Iain Reid (Canadá, 1980) pasó parte de su niñez en una granja. En una granja remota, allá por la provincia de Ontario, que es un sitio perfecto para granjas remotas. Allí leía a Edgar Allan Poe y a Stephen King, también muchos thrillers de esos que acaban en best sellers. Le gustaba la naturaleza, le gustaba la ambientación, le gustaban las atmósferas. Y se puso, él mismo, a escribir. Estoy pensando en dejarlo, su primera novela, entró de lleno entre los más vendidos de The New York Times, la tradujeron a un montón de idiomas y hasta cuenta con película. FOE, la segunda, también está siendo llevada al cine. Y ahora llega Dispersión (Alianza de Novelas, 2023, traducción de Cristina Martín Sanz), donde reflexiona sobre la vejez, la importancia de los recuerdos y cómo la inquietud, los terrores, empiezan, sobre todo, en nuestro interior. Charlamos con Reid y él nos descubre sus obsesiones, su forma de abordar la ficción y cómo es eso de que te adapten lo que has escrito.
Tuviste un gran éxito con tu primera novela, Estoy pensando en dejarlo, que llegó a colarse en los best sellers de The New York Times. ¿Cómo afrontas la escritura después de eso? ¿Hay más presión?
Me he acercado a la escritura de la misma manera. No siento ninguna presión ni nada por el estilo. Trato de encontrar ideas que realmente me emocionen y que las sienta como personales, y luego empiezo a escribir para ver a dónde me llevan.
Dos de tus novelas han sido llevadas al medio audiovisual, ¿cómo es ese proceso?
He tenido mucha suerte hasta ahora con las adaptaciones en las que he estado involucrado. Todos han sido amables conmigo y me han ayudado, y he aprendido mucho de cada experiencia. Espero hacer más.
¿Qué diferencias hay con la adaptación a un formato película?
La mayor diferencia es que en una novela puede pasar cualquier cosa. No hay restricciones ni limitaciones. En el cine y las series hay que tener en cuenta el tiempo, el presupuesto, etc.
Uno de los temas de Dispersión es la pérdida de los recuerdos, y cómo eso puede afectar a nuestra misma esencia.
La memoria juega un papel muy importante en nuestras identidades, pero puede ser engañosa. Quizás son las relaciones, más que nada, las que nos hacen humanos. Y podemos crear relaciones significativas en todas las etapas de la vida.
«Somos invisibles», dice uno de tus personajes al referirse a las personas de edad avanzada. Es una frase incómoda, pero también cierta.
Sí, creo que el envejecimiento y la vejez son temas tabú. En Norteamérica hay una obsesión cada vez mayor por tratar de mantenerse joven y un miedo creciente a la vejez. Para mí, eso es más inquietante que envejecer. En nuestra cultura, los ancianos a menudo son invisibles, olvidados y casi considerados una especie de molestia. Existen muchas fuerzas que nos dicen que temamos esta etapa de la vida y que la evitemos tanto como podamos. Pero eso me parece antinatural. Cuando pasas tiempo con personas de 80 y 90 años, te das cuenta de que hay mucho valor en el hecho de llegar a esa etapa.
Veo una gran ternura en Dispersión, no sé si es algo buscado.
Te agradezco el comentario. Espero que haya ternura en la historia. Es lo que sentí mientras escribía.
Por otra parte, me ha llamado la atención esa relación de pareja (recordada) que presentas en la novela. Creo que es interesante porque esconde mucho más de lo evidente. Digamos que esa figura «que ya no está» se evoca con cariño, pero parece difícil congeniar con él.
Cuanto más escribía, más me daba cuenta de lo importante e impactante que había sido la relación de Penny en su vida adulta. Es una parte vital de la historia y de su identidad. El fantasma de esa relación todavía está con ella en Six Cedars.
Entiendo que el proceso de documentación para esta novela fue arduo: de un lado, todo lo que tiene relación con los centros de asistencia para ancianos, y de otro, el tema (y las posibilidades) de la inmortalidad.
Sí, a menudo nos encontramos con historias de personas que buscan la vida eterna y la inmortalidad de varias maneras. Es un deseo extraño. Cuanto más pensaba en ello, más sentía que prolongar la vida de manera antinatural le quitaría su sentido, porque nada importaría. Seguiría y seguiría y seguiría…
Esa mímesis entre el surrealismo en el arte y los propios paisajes que enmarcan la narración es algo inquietante. Muy Tanguy, creo.
Pienso mucho en la experiencia artística y también en el mundo natural y nuestras relaciones con ambos. Penny es una pintora surrealista, pero nunca pudo dedicarle el mismo tiempo que su pareja. Cuando llega a Six Cedars, en parte lo que quiere es más tiempo para explorar su propia experiencia artística. A su pareja se le consideraba más serio porque él era un profesional y ella no. Pero la venta de arte no equivale a su esencia, y en su caso se trataba más de crear una identidad.
Creo que la novela resulta aterradora a ratos, pero más por lo que oculta que por lo que muestra. Es como si asistiésemos a una representación teatral en un edificio lleno de horrores.
No me gusta mostrarlo todo. Creo que si enseñas demasiado en una novela, deja de ser aterradora. Prefiero dejar que los lectores tengan un papel activo en lo que sucede y alentarlos a usar su propia imaginación y emociones.
Otro de los elementos que me ha llamado la atención en la novela es justamente el uso del miedo: el que sienten los personajes, el que no desaparece cuando te haces mayor (cuando llegas a ser anciano), sino que puede incluso crecer. Está logrado ese efecto.
Creo que hay ciertos miedos que solo se sienten en varias etapas de la vida, y luego hay otros miedos, miedos que encontramos en la historia, que tienen el poder de durar más, tal vez incluso permanecer con nosotros durante toda la vida.
«Puede que no me acuerde de todo, pero mi mente está perfecta», dice un personaje. Creo que es una frase realmente aterradora.
La idea de no aferrarme a nuestros recuerdos me asusta, pero también la de no poder percibir el tiempo de la misma manera. ¿Qué pasa cuando un día ya no se percibe como un día? ¿Qué sucede cuando un mes se siente como si fuera una semana?
La naturaleza es, en tu obra, un personaje más. Y muy inquietante, por cierto.
Me encanta pensar y leer sobre naturaleza. Es hermosa y misteriosa y, por mucho que sepamos, siempre hay tantas cosas que nunca sabremos… Mi hermano me envió un artículo sobre la arboleda de Pando mientras trabajaba en la novela, y cuanto más leía sobre ella, más me sorprendía e inquietaba. Se convirtió en una gran metáfora de la historia que estaba contando.
Me gusta cómo planteas diferentes personajes que podríamos pensar como estratos distintos de una misma evolución.
Nunca planifico los personajes antes de empezar a escribir. Siento que llego a conocerlos a medida que voy escribiendo. Y después de un tiempo, parece que empiezan a mostrarse como son por ellos mismos, poco a poco. Siempre los echo de menos cuando termino de escribir. Es algo extraño porque no son reales.
Otra de tus características es dejar que el lector modele su propia interpretación. Tus novelas no tienen finales cerrados o argumentos definidos, sino que transitan entre lo intuido, lo imaginado y lo sentido.
Me gusta pensar en los sueños y la lógica de los sueños y, aunque es un mundo imaginario, un sueño nos hace sentir de una manera real. Esas emociones que sentimos en un sueño son reales, incluso si el sueño no tiene ningún sentido. Esta idea me atrae a la hora de escribir una historia. No me gustan las novelas en las que se siento que el autor me dice lo que pensar. ¿Cuál es el objetivo? Prefiero tener mi propia interpretación de lo que significa.
La novela encierra una sencillez en su esquema que es solo aparente. Quisiera saber si tienes montadas las piezas básicas, los giros, antes de comenzar a escribir, o si te vas dejando llevar.
Me gusta la idea de la metáfora como rompecabezas y siempre espero que los lectores terminen el libro y tengan su propia interpretación única. Eso es parte del disfrute de la lectura. Nunca planifico una historia antes de empezar a escribir. No me gusta delimitar los contornos. Solo empiezo y veo a dónde me lleva la historia. Me parece que así es más sorprendente y que puedo hacer pequeños descubrimientos por el camino.