Entrevistas

Jorge F. Hernández: «Las bibliotecas son un refugio para futuros bombardeos descarnados de la imbecilidad intransigente»

Jorge F. Hernández, autor de «Cochabamba». / Foto: Edgar Márquez — Alfaguara

Llevamos a cabo esta entrevista con Jorge F. Hernández (México D.F., 1962) en remoto y sentimos no haberlo hecho físicamente por la experiencia que puede ser alargar un café o una sobremesa con él. Con su nueva novela, o nouvelle como a él le gusta afinar, titulada Cochabamba (Alfaguara, 2023), se nos abre el apetito al revivir con él todo el proceso de documentación llevado a cabo en restaurantes y hoteles para ir construyendo el periplo vital de su protagonista, Catalina Equis, desde su Bolivia natal hasta aquel París único de principios de siglo.

Que no hayamos podido coincidir en persona con él es un síntoma lógico de la ubicuidad del autor, tanto física como literaria, por su continuo trasiego Sudamérica-Europa por motivos tanto profesionales como puramente personales; por sus múltiples formas de aparición literaria, esto es, como librero en Pérgamo, Madrid, rescatando esta librería que según las crónicas fue la primera abierta en la capital; como colaborador habitual en varios periódicos, entre ellos El País (ojo que a sus palabras acompañan siempre sus dibujos, él se lo guisa y él se lo come); como contador (oralmente, se entiende) de historias en eventos de todo calado y ahora también recuperando su actividad como novelista. Sus quehaceres diplomáticos como agregado cultural de la embajada de México en España ya son pasado, con sus pros y sus contras, aunque es indudable que le dieron una parcela más para entender el entramado de este sector. Charlamos con él de todo un poco, le intentamos sacar, y tal vez lo consigamos, toda esa vehemencia, toda esa pasión con la que vive la literatura, es decir, la vida misma.

Quizás pueda decirse que Cochabamba es el libro escrito por un recién desempleado tras su cese en 2021 como agregado cultural en España del gobierno de México. ¿Fue más una terapia necesaria o un disfrute de quien por fin se siente libre de una carga demasiado pesada, demasiado institucionalizada?

Poner Cochabamba en tinta y papel era una deuda pendiente con una historia que no merece perderse en la amnesia o el olvido. Coincidió su posibilidad con mi despido de la burocracia, pero es más importante subrayar que las dos décadas que tardé en cuajarla como novela sirvieron para que Catalina me regalase el mejor final posible para su propia historia… De haber escrito el cuento largo o la novela corta, o bien nouvelle, cuando recién me la contó su hijo no habría podido inventarle un mejor final.

Como actual regente de un negocio que vende libros, haciendo alusión a una de las polémicas que le hicieron perder su cargo gubernamental y viendo ahora todo aquello con perspectiva, ¿es realmente la lectura un acto capitalista?

Se lee por placer y el asno que afirme que hacerlo es «vicio de consumo capitalista» es no más que un doctrinario trasnochado y sonámbulo que ha llenado de baba el sano contagio de todo libro. Es muy corta la lista de libros que he leído por obligación y nula la nómina de títulos que me querían obligar a leer por fanatismo religioso o ideológico… Es interminable la lista eterna de libros que leo o releo por puro placer y ahora —como librero— me consta que la mayoría de los arcángeles lectores que visitan Pérgamo sincronizan con la magia de leer por placer, incluso lo que nos aterra y espanta, lo que nos marea y confunde, lo que nos cuestiona.

Pérgamo es «librería» y «papelería» según las añejas letras doradas de su fachada. ¿Le meterá una cafetería dentro si con la venta de libros no llegan a fin de mes?

Pérgamo es un milagro que ha resucitado exclusivamente como librería; el laberinto administrativo y emocional de las papelerías se lo dejamos a las cadenas y casas abocadas a ese noble empeño. Llegamos a fin de mes con libros y talleres, conferencias y firmas de libros, con vermú los sábados y una tertulia continua todos los días.

¿Cree que las bibliotecas públicas gozan de buena salud o por el contrario son locales cada vez menos transitados?

Soy usuario y beneficiario de las bibliotecas públicas; me hice lector gracias al maravilloso emparrillado norteamericano de las bibliotecas públicas que también formaron a Ray Bradbury o Stephen King… Tarde o temprano hemos de reconocer que las bibliotecas son un prístino y perfecto reducto de Humanidad, que quizá incluso nos sirva de refugio para futuros bombardeos descarnados de la imbecilidad intransigente.

Es un mantra clásico en el mundo editorial la idea de lo importante que es convencer a los libreros de lo bueno que es un libro para que este tenga éxito de crítica y ventas. ¿Esto sigue vigente en un mundo tan dominado por las redes sociales?

El verdadero éxito de un libro se debe a sus lectores y al contagio de viva voz y ejemplares prestados o regalados que multiplican sus párrafos. Quien sólo se concentra en la insípida cuadrícula de la contabilidad y la estadística busca aplaudir cifras o números, porcentajes y regalías, pero eso no tiene nada qué ver con el verdadero éxito que se encierra en impregnar la imaginación ajena con la fuerza o ternura de la palabra.

¿Qué está recomendando el Jorge F. Hernández librero?

Cervantes, Balzac, Rulfo, Paz e Ibargüengoitia… más toda novela o cuento o crónica o ensayo que me atrape desde su respectiva portada.

¿Qué autores jóvenes ha disfrutado últimamente?

Soy fan del poeta Hernán Bravo Varela y de la ensayista y novelista Verónica Gerber Bicecci.

¿Se queda con ganas de hablar mal de algunos libros como muchas veces nos pasa a los que estamos opinando de literatura todo el tiempo?

Nunca me he abstenido o restringido mi opinión —buena o mala— de los libros que leo, reseño o comento.

Hernán Casciari se ha ganado recientemente un trending topic al afirmar sin tapujos que la literatura a día de hoy no tiene sentido, que para un adolescente actual, rodeado de tantos estímulos, es imposible bajar su mirada y concentrar todos sus sentidos en, por ejemplo, Moby Dick. ¿Podemos asumir una calle de en medio en la cual llegaríamos a Moby Dick por películas, series o resúmenes parciales ya que está demodé sumergirse durante cuarenta páginas en la descripción de un barco?

Casciari debería releer sus propios párrafos donde realiza la metáfora —muy literaria— de que Messi es un perro… y así corregir el gazapo: la literatura Jamás ha estado o estará pasada de moda; la vivimos y habitamos Todos, se respira y se filtra en el verso y en la sobremesa; se contagia y hasta se puede filmar. Lo que jode es el tiempo y la mala digestión que muchos jóvenes hacen de él.

Joaquín Sabina, aludido directamente por la eterna discusión sobre si las corridas de todos son una masacre o son cultura, respondió algo así como que efectivamente creía que eran una masacre pero que mientras siguieran celebrándose las seguiría disfrutando. ¿Con qué argumento, literario o no, Jorge F. Hernández puede definir su relación con los toros?

Mi afición a los toros, la ópera o la filatelia siempre han procurado basarse en la emoción irracional que me producen en el tendido o desde la barrera, y en torno a las críticas o denostaciones sólo quisiera el reconocimiento de que una inmensa mayoría opina o dicta sentencias sin conocer en lo más mínimo qué es la filatelia, qué tanto cabe en la palabra ópera y que rodea, emana y transpira la tauromaquia y su cultura.

Volvamos a Cochabamba, su último libro. Teniendo en cuenta su importante carga metaliteraria, ¿la vive usted realmente como novela o más como ejercicio literario?

Es la más reciente y sí, es no más que una Novela o mejor dicho: Nouvelle.

Nos cuenta en el libro que llevaba años narrando su historia central en universidades, escuelas de secundaria y sobremesas. ¿Qué gana y qué pierde Catalina, la protagonista, y toda su historia, al ser pasada al papel?

Catalina Equis queda ya para siempre como confirmación de que Toda mujer, en algún momento de su existencia, sabe que es la mujer más hermosa del mundo y como ejemplo de una hermosa voluntad que logró romper todas las cadenas del patriarcado carcelario, del matrimonio utópico y del supuestamente inamovible corsé del tiempo.

¿En qué formato viajaba la historia en ese periplo oral?

En la novela se aclara que toda la historia nació, brotó y depende de mis libretas.

En su proceso de documentación fue postergando hasta finalmente perder la oportunidad de encontrarse físicamente con Catalina, la protagonista del libro. ¿Tuvo miedo de que se le desmontara la historia al hacerla carne y hueso?

Lo dicho: el destino de Catalina era inmortal y en tinta, en párrafos leídos en silencio o comentados de sobremesa.

Es curiosa y muy sintomática la ambivalencia de la palabra «novela» en castellano: desde ejercicios televisivos de dudosa calidad narrativa, hablando de producciones sobre todo venezolanas que todos en algún momento hemos consumido, hasta la más alta expresión de la más culta literatura; es decir, son igualmente novelas Topacio y Ana Karenina. ¿Cuánto hay de cada una de estas dos formas en Cochabamba? Por ejemplo, la forma de reencontrarse Catalina, ya anciana, con su pasado remoto en su Bolivia natal o la frase final del libro que aparece supuestamente en la tumba de Catalina.

De entrada, por respeto a los lectores, No se deben revelar secretos de la trama y menos la clave del final de una historia. Y segundo, muy al parejo (si no es que por encima) están las telenovelas mexicanas que emanaron de las radionovelas y de los teleteatros (mucho antes del oprobioso terminaje peninsular de llamarlas «culebrones»); dicho lo cual, el género se desdobla y se multiplica, el género en sí mismo es polifacético. Que haya mala calidad o ejemplos ramplones no desdibuja la majestad del género maravilloso que llamamos Novela.

La portada y el título del libro son un ejercicio valiente, que interpela al lector de manera determinante. Conociendo el periplo vital de Catalina parece más coherente haber elegido un título más romántico y una estampa más parisina. ¿Nos está queriendo decir, como aquello de Dorothy, que no hay mejor lugar que el hogar de uno?

Repito: sin mancillar la clave de su lectura hay que subrayar que la portada es un cuadro invaluable de Joy Laville, pintora inglesa que murió nonagenaria como viuda de Jorge Ibargüengoitia; de manera que es una portada de Joy (que se traduce como Júbilo) para otro Jorge. Hay quien alucina que la mancha blanca en medio de la selva verde es precisamente París y hay quien hace eco de que todo no es más que resonancia del nombre de un pueblo boliviano que —por lo visto— es muy difícil olvidar.

Después de darnos en Cochabamba el contexto de cómo escribe la novela, con sus sobremesas y sus corridas de todos, más que la novela en sí, ¿se ha quedado con las ganas de sentarse a escribir verdaderamente «esa novela»? ¿Le apetecería más darnos un Doctor Zhivago o un Romeo y Julieta posmoderno?

Relean mi Novela.

Imagine que la historia de Catalina tuviera su oportunidad en el cine. ¿Qué director, vivo o muerto, cree que le daría su justa medida?

Rodrigo García Barcha, mi hermano mayor.

¿En qué proyecto literario está ahora trabajando el desempleado Jorge F. Hernández?

Ha tiempo que me cesaron y en realidad nunca he dejado de leer, escribir y dibujar. He terminado otras dos novelas y estoy peluqueando un libro de cuentos, así como otras dos antologías de mis columnas en El País.

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