace en absoluto ajenos a nosotros. Lo que ha sucedido en La cuna de tejo podría estar sucediendo, o haber sucedido, en algún cortijo, en alguna casona palacio andaluza de las que siguen en pie.

La narración está bien construida para dejarte en suspenso capítulo a capítulo, y tiene a la vez una estructura coral cuya facilidad de lectura puede llevar a engaño. Las historias de sus personajes, que se desarrollan en pareja, están llenas de frustraciones, oscuros secretos y vidas amargas. Lo que, sin saberlo nosotros, nos conducirá a desenlaces más y más sombríos. Hasta que esa sombra que vive en el tronco o en las raíces del tejo consiga su objetivo. Las tramas nos harán olvidar por momentos que estamos leyendo una novela de terror: las relaciones humanas, siempre complicadas, el amor, el sexo, la amistad, la fraternidad, podrían explicarlo todo. Hasta que aparece lo sobrenatural, una y otra vez, como una sorpresa, y un mazazo. Hasta desencadenar un final brutal, tan inesperado como estremecedor.

Una permanente sensación de amenaza te persigue por las páginas. Algo gordo se va a desencadenar, y lo sabes, pero no exactamente qué, ni cuándo, ni cómo. El autor sí te deja saber el porqué desde el mismo arranque del texto: en las primeras páginas ya tienes el planteamiento de casa del terror, la presencia de un demonio, la de una sombra, y la seguridad de que uno de los personajes será el desencadenante, aunque hasta el final no vas a saber quién es. Nos roba a propósito el misterio para que no estemos preguntándonos de qué trata La cuna de tejo, sino las razones que desatan su historia. Y ahí está la primera gran cualidad de este libro.

La segunda es el hábil uso de elementos de nuestra cultura para integrarlas en un género que hasta ahora había dominado lo anglosajón. Una sombra que vive a la sombra del árbol, que entabla amistad con los humanos, es algo profundamente andaluz, desde El diablo cojuelo a las leyendas de abuela junto a la lumbre. El tejo ya era un árbol místico para las culturas prehistóricas peninsulares y sus religiones paganas. La superstición que buscaba explicaciones sobrenaturales a los hechos trágicos de la vida siempre ha estado muy presente en nosotros, tanto como la mujer que quita el mal de ojos o hace hechizos, desde la quema de brujas. Hasta la mujer cubana que forma parte del servicio en la casa entronca con la relación que tuvimos con la última de nuestras colonias. Si existe un género al que podamos llamar gótico andaluz sus elementos están reunidos aquí, en La cuna de tejo.

Y es que Andalucía es uno de los territorios literarios más fértiles de nuestro país, especialmente si hablamos de los géneros mal nombrados menores. Destaca en el del terror, y Sebastián G. Sancho se ha sumado a él con gran habilidad en esta novela. Ya nos lo advierte el escritor Jesús Cañadas, en el prólogo, «hemos empezado a encontrar terror en los Jiménez, Martínez, Ruiz y García». También él nos señala la coincidencia de un renacimiento del género paralelo al que está ocurriendo en Latinoamérica, con Mariana Enriquez o María Fernanda Ampuero, entre otras y otros autores. La voz y los rasgos propios de la literatura de terror están haciéndose ahora tan nuestros que quizá nunca volvamos a mirar de la misma manera un cortijo, un palacio, una ermita o un camino del campo andaluz. Va a haber que resignarse a que nos recorra un escalofrío la próxima vez que los atravesemos. Al menos si seguimos leyendo novelas como esta.

 


LA CUNA DE TEJO
Sebastián G. Sancho
Prólogo de Jesús Cañadas
EDICIONES T&T
(Valladolid, 2023)
426 páginas
20 €

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