Ficción

Todas las familias felices se parecen

Imagen: Jamin Mahmood (CC BY-SA 4.0 Deed)

No quiero que Pablo se despierte cuando llegue mi mamá porque si eso pasa las cosas se ponen mucho peor. Le puse manzanilla en su leche. Lo miro mientras duerme, tiene los pies descobijados, está creciendo.

La media de su pie izquierdo parece mojada y se ha roto justo en el dedo gordo del pie. A veces siento ganas de cortarle el dedo con una tijera, y también quiero quitarle la cobija y que le dé mucho frío y se despierte, como tengo que despertarme yo para cuidarlo sin poder salir a las fiestas de los quince.

No voy a tener hijos. ¿Para qué hijos sin padre? También voy a querer cortarles los dedos de los pies.

Siempre que mamá avisa que llegará tarde me pide cuidar a Pablo y mientras lo hace sabe que no puedo decirle que no. Es para que usted coma, me repite desde la cocina cuando se toma un sorbo de café antes de salir otra vez. Yo no le pedí nacer, tampoco él. Se lo dije varias veces, pero dejé de hacerlo porque la última me pegó con mucha fuerza y quise pegarle yo también. ¿Se puede querer algo así?

Cuando mamá regresa a casa sigo sus instrucciones: calentar agua, dejarla en el baño y cerrar la puerta. Hace tiempo que no se enfermaba, tampoco yo. Hubo un tiempo en que sí, quizá cuando tuve la edad de Pablo. Si tenía fiebre ella calentaba el agua. Quiero volver a tener fiebre, quiero que las cobijas alcancen.

Pablo aún tiene sus pies descobijados, está despierto. Me mira extrañado, tal vez aún duerme con los ojos abiertos. Su mirada me hace sentir incómoda, quiero salir de ahí y que deje de mirarme de esa forma en que me exige cariño, no puedo quererlo más. ¿Se puede querer no querer a alguien?

Regreso al baño porque escucho los quejidos de mi mamá. Me pide que caliente más agua. Cuando hierve y las burbujas parecen estallar, imagino que si ella se quemara tendría que ir a un hospital por unos días y podríamos dejar de vernos. Hace un tiempo no quiero verla más. Cuando era pequeña y Pablo un recién nacido, quería que estuviera conmigo todo el tiempo. Creo que la miraba de la misma manera en que él me mira cuando no puede dormir. Siempre la he mirado así, y no sé si eso significa que la quiero o que le tengo miedo.

— ¡Muévase! —ha gritado otra vez.

Mi mamá parece asustada. Pablo tiene esa mirada en sus ojos; la que me exige que lo abrace. No quiero. Le dejo el agua y la compresa al lado de la puerta. Abre acelerada, llora, tiembla. Se quema con el agua que le cae en su brazo izquierdo, se aprieta su barriga y veo sangre corriendo rápido por sus rodillas, hilos de sangre con prisa dejando en el suelo su rastro.

Pablo me mira, agarra fuerte su cobija y se recuesta en la pared. Yo guardo silencio. Espero la siguiente orden. Mi mamá cierra la puerta del baño bruscamente. Alguien más pide no nacer.

 


Con la colaboración del Máster en Creación Literaria de la BSM-UPF, dirigido por Jorge Carrión y José María Micó, quince años formando a escritores de España y América Latina. Más información aquí.

Elena Mesa (Medellín, Colombia) es escritora, collagista y a veces psicóloga. Exalumna del Máster en Creación Literaria UPF-BSM. Actualmente vive en Barcelona.

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