Horas críticas

«Paraíso», de Abdulrazak Gurnah: donde sucede la vida

Cuando la Academia Sueca entregó en 2021 el Nobel de Literatura a un escritor tanzano afincado en Gran Bretaña y de nombre largo, tal como Abdulrazak Gurnah, lectores y periodistas sufrimos la descolocación de no saber de quién se trataba. Nadie podía compartir páginas suyas en redes sociales ni erigirse como experto del autor. O casi nadie; sus novelas solo se podían leer en inglés, pues las ediciones en español llevaban años descatalogadas.

Paraíso (1994) es la obra maestra del penúltimo Nobel de las Letras. A mitad de los noventa, su publicación le reportó una nominación a los prestigiosos Booker Prize y otra a los Costa Book Awards, aunque el jurado se decantó por How Late it Was, How Late de James Kelman y Felicia’s Journey, de William Trevor, respectivamente. Aquella novela, en que se narra la historia del joven Yusuf, estuvo rondando varios años por el cuaderno de notas y la cabeza de Gurnah.

Dieciocho años después de su publicación, la Academia Sueca concedió la máxima distinción al escritor y profesor tanzano por «su comprensión inflexible y compasiva de los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes». En definitiva, por lo que sucede en Paraíso. Aunque hubieran tardado dieciocho años en darse cuenta.

La esclavitud

En varias entrevistas, Abdulrazak Gurnah admitió haber escrito el final primero y, a continuación, retrotraer la historia al principio para darle sentido. Quería escribir sobre la Primera Guerra Mundial y dar vida a uno de aquellos soldados tanzanos que batallaron por el ejército alemán. En concreto, por alguno de los voluntarios que fueron a la Gran Guerra escapando de un clima local difícil y sin futuro.

¿Cómo debía ser la vida de un niño tanzano para acabar uniéndose a las tropas alemanas e invasoras en un conflicto internacional?, debió preguntarse Gurnah para dar forma a Paraíso. Primero, ese niño debía no tener familia. Yusuf, protagonista testigo de la historia, es vendido por su padre al mercader con el que había contraído una importante deuda. Este empresario, llamado tío Aziz —en realidad no lo es—, lo esclaviza desde el primer momento.

Cuando Yusuf viaja a casa de su nuevo tío, en la ciudad de Kawa, conoce a Khalil, un chico mayor que él, alegre, y que ejerce de hermano mayor. Este le descubrirá pronto el engaño: ni Aziz es su tío, ni su padre le envió por su bien. Yusuf, completamente desprotegido, no tiene más que aguantarse.

— Estás aquí porque tu padre debe dinero al seyyid —le dijo Khalil—. Yo estoy aquí porque mi pobre padre también le debe dinero…, solo que ya ha muerto. Dios se apiade de su alma.

En la mente del lector, intentamos encajar a Yusuf en alguna otra obra que ya hayamos leído. No es un Lazarillo porque le falta picardía, tampoco Tom Sawyer ni Ismael, pues no es precisamente un aventurero. Yusuf encajaría bien en Macondo, pero en la obra de García Márquez nadie es tan fundamental como él. Como Paraíso, su personaje es único.

Solo un niño separado de su familia, de personalidad sensible y completamente noqueado por haber sido despojado de su inocencia podía, a la postre, irse de voluntario con los alemanes. Aunque el joven crece y se hace adulto, esa frialdad, las conversaciones parcas, condicionarán para siempre a Yusuf. Poco a poco, después de superar distintas pruebas y estancias en poblados de África Central y la cuenca del Congo, el joven va asumiendo responsabilidades en la caravana que su tío Aziz va llevando por el continente para hacer negocios.

En la prueba más delicada para la empresa, en el pueblo de un hombre llamado Chatu, Yusuf acaba llevando el pulso de las negociaciones después de jugarse la vida. A pesar de crecer en el grupo, el protagonista no actuará en base a su autoridad o abuso de poder. El sometimiento a los esclavos no se ejerce con brutalidad, castigos físicos ni descaro. Al contrario, es un modo de vida subyugado por los negocios y la vida de grupo. El tío Aziz ni siquiera es la persona que instrumentaliza o maneja a los esclavos, sino que son los intermediarios entre él y el resto los mandos medios.

De esta manera, Gurnah, encasillado en la escuela del poscolonialismo africano, muestra que la esclavitud de cliché, esa en que los trabajadores van encadenados y con la espalda llena de latigazos, no es la única, y que la mejor manera de mantener a estas personas es privándoles de cualquier futuro; robándoles la opción a tener otra cosa. En una de las primeras conversaciones entre Yusuf y su amigo Khalil, cuando el primero le pregunta por qué no se va, el segundo le confiesa que no sabría adónde ir; son esclavos porque no hay otra opción.

Un Kifa urongo en busca del paraíso

Kifa urongo significa en suajili «muerto viviente», y en las primeras páginas es un improperio que Khalil lanza a Yusuf. Eres un muerto viviente, le dice a las claras. Como persona sin mayor ambición que trabajar en una tienda en que lo coloca el tío Aziz y, más tarde, en las caravanas que viajan por el continente.

Entre las críticas más negativas que recibe esta novela, las cuales evidencian estar contaminadas por los gustos más comerciales de la literatura, hay una constante: no pasa nada. En efecto, esta obra no está hecha para lectores que busquen un viaje del héroe, disparos o una historia de amor imposible. En la obra —maestra— de Gurnah no ocurre nada y, al mismo tiempo, sucede la misma vida.

Abdulrazak Gurnah, en el evento «Leipzig liest trotzdem» en 2022. / Foto: Amrei-Marie (CC BY-SA 4.0)

Paraíso es una lectura paisajística, en el sentido más estricto de la palabra y también en el figurado. Son muchos los personajes que, en distintas conversaciones, intentan resolver dónde está el paraíso. No solo desde el punto de vista religioso, en que musulmanes y –se intuye– un hinduista discuten sobre cómo se imaginan esta tierra prometida, o desde lo físico, en que Yusuf y otros personajes disfrutan estampas majestuosas enrolados en las caravanas —Gurnah reveló que se basó en el Kilimanjaro y el lago Tanganica—.

Uno de los momentos más dilatados de la adolescencia de Yusuf, cuando pasa un año en casa de Hamid y Maimuna, el joven cuenta historias a los niños del pueblo. Es precisamente en este punto donde surge Herat, el nombre de una ciudad en que podía estar el Paraíso. Sin embargo, en toda la historia no se precisa qué es ese lugar ni por supuesto donde está con exactitud.

A veces, el propio Yusuf se quedaba sin habla al recordar aquella enorme tierra roja que bullía de gente y animales y la imagen de los acantilados que sobresalían del lago como muros. — Como los portales del Paraíso —comentó Yusuf.

A través del personaje protagonista, el autor da su visión de lo que es una vida interior paradisíaca. Para ello, se basa en el amor que Yusuf siente por Amina, hermana postiza de Khalil y casada a la fuerza con Aziz. La primera mujer del comerciante, a quien se refieren como «la ama», tiene herida el alma desde que enviudara de un hombre rico. Por eso Aziz contrajo matrimonio con ella, para enriquecerse y hacer negocios.

Un mundo injusto

Todo lo que atestigua Yusuf es injusto. Gurnah diseña un mundo en que podemos acabar comprendiendo por qué una persona se ofrece voluntaria a combatir en la Gran Guerra. No hay un capítulo, una conversación o un pasaje concreto donde se escenifica la injusticia. Está siempre presente.

En la siguiente cita, por ejemplo, Gurnah nos dice que incluso la pena, el duelo, es un privilegio para algunas personas. Llegando al final de la novela, Aziz y Yusuf mantienen una conversación sobre Amina, de quien el joven está enamorado y con quien pretende hacer planes de futuro. Aziz, dispuesto a desbaratar esos sueños, machaca a quien todavía es su esclavo haciéndole recordar de dónde viene y que lo ha perdido todo.

— Durante el viaje estuve en tu pueblo e hice una visita a tu padre. Quería llegar a un arreglo con él, que te quedases aquí y trabajases para mí con un sueldo y, a cambio, yo perdonaría todas las obligaciones que él había contraído contigo. Pero me enteré de que tu padre había fallecido, Dios tenga piedad de su alma. Tu madre ya no vive allí, y nadie pudo decirme adónde ha ido. Tal vez haya regresado a su pueblo natal. ¿Cuál es?

— No lo sé —contestó Yusuf.

Tampoco el amor está exento de la crueldad con que está presentado el Paraíso. Amina, presa de Aziz, no puede enamorarse de Yusuf. Khalil, su hermano, no quiere escapar de Kawa sin ella. Así, Gurnah dibuja un círculo vicioso en que el tedio y la tristeza se apoderan de las mentes de los más desgraciados.

Esta breve historia de amor imposible, pues Yusuf intenta convencer a Amina de marchar juntos cuando el joven vuelve de un gran viaje con Aziz y los suyos, es el detonante que empuja a Yusuf a unirse a los alemanes. Paradójicamente, nadie es feliz en Paraíso.

Al ritmo de los europeos

La comunicación oral de historias y leyendas y lo onírico cobran un peso importante en la obra. Así, en distintos puntos de Paraíso, los personajes culpan de las desgracias al colonialismo europeo. El momento más evidente ocurre en el último gran viaje de Aziz, al pueblo de Chatu, cuando este les reprocha que «alguien como ellos» ya había pasado por allí para hacer negocios y que su visita había sido el origen de todos los males que acusaban los suyos.

También en Tayari, cuando Amir Pasha les obliga a rendirse en favor de los alemanes. Si bien el autor ha confirmado que se basó en lugares reales para ambientar la historia, no ha hecho lo propio para que sepamos qué personajes o hechos históricos sustentan Paraíso. Sin embargo, el nombre de Amir Pasha se acerca bastante al de Emin Pasha, aventurero y explorador alemán de finales del siglo XIX que gobernó la provincia de Ecuatoria, en el Alto Nilo.

Después de Amir Pasha llegó Prinzi, el comandante alemán, e inició la guerra sin mayor dilación; mató al sultán [de Tayari], a sus hijos y a todo aquel de los suyos que consiguió encontrar. Primero puso a los árabes bajo su yugo, luego los echó de allí. […] Ahora han tomado el poder los indios, pero los alemanes son sus señores y los salvajes están a su merced.

Recordamos en este punto el argumento de la Academia Sueca para condecorar a Abdulrazak Gurnah con el Nobel de Literatura: por su comprensión inflexible y compasiva de los efectos del colonialismo y el destino de los refugiados en el abismo entre culturas y continentes. El abandono, las luchas de poder y la destrucción de las vidas llevan en Paraíso el sello del colonialismo. El joven Yusuf se reconoce como un cobarde y escapa a la Gran Guerra para convertirse en soldado voluntario e intentar, a la desesperada, tener otro futuro.

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