Horas críticas

Un viaje de viajes

Volver para contarlo

«Quiero dejar esta ciudad, la Tierra, / emigrar de una vez del país que soy Yo, / dejar el mundo con todo lo que se vio fallido, / como un viajante que vende grandes barcos a la gente que /  [habita tierra adentro», escribió Pessoa. El poema resume aquello que escribió, o por lo menos así lo dejó apuntado Enrique Vila-Matas, el poeta: viajar es perder países. Y sí, viajar tiene algo de pérdida como también lo tiene la escritura. Ya lo dijo Blanchot, para que sea posible la escritura Orfeo debe perder a Eurídice. Una sola imagen sirve a Blanchot para unir la palabra escrita con el desplazamiento, dos conceptos sobre los que vuelve en muchos textos en cuanto, dicho en pocas palabras, para el autor de Thomas, el obscuro escribir es un constante desplazamiento ante una ausencia o un vacío que, sin embargo, nunca podrán ser colmados. Escribir nace de «la necesidad de morir sin concluir la obra, sin alcanzar la Tierra prometida, que en cuanto tal es inaccesible, sin embargo, siempre esperada y, por eso mismo, ya entregada». No hay, por tanto, escritura sin desplazamiento, sin viaje. O, volviendo a los versos de Pessoa, la escritura es un constante migrar.

Lo sabe bien Andrea Calamari, que en las primeras páginas de Volver para contarlo, escribe: «Ahí estaban los viajes, que era un relato antes de que hubiera relato: ellos sí tenían principio y fin, por definición: no hay viaje sin una partida y un regreso». Al mismo tiempo, Calamari es consciente de que el viaje existe, aunque no haya necesariamente desplazamiento, en el sentido en que el viaje puede aparecer desde el momento que se imagina más allá del territorio conocido, más allá de ese cerco al que aludía Leopardi en su famoso poema. Por tanto, de la misma manera que el viaje es un relato sin escritura, los relatos, más o menos imaginativos, más o menos fieles a los hechos, son viajes sin desplazamiento para quien los escucha y los lee.

«La semiesfera en la que estoy no es como otras: no hay pliegues, no hay nada oculto, todo parece nuevo, es un lugar apenas pensado. Yo no sabía que vivía en la pampa, pero ese espacio sin límites definido desde la mirada ajena es pura potencia: la vista puede perderse en el infinito, seguir y llevarnos lejos», apunta Calamari. Con estas breves líneas, la autora traza el lugar desde donde mira, describe el paisaje —«esa llanura argentina»— en el que creció y se forjó su mirada, y como Leopardi, desde un lugar donde no se puede ver, observa —imagina, proyecta, crea— espacios sin límites. Como se alude ya desde el mismo título del libro, Calamari regresa a ese lugar para construir un relato de relatos de viajes. Sin embargo, el título alude a algo más que a un elemento esencialmente biográfico: se refiere a ese regresar a los orígenes de la literatura para reconstruir la historia del viaje como experiencia y como relato a lo largo de la historia.

«Calamari escribió un libro que es muchos a la vez, que es una biblioteca en sí mismo. Que incursiona en varios géneros. Es ensayo literario, es un texto de historia cultural, es un memoir discreto y apocado, es un libro de libros, es literatura y es, entre otras cosas, una gran lista», anota en el prólogo Matías Bauso y no se equivoca, porque Volver para contarlo es todo esto y es, también, un libro sobre la lectura. Es un texto que nos descubre a una inteligente y perspicaz lectora, a alguien capaz de recorrer distintos textos y autores, desde Dante hasta Anne Carson, desde Homero hasta Gombrowicz, para observar de qué manera se han ido construyendo y retroalimentando los relatos de viajes y cómo estos relatos han condicionado no solo nuestra experiencia de viajar, sino nuestra manera de concebir el viaje.

Una lista, así le gusta definir a Calamari su libro: «Este libro es una lista. Gueorgui Gospodínov dice que las listas esconden mucho más de lo que aparentan en su estructura sencilla, son una especie de narración de forma ansiosa». Las listas son de por sí inagotables y este libro no solo lo es, sino que plantea la lectura del viaje y el viaje mismo como dos experiencias que no están llamadas a hallar una conclusión. Es cierto que, en términos narrativos, el viaje inicia y concluye con el regreso; sin embargo, permanece. En otras palabras, el viaje concluye en tanto que errancia, pero permanece y es constantemente revisitado como experiencia y recuerdo, es decir, como relato. Al recorrer distintos textos literarios y autores, Calamari subraya el carácter inagotable del viaje/relato y, por tanto, la lista que compone es un intento de abarcar lo inabarcable. Por esto, Bauso lo define también como un libro de libros, porque Volver para contarlo responde a ese gesto borgiano de sistematizar, enumerar, reunir lo infinito desde la conciencia de que, en tanto que infinito, este trasciende toda sistematización. «Cada punto del viaje es un sitio al que volver, una fuente de historias nuevas, el punto de partida para otros destinos», anota Calamari, para a continuación añadir: «No podemos más que dejar el recorrido abierto y terminar con un etcétera». Y precisamente por esto es tan apasionante Volver para contarlo, porque es un recorrido que no termina a través de los libros y los relatos de viaje, porque es un libro infinito de libros, porque es un viaje de viajes.

VOLVER PARA CONTARLO
Andrea Calamari
Prólogo de Matías Bauso
JOT DOWN BOOKS
(Sevilla, 2024)
360 páginas
22 €

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