Tempus fugit

Casi todo pasa por Barcelona

Tempus fugit: XLI septimana

11 de octubre de 1866 — Carlos Arniches

Caricatura de Carlos Arniches por Fernando Fresno (1937). / Fundación Juan March.

Un sainete es una pieza teatral cortísima que apareció a finales del siglo XVIII en sustitución de los entremeses, las historietas cortas que se representaban entre acto y acto de las obras de teatro clásicas mientras los actores se cambiaban o se modificaba algún elemento de la escenografía. Eran relleno y entretenimiento para que el público no se fuera a su casa, algo parecido —mutatis mutandi— a los siete minutos de anuncios que nos colocan las cadenas privadas y que nos permiten ir al baño, a la cocina, a regar las macetas o a cambiarnos de ropa. Un descanso muy entretenido.

La pieza era breve pero intensa, de carácter burlesco y cómico, aunque a veces terminaba de manera trágica. Pertenece al llamado género menor y sus argumentos eran lo que se conoce como costumbristas, es decir, no grandes dramas sino cosas de diario, de andar por casa: amoríos, engaños, estafas, situaciones ridículas y mucho enredo. Suelen tener dos personajes antagonistas (bueno y malo, humilde y gañán, honrado trabajador y trilero, etc.) y otros tantos secundarios involucrados o perjudicados por lo que se traen entre manos los principales. Con el tiempo fueron extendiendo su duración y también sus tramas, que se ampliaron de la vida cotidiana a lo social.

El gran maestro del ramo fue, sin duda, Carlos Arniches, nacido en Alicante el 11 de octubre de 1866 en una familia humilde que se trasladó a Barcelona en busca de una vida mejor. Bien dotado para la escritura, empezó a trabajar en el periódico La Vanguardia, donde ya sacó a pasear su pluma irónica en los artículos de contenido político que escribía. A principios del siglo XX se trasladó a Madrid y comenzó a colaborar con otro alicantino, el músico Ruperto Chapí, escribiendo libretos de zarzuela y los sainetes que le harían tan famoso.

Sus obras traslucían las ideas regeneracionistas propias de la Generación del 98 a la que perteneció; sus argumentos tocaban la hipocresía, la ambición y la crueldad de algunos personajes, como hizo en La señorita de Trevélez (1916), o criticaban abiertamente el machismo, asunto básico de Es mi hombre (1921), por nombrar las más conocidas.

Murió en Madrid en 1943, pero si viviera ahora tendría material más que suficiente para escribir otras tantas obritas; seguro que encontraba el lado cómico o, por lo menos, grotesco a los líos del gobierno catalán y a las animaladas de los pijos universitarios. Personajes, personajillos y enredos no le faltarían para inspirarse.

12 de octubre de 1492 — Cristóbal Colón toca tierra

Vista del «Monumento a Colón» (1888), de Cayetano Buigas, en Barcelona.

Los Reyes Católicos se encontraban en Barcelona negociando la devolución del Rosellón y la Cerdaña cuando recibieron la esperada visita de Cristóbal Colón. Era el mes de abril de 1493, aunque no se conoce exactamente el día en que el navegante se reunió con sus mandatarios ni el lugar exacto en el que se produjo el encuentro, que pudo ser en el Salón de Tinell o en el Monasterio de San Jerónimo de la Murta en Badalona. Son estas algunas de las incertidumbres que rodean la figura del almirante de la mar océana, esos misterios sin resolver que tanto juego han dado a los autores de la leyenda negra y especialmente a los historiadores de los países que no abanderaron semejante gesta; pero lo cierto es que ocurrió, que Colón se presentó ante los reyes con objetos, animales y personas nunca vistos, aunque no fueran las deseadas especias de Oriente.

Para la Exposición Universal de Barcelona de 1888 se encargó al arquitecto Cayetano Buigas, como parte de las obras de saneamiento y mejora del litoral, la edificación de un elemento singular que definiera un hecho relevante ocurrido en la ciudad. Buigas y su equipo proyectaron el Monumento a Colón, poniendo de relieve el papel de Barcelona en los descubrimientos. La construcción, situada en la plaza del Portal de la Paz, en la confluencia de las Ramblas y el Paseo de Colón, consta de un pie a modo de gran basa, que sujeta una columna coronada en la cúspide por la escultura del navegante con el brazo levantado en dirección al mar.

La presencia de Colón en la ciudad condal es un hecho incuestionable y documentado que se ha puesto en solfa —por representar lo español— en un ejercicio de reescritura de la historia a conveniencia de las corrientes políticas. La celebración del descubrimiento del Nuevo Mundo —que debería llamarse Colombia pero que se llama América por la confusión que sufrió el monje cartógrafo Martin Waldseemüller— se ha asociado durante muchos años a la Hispanidad y parece que actualmente esta filiación incomoda mucho.

El presidente Joe Biden ha decidido que la festividad que tiene lugar el segundo lunes del mes de octubre en Estados Unidos se llame «Día de los pueblos indígenas». Como dicen en Granada, vayamos a poyiyas, o sea, llevemos cuidado con molestar las sensibilidades de posibles votantes demócratas con hechos históricos ahora controvertidos.

Los americanos tienen la costumbre de celebrar algunas efemérides que recuerdan a sus ancestros como la del 17 de marzo, Día de San Patricio, patrón de los irlandeses que llegaron a esas tierras huyendo del hambre. Los italianos que emigraron a Estados Unidos no querían ser menos e instituyeron el 12 de octubre como el Día de Colón, por el convencimiento que tenían de que era genovés y en honor y recuerdo de la fecha en que llegó a la isla de Guanahaní —que bautizó como San Salvador, aunque los ingleses la llamaron Watling— en el archipiélago de las Bahamas. En 1937, el presidente Franklin D. Roosevelt tomó la decisión de que la fiesta de los italoestadounidenses se trasladara al segundo lunes de octubre y la convirtió en uno de los puentes de los que todavía gozan.

Estos son solo unos ejemplos del revisionismo al que se están sometiendo algunos hechos históricos y de lo que los modernos llaman la apropiación del relato. La controversia está servida: que Colón llegara el 12 de octubre de 1492 a unas tierras ignotas por encargo de la corona castellana y que el descubrimiento del Nuevo Mundo significara una revolución a todos los niveles son acontecimientos indiscutibles, y ahí están los documentos para avalarlos. Pero toca ser políticamente correctos, sobre todo en el lenguaje: ya no se pronuncia la palabra descubrimiento y mucho menos el sustantivo hispanidad.

Cuando se colonicen la Luna y Marte, ¿qué términos se utilizarán? ¿Cómo lo vivirán los selenitas y marcianos que andan buscando los amigos de Iker Jiménez? ¿Cuál será su relato?

15 de octubre de 1957 — Fundación de la compañía Chupa Chups S.A.

Una imagen de los populares chupachups en la actualidad.

Los niños de la posguerra comían bolitas de azúcar caramelizada, hechas en casa en la época de las cartillas de racionamiento; en los años 50 se empezaron a comercializar los primeros caramelos envueltos en papel, que constituían un peligro de atragantamiento para los infantes, quienes además se ponían perdidos de babas y manos pringosas a las que se pegaba cualquier tipo de suciedad.

Un emprendedor, llamado Enric Bernat Fontiladosa, tuvo la genial idea en 1957 de poner un palito de madera al caramelo, de forma que impedía que los niños se asfixiaran y se mancharan. Todo un descubrimiento al que llamó GOL y que empezó a fabricar en la empresa en la que entonces trabajaba, radicada en Villamayor (Asturias). No partía de la nada: su abuelo Josep fue el primer fabricante de caramelos en Barcelona y él mismo había iniciado su propia producción de peladillas cuando tenía 15 años.

Ese GOL con palito de madera tuvo tal éxito de ventas que el empresario se animó a abrir otro centro de producción en San Esteve de Sesrovires (Barcelona) y un centro de distribución con sede en Zaragoza, que contaba con una pequeña flota de vehículos Seat 600 para llevar el producto a toda España. Pronto le surgirían competidores en la misma onda: la familia Torres de Elche, propietarios por generaciones de una pastelería tradicional, fundó la empresa Damel que sacó a la venta los palotes, un caramelo alargado y no pegajoso que era más blandurrio que la bola del GOL y se podía comer sin palito.

Bernat decidió entonces crear una sociedad anónima familiar de la que formaron parte su padre y su esposa, y en 1961 cambió el nombre de su invento a Chupa Chups, que es casi una onomatopeya chupona. La publicidad radiofónica, que utilizaba cantinelas pegadizas para vender cualquier mercancía, dio al negocio un empujón de tal calibre que su fundador tiró por alto encargando al propio Salvador Dalí el diseño de un logo. El artista de Figueras le presentó una flor de color amarillo sobre la que se insertaba el nombre del caramelo y rodeada de círculos de color rojo que la identificaban con los colores de la bandera española. Bernat pagó una pasta por ese dibujo que tantos españoles tenemos grabado en la retina.

En 1969 el palito de madera se sustituyó por uno de plástico que era hueco, lo que facilitaba la ingestión del caramelo, todo un avance que copiarían sus competidores a pesar de que cada una de las modificaciones del original se fue registrando con su patente. En los años 80 era conocido en todo el planeta y hasta viajó al espacio en 1995 a bordo de la nave MIR: todo un ejemplo de empresa exitosa (predecesora de Zara).

Enric Bernat falleció en 2003 y sus herederos vendieron las acciones de Chupa Chups S.A. en 2006 a la multinacional italoholandesa Perfetti Van Melle, que sigue fabricando y comercializando los chupachups con algunas modificaciones, pero sin grandes cambios.

Algo aparentemente tan simple dio un pelotazo de marca mayor y ahí sigue, ¡chúpate esa, Teresa!

2 Comentarios

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  2. Colón no descubrió nada. El continente luego llamado América ya existía, junto con sus habitantes, antes de octubre de 1492. Colón y su tripulación no fueron ni siquiera los primeros europeos que llegaron a esas tierras, ya que se sabe que, como mínimo, los vikingos habían tenido asentamientos varios siglos antes. Eso son hechos y acontecimientos indiscutibles. Por eso el término descubrimiento está hoy en día en entredicho. No tiene nada que ver con lo políticamente correcto.

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