1 de febrero. Piet Mondrian: eso lo hago yo en un rato.
O lo pinta un niño que está empezando a dibujar, o lo hace cualquiera que no tenga ni idea de pintar o dibujar… no sigo por falta de espacio y por no aburrir con las frases que se oyen ante un cuadro de Piet Mondrian. Y añado: ¿cuánto dices que se ha pagado por esta chorrada? He oído a algunos artistas explicar sus obras con palabras ininteligibles y he acabado pensando que tenían un problema intentando deshacer la madeja mental que contenían sus cráneos; me hubiera gustado escuchar las explicaciones de Mondrian para entender su búsqueda de lo esencial y lo básico ante la incertidumbre de sus tiempos (tan inciertos como los nuestros) y lo que le llevó a realizar sus (conocidísimas) obras.
Imitarlo es muy fácil, pero él fue el primero en hacerlo.
Piet Mondrian, que había nacido en Amersfoort (PPBB) en 1872, murió el 1 de febrero de 1944 en Nueva York. Se le daba bien dibujar, aunque no se preparó para ello sino para ser maestro de escuela. Ejerció su profesión durante un tiempo y pintó paisajes y retratos de manera académica en sus ratos libres mientras investigaba en las nuevas corrientes que llegaban de París como el Puntillismo o el Fauvismo (colorido rabioso). En 1912 fue a visitar el estudio de Pablo Picasso en París y cuando volvió a Ámsterdam su mente de artista había cambiado porque había encontrado la manera de expresar su mundo interior. Unos años antes había conocido un movimiento teosófico, de la mano de Helena Petrovna, que buscaba lo absoluto, lo esencial de la naturaleza y del universo.
Todo se conjugó: ambiente prebélico cada vez más enrarecido, búsqueda de lo esencial y simplificación de las formas hacia lo «absoluto».
En 1915 fundó la revista De Stijl, que se convirtió en movimiento artístico, junto a su amigo Theo Van Doesburg y desde ahí dieron a conocer el llamado NEOPLASTICISMO, un estilo que, como el Futurismo, el Suprematismo y el Constructivismo ruso, deriva del Cubismo. Fueron los cuatro estilos que viajaron desde la reproducción fidedigna de la realidad hasta la abstracción, fuera esta geométrica o cromática. Quiero resaltar la palabra «viaje» como proceso: a la abstracción «se llega» después de un largo recorrido.
Mondrian quería desarrollar un tipo de pintura que resumiera todo lo que sabía de la forma más simplificada posible y que ayudara a la humanidad (en plena IGM) a comenzar de nuevo desde la unidad y no desde el individualismo o, lo que es lo mismo, reducirlo todo a la expresión más sencilla, aquella que nos une a los humanos en lo básico. Para ello, había que ceñir el arte a lo primordial: color, forma, línea y espacio. Así:
- Los colores se limitarían a los tres primarios: rojo, azul y amarillo.
- Las formas serían exclusivamente geométricas: el cuadrado y el rectángulo
- Las líneas horizontales y verticales que separarían los cuadrados y rectángulos serían de color negro.
- No habría ilusión de profundidad, ilusión de espacio o de tercera dimensión.
Rechazaba cualquier motivo reconocible, odiaba el color verde (secundario, mezcla de azul y amarillo) y en sus composiciones solo tenían cabida el equilibrio y la armonía; llegó a la conclusión de que el único movimiento que se permitía era el que producía el diferente grosor de las líneas negras que transmitían al subconsciente del observador la sensación de diferencia y de dinamismo (como le ocurre a los astigmáticos).
Lo positivo y lo negativo se reflejan en el uso de los colores blanco y negro, así como en las líneas negras horizontales y verticales. Cada cuadrado o rectángulo tiene un tamaño diferente porque todos no somos iguales, pero todos tienen cabida en el lienzo y son igual de importantes porque todos somos importantes. No iguales, pero sí equivalentes.
Son muy decorativos y se reproducen con facilidad, pero ¿se comprende al hacerlo la esencia de la que están hechos?
2 de febrero. Fiesta de la Candelaria
En la antigua Roma se celebraban en estas fechas las Lupercales, en honor a Luperca —la loba que amamantó a Rómulo y Remo—, que tenían como objeto la iniciación de los adolescentes en la vida adulta a través de una serie de pruebas que debían superar para dejar atrás la niñez ante el resto de la sociedad.
En todas las culturas y a lo largo de todos los tiempos han existido ritos que enlazan lo privado e individual con lo público o social siendo los más básicos: el de presentación de un nuevo miembro (Brit Milá de los judíos, Bautismo de los católicos, bautismo civil del hijo de Cayetana Guillén Cuervo), el de presentación de una nueva familia (bodas civiles, religiosas o balinesas como la de Karina y Juan Miguel) y despedidas de este mundo (entierros solemnes y lanzamiento de urnas cinerarias a ríos y mares). Algunos de estos rituales tienen el añadido de ser utilizados de forma simbólica para dar paso a un nuevo ciclo anual o agrícola y este es el caso de la Candelaria, cuya fiesta se celebra el día 2 de febrero.
En las lupercales los chavales debían portar candelas para adentrarse en el bosque a superar obstáculos y enfrentarse a peligros y cuando la Iglesia católica se apropió de la celebración (dicho más suavemente, la adaptó a sus creencias) la convirtió en la fiesta de presentación en el templo de Jesús —la Brit Milá de los judíos— asociándola, además, a una advocación de la Virgen, la Candelaria, en recuerdo de aquellas antorchas; con ello se inicia también un nuevo tiempo litúrgico que traerá el Miércoles de Ceniza, la Cuaresma y la Pasión de Cristo y se cierra con ello el círculo de las simbologías. Un auténtico mezcluje de ceremonias y significados.
La iconografía de la Presentación de Jesús en el templo es muy antigua y variada. La que pintó un autor italiano del siglo XVII, Camillo Procaccini, que cuelga de las paredes del Museo del Prado, muestra una vez más y con mucha maestría al socorrido niño-bombilla, tan de moda en el Barroco, que brilla como si de una LED se tratara.
Este modelo, que fue muy utilizado por los pintores holandeses, se ve también en algunas películas en las que la ensalada de la mesa irradia tal cantidad de luz que permite por sí sola iluminar la conversación de los protagonistas en una aparentemente fútil comida cotidiana, por ejemplo, la famosísima escena de Cuando Harry encontró a Sally (1990) en la que ambos discuten sobre la veracidad de los sentimientos de otra chica, ligue de Harry, aunque en esa mesa lo que brillaba era un sándwich de lechuga.
La Candelaria es, en lo meteorológico, el ecuador del invierno: si llueve, el invierno está fuera, pero si no llueve, ni dentro ni fuera. Eso dice el refranero.
6 de febrero. Mª Cristina de Habsburgo-Lorena: Doña Virtudes dejó de sufrir.
Para que todo no sean santos ni pintores abriré el «Hola histórico»: el 6 de febrero de 1929 murió, en el Palacio de Oriente, la Reina Regente Mª Cristina de Habsburgo-Lorena, una mujer tan católica y resignada que su vida merecería estar en el catálogo de las mártires de los primeros siglos del cristianismo, por lo que hubo de aguantar, antes que en el de reinas de España.
Nacida en Viena en el seno de la familia de los Habsburgo, fue elegida por el todopoderoso Cánovas del Castillo como futura esposa del rey viudo Alfonso XII. La primera, Mª de las Mercedes, había muerto a los seis meses de la boda dejando al monarca sumido en la depresión amorosa, que no sexual, y a España sin la posibilidad de un heredero de la recién restaurada monarquía.
Cánovas barajó, como lo hicieran anteriormente otros primeros ministros, algunas pretendientes que estuvieran a la altura del trono español y eligió a esta chica, no muy agraciada físicamente, a la que se tildó de monja desde el minuto cero, así como de gitana, confusiones que provenían de que había sido nombrada abadesa de una residencia femenina y de que había vivido en Bohemia. Un periódico vienés la bautizó como «la princesa más digna de Europa, para el más triste de los reyes» cuando contrajo matrimonio con Alfonso XII en la basílica de Atocha, 22 meses después de la muerte de Mª de las Mercedes.
Tuvo la mala suerte de enamorarse de un tarambana, que eso era el rey: muy viudo y mucho dolor, pero salía casi todas las noches de parranda; le había gustado más la suegra que la hija y mantuvo a su amante, la cantante lírica Elena Sanz, con la que tuvo dos hijos varones (bastardos) hasta que esta le dio puerta y fue sustituida por otra cantante, Adela Borghi, la Biondina.
Alfonso XII le colocó en la mesita de noche el retrato de su primera esposa, que anduvo acompañando a Mª Cristina como un fantasma el resto de su vida, y la tarde de la boda la llevó a los toros, algo que a ella le pareció un «bárbaro espectáculo de coliseo romano y sangre en la arena».
Mª Cristina parió dos hijas casi seguidas, a la primera de las cuales le colocaron el nombre de Mª de las Mercedes y a la segunda Mª Teresa. Cuando sentía los síntomas de un tercer embarazo, el rey murió de tuberculosis (las otras crónicas dicen que de sífilis) el 25 de noviembre de 1885. A partir de ese momento se convirtió en regente y tomó el mando personal en muchos aspectos: impuso la austeridad en palacio, echó de su lado a suegra y cuñadas, asistió al fin del binomio Cánovas-Sagasta y a la pérdida de las últimas colonias (Cuba y Filipinas). Se cuenta que comulgaba bastante con las ideas de Pablo Iglesias, el fundador del socialismo español.
El 17 de mayo de 1886 nació el futuro Alfonso XIII lo que la mantuvo 16 años más como regente hasta que este fue nombrado rey.
Vio morir de sobreparto a sus hijas y consiguió que el viudo de la mayor, Carlos de Borbón Dos Sicilias, se casara en segundas nupcias con Luisa de Orleans; de este segundo matrimonio nacería Dª María de las Mercedes, madre del rey Juan Carlos quien, aparte de sus hijas y de sus hermanas, nombró infante a su primo Carlos, nieto del primer matrimonio de su abuelo. O sea, eran primos por todas partes.
«Doña Virtudes» murió de un ataque fulminante de corazón un par de años antes de la proclamación de la II República y de la salida por piernas de España de su único niño, Alfonso XIII.
Mucha reina y mucho palacio, pero una mujer sufriente, según relataron sus contemporáneos.
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