Cultura ambulante

«Histeria»: la historia perversa (o pervertida) de la locura de ellas, plasmada por ellos

Reseña de la exposición del TEA Tenerife Espacio de las Artes

Una sala de la exposición «Histeria. La trasgresión del deseo». / Foto: TEA Tenerife Espacio de las Artes

«Parece como si todo estuviese encerrado en esas fotos porque la fotografía era capaz de cristalizar idealmente los vínculos entre el fantasma de la histeria y el fantasma del saber. Se instaura así un encanto recíproco: médicos insaciables de imágenes de la Histeria e histéricas que consienten e incluso exageran la teatralidad de sus cuerpos. De este modo, la clínica de la histeria se convirtió en espectáculo, en invención de la histeria. Se identificó incluso, soterradamente, con una especie de manifestación artística. Un arte muy próximo al teatro y a la pintura». El filósofo e historiador del arte Georges Didi-Huberman dedicó su primer ensayo de 1982, La invención de la histeria (traducción de Cátedra, 2007), a los procedimientos clínicos y experimentales llevados a cabo por el doctor Jean-Martin Charcot, uno de los padres de la neurología moderna —cuyo nombre se asocia a numerosas patologías—, para tratar estas crisis propiamente femeninas y que recogería en sus Leçons du mardi de la Salpêtrière (1887-88).

En aquel hospital-escuela que él mismo fundó en el distrito XIII de París, y al que asistieron personalidades como Freud o Babinski, trató a sus pacientes por medio de un método de hipnosis que retrató en su célebre iconografía fotográfica, reflejando aquella forma de agitación semiconsciente que desembocaba en escenas tan violentas como erotizadas a sus ojos. El cuerpo histérico, según la investigación de Charcot, ofrecía toda clase de descargas agresivas, actitudes pasionales, escorzos, fantasías, éxtasis y las muchas posturas del delirio, en un conjunto que evocaba algo prodigioso, excesivo casi para cualquier imaginación. Muy próximo a la pintura, como señala Didi-Huberman, en esa teatralidad excesiva y el «espectáculo del dolor» que, de hecho, se observa ya en una obra de Tony Robert-Fleury que recrea a Pinel liberando a las locas de la Salpêtrière (1876).

«Una semana de bondad o los siete elementos capitales» (1934), de Max Ernst.

No obstante, la exposición que acoge hasta el próximo 29 de octubre el TEA Tenerife Espacio de las Artes, bajo el título Histeria. La trasgresión del deseo, se centra en el siglo XX y en cómo el movimiento surrealista se verá fascinado por ese imaginario del doctor Charcot, contextualizando aquellas imágenes en la historia de la «invención» (como en el caso de la propia enfermedad) y la representación del cuerpo de la mujer, así como observando su poderoso influjo en el arte contemporáneo, hasta nuestros días. No en vano, la historiadora del arte y curadora independiente Pilar Soler Montes, comisaria de la muestra, ha señalado que el proyecto entronca más con la «cultura visual» que con la historia del arte, y para su itinerario se ha creado un espacio que representa un estadio anatómico y una suerte de gabinete de curiosidades. En él se reúnen un centenar de obras de fotografía, vídeo, pintura, escultura y también editoriales, procedentes de las colecciones del TEA, el Centro de Fotografía Isla de Tenerife, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Getty Museum y distintas colecciones privadas.

Una selección que es reflejo deliberado de esta «historia perversa», según Soler Montes, y por ello se ha optado por la ausencia total de mujeres, pues lo que trata de recrear Histeria es justamente una mirada netamente masculina y patriarcal, la misma que generó aquella tensión entre repulsión y deseo en la concepción surrealista de aquel fenómeno inexplicable. Artistas que van de Man Ray a Josep Masana, de Nobuyoshi Araki a Joan Fontcuberta, de Irving Penn a Bill Bandt, de Anton Bruehl a Josep Renau, de Frantisek Drtikol a Daido Moriyama, por citar algunos. Otro hombre, André Breton, el apodado papa negro del surrealismo, fue fundamental en la aproximación del movimiento a ese tema. Ya antes de centrarse en él y junto a su colega Paul Éluard, se había interesado por la locura y la alienación mental como forma superior de liberación para la imaginación, habiendo entrado en contacto con las ideas freudianas y con la neurosis a partir de su experiencia como enfermero militar.

Sin embargo, fue la depresión —calificada de histérica— de una artista en su círculo surrealista la que lo conduciría a esa obsesión. La pintora inglesa nacionalizada mexicana Leonora Carrington fue encerrada en un psiquiátrico de Santander, tras haber sufrido una violación grupal y haber visto cómo enviaban a un campo de concentración al que fuera su pareja, Max Ernst. Aquella experiencia en el sanatorio la marcaría para siempre y despertaría el interés de Breton, quien consideraba que ella había vuelto del inframundo con una capacidad reveladora y un poder visionario insólito. La inestabilidad mental de Carrington proporcionaba imágenes únicas, según él lo veía. En 1928 y junto a Louis Aragon, Breton publicó en La Révolution Surréaliste, el medio de difusión de sus principios (y del que él mismo era director tras Naville y Péret), un texto en conmemoración del cincuentenario de la histeria, que definían como el mayor descubrimiento poético de finales del siglo XIX. «Nosotros, que nada amamos tanto como a esas jóvenes histéricas, cuyo tipo perfecto nos lo facilitó la observación relativa a la deliciosa X. L. (Augustine) ingresada en la Salpêtrière en el Servicio del doctor Charcot el 21 de octubre de 1875 a la edad de quince años y medio, estamos muy afectados por la laboriosa refutación de los trastornos orgánicos, cuyo proceso no será el de la histeria más que a ojos de los simples médicos. ¡Qué lástima!», escribían.

«El cincuentenario de la histeria», publicación exhibida en la muestra. / Foto: TEA Tenerife Espacio de las Artes

En aquel texto evocaban la memoria de Freud de aquellos días en que los internos de la Salpêtrière «confundían sus deberes profesionales y sus afanes amorosos cuando, al caer la noche, las enfermas se veían con ellos fuera o les recibían en su cama», y cómo «enumeraban pacientemente, en pro de la causa médica que no se defiende, las posturas pasionales llamadas patológicas que les eran, y nos son todavía humanamente, tan preciosas». Esta celebración de la histeria de Breton y Aragon, quienes citaban la película Häxan. La brujería a través de los tiempos (1922), de Benjamin Christensen, como fuente de enseñanzas más vivas que las de Hipócrates o Platón, representaba a la vez un nuevo ideal de belleza para el surrealismo, que explicitarán en una redefinición de la no enfermedad recogida —años más tarde— en su famoso diccionario: «La histeria es un estado mental, más o menos irreducible, que se caracteriza por la subversión de las relaciones que se establecen entre el sujeto y el mundo moral del cual cree depender, al margen de todo sistema delirante. […] La histeria no es un fenómeno patológico y a todos los efectos puede considerarse como un medio supremo de expresión».

Como demuestra la magnífica exposición del TEA, para los surrealistas la histérica —como la prostituta— simbolizaba una mujer contraria a la moral burguesa, ayudándoles a mostrar aspectos psicológicos a menudo trangresores y censurados a través de sus rasgos fisionómicos. Se observa en la serie de fotografías de 1938 que testimonian la inauguración de una exposición en la Galería de Bellas Artes de París (en la que por cierto sirvió como catálogo el citado Diccionario surrealista) y la puesta en escena de un «ataque de histeria» a cargo de la bailarina Hélene Vanel. Una dualidad pasión/violencia presente también en obras que usaron aquel motivo gráfico, propio de la ciencia y la antropología del siglo XIX, para representar la anatomía femenina y hacerla producto de consumo, desde las mujeres convulsas de puro éxtasis de Ernst o la belleza caníbal de Dalí hasta obras contemporáneas como el homenaje a Topor de Fontcuberta o la serie Cowboys and Girlfriends de Richard Price.

Un tema que no deja de tener resonancias en el presente, como mostrarán las actividades con que se complementa la muestra del TEA Tenerife Espacio de las Artes, incluyendo una serie de encuentros, una charla performativa y una publicación en la que participan, además de la comisaria de la exposición, figuras como Tania Pardo, Servando Rocha y el propio Didi-Huberman.

Otra de las publicaciones que recoge la exposición «Histeria». / Foto: TEA Tenerife Espacio de las Artes

 


 HISTERIA. LA TRASGRESIÓN DEL DESEO (1958-1978) 
Comisariada por Pilar Soler Montes
TEA Tenerife Espacio de las Artes.
Hasta el 29 de octubre de 2023

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