Crónicas en órbita

Artilleros de Sevilla, ¡a vuestros puestos de cultura!

Era el siglo XVIII, el Siglo de las Luces, y Jean Maritz solo pensaba en la «nouvelle Fonderie de Seville», ese edificio industrial que iba a emerger de la antigua fundición de Sevilla y que reconocemos hoy, tal como es, en la Real Fábrica de Artillería. Cañones, sí, eran cañones lo que había que fabricar para los barcos del imperio, que incluso recortado se sostenía aún en el mar disputado con ingleses, holandeses y franceses. Pero pasado el tiempo los cañones no importaron, y sí importa, y continúa importando, cómo esta ciudad del Guadalquivir contribuyó a la modernización del país siendo puerta de Europa. Nuestra puerta del sur nos lanzó al futuro en un sueño que comenzó siendo de bronce y que terminaría expandiendo la ciencia, la ingeniería, todas las ramas de las artes por la península y América. Desde la Real Fábrica de Artillería, que tres siglos después retoma su destino: como Centro Magallanes de Industrias Culturales y Creativas.

Llamada a regresar a sus orígenes, cuando Jovellanos se exasperaba explicando que la grandeza de las naciones ya no la traería la épica y la guerra, sino la industria, el comercio y el ingenio. Cuando la Inquisición se negaba a permitir a los españoles que leyeran la nueva Encyclopédie, y eso, unido al desconocimiento generalizado de idiomas extranjeros, impedía que nuestros científicos, ingenieros, artistas y hombres de letras conocieran las novedades de la Ilustración. Por eso aquel siglo es, para nosotros, el de los nombres extranjeros.

El de los Jardines de Sabatini; el de Carlier y Jacques Marquet, que dejaron fija la imagen de la Puerta del Sol madrileña con su Real Casa de Correos; el de Roberto Michel, director de la Academia de San Fernando; y el de Jean Maritz en Sevilla, dirigiendo las obras de la nueva fábrica de artillería. Los europeos, con toda su fuerza, penetraron nuestra cultura, dejando un legado que se perpetúa hasta el día de hoy. Y que Artillería ha revivido en un proyecto de conservación y rehabilitación que recupera una de sus edificios clave del legado industrial.

Instrucciones para visitar una fábrica de artillería (por un cañonero francés, un ingeniero flamenco y un comprador de Ikea)

Habituados al esplendor del arte y a los bellísimos rincones sevillanos, cómo no sentir cierto desaliento hacia un edificio industrial, tan vacío, tan desnudo. Pero es que su valor reside precisamente en ser un patrimonio industrial, y por tanto en ser fiel a los principios que han dado forma a nuestro moderno modo de vivir la arquitectura. La funcionalidad de las fábricas ha acabado en nuestras viviendas, museos, en todos los edificios que habitamos e incluso en el aprovechamiento de los históricos. Y en esos muebles suecos que copian a la Bauhaus.

Formas puras, ausencia de adornos, funcionalidad y dimensiones acordes a lo humano. Ahora todo a nuestro alrededor es así. Si los palacios se construyeron para apabullar a quien contemplaba la morada del poderoso, y las catedrales e iglesias para amedrentar con la grandeza de Dios al creyente, Artillería puso, por primera vez, la racionalidad al servicio del edificio. Y lo hizo además en varias fases, con varios directores: Jorge Próspero de Verboom, de origen holandés, fundador del Real Cuerpo de Ingenieros; Jean Maritz, inventor suizo que perfeccionó en Francia sus conocimientos; y Tomás Bottani, arquitecto del Piamonte italiano. A ellos habría que añadir, para completar el elenco europeo, al arquitecto sevillano Juan Navarro, el artillero y matemático Juan Manuel de Porres y el arquitecto Ginés de San Martín.

Porque Artillería no es el resultado de una única obra, sino de muchos cambios y ampliaciones; desde 1720, que entra en funcionamiento, hasta 1795, cuando alcanza la mayor parte de su aspecto actual. Un edificio que a medida que crecía fue comiéndose espacios del barrio a su alrededor. Y cuya arquitectura cambiaba según las necesidades de las diferentes técnicas de fundición de cañones. De hecho, seguía cambiando a principios del siglo XX. Un conjunto de edificios vivo, centenario como todo lo sevillano, perdurable y, sobre todo, vivo.

Hacia una nueva fábrica de cultura europea

Si la intervención de los europeos en nuestra cultura, el intercambio de ideas, es el corazón de Artillería, su pulso vuelve a latir con la misma vocación. Desde su misma visita.

Las bóvedas, los espacios que a pesar de tener su origen en el Siglo de las Luces parecen extrañamente contemporáneos, igual que las casas con jardín de los ingenieros de la fábrica. Solo esos detalles ya la hacen merecedora de ser conocida por los sevillanos en su próxima inauguración. Otro tesoro más entre los muchos que les pertenecen.

El pasado otoño comenzó la apertura por fases de este gran complejo de creación y emprendimiento cultural, precedida de los eventos que fueron dando a conocer su sede. Como localización de rodaje fue presentada a creadores audiovisuales españoles y estadounidenses. Como ubicación de audiciones del proyecto Suntracks, conectó a una decena de supervisores musicales de otros países con la música popular y contemporánea española. Como sede del Festival CreaTures, abordó la influencia de las prácticas creativas en el futuro del planeta. Y colaborando con el Ministerio de Cultura, sirvió de espacio de reflexión sobre la diversidad cultural y la representación de las minorías en su relato.

El pasado diciembre muchos acudieron para conocer el nuevo espacio en primicia en el Festival Internacional de Creatividad, Diseño y Cultura Digital OFFF Sevilla. Inteligencia artificial, metaverso, NFTS, robótica, big data… esas palabras que cinco años atrás nos hubieran sonado a chino, y que ahora se traducen en personajes cotidianos de la vida diaria.

Ha sido apenas el principio de las actividades que vendrán. Como la Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo, que tendrá aquí su espacio de celebración. Presentándose bajo el concepto de que la acción arquitectónica supone el anhelo de transformar el futuro. Qué haría más justicia a la Real Fábrica que contribuyó a transformarnos, que darle un papel protagonista en estos tiempos de cambio y transformación que nos abren un futuro aún por descubrir.

Un comentario

  1. Jose Escalante Zabala

    Yo he nacido en San Bernardo y me he criado allí dándole vueltas a la Fundición de Artillería y jugando en sus muros. Y hoy me estoy haciendo una casa fuera del barrio pero en Sevilla con nueve ventanas exactamente iguales pero proporcionalmente más pequeñas, y el pretil de la azotea es como las barandas de la iglesia de San Bernardo, que yo fui monaguillo de la iglesia.
    De todas formas, San Bernardo no es hoy ni remotamente la maravilla que era cuando yo era niño

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