Casandra, la veterana narradora oral terrestre, sentada con las piernas cruzadas sobre un taburete de la Taberna Flotante, inmóvil como una estatua y con la espalda muy erguida, parecía una diosa antigua sobre un pedestal. Escuchó con gran atención el relato del tabernero, que al terminar le dijo:
—No debes hablar con nadie de todo esto. Considéralo estrictamente confidencial.
—No te preocupes, sé guardar un secreto —lo tranquilizó Casandra—. Y aunque me fuera de la lengua tras libar más blubirra de la cuenta, todos creerían que era uno de mis innumerables cuentos.
—Tus innumerables cuentos, esa es la principal razón de que haya recurrido a ti. Conoces un montón de historias que no figuran en ningún registro accesible, y acaso hayas visto u oído alguna vez algo relacionado con lo que acabo de contarte.
—Hay una vieja leyenda galáctica que algo tiene que ver… Se cuenta que, hace mucho tiempo, una navegante solitaria naufragó en un remoto planeta, que los pocos que lo conocen llaman Pegea, y sobrevivió de milagro al accidentado aterrizaje.
«Confusa y malherida, vagó sin rumbo por un espeso bosque hasta llegar a un maravilloso vergel en cuyo centro había un estanque en el que enormes y fragantes flores vertían su lechoso néctar en finos hilillos. Como en un sueño, embriagada por el aroma de las flores, la astronauta se desnudó y se introdujo en el estanque lácteo, donde permaneció flotando en el denso y cálido líquido durante horas.
«Cuando salió, sus heridas habían cicatrizado y se sentía llena de vigor. Y al cabo de unas semanas descubrió que estaba encinta.
«Dio a luz a una niña idéntica a ella. Siguió bañándose regularmente en el estanque lácteo, y tuvo más hijas partenogenéticas. Que a su vez se bañaron en el néctar fecundante…
«Actualmente, en el remoto planeta Pegea viven y reviven varios millones de mujeres, todas genéticamente idénticas, todas eternamente jóvenes, como las ninfas de la ancestral mitología terrestre, pues el estanque nectarino no solo fecunda sus cuerpos, sino que los regenera sin cesar.
«Y también vive allí el viejo astronauta (rejuvenecido por el néctar pegeano) que llegó al planeta en busca de su amada, desaparecida muchos años antes, y la encontró repetida millones de veces. Y como quien vaga por un laberinto de espejos, la busca sin descanso entre sus innumerables imágenes».
—Dos líquidos fecundantes y dos planetas poblados por hembras repetidas innumerables veces… —comentó el tabernero—. Tal vez haya alguna relación. ¿Sabes dónde podría estar ese planeta?
—Ni siquiera sé si existe. De hecho, hasta ahora daba por supuesto que era una historia inventada por algún navegante solitario con la mente enfebrecida. Pero si existe un mar fecundante, ¿por qué no un estanque? Hay cientos de miles de millones de planetas en la galaxia, por lo que cualquier cosa que pueda suceder, es probable que suceda varias veces. O muchas.
—Bueno, al menos Ijon II no tendrá que buscar a su amada entre millones de réplicas. Neurena debe de ser la única superneurona con aspecto de mujer.
—¿Y si ha vuelto a adoptar su apariencia habitual? —sugirió Casandra tras una pausa—. Imagínate a nuestro alocado amigo nadando en el océano de Solaris entre millones de calamares peludos, gritando un nombre que esas criaturas no entienden, o que ni siquiera oyen…
Y por qué no?
La realidad en los miles de millones de planetas , solo en nuestra galaxia, puede ser inconcebible para nuestras mentes evolucionadas en este rinconcito planetario
Nos creemos únicos e importantes, y solo somos unos más entre muchos otros muy diferentes
Pero será difícil contactar con los otros
Gracias por ayudar a concebirlos
Gracias a ti por animarme a seguir concibiendo. Las/os lectoras/es inteligentes (decía Eliot que había que conformarse con cuatro y yo tengo algunas/os más) sois el mar fecundante.
La ola de erotismo que ha invadido la Taberna nos ha dejado turulatos, Carlo. Me ha llamado la atención que una fecundación sin cópula pueda ser tan excitante. En cuanto al astronauta que se encuentra millones de copias de su Musa va a necesitar un buen psiquiatra. Sigo preocupado por el bueno de Ijon Tichy, antihéroe de mi adolescencia. Un saludo.
Pues sí, en parte intento meter a los tabernarios en una terapia de grupo galáctica. Gracias por tu asiduidad. Y por IT no hay que preocuparse: ha demostrado sobradamente que puede salir airoso de las situaciones más disparatadas.
La verdad es que descubrí el serial ya empezado y me está permitiendo refrescar mis lejanas lecturas de SF que tenía algo abandonadas. Por ejemplo, he recordado Casandra de CJ Cherry y las Memorias de una mujer astronauta de Naomi Mitchison, o la antología Mujeres y maravilla, tal vez relacionadas con esta entrega, o la originalísima El jardín de las delicias de Ian Watson, pero mi biblioteca es un caos. Por cierto, ¿hay algún prólogo de la época que no escribieras tú?
Alguno se me escapó, sí, pero pocos. Un conocido experto en la materia escribió un prólogo a mis prólogos (recopiló un centenar) en el que ridiculizaba mi estilo «radical y pretencioso» (los adjetivos son suyos, pero no le faltaba razón). A ver si lo encuentro…
Pues sería muy interesante poder leer esa recopilación de prólogos tuyos, pues, como apuntó alguien por aquí en una entrega anterior, «eran tan buenos como los propios relatos». Yo adquirí hace muy poco una versión de «Solaris» porque todavía no lo he leído, pero me he llevado una desagradable sorpresa al ver que en la edición de Impedimenta que adquirí no estaba tu prólogo, sino el de un escritor llamado Jesús Palacios. Se ve que tenía las expectativas demasiado altas pensando que el prólogo era tuyo (ni siquiera me di cuenta de que en la portada estaba indicado); pero espero que el libro sea muy bueno.
A pfijo: No conozco esa edición y no sé de quién es la traducción, que es muy importante. En mis ediciones, Lem conocía a la traductora y revisaba las traducciones en contacto con ella, que le consultaba todas las dudas.
La traducción de Solaris de la editorial Impedimenta es de Joanna Orzenchowska. Un amigo me regaló días después Fábulas de robots también de Impedimenta (me parece que han sacado diversos de Lem), cuya traducción es de Jadwiga Maurizio. En este no hay prólogo.
No sé muy bien cómo funciona el mundo editorial, pero asumía que una vez hecha una traducción a un idioma concreto revisada por el autor, se mantenía salvo pequeñas modificaciones por cuestiones de corrección de erratas y de cambios ortográficos.
Así es, efectivamente. Jadwiga era «mi» traductora. Cuando una editorial publica un libro ya publicado, puede retraducirlo o comprar una traducción anterior, y si también utiliza el prólogo tiene que negociarlo con el autor. Yo me he encontrado prólogos míos en ediciones de las que ni siquiera conocía la existencia. Ya lo dice el proverbio: «Editore, traditore».
Existiendo incluso un proverbio, mal pinta el mundo editorial, aunque supongo que también habrá editoras/es excelentes que tengan como aspecto prioritario la calidad de lo que publican y no el beneficio económico.
En realidad, el proverbio original es «Traduttore, traditore»; pero los sufridos escritores sabemos que la traición es más frecuente entre los editores (aunque también los hay estupendos).
Respecto al cuento sobre Pegea me parece que ofrece una posibilidad muy interesante de introducir la sucesión de Fibonacci. Me resulta mucho más sugerente que la de los conejos y la de los vampiros.
Buena idea. Veré la forma de introducirla en la taberna. Aunque lo de los vampiros es difícilmente superable para captar la atención de las/os adolescentes, como he podido comprobar en numerosas ocasiones.
¿De qué va lo de los vampiros de Fibonacci?
Va de esto: https://blogs.publico.es/ciencias/general/1449/los-vampiros-de-fibonacci/
Si las pegeanas, con el metabolismo acelerado por el néctar, tardan un año en madurar y paren una vez al año, su población crece anualmente al ritmo de Fibonacci: 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55… Y en 40 años la habrá más de 6 millones de chicas, todas iguales.