Además de lugar de paso de aventureros, fugitivos e impostores, Münchhausen, la única población del árido planeta al que daba nombre, era, básicamente, una colonia minera. Contagiados por la fiebre del rodio, el equivalente galáctico de la antigua fiebre del oro de los terrestres (pues hubo un tiempo en que el metal amarillo era muy escaso), cientos, miles de mineros se habían ido concentrando en el punto menos inhóspito del planeta, una pequeña mancha de vegetación de la zona templada a medio camino entre el polo norte y el ecuador, generando, con el tiempo, algo parecido a una ciudad.
El viejo Arno era uno de los mineros más veteranos de Münchhausen, y uno de los pocos que habían encontrado el suficiente rodio como para montar un pequeño campamento permanente en la franja ecuatorial, donde se suponía que se ocultaban las vetas más ricas. Y también era un asiduo cliente de la Taberna Flotante.
— ¿Tan temprano por aquí? —exclamó el tabernero al verlo entrar antes del anochecer, cosa insólita en él.
— Tan temprano y tan tarde —repuso el minero sentándose en uno de los taburetes de la barra.
— ¿Qué ha pasado, Arno?
— No lo sé, no entiendo nada… Vengo a verte porque eres uno de los pocos hombres cultos de este maldito planeta y has visto muchas cosas raras.
— Yo también he visto muchas cosas raras, e incluso he hecho algunas —intervino el veterano astronauta que se hacía llamar Capitán Dorian acercando su taburete al de Arno.
— Pues bien, escuchadme los dos con atención y decidme si lo que os voy a contar se parece a algo que hayáis visto u oído antes —dijo el viejo minero—. Hace tres días salí de mi campamento al anochecer, cuando hace menos calor, para estirar las piernas, y me llamó la atención una luz que parpadeaba a lo lejos. Una de las pocas ventajas de este condenado planeta es que no acecha en él ningún peligro mayor que el de morir de aburrimiento, así que caminé confiadamente hacia la luz, y al acercarme vi una deslumbrante forma amarilla de un par de metros de altura que surgía del suelo como una planta fantasmal; una forma simétrica, ramificada, fluctuante, como de humo cristalino…
— Humo cristalino —repitió Dorian—. Estás hecho un poeta, Arno.
— No te burles, astronauta de agua dulce —replicó el minero—. Si lo hubieras visto… Debería haber llamado a alguien enseguida, haber informado del descubrimiento; pero me quedé allí toda la noche, como hipnotizado, sin poder moverme del sitio, contemplando las oscilaciones de aquella inverosímil forma amarilla. Mis compañeros me encontraron dormido en el suelo a la mañana siguiente. La forma amarilla había desaparecido. Pensé que tal vez solo se manifestaba de noche; pero ya han pasado tres días y no ha vuelto a aparecer.
— Has dicho que la forma era simétrica y ramificada… —musitó el tabernero tras una pausa, y luego se giró y añadió en voz alta—: Solaris, ilustración simetríada.
Detrás de la barra se iluminó una pantalla negra disimulada en la pared, y al cabo de unos segundos el buscador mostró una figura violácea, vagamente arborescente, que parecía emerger de un mar del mismo color, como si fuera una ola esculpida por la mente de un lunático.
— ¡Sí! —exclamó Arno—. ¡Se parece a… alguno de los momentos de la forma fluctuante! ¿Cómo sabías…?
— Es una historia larga —contestó el tabernero—, luego te la contaré. Pero antes, dime, ¿viste hace cosa de un mes a un forastero perdido en el desierto?
— Sí, llegó a mi campamento en un estado lamentable. Se había averiado su deslizador.
— No puede ser que Tichy soltara en el desierto aquel líquido asqueroso —intervino Dorian— y que eso diera lugar la forma amarilla. El muy loco se lo bebió.
— Y luego estuvo varias horas vagando sin rumbo antes de llegar al campamento de Arno, y en algún momento tuvo que aliviar su vejiga —dijo el tabernero con el ceño fruncido—. ¡La deslumbrante forma amarilla era una meada!
EN MI OPINIÓN TUS RELATOS DE LA TABERNA FLOTANTE VAN MEJORANDO. LENTAMENTE, PERO VAN MEJORANDO. ADEMÁS HAS INTRODUCIDO UN ELEMENTO ESCATOLÓGICO QUE NO SABEMOS DONDE NOS PUEDE LLEVAR O EN QUÉ PUEDE DERIVAR EN UNA FUTURA ENTREGA. VAMOS AMPLIANDO EL INCIERTO HORIZONTE. ¡ENHORABUENA!. ABRAZOS, ANTONIO
Gracias, Antonio. Escatológico en ambos sentidos del término, advierto.
No tendría que desaparecer ese árbol onírico, estimado. Además, tendría que dar frutos. Muy bueno.
Gracias, ER. Es un árbol que se nutre de los comentarios de los lectores.
Apasionante. Y el nuevo elemento eleva el nivel de curiosidad. Siendo Frabetti quien es, no me cabe duda de que la Forma Amarilla nos va a llevar a algo sorprendente. ¡Esperando!
Bebiendo de Lem, es fácil sorprender. No tan fácil, mantenerse a la altura. Gracias por el apoyo.
Curioso final, inesperado y divertido. El rodio supongo que producirá alucinaciones entre los mineros. Y no sabemos bien qué productos se sirven en la Taberna Flotante. La combinación puede ser fructífera en próximos capítulos, con esta deriva del autor. Por cierto: ¿no hay personajes femeninos en La Taberna, sean mujeres o de otra especie galáctica?
Münchhausen es una colonia minera, y la taberna, un antro poco recomendable. Hay una narradora oral, Casandra, que se pasa de vez en cuando, y una geisha robot. Y en episodios futuros (ya llevo escritos 30) aparecen algunas más.