Horas críticas

Lapinótix el Galo

Reseña de «¡Por Tutatis!», de Lewis Trondheim

Esta es la típica historia de Astérix y Obélix que no es la típica historia de Astérix y Obélix. El lector atento lo descubrirá rápidamente al encontrar el nombre de Lewis Trondheim donde habitualmente vendrían los de Goscinny y Uderzo; al fijarse en que el personaje de Astérix es en realidad el de Lapinot disfrazado de Astérix; y al dirigir su mirada hacia esa pegatina de la portada (que no es una pegatina, en realidad) que indica entre exclamaciones que este no es un cómic de Astérix. No será por falta de señales.

Sin embargo, a poco que empecemos a pasar páginas comprenderemos que todo tiene un motivo, y que tanta insistencia en recordarnos la obra de origen (aunque sea para decirnos que no forma parte de la misma) y las diferencias que hay con ella no es gratuita. Como ha hecho con tantos otros géneros, Trondheim está saqueando uno de los universos más icónicos de las viñetas francobelgas, y sea homenaje o no tanto, está empleando todo ese material de origen para dar luz a una parodia que no pone su foco en el qué, sino el porqué. Porque, para entendernos, si cambiáramos de obra y nos fuéramos a Tintín, o incluso a Akira, por eso de cambiar de aires, veríamos que el mensaje se mantendría intacto.

¿Y qué es eso que nos cuenta Trondheim con la excusa de transportarnos al mundo de esa aldea irreductible para los romanos? Precisamente su condición de ficción que, alejada de nuestra realidad, es capaz de concebir un conjunto de verdades (lo que llamaríamos coherencia interna) que, fuera de sus fronteras, perderían todo el sentido. En efecto, nos vamos a mover en el ámbito de la metaficción desde su primera viñeta, con un personaje consciente de encontrarse en un mundo que no es el suyo, pero que, al hacer acto de presencia en él, parece adaptarlo a su experiencia vital. Allí donde los romanos salían volando de un puñetazo de Obélix, aquí son atravesados o descuartizados sin el menor rubor por parte del artista a la hora de enseñarnos una casquería más cercana a, por decir algo, The Boys, que a las aventuras de nuestros galos favoritos.

Una página de «¡Por Tutatis», de Lewis Trondheim. / © Astiberri

La trama, de hecho, explotará al máximo ese gesto autorreferencial a la hora de presentarnos al villano y la misión que, como en cualquier obra de Astérix, deben cumplir nuestros héroes. La aparición del dios Tutatis, dotado de una sospechosa omnisciencia, empujará a Lapinot a tratar de entender de dónde ha salido y, sobre todo, por qué los dos han aparecido en ese universo ficcional tan conocido pero, a la vez, tan diferente a como lo descubrió en sus viñetas. Y por el camino disfrutará, junto con Obélix y el resto de habitantes de su aldea (ojo con ese bardo que acabará convirtiéndose en otro personaje conocido de la obra de Trondheim), de todos los giros y tropos habituales de las historias que invadieron nuestra infancia comiquera.

Trondheim continúa de este modo su particular periplo por el estudio y práctica de la bande dessinée a través de explorar uno de sus personajes más icónicos. Y lo hace dándole la vuelta por completo para usarlo como material para sus propias reflexiones sobre el lenguaje, forma y fondo del cómic. Y si Lapinot le sirvió en Lapinot y las zanahorias de la Patagonia como vehículo para construir su estilo desde cero, y más adelante fue empleándolo como herramienta o excusa para seguir jugueteando con el medio en distintos géneros, en ¡Por Tutatis! se sirve de Astérix y compañía para seguir indagando en qué es esto del arte secuencial y para qué podemos (o puede él, en concreto) utilizarlo.

«¡Por Tutatis», de Lewis Trondheim. / © Astiberri

El resultado tiene la misma estructura de una aventura de Astérix y Obélix y un enfoque algo pasado de vueltas propio de una parodia que nos invita a reflexionar junto al autor sobre todo lo antes mencionado. Curiosamente, y a pesar del tono jocoso con que Trondheim aborda la referencia al mundo de Goscinny y Uderzo, son muchos lectores y críticos los que advierten que esta obra podría ser entendida como la mejor de Astérix (así, a secas) en años. Sea cierto o no, la curiosidad debería animarnos a hacer como Lapinot y dejarnos caer por el mundo de la pócima mágica en busca de esa fantasía de la que carece nuestro mundo real.

 


 ¡POR TUTATIS!
Lewis Trondheim
Traducción de Rubén Lardín
ASTIBERRI
(Bilbao, 2023)
48 páginas
15 €

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