Entrevistas

Cadenas energéticas rusas

Entrevista a Margarita Balmaceda

Margarita Balmaceda trabaja en el Instituto de Investigaciones Ucranianas de Harvard.

Margarita Balmaceda (Buenos Aires, 1965) es un torbellino, una mujer intelectualmente traviesa, de aspecto bostoniano, criada entre Argentina y Puerto Rico, licenciada por la John Hopkins y doctorada en Princeton. Ahora enseña Diplomacia y Relaciones Internacionales en la Universidad de Seton Hall y es investigadora asociada al Instituto de Investigaciones Ucranianas de la Universidad de Harvard. Balmaceda es especialista en política energética comparativa de los Estados postsoviéticos, un tema de gran actualidad que debate junto con otros expertos internacionales en el HWK, el Instituto de Estudios Avanzados de Delmenhorst (Alemania), donde hacemos la entrevista y donde ambos nos encontramos de estancia sabática. Durante la conversación hablamos en español, aunque a veces ella no encuentra el término que busca en español y usa el inglés, porque piensa y escribe en ese idioma. Hablamos sobre su último libro, Russian Energy Chains: The Remaking of Technopolitics from Siberia to Ukraine to the European Union (Columbia University Press, 2021).

Llevas años siguiendo la compleja red de interconexiones que acompañan la relación energética entre los productores rusos de petróleo, gas y carbón, los Estados de tránsito postsoviéticos y los consumidores europeos. ¿Desde cuándo te interesaste por este tema y por qué lo elegiste como tema central de programa de investigación?

Porque estaba interesada en las relaciones entre Rusia y la Europa del Este, y Ucrania estaba en medio. Cuando llegué a Harvard en 1996, para realizar un posdoctorado sobre Ucrania me interesó la política energética, porque ese era el tema principal en cualquier periódico ucraniano que leía.

¿Qué países has visitado en todos esos años y cómo te mueves en ellos?

Por interés profesional he visitado Rusia, Ucrania, Kazajistán, Armenia, Georgia, Moldavia, Bielorrusia, Estonia, Letonia, Lituania, Hungría y Polonia. Leo muchísima prensa de esos países y me ayuda conocer algunos de los idiomas que se hablan en la zona. Además del inglés y el español, hablo ruso, ucraniano, húngaro y un poco de bielorruso.

¿Cuándo estuviste por última vez en Ucrania?

En el año 2019.

En estos días he oído hablar a los expertos de tu grupo de estudio de la guerra de Russia on Ukraine.

Sí. Para nosotros, que conocemos bien la región y su política, esta no es una guerra entre Rusia y Ucrania, sino una guerra de Rusia contra Ucrania. La diferencia es esencial y por eso usamos esa construcción.

Volveremos a Ucrania, pero empecemos por el principio. ¿Dónde están los yacimientos de gas, de carbón y de petróleo de la Unión Soviética?

Los yacimientos de carbón soviéticos estaban, y están, en Siberia y Ucrania. Los más importantes yacimientos de gas natural y los campos petrolíferos estaban, y siguen estando, en Siberia, Kazajistán y Azerbaiyán. En Ucrania hay también depósitos importantes de gas natural y petróleo, que fueron explotados hasta la década de los 60 pero más tarde abandonados, porque los depósitos siberianos eran más fáciles de explotar con la tosca tecnología soviética. Pero los depósitos de gas de Ucrania están ahí. Hubo un intento de reabrirlos hace una década, aunque la anexión rusa de Crimea paró las inversiones.

Todos esos yacimientos y el gas, el petróleo y el carbón que se extraía de ellas estaban controlados por el Gosplan, el Comité de Planificación Estatal soviético a través de empresas estatales. Cuando el régimen soviético se derrumba, ¿cómo se reconstruye la política energética rusa?

Al principio creando una serie de empresas estatales, en las que los trabajadores serían copropietarios, pero que finalmente quedarían en mano de los llamados Red Directors, los administradores relacionados con el antiguo régimen comunista, que acaban en muchos casos quedándose con el control. Los oligarcas importantes aparecen en escena a comienzos de los años 2000, cuando se hace evidente que el Estado no tenía suficientes recursos para cumplir sus tareas básicas.

¿Cómo lo hacen?

En los primeros cinco o seis años después de la caída de la Unión Soviética, muchos de los países postsoviéticos entraron en una crisis muy grande de acceso al dinero real. Por eso se creó, de facto, una economía que dependía mucho del trueque (barter) y de todo tipo de instrumentos fiduciarios (pagarés, IOUs, etc.) que, por supuesto, no ayudaron en nada a crear un sistema transparente, y que fueron utilizados por personas o grupos bien conectados al poder para aumentar sus ganancias y tomar el control de enormes activos industriales originalmente estatales. Esto pasó de manera un poco diferente en Rusia, Ucrania y Bielorrusia, pero es el paisaje general. Por ejemplo, en el caso de Rusia con el acuerdo de «créditos a cambio de acciones» (loans for shares) durante la época de Boris Yeltsin, a mediados de los 90. El presidente ruso necesita dinero para financiar su campaña electoral y pide créditos, dando como garantía acciones de compañías estatales. Al no poder devolver el Estado estos créditos, los prestamistas se quedan con importantes paquetes de acciones de esas empresas. Es así como se llega a la llamada semibankirshina (de las palabras «siete» y «bancos»), una manera informal de referirse a un sistema en el cual siete importantes oligarcas —dueños de esos bancos importantes— consiguen controlar toda la industria de la energía rusa. Entre ellos, por ejemplo, Mikhail Khodorkovsky, quien a comienzos de los años 2000 comenzó a construir una compañía petrolífera privada muy moderna y exitosa, Yukos.

¿Y qué pasa cuando entra Putin en acción?

Algunos analistas han interpretado que con Putin el Estado vuelve a tomar el control sobre los activos entonces controlados por oligarcas, sobre las empresas energéticas entre otras. Pero lo que ha pasado en la realidad no es que el Estado como tal haya tomado control de esas empresas energéticas, sino que un grupo pequeño, muy cercano a Putin, ha tomado control de esos activos. ¿Cómo se hace ese remplazo? Pues fundamentalmente por acciones coercitivas, por una represión política sin tapujos para que no quedara ninguna duda sobre quién dictaba las reglas del juego; desde represión en la calle o en los medios de comunicación hasta acciones frente a los oligarcas que no eran absolutamente fieles. Hay muchos casos, pero por seguir el ejemplo de Khodorkovsky, Putin lo manda arrestar en el año 2004 y estuvo más de diez años en una cárcel. Desde entonces, está exiliado.

Entonces podemos resumir que el proceso de creación de esas oligarquías postsoviéticas estuvo relacionado con personajes, asesores económicos o grupos que tuvieron la oportunidad, en los primeros años tras la disolución de la Unión Soviética, de controlar importantes activos que hasta ese entonces pertenecían al Estado.

Pero hay un elemento adicional muy importante: no solo se trata de ganar control sobre esos activos (fábricas, empresas de procesamiento y comercialización de recursos naturales, etc.) que antiguamente pertenecían al Estado, sino también usar las particularidades de ese momento de transición para crear y mantener el acceso —muchas veces a través de la corrupción— a posibilidades de arbitraje.

¿Cómo es eso?

Este es un concepto muy importante en mi trabajo. En economía, el concepto de arbitraje se refiere a situaciones en las cuales el mismo producto se comercializa en diferentes mercados o diferentes partes de un mismo mercado a precios distintos. Por ejemplo, si en Polonia no le ponen impuestos a la gasolina y en Alemania los hay, mucha gente se puede beneficiar comprando gasolina en Polonia y revendiéndola en Alemania. Eso, como se sabe, existe a pequeña escala en todas las fronteras con todos aquellos productos subsidiados o con tasas diferentes. Pero con la energía se puede hacer a gran escala y los beneficios son enormes. Como en la Unión Soviética los precios estaban regulados de una manera muy estricta (y tenían que ver muy poco con la oferta y la demanda), y muchas de esas regulaciones se mantuvieron aún después de la caída de la Unión Soviética, esto les dio la oportunidad a grupos bien conectados de adquirir productos a bajo precio y revenderlos, ya fuese en submercados dentro de su propio país, en otros países postsoviéticos o en países de Europa occidental, a precios mucho más altos. El negocio del arbitraje implica un conocimiento detallado de quién controla las medidas estatales en distintos países, por lo que los oligarcas o sus grupos están siempre bien conectados.

En tu libro Russian Energy Chains: The Remaking of Technopolitics from Siberia to Ukraine to the European Union, introduces dos conceptos para explicar los aspectos socioeconómicos y políticos relacionados con la energía: uno es la materialidad y el otro, las cadenas de distribución de valor añadido. ¿Puedes explicarnos el primero?

La materialidad es un concepto muy simple pero importante. La posibilidad de comercializar, de hacer negocio con una fuente de energía, depende de sus características físicas y químicas. Por ejemplo, el gas natural, al ser un gas, si no está bajo presión se disipa en el aire. Eso significa que no se puede transportar por camión o trenes, sino a través de gaseoductos a una presión de unas 70 veces la presión atmosférica, lo que limita y caracteriza el tipo de negocio que se puede hacer con él y su uso como instrumento de política exterior, como arma energética. Justamente en este libro analizo el impacto de la materialidad de una forma que trata de ser didáctica. Lo hago siguiendo cada uno de estos tres tipos de energía, gas natural, petróleo, y carbón, representado por sus moléculas, desde su lugar de producción inicial en Siberia hasta su uso último en Alemania.

Pero hay barcos metaneros, porque el gas se puede licuar y después regasificarlo.

Sí, es el gas natural líquido, que se puede transportar por barco, pero como explico en mi libro, debido a la necesidad de enfriarlo y mantenerlo frío, no lo podemos comparar con el gas natural regular ni con el petróleo. La licuefacción implica un costo muy significativo, no solamente económico sino también en términos de la energía que se consume en mantener ese gas líquido a baja temperatura. Además, al tener el gas natural licuado en un mercado global, hay mucha más competencia para comprarlo y los precios tienden a ser mucho más altos que los del gas natural convencional transportado a través de gasoductos.

Vayamos con el concepto de cadena de valor añadido, value added chain, en el contexto de tu investigación.

Al seguir esos tres tipos de energía, inmediatamente nos viene a la mente el concepto de cadenas de suministro o distribución, «supply chains» en inglés. En principio es correcto utilizar ese término, pero si nos quedamos simplemente con esa idea, nos perdemos algunas de las preguntas más interesantes. ¿Qué quiero decir con esto? El concepto de cadenas de suministro pone el énfasis en el movimiento material de un producto o de los componentes de ese producto. Perfecto. Pero justamente en productos relacionados con la energía, lo que vemos no es simplemente un movimiento del material sino también unas fluctuaciones muy significativas en los precios. Esto puede tener que ver con el tema del arbitraje que mencioné anteriormente, o con la existencia de mercados desagregados para cosas como el petróleo, donde hay ciertos precios para el petróleo crudo y ciertos precios para los productos refinados, o puede también tener que ver con manipulaciones relacionadas con los mercados de futuros, por ejemplo, futuros de petróleo. Lo que vemos es que, a través de esa cadena de suministro, también existe la posibilidad de grandes subidas y bajadas en el valor del producto, que pueden tener un impacto económico y también político muy grande. Por ejemplo, un acercamiento al tema basado simplemente en la idea de cadenas de suministro nos haría pensar que el valor de los productos de petróleo refinados siempre será más alto que el valor del petróleo crudo. Pero, por una serie de circunstancias, esto no siempre es así. Y eso es una enorme fuente de negocios para quien tiene la información y controla y mueve los stocks.

En tu libro titulado Living the High Life in Minsk: Russian Energy Rents, Domestic Populism and Belarus’ Impending Crisis, publicado en 2014, predecías una crisis en Bielorrusia. ¿Por qué no ocurrió? 

La crisis llegó, pero de una manera un poco diferente a la que imaginábamos. Las grandes rentas que recibía Bielorrusia de Rusia, a través de su rol de refinar petróleo ruso y revenderlo a Europa usando diferentes posibilidades que le abría su relación única con Rusia (una relación muy ambigua, poco transparente y con muchas áreas grises abiertas a la manipulación), comenzaron a disminuir una vez que los precios del petróleo empezaron a bajar, y la diferencia entre el precio del petróleo crudo y el precio de los productos refinados empezó a disminuir. Simultáneamente, a medida que iba evolucionando la relación entre Rusia y Bielorrusia, algunas de las posibilidades o subterfugios que daba esa relación para que Bielorrusia pudiera recibir petróleo a un precio bajo, sin pagar impuestos de importación y volverlo a exportar como productos refinados… bueno, todo eso fue cambiando, dándole menos posibilidades a Bielorrusia, y a su líder Aleksandr Lukashenko, de beneficiarse de ese tipo de negocio. Pero lo que pasó no fue tanto que Bielorrusia se quedara con menos ingresos y el régimen entrara en crisis y cayese, sino que, al perder ingresos, el régimen tuvo menos oportunidad de mantener apoyo popular (la «gran vida en Minsk» a la que se refiere el título) y tuvo que aumentar la represión, como la que hubo, tremenda, después de las elecciones de agosto del año 2020. Al hacerlo, su líder Lukashenko se volvió más dependiente aún de Rusia, pero ya de una manera mucho más burda y que le deja muy pocas posibilidades de balancear con la Unión Europea, como hizo muchas veces entre 1994 y 2015. Ese doble juego lo ha perdido. Y es así como Bielorrusia, en el año 2022, no ha tenido más opción que permitir a las tropas rusas usar su territorio como base de ataques contra Ucrania. No me queda duda de que Aleksander Lukashenko preferiría no participar en esta agresión, ya que no le favorece en absoluto desde el punto de vista económico, puesto que Ucrania es uno de los países más importantes para Bielorrusia desde el punto de vista de las exportaciones. Además, toda la retórica de Putin sobre cómo Ucrania no es un país independiente, sino que los ucranianos «son rusos y no tienen derecho a un Estado independiente», se podría aplicar también a Bielorrusia y usarla como una excusa para eliminar al Estado bielorruso y simplemente incorporarlo a Rusia; ni siquiera como un todo, sino como varias provincias. Y eso ciertamente no lo quiere ni Lukashenko ni el pueblo bielorruso, aunque por razones distintas. Para Lukashenko, mantener la independencia de su país es esencial para mantener el poder. Pero, debido a que tuvo que depender de Rusia para reprimir a su pueblo tras las elecciones del 2020, ya le ha hecho muchas concesiones, así que no queda muy claro cuánto poder le queda realmente. Desde febrero de este año, Lukashenko está completamente en manos de Rusia.

Y en Ucrania, ¿qué pasó?

Ucrania seguía teniendo una gran dependencia energética de la Rusia postsoviética. La necesidad de reducir su deuda con Rusia por el gas que le compraba hizo que, a comienzos de los 90, arrendara a Rusia parte de la base naval del Mar Negro que le había correspondido al disolverse la flota armada soviética en 1991. Cambian sus intereses militares por descuentos y cancelaciones de deuda. Antes de la crisis del 2014, el presidente Yanukovich extendió el alquiler de estas bases a cambio de un descuento en los precios del gas y paró de repente el proceso de acercamiento económico con la Unión Europea. Esto llevó a una gran indignación popular y a la Revolución de la Dignidad. Pero al este del país, en zonas donde existía una industria del acero basada en una minería de carbón no rentable, pasaron otras cosas. Las pequeñas diferencias culturales fueron manipuladas por los grandes magnates de esa zona para mantener y aumentar subsidios. Pero también llevó a que Rusia aprovechara esas supuestas diferencias culturales en la parte este del país para intervenir, con la excusa de «defender los derechos de los ruso-parlantes». Cuando Rusia invade Crimea en 2014 y ocupa el 7% de su territorio, Ucrania no está militarmente preparada para enfrentarse a ella. A partir del 2014, Ucrania trata de limitar la cantidad de energía que importa de Rusia. Esto tiene éxito en cuanto al gas natural, pero por la simple razón de que muchas industrias ya no funcionaban o quedaron en las áreas no controladas ya por Kiev. En cuanto al carbón y el petróleo, Ucrania siguió dependiendo de Rusia. El carbón se extraía de Ucrania, pero también se importaba de Siberia y se utilizaba para producción de acero, ya que Ucrania era hasta hace poco uno de los mayores exportadores del mundo de acero. En cuanto al petróleo, sí, a partir del 2014 Ucrania disminuyó mucho sus importaciones de petróleo ruso, pero en realidad substituyó casi todas esas importaciones por importaciones de productos refinados del aliado ruso, Bielorrusia. De las nueve refinerías que Ucrania tenía en 1991, en el 2015 solo quedaba una en funcionamiento. Pero, a la vez, Ucrania siguió y sigue queriendo ser un país de tránsito del gas natural entre Rusia y Europa occidental.

A pesar de que tenía un 7% de su país invadido por Rusia en 2014.

Efectivamente, este es uno de los temas principales del libro: quiero explicar esa dualidad de Ucrania que es difícil de entender desde Europa. Por un lado, Rusia es una amenaza, pero por otro lado Rusia es una tentación. Aún hoy, tras la nueva invasión rusa, Ucrania quiere defenderse, pero a la vez quiere seguir estando en el negocio, seguir siendo el paso del gas ruso a Alemania y a Europa. Y, de hecho, a día de hoy lo es. Una parte del gas que entra en Europa lo hace a través de Ucrania. Esa tensión es la que analizo y explico en mi obra.

¿Quién y por qué se decide crear el gaseoducto a través del mar Báltico, el gaseoducto ruso-alemán también conocido como Nord Stream 1?

Rusia está buscando otras vías de exportar sus hidrocarburos (tanto gas como petróleo) de manera más directa, con menos países de tránsito, desde comienzos de los 2000. También se fue reemplazando la exportación de petróleo a través de puertos en Letonia y Lituania por exportaciones directas desde puertos rusos. En cuanto al Nord Stream 1, la decisión fue tomada por Gazprom, la compañía estatal rusa de gas. Pero para poder llevar a cabo el proyecto, tuvieron que conseguir socios en Europa Occidental, y por eso se creó el consorcio Nord Stream 1 AG. La decisión tenía razones puramente mercantiles (pagar menos a otros países por el tránsito) pero también políticas, como aislar a Ucrania de la comunidad europea occidental, al destruir su rol en el tránsito del gas, y hacer a Alemania —y a la Unión Europea en general— más dependiente de los suministros directos de Gazprom. A principios de los 2000, el 80% del gas ruso exportado a Europa pasaba por Ucrania. Al inaugurarse el Nord Stream 1 en octubre de 2011, casi un tercio de los volúmenes de gas que pasaban por Ucrania dejaron de hacerlo, lo cual tuvo varios tipos de efectos negativos sobre Ucrania, no solo a nivel de pérdida de ingresos, sino también a nivel de seguridad de su sistema de suministro de gas natural a la población. Por eso, hoy al igual que en el 2014, aunque Ucrania haya sido invadida le interesa seguir en el negocio del tránsito de gas natural ruso. A la vez que Ucrania exhorta a los países europeos a que dejen de comprar gas ruso, quiere seguir transportándolo mientras lo sigan haciendo.

Pero, a día de hoy, ¿cuánto y por dónde llega el gas ruso a Europa? Supongo que llegará más por NS1 que por Ucrania o Polonia, ¿no? ¿Qué importancia tiene en el contexto actual la futura parada de mantenimiento de NS1 del 11 al 21 de julio?

Hoy por hoy, Europa recibe gas ruso a través de tres sistemas de gasoductos: Nord Stream 1 a Alemania, Bratsvo («Fraternidad») a través de Ucrania, y TurkStream a través de Turquía, pero las cantidades están oscilando enormemente. Por ejemplo, aunque en teoría Europa también recibe gas ruso a través de Polonia (gasoducto Yamal), en mayo Gazprom dejó de enviar gas por ese gasoducto. Incluso durante la guerra sigue pasando gas ruso a través de Ucrania, pero la mayor cantidad desde hace un par de años no pasa por Ucrania, sino por Nord Stream 1. Por ejemplo, a mediados de junio Rusia disminuyó en un 40% lo que enviaba a través de Nord Stream 1. El gobierno alemán está muy preocupado por esto, y por lo que podría pasar a partir del 11 de julio, cuando Nord Stream va a estar fuera de servicio durante diez días por un mantenimiento ya planificado. Ya se sabía que durante ese período no pasaría gas por NS1, pero ahora están preocupados de que una vez que vacíen el gasoducto para ese servicio, Gazprom no lo vuelva a usar. Una cosa parecida ocurrió hace una década con un pequeño oleoducto que pasaba por Lituania.

Y esta forma de hacer negocio supongo que necesita del mismo tipo de gente muy bien conectada con el poder en Europa, ¿no?

Sí, por supuesto que existe la corrupción energética en Europa. Tal vez el ejemplo más claro de esto lo da el excanciller alemán Gerhardt Schroeder, quien al poco tiempo de dejar su mandato en el año 2005 aceptó varios puestos de gran importancia tanto en Gazprom como en otras compañías energéticas rusas. Otro ejemplo muy claro viene de Macklenburg Vorpommern, un Estado al norte de Alemania adonde llega Nord Stream 1. En los últimos meses ha salido a la luz mucha información sobre cómo el gobierno regional le dio muchos beneficios a Nord Stream, incluso creando una fundación supuestamente ecológica que en realidad servía para proteger de posibles sanciones a personas relacionadas con Nord Stream. Esto ha provocado un escándalo y peticiones de dimisión del gobierno regional. Pero más allá de la corrupción, podemos hablar de intereses conjuntos que han existido durante décadas entre políticos y comerciantes europeos y las compañías de exportación de gas natural de la Unión Soviética y más tarde Rusia.

¿Cuál es, en tu opinión, el objetivo de Putin en Ucrania?

Desgraciadamente he llegado a la conclusión de que el objetivo de Putin no es simplemente controlar al gobierno ucraniano, o convertir a Ucrania en una especie de buffer, de amortiguador, entre Rusia y el mundo occidental. En este momento, Putin pretende no solamente destruir Ucrania como país independiente, sino también a la propia nación ucraniana, como nación distinta a la rusa. Creo que su objetivo es anexionarse las tierras ucranianas y convertirlas en regiones dentro de Rusia, no en una republica autónoma.

A nivel europeo, ¿cómo de importante es el suministro de gas desde África (que entra a través de España) comparado con el que llega desde Rusia? ¿Puede ser una competencia?

Sí, lo podría ser, pero no hay suficientes interconexiones de gasoductos como para que ese gas de África llegue a todas partes de Europa. Al menos por ahora.

¿Puede que detrás de la crisis diplomática Argelia-Marruecos-España esté esa posibilidad de futuro?

Puede.

En Europa hay una preocupación evidente por el medioambiente y sobre el impacto que las energías fósiles que investigas tienen sobre el cambio climático. ¿Existe esa preocupación en Rusia y en los países involucrados en el transporte de energía a Europa?

Ni en Rusia ni en Ucrania existe esa preocupación por el medioambiente, aunque Rinat Akhmetov es un oligarca ucraniano muy interesado en la construcción de parques eólicos. No obstante, en Ucrania la componente ecológica juega un rol mucho menor que en Europa. Akhmetov es una de las personas más ricas de Europa, uno de los personajes centrales de mi último libro, dueño de un imperio de carbón y acero al cual también pertenece Azovstal, la fábrica de acero que fue el último bastión de resistencia ucraniana en la ciudad de Marioupol.

¿Cuál es tu próximo proyecto de investigación?

Quiero seguir investigando la industria del acero, especialmente cómo su desarrollo en Ucrania, Rusia y China se interconecta con los planes y ambiciones geopolíticas de estos países. Además, es un área muy importante ya que las nuevas reglas ecológicas de la Unión Europea y otros mercados de importación de acero van a crear un verdadero shock en esas industrias y van a movilizar a muchos actores. Por eso quiero estudiar el «acero verde», o sea, cómo se puede producir acero de manera ecológica, sin emisiones o con emisiones reducidas de dióxido de carbono. Este tema es la última frontera de la descarbonización y tiene también aspectos políticos y geopolíticos muy importantes, que afectarán no solamente a Rusia y a Ucrania sino también a China y a la Unión Europea.


Russian Energy Chains: The Remaking of Technopolitics from Siberia to Ukraine to the European Union
Margarita M. Balmaceda
Columbia University Press
(New York, 2021)
440 páginas

5 Comentarios

  1. José Manuel Fernández Vázquez

    Muy ilustrativa y curiosa.La volveré a leer.Gracias Juanma Apertas

  2. Pormenriza los aspectos específicos de los motivos económicos de esta guerra y se puede deducir que el resto de las motivaciones son consecuencia o pretextos que ayudan a la desinformación.

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