La Taberna Flotante

El callo cuerposo

Taberna Flotante #21

Un fotograma de «Basket Case» (1982), de Frank Henenlotter

Cuando muchos ya lo daban por muerto, Arno, el viejo minero de la franja ecuatorial de Münchhausen, apareció en la Taberna Flotante por duplicado.

Ante la mirada atónita del tabernero y del Capitán Dorian, que a aquella temprana hora eran los únicos presentes, dos Arnos idénticos se acercaron a la barra cogidos de la mano, se sentaron en taburetes contiguos y dijeron al unísono:

— Dos birras dobles, por favor.

Aunque en puridad no lo dijeron al unísono, sino solo a la vez, pues ambas voces no sonaron igual: una era nítida y bien articulada, mientras que la otra parecía anticipar los efectos de las generosas cervezas azules que aún no habían ingerido.

— Me detectaron un tumor cerebral —dijo fríamente el Arno de la voz clara.

— ¡Muy maligno! —añadió el de la voz pastosa con tono lastimero.

— Y hace unos días me desperté con la sensación de haberme desdoblado —prosiguió la primera voz.

— Se diría que es más que una sensación —comentó Dorian.

— ¡Entonces solo tenía un cuerpo! —gimió la segunda voz.

— El doctor Frankenstein me dijo que el tumor había invadido por completo el cuerpo calloso y, en consecuencia, los hemisferios cerebrales estaban desconectados —explicó el Arno impasible.

Frankenstein no era el verdadero nombre del doctor (en el planeta fronterizo Münchhausen casi nadie decía su verdadero nombre): lo llamaban así por su afición a experimentar con cadáveres.

— ¡Es una sensación horrible! —exclamó el Arno quejumbroso.

— No solo me moría, sino que además me estaba volviendo loco. Y, en mi desesperación, decidí recurrir a la cosa verdosa —dijo el Arno comedido.

— ¡Qué locura, qué horror! —gritó el Arno temperamental.

— Fui a la ciénaga e invoqué a la criatura —prosiguió el primero— , y la criatura me oyó. Surgió de las aguas y me acogió en su seno.

— ¡Me devoró de un bocado! —gimoteó el segundo.

— Reviví la maravillosa experiencia de hallarme en el vientre de mi madre —dijo el Arno circunspecto mostrando por primera vez un punto de emoción en la voz.

— ¿Te acuerdas de tu período fetal? —se sorprendió el tabernero.

— Ahora sí. La bendita criatura iluminó los más oscuros rincones de mi memoria. Dicen que al morir toda tu vida pasa ante tus ojos. Yo he visto esa película total al renacer… Y cuando, tras sanarme, la criatura me devolvió a la orilla de la ciénaga, tenía dos cuerpos.

— Tres —replicó una voz gangosa desde la puerta de la taberna.

Acababa de entrar un monstruoso enano de cérea piel grisácea, cuyo rostro recordaba vagamente al del viejo minero, que se acercó arrastrándose sobre sus deformes extremidades inferiores.

— No le hagáis caso —dijo el Arno flemático— . Es el tumor.

2 Comentarios

  1. Un apretón de manos que probablemente aporta un equilibrado intercambio entre ambos Arnos.

    Me ha parecido una idea fantástica, si no la he interpretado erróneamente, la de tener una representación a gran escala de ambos hemisferios, con sus funciones expresadas a través de las expresiones de ambos.

    El tercer Arno ha sido una interesante sorpresa final. También muy oportuno que sea el primer Arno el que invoque a la cosa verdosa que, lógicamente, no iba a buscar algún mal para Arno. Las apariencias engañan, como podría pasar con el tercer Arno.

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