Analógica

El espejo no binario

Ilustración: Sofía Fernández Carrera

Cuando decidí contarle a una amiga que era bisexual, su respuesta fue: «Últimamente todo el mundo es bisexual». Ha llovido mucho desde entonces y ya no soy solo bisexual. Soy muchas cosas, pero en esa época aún no tenía nombre para ellas.

Me sorprendió la respuesta de esta amiga, sobre todo la parte de «últimamente». ¿Acaso las personas bisexuales empezamos a existir en el año 2010? En absoluto: desde los albores del tiempo, hubo, hay y habrá personas de todo tipo, con distintos géneros, orientaciones sexuales, gustos y deseos. El problema es cuando aún no tenemos una palabra para describirnos, porque parece que no existimos.

Los nombres, y las palabras, parafraseando a Ursula K. Le Guin, tienen importancia. Por eso hay gente que cree que es ahora cuando todo el mundo es gay, que es ahora cuando hay más libros de temática LGBT+; antes carecíamos del vocabulario necesario. Pero lo cierto es que llevamos existiendo y creando arte desde siempre, aunque no supierais vernos, percibirnos, catalogarnos o respetarnos.

Desde hace unos años, las redes se incendian cada vez que alguien usa el mal llamado «lenguaje inclusivo» (mal llamado porque el lenguaje inclusivo puede emplearse para incluir distintos colectivos, pero no siempre a las personas no binarias). En este artículo y en aras de la claridad, nos referiremos a este tipo de lenguaje que emplea, en general, el pronombre «elle» y el morfema de género «e», como «lenguaje no binario directo», término acuñado por le traductore y lingüista Ártemis López. Hay personas que lo usan con intención inclusiva, pero su uso principal es para hablar de personas no binarias que no encajan en los dos géneros habituales.

El lenguaje no binario directo no ha surgido de repente, sino que se crea a partir de la necesidad de referenciar y expresar una realidad: no encajamos en un género determinado y anhelamos expresarnos fuera de este binarismo imperante. Hay múltiples formas de entender el no binarismo, del mismo modo que existen formas de entender qué es ser mujer u hombre, y cada persona lo expresará o lo entenderá de un modo diferente.

Sabemos que la literatura es un medio excelente para expresar realidades y para vernos reflejades en las palabras de otra persona. Y, como no podía ser de otro modo, les no binaries hemos encontrado un hogar entre las páginas de los libros. Cada vez hay más autores que apuestan por escribir en lenguaje no binario directo o que incluyen personajes no binarios (aunque no caigamos en el error de considerarlo un boom literario; aún hay mucho camino por recorrer). Por el momento, es más frecuente en el panorama anglosajón, aunque poco a poco estas obras empiezan a llegar también al territorio español. Pero ¿está la industria hispanohablante preparada para las personas no binarias?

Mi respuesta es tajante: no, no lo está. Aunque es normal que cueste acostumbrarse al empleo del lenguaje no binario directo, no es de recibo el trato que algunas editoriales, traductores, librerías y medios de comunicación dan a les autores no binaries. El caso más famoso hasta la fecha es el de Marieke Lucas Rijneveld, le autore holandese que rechazó traducir el poema de Amanda Gorman hace unos meses. Para contar esta noticia, la prensa dedujo el género de Rijneveld por su aspecto y usaron los pronombres incorrectos. Hubo quien, por suerte, escribió su artículo sin marcas de género. Aunque no es la opción ideal, al menos mostraron cierto respeto.

No es el único caso ni lo será. Muches autores han sufrido estos desaires. A Akwaeke Emezi, autore nigeriane de obras como The Death of Vivek Oji y Pet, le cambiaron el género en la portada de la edición en catalán de Aigua dolça. Todo apunta a que a Maia Kobabe, autore del cómic autobiográfico Género queer, no le consultaron durante la traducción de esta crónica sobre su identidad de género y el resultado es muy irregular y deficiente. En la página web de su editorial española, a Annalee Newitz le asignan también un género incorrecto.

Sin embargo, no todo son malas prácticas. He tenido la oportunidad de participar en los procesos de traducción, edición y publicación de obras escritas por autores no binaries que usan el lenguaje no binario directo. He visto el proceso desde dentro y desde fuera, y sé que hay gente en el mundo editorial que quiere publicar bien este tipo de obras, porque conoce la importancia de la representación.

En 2019, empecé a replantearme mi género tras toparme con The ABC’s of LGBT, de Ash Hardell, una guía para adolescentes sobre diversas cuestiones queer. Ya conocía a gente no binaria en redes sociales, pero creí que no encajaría en ese colectivo porque llevaba más de veinticinco años con otro género. Tenía la idea preconcebida de que una persona sabe que es no binarie desde el momento de su nacimiento. Gracias a la literatura, descubrí que esto no es así.

Cuando recibí el encargo para traducir Las mareas negras del cielo, de le autore singapurense Neon Yang, no sabía cuánto me iba a cambiar la vida. Por esa época, mediados de 2020, ya tenía claro que yo no era una mujer exactamente, pero la perspectiva de ser hombre tampoco me atraía. No encajaba del todo en ninguna de esas categorías. Me sentía extrañe, alejade de todo. Pero Neon Yang me descubrió que no estaba sole.

Las mareas negras del cielo es una obra de fantasía que parte de un concepto interesante: a las personas no se les asigna ningún género al nacer, sino que pueden elegirlo en cualquier momento de su niñez o adolescencia. Sin embargo, la elección sigue siendo binaria: solo pueden elegir entre hombre y mujer. A lo largo de las cuatro novelas que conforman la saga del Tensorado, Neon Yang va rompiendo los esquemas de género en este mundo inventado y, en el proceso, nos rompe los nuestros.

Traducir esta obra me abrió los ojos: yo era una persona no binaria, aunque lo hubiera descubierto tarde. Pero ¿acaso podría haber adquirido este tipo de conocimiento, de vocabulario, cuando fui niñe, allá por los noventa, en un pueblo pequeño donde escaseaba Internet? Si descubrí que era bisexual, fue porque leí las experiencias de otras personas. Si descubrí que era no binarie, fue gracias a otros testimonios, ficticios o no. Pero, para poder afirmar que era todas estas cosas y más, necesitaba un lenguaje que me permitiera expresarme. Sin él, nunca lo habría conseguido y seguiría viviendo en una encrucijada sin pertenecer realmente a ningún sitio.

Los libros no solo expresan realidades, sino que las hacen posibles para muchísima gente. Necesitamos más obras que relaten experiencias queer, que nos lleven a otros mundos donde todo es posible. El lenguaje no binario directo no es solo factible en mundos de fantasía, como le oí decir una vez a un reseñador: el lenguaje no binario directo ya es una realidad. Aunque la Real Academia Española no lo avale, tampoco necesitamos su aprobación. Les hablantes han creado el lenguaje no binario directo en español y, gracias a fanzines, libros y redes sociales, nos transmitimos entre nosotres cómo aprenderlo, escribirlo y hablarlo.

Así pues, es importante editar, traducir y publicar bien más obras en español con lenguaje no binario directo, no solo porque las personas no binarias existimos ya en la vida real, sino por la representación: a veces nos vemos reflejades en un personaje y eso nos abre las puertas para conocernos a nosotres mismes. Sobre la importancia de los referentes habla precisamente Maia Kobabe en Género queer. ¿Qué habría pasado si hubiera tenido, por ejemplo, une profesore no binarie en el instituto? ¿En qué medida le habría cambiado esa experiencia? ¿Se habría reconocido en elle y no habría tardado tanto en dilucidar y en poner nombre a quién es?

Son necesarias, por tanto, obras como En las profundidades, de Rivers Solomon y clipping, donde una sociedad de seres acuáticos vive sin sexismo ni homofobia, donde cada individuo puede elegir su género con libertad. O Te deseo todo lo mejor, de Mason Deaver, donde unos padres echan de casa a su hije por ser no binarie. La primera nos hace soñar con un mundo mejor, pero la segunda relata lo que aún viven muches adolescentes en su día a día. También necesitamos más novelas como Se buscan mujeres no sensatas, de Sarah Gailey, para que nos enseñen que las personas queer podemos tener un final feliz y no trágico, y más obras de no ficción, como es Cómo entender tu género, de Alex Iantaffi y Meg-John Barker, para que nos ayuden a explorar los roles de género.

Una persona no redescubre su género en un par de días. El proceso es largo y agotador: implica corregir a muchas personas cuando se equivocan con nuestros pronombres, porque aún percibimos el género de la gente por su aspecto físico. Pero, a través de la literatura, estamos creando un camino muy necesario para que les jóvenes del futuro tengan una comunidad no binaria que les apoye.

2 Comentarios

  1. Con respecto a ese “ultimamente” con el cual comienza el artículo, sería útil transmitirle a quien lo dijo que, de base, desde los inicios de la vida sobre este planeta y en el ser humano especialmente, todos los mamíferos son féminas modificadas. La evolución “eligió” el desdoble como lo siguen haciendo las mujeres, supongo que para seguir las leyes del mínimo esfuerzo con mayores posibilidades de éxito. El macho, lo único que hace con su cromosoma Y, que es insignificante con respecto al X, es cambiar el aspecto exterior futuro de uno de los dos cromosomas X que las mujeres se transmiten desde los albores de la vida. El testosterona hace la mayor parte del trabajo, síquico y fisico. Por eso exteriorizamos los testículos, que son los originarios ovarios femeninos, por eso tenemos tetillas, nuestro pene es la copia, bastante anti estética diría del clítoris y por esto solo nosotros estamos expuestos a los caprichos de nuestra próstata, que son los restos en desuso del vientre femenino. Las hormonas no cesan su “trabajo” en el momento que nacemos, lo siguen haciendo hasta bien entrada la adolescencia, nos crece la barba, cambiamos de voz, de comportamiento y comenzamos a dar dolores de cabeza a nuestros padres. Y no está dicho que realicen sus misiones impecablemente, a veces se equivocan dando una percepción sexual distinta a quien le toca, así sea hombre o mujer de acuerdo a sus órganos genitales. El por qué todavía es un misterio. El caso más antiguo de noticias de personas con esa particularidad, lo relata Herodoto si mal no recuerdo. En una de las primeras olimpíadas venció un atleta que luego se supo que no era hombre, condición infranqueable para participar en los juegos. Los deportistas, como único indumento usaban una especie de chiripá. Para evitar nuevos escándalos ordenaron que de ahí en adelante todos los participantes se presentaran desnudos. Creo que por esto nos llegaron vasijas con figuras, primero vestidos y luego desnudos.

  2. Pingback: NC10: Lenguaje inclusivo no binario directo - Navegando Cultura

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