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La amenaza de los ovnis de Elche, los coronaplastas y los crímenes de RTVE

Imagen de «Espíritu sagrado», de Chema García Ibarra

¡Todos a Elche! La película Espíritu sagrado, del ilicitano Chema García Ibarra, confirma una cosa sobre todo: si Teruel también existe, pues Elche no lo es menos. Quienes nunca hemos visitado esta ciudad la asociamos por vía del imaginario de primeros auxilios a las palmeras, a la joya ibérica de la Dama homónima, a la franja verde de su equipo de fútbol (y a su gran estadio del Martínez Valero), a la cuna natal del desaparecido Vicente Verdú y, últimamente, al no siempre bien recibido cantaor Niño de Elche. Desde ahora vinculamos Elche con este guion: un grupo de devotos de la ufología —pasión por los ovnis— se reúne en la sede de una inmobiliaria. Al parecer una niña ha desaparecido y ha dejado sola y perpleja a su hermana gemela. La Sociedad Ovni Levante se pone manos a la obra. Si Tarantino tuvo pasión por las películas de serie B, García Ibarra se forjó en novelas de ciencia ficción y el mundo sobrenatural. Bizarría, feísmo analógico, orbe kitsch, delirio hiperrealista. Todo nos lleva a Elche, al insólito mundo que ocultaban palmeras, gradas del Martínez Valero y el busto de su ilustre Dama. Los encuentros en la tercera fase tenían lugar en Elche.

Llegan los coronaplastas. Margaret Atwood, Hilma Wolitzer, John von Dueffel y Jodi Picoult son algunos de los autores y autoras que o prometen novela para 2022 o la han escrito ya sobre la experiencia del coronavirus. Los llamamos coronaplastas. Sabemos de ellos por noticias fechadas en la pasada Feria del Libro de Frankfurt. Los críticos albergan dudas sobre si los lectores están preparados para revivir la martingala de la covid-19, aunque sea en forma de novela. Incluso dudan sobre la excelencia de unas obras basadas en hechos tan apegados al presente. Para escribir bien sobre un gran suceso sobra inmediatez (la inmediotez, la nombran) y falta maduración, elegante distancia y, nunca mejor dicho, salud y buenos alimentos. Que alguien pare a los coronaplastas.

Juan Pablo Silvestre, director de «Mundo Babel» (2000-2021) en Radio 3

Los crímenes de R3. Adiós a Mundo Babel de Juan Pablo Silvestre. Adiós al gran programa de Radio 3 para las mañanas del Sabbat, a eso de la hora del Ángelus, mientras laicos y profanos poníamos lavadoras, limpiábamos la casa, fregábamos platos y sartenes y girábamos y girábamos, escuchando el programa al alimón, como derviches en derredor: unidos al vano mundo del Fairy, pero en conexión con los jardines musicales del paraíso. Adiós, por tanto, a otro de los reservorios culturales de la radio española. Le ha tocado ahora el turno al ecléctico Silvestre. Una llamada de Recursos Inhumanos se lo comunicó de sopetón: fin de trayecto, usted se va ¡ya! Más de veinte años en antena no son nada (ni nada son sus 196.000 oyentes). El último programa emitido fue el del pasado sábado 13 de noviembre (El arte de contarse a sí mismo). El despido de Silvestre forma parte de la galería de crímenes de guante blanco que el ente público viene ejecutando a modo de jubilaciones y prejubilaciones en convenios colectivos. Julio Ruiz (Disco Grande), Manolo Fernández (Toma Uno), José Miguel López (Discópolis) y Javier Tolentino (El Séptimo Vicio) precedieron a Silvestre. Bien está que el ente público sanee las cuentas que todos pagamos. Pero no de este modo truculento. Hace ya semanas que RTVE emprendió La Gran Consulta, campaña mediática y de purificación deontológica para preguntarnos a todos por el dinosaurio público que queremos. A este paso queremos que desaparezca.

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