Ficción

Cuarenta minutos de paseo

Relato inspirado en la canción «Ya no», de La Bien Querida

Ayer por la noche estuvimos hablando de lámparas. Ella me dijo que sus favoritas eran las de techo; yo las prefiero de media altura, como las de la casa de mi abuela. De pequeña jugaba con ellas, me hacía pasar por Bella (la de Disney) y las encendía a mi paso, imaginando que eran candelabros. También se mencionó algo sobre una alfombra para el salón, un tocadiscos viejo comprado en el mercadillo de los domingos por su tía Azucena, quien ya no lo quería. Me dijo que no sabía cuándo, pero que alquilaríamos (no había dinero para más, tampoco el compromiso) una casita cerca del mar, como a ti te gusta, cariño.

Habló del deseo de tener hijos con mis ojos y su boca. No entiendo qué de malo tiene la mía o qué de mejor tiene la suya, pero eso me dijo. Eso. Habló de hijos, ¿no es extraño? Yo nunca los quise y lo peor es que ella tampoco. Y hasta eso me dijo anoche, tumbadas en el sofá de la casa de sus padres. Ellos habían salido a cenar. Nunca coincidimos y eso es bueno. Yo soy mucho mayor, claro. No les caigo bien a mis suegros. Yo pensaba que esto era un problema, pero ella cambia de tema y me habla de vajillas de colores vivos, tablas de cortar para cada tipo de verdura, espumaderas y una cafetera de restaurante que tiene un pinganillo extraño para hervir la leche en dos segundos. Le hablé de Cascais, de algún concierto y del restaurante de mi primo. Ella me enseñó diseños de azulejos para el baño, platos de ducha con hidromasaje y un cajón para las sales. Le hablé de los libros que quería leerme este año. Me habló del mueble del salón donde iría su PlayStation 6 (cuando la sacaran). Hablé durante horas y me dijo esa lámpara hace juego con nuestras mesitas de noche.

No quiero tus lámparas, ni tu alfombra, tampoco el tocadiscos de tu tía Azucena. No quiero que nuestros hijos nos reprochen la ausencia, el cariño que no sabemos darnos. Ya no quiero caerle bien a tus padres. Me es indiferente la vajilla de colores vivos, la ducha de hidromasaje y tus juegos de estrategia. Nunca quise mesitas de noche en mi habitación.

Te estuve esperando toda la tarde, toda la noche, y tú no aparecías. Esto ocurrió un día tras otro, me convertí en un árbol de hierro; pareciese que dejé de necesitar cuidados diarios para crecer sana. Me pedía paciencia a mí misma, pero la colmaste. Te estuve llamando, buscando sin descanso, pero nunca te encontré.

Al día siguiente
Con una sonrisa
Y alas de plata
Llegaste cansado
Con otro cuento para hoy
Con flores y besos
Y justo antes de irte
Te pusiste a hablar de amor

Amor, eso digo yo
Eso dices tú
Pero no lo veo

[1:03-1:37]

Le gusta decirme que el sufrimiento es una elección, que no dejo de mirarme el ombligo (y esto puede que sea cierto) y que viva un poquito más carpe diem. Me gusta decirle que Horacio tendría muchos problemas, pero no los míos. Aprovechar el día no siempre me es posible. Me dice que soy buena inventando historias. Le digo que estas historias siempre ocurren, tarde o temprano.

Te pusiste a hablar de amor. Me dijiste la zona geográfica exacta donde querías que estuviese nuestra casa. Tu tía, la del tocadiscos, nos ayudaría con la fianza. En cuanto salgamos de aquí dormiremos juntas cada noche, cariño, no te preocupes, tenemos toda la vida. Me voy, esto es lo mejor. ¿No lo ves? No somos compatibles. Yo quiero lámparas a media altura que me acerquen a mi abuela, cenar en el restaurante de mi primo y en muchos otros, música en directo, bailar agarrada de tu espalda. Quiero no pedirte los besos, que en tu casa se me abra la puerta. Quiero libros en tu hueco del salón para la PlayStation que aún no han sacado a ventas. No pidas perdón que no me lo creo.

En el ayer por la noche de hace dos años hablamos de lámparas. Al día siguiente llegaste cansada, con otro cuento, y justo antes de irte te pusiste a hablar de amor. Y se fue para siempre. A mí me gusta pensar que fui yo quien supo cuidarse diciendo me voy, esto es lo mejor. Pero esa Alejandra no fui yo. Fui el árbol de hierro que se agarró a la raíz pensando que, aunque llevase tiempo, florecería contigo. Me gusta pensar que acto seguido dije no pidas perdón que no me lo creo; nunca pidió permiso ni perdón. Nadie me dijo quédate. Tampoco es cierto eso de las flores y los besos.

El día siguiente al ayer por la noche de hace dos años se fue para siempre y hoy le doy las gracias por el favor y por corroborar la historia, como dije, siempre real de mi cabeza. No estoy loca, ¿verdad? Me hago esa pregunta todos los días desde ese ayer por la noche de hace dos años. Antes daba por hecho que sí, ahora me agarro a la duda y no a sus raíces. También a la espalda de otra persona que quiere bailar en el salón de la casa de mis padres o en el de los suyos. Cambié Cascais por cualquier otra ciudad y no necesito castillos de colores vivos ni vajillas, ni pido besos. Tengo la estantería llena de libros.

Estoy yendo a cenar al restaurante de mi primo, decido ir a pie, aunque esto conlleve cuarenta minutos de paseo.

Saco los auriculares y tarareo:

Me voy
Esto es lo mejor
No pidas perdón
Que no me lo creo
eso digo yo
Eso dices tú
Pero no lo veo
Esto es lo mejor
No pidas perdón
Que ya no te creo más

[2:15-2:52]

 


Con la colaboración del Máster Universitario en Escritura Creativa de la Universidad de Sevilla, que se imparte en la Facultad de Comunicación desde el curso 2010-2011 y que actualmente coordinan Mª Jesús Orozco Vera y Carlos Peinado Elliot. Más información aquí.

Este relato musical surgió de una actividad de la asignatura «Modelos narrativos», impartida por la profesora Clara Marías. A partir de la letra de una canción, los estudiantes tenían que escribir un relato en torno al personaje que —tan bien— retrata, manejar la intertextualidad (citando algún verso de la canción) e incluir algún elemento autoficcional.

Alejandra Sepúlveda es graduada en Psicología por la Universidad de Málaga y Máster en Terapias Contextuales, donde se hace un análisis exhaustivo de la conducta verbal y su implicación en el desarrollo de problemas psicológicos. El lenguaje, la palabra al fin y al cabo, siempre la han acompañado. Ha cursado diversos talleres de escritura, entre los que destaca el de poesía de la Universidad de Málaga (pUMA), dirigido por Violeta Niebla, en 2018. Con ese mismo grupo participó en la antología Mantra (2020) y, ese mismo año, en la IX edición del festival internacional Irreconciliables, con una performance poética coordinada por la propia Niebla y Ángelo Néstore. En 2022 decidió darse una oportunidad en el Máster de Escritura Creativa y ahí sigue, sin querer soltarlo, anclada a él con su proyecto de TFM, cuya temática engloba la problemática del suicidio de los autores que encarna en sus poemas y las voces —otros poemas— que acompañan a los protagonistas. De forma reciente ha creado una web personal (https://alejandrasepulvedax.wordpress.com) donde pretende compartir sus poemas, relatos, recomendaciones literarias, textos de psicología y literatura, etc.

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