La Taberna Flotante

Los límites del mundo

Taberna Flotante #7

Vista aérea de una isla verde y amarilla (Banten, Indonesia)

Oído en la Taberna Flotante del planeta fronterizo Münchhausen en una clara noche de trilunio, antes de que las tres lunas alcanzaran el cenit y apareciera la geisha robot:

Los filósofos de la Isla Verde no se ponían de acuerdo sobre el tamaño del mundo, y tampoco los teólogos. Unos decían que era infinito, porque repugnaba a la razón la idea misma de un borde. Otros decían que era finito, porque repugnaba a la razón la idea de una superficie sin fin, ya fuera de tierra, de agua o de ambas cosas en perpetua alternancia.

Se decidió por fin mandar una expedición hacia el brumoso lugar donde el sol surgía cada día, para ver si el mundo continuaba extendiéndose detrás de aquella neblina o, simplemente, dejaba de existir.

Cincuenta hombres y cincuenta mujeres emprendieron el viaje por mar en diez ligeras embarcaciones provistas de ruedas, y navegaron hacia el sol naciente hasta que la tierra les cortó el paso. Arrastraron sus naves anfibias sobre la tierra hasta encontrar un nuevo mar, y navegaron sobre sus aguas hasta encontrar una nueva tierra. Y así una vez y otra vez y otra vez…

Accidentes y contratiempos de toda índole les obligaron a interrumpir muchas veces su viaje, pero nunca lo abandonaron. En algunos lugares tuvieron que permanecer durante meses; en otros, durante años. Y aunque llegó el día en que en el grupo no quedaba ninguno de los primitivos expedicionarios, pues todos habían muerto, sus hijos y sus nietos siguieron adelante.

Cien años después del comienzo del viaje, los descendientes de los hombres y las mujeres que lo habían emprendido completaron sin saberlo la primera vuelta al mundo y llegaron a la Isla Verde; pero no pudieron reconocerla, porque solo la habían visto en su imaginación, alimentada por las historias que contaban sus mayores, y porque ya no era verde.

Durante la larga ausencia de los expedicionarios, cuyo accidentado nomadismo y las duras condiciones de su vida errabunda les habían impedido desarrollar nuevos conocimientos y habilidades, sus congéneres habían descubierto ingeniosas y muy productivas técnicas de agricultura. La mayoría de los bosques de la isla habían sido sustituidos por campos de labranza, y su nombre había cambiado junto con su aspecto: se había convertido en la Isla Amarilla.

De modo que los expedicionarios continuaron su viaje hacia el sol naciente, en busca de los límites del mundo.

6 Comentarios

  1. ¿No publicaste hace poco uno muy parecido?

    • Así es, hace solo 50 años publiqué, en la desaparecida Estafeta Literaria, un relato titulado La ciudad rosa y roja, que luego incluí en el libro del mismo título, y que pronto reaparecerá, con algunas variaciones, en la Taberna Flotante. Y es que el tema de la circunvalación planetaria es recurrente en la narrativa galáctica.

  2. Jaime Escutia

    Todo el mundo ve que la Tierra es plana, y que el Sol y la Luna giran a nuestro alrededor. Por tanto debe tener algún límite, Un Non Plus Ultra. Además todas las cosas caen hacia abajo. Por tanto, si no fuera plana la Tierra, ¿hacia donde caerían las cosas? Todo es tan evidente que no comprendo como alguien pueda ponerlo en duda.

  3. FRANCISCO ANTONIO FERNÁNDEZ OLIVA

    Ahora sí que la hemos liado. He leído tu relato con la ilusión de que por fin iba a aclararme algo, pero lo que ha conseguido su lectura es terminar de «hacerme la picha un lío» (no hay una frase que lo exprese mejor). ¿Cómo es la tierra, joder? Redonda, plana, espiral, hiperbólica, finita, infinita…
    De todas formas, me acabo de dar cuenta de que me importa un comino. Total, me voy a morir sin poder recorrerla completa. Gracias, Carlo, por esta última iluminación.

    • Podemos recorrerla completa varias veces antes de morirnos, al menos con la imaginación. Y en cada recorrido podemos imaginarla de una forma distinta. Por cierto, la hiperbólica pinta bien…

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