Horas críticas Analógica

Luces para un centenario

Reseña de «Cómo cambiar tu vida con Sorolla», de César Suárez

Cruce singular entre biografía, ficción y ensayo, el libro que el periodista cultural César Suárez dedica a Joaquín Sorolla Bastida (Valencia, 1863 − Cercedilla, 1923) consigue acercar al siglo XXI la humanidad de uno de los artistas más populares de su tiempo al que, sin embargo, no siempre hemos sabido mirar tras la máscara del éxito extraordinario que alcanzó tanto en Europa como en los Estados Unidos. Descubrir quién fue realmente Sorolla, cuyo centenario celebramos ahora, y reivindicar la vigencia de muchos de sus valores (el esfuerzo, la dedicación incansable al trabajo, el amor a la familia, el optimismo como argumento moral y pictórico) es el reto que enfrenta este texto que ironiza desde su título con la literatura de autoayuda.

Concebido como un conjunto de escenas realistas, entre las que se intercalan algunos diálogos y encuentros fabulados, entre ellos con Picasso y Proust, Cómo cambiar tu vida con Sorolla revela cómo se forja la personalidad artística de un adolescente que destacó por su perseverancia más que por su precocidad, de un adulto que no se interesó tanto por ser moderno como por lograr un sitio entre los mejores y que, como sus admirados Whistler y Sargent, quiso triunfar con un estilo propio que le atrajera la fama y el dinero que necesitaba para poder seguir pintando con libertad.

Sorolla no tenía antecedentes artísticos. Sus padres murieron cuando él tenía dos años, durante la epidemia de cólera, y fue adoptado por la hermana de su madre y su marido, que no tenían hijos. Fue su tío, en cuya cerrajería aprendió el oficio de la fragua, quien primero confió en su don natural y le animó a perseverar dibujando en las clases nocturnas de la Escuela de Artesanos de Valencia, donde pinta las obras más tempranas que se conservan en su museo (1876): escenas del Grao, la Malvarrosa, el Cabañal; albuferas y playas mediterráneas que serán siempre su versión particular del paraíso perdido. Desde sus primeros apuntes al natural, ya en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, aprende a mirar el paisaje, las notas de color y los efectos de luz. De ahí procederá su confianza en sí mismo y su obsesión por la pintura al aire libre.

El viaje por la carrera triunfal de Sorolla a través de sus principales exposiciones, desde la de 1906 en la galería parisina Georges Petit que lo consagra internacionalmente, a las de Londres (1908) o Estados Unidos (1909 y 1911), marca el desarrollo de un proceso creativo imposible de entender sin la figura cómplice de su esposa, Clotilde García del Castillo, la otra gran protagonista de este volumen. Se conocieron en el estudio del padre de ella, Antonio García Peris, un pionero de la fotografía valenciana que se convirtió en mentor del pintor y le enseñó a representar la realidad en encuadres y composiciones. La extensa correspondencia con Clotilde es uno de los archivos más citados en esta obra rigurosamente documentada y que incluye fuentes esenciales como la bisnieta del artista, Blanca Pons-Sorolla.

Favorecido por las elites extranjeras, la alegría de vivir que muestran los cuadros de Sorolla le enfrentó internamente con la generación del 98. Su aparente facilidad para el arte y su éxito económico como retratista de moda fueron criticados por intelectuales como Unamuno, Pío Baroja o Valle-Inclán, que consideraron facilona su propuesta y preferían la de Zuloaga y la España negra de Darío de Regoyos.

Siguiendo los consejos de su maestro Jiménez Aranda, Sorolla había aceptado retratar la vida cotidiana con cierta denuncia social para triunfar en el Salón de París, y lo logró con Triste herencia (Grand Prix en la Exposición Universal de 1900). En ese lienzo, «el único triste que he pintado y al hacerlo sufrí de manera indecible», según dijo, retrata cerca de la orilla a un grupo de niños desnudos y desheredados. La obra marca su toma de postura estética: a partir de ahí su pintura será siempre optimista y ni siquiera los sucesos difíciles de la etapa final de su vida se reflejarán en ella, como confirma la Visión de España que realiza por encargo de su amigo Archer Huntington.

Sorolla cerró con el filántropo e hispanista en 1910 el encargo de un gran mural sobre España de 210 metros cuadrados para decorar la futura biblioteca de la Hispanic Society de Nueva York, proyecto al que se referirá como «la obra de mi vida» y que, salvo el primer panel dedicado a Castilla, el único que pintó en estudio, le llevó a pasar siete años recorriendo el país, una tarea descomunal y estresante que deterioró su salud y que completó en 1919 en Ayamonte con La pesca del atún. Su deseo era instalar él mismo los catorce paneles en octubre de 1920 en Nueva York, pero el 17 de junio de ese año sufre una hemiplejía en el jardín de su casa, mientras retrataba a Mabel Rick, la esposa de Pérez de Ayala, y ya no volverá a pintar hasta su muerte, tres años después.

El libro arranca simbólicamente en París, en 1885, con el paso del cortejo fúnebre del escritor Victor Hugo, y concluye con el último adiós a Sorolla en Valencia, despedido con honores de capitán general. Ambos habían expresado su deseo de ser despedidos sin pompa ni protocolo, pero fueron enterrados multitudinariamente y elogiados como dos de los más grandes artistas de su época. Una condición que ni las modas ni el tiempo han eclipsado.

 


 CÓMO CAMBIAR TU VIDA CON SOROLLA 
César Suárez
LUMEN
(Barcelona, 2023)
264 páginas
18,90 €

3 Comentarios

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