Cultura ambulante

Sevilla, territorio de las emociones

Concierto de Bizarrap en el Icónica Fest ©Mauri Buhigas

Cuando el autor de El Conde de Montecristo y Los Tres Mosqueteros, Alejandro Dumas, pasó su primera noche en Sevilla en 1846, dejó escrito que «una parte de sus habitantes velaba para amar, y la otra dormía para soñar amores». Le había sugerido ese pensamiento el rasgueo de una guitarra escuchado desde el patio de su hotel en una urbe que calificó de ciudad de la animación, de la algarabía y de la luz.

Sevilla lleva acariciando los oídos, el cuerpo, el alma, la vista, el corazón y el paladar de visitantes como Dumas desde hace más de doscientos años. Como ciudad territorio de las emociones, deja huella en cada uno de ellos, sin duda también en los casi tres millones y medio de personas que vinieron a conocerla en 2024. Esa cifra, acumulada por el boca oído de la experiencia vivida aquí, que atrae nuevos visitantes, evidencia la necesidad de convivir con quien viene a conocerla. Por eso su ayuntamiento ha comenzado a impulsar una nueva dinámica, la de hacerla vivible y turística a la vez, atenta a cuidar tanto la vida de sus habitantes, como la experiencia de sus visitantes. Ya ha empezado a transformarse para conseguirlo, trabajando en cada uno de esos territorios de la emoción con que lleva seduciendo desde siempre.

La emoción auditiva.

Sevilla es música. Hace mucho que su flamenco se desbordó más allá del barrio de Triana, saliendo de sus fronteras, y también de sus límites estilísticos, para influenciar a músicos de todos los géneros y ámbitos. En el siglo XXI, y debido a su arraigada tradición musical, la UNESCO la nombró primera Ciudad de la Música, como parte de su red de ciudades creativas, debido a su arraigada tradición musical. Una tradición que sigue y que puede constatarse en el reguero de festivales que se celebran aquí a lo largo del año, en casi todos los géneros, con sus rincones más significativos como escenarios. La plaza de toros de la Maestranza, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, el Estadio de la Cartuja, la Plaza de España, acogen el indie de Interestelar el 16 y 17 de mayo de 2025, o el internacional Icónica Fest.

Este eclecticismo quiere crecer aún más, impulsando reforzar Sevilla como ciudad de Ópera, algo natural dado que sus rincones y su nombre han sido escenario e inspiración para más de 150 títulos de ópera. Mozart, Bizet, Verdi o Puccini, la tuvieron como referente en sus composiciones. Y si uno acude a los espectáculos de ópera de formato reducido celebrado en las Casas Palacio sevillanas, comprende lo desbordantes que resultan, en ellas, la pasión, el llanto, la ira, la venganza, y la risa de su actuación y su canto. La más reconocida, Carmen de Bizet, se representará en el Teatro de la Maestranza durante este mes de junio.

TriatlonSevilla ©Carmen Valle Atienza

La emoción deportiva

Sevilla es capital deportiva de Andalucía en sus grandes eventos, y territorio deportivo en lo cotidiano, en bicicleta, carrera, o en remo. Ambas actividades ofrecen a residentes y visitantes tanto la emoción de participar en las hazañas de otros, como la de superar los propios límites. De cómo se vive el deporte en la capital del sur hablan las inscripciones agotadas para el Maratón de Sevilla seis meses antes de su celebración; el XXVIII Triatlón el 25 de mayo, con carrera, ciclismo y natación en el Guadalquivir; o las pruebas de remo y acuatlón que también se han ido convirtiendo en clásicos, con el río de protagonista.

El Guadalquivir también va a transformarse para cobrar más presencia y hacer más partícipes de él a vecinos y visitantes. Aprovechando los almacenes de la Exposición Universal de 1929, y revitalizando una zona abandonada, se erigirá el nuevo Distrito Urbano Portuario. Un paseo marítimo, y 200.000 metros de espacios libres y zonas verdes que revitalizará la histórica condición portuaria internacional de la ciudad. Aquí donde puso punto final a su vuelta al mundo Magallanes, y donde estuvo la gran conexión con América.

Real Alcázar de Sevilla. ©Sevilla de Turismo

La emoción de un patrimonio que conmueve.

La singularísima historia de Sevilla, su condición de atraer pueblos de diferentes culturas, la romana, la islámica, la cristiana, ha dejado unos edificios tan únicos como para contar con tres patrimonios de la humanidad. Hay otras catedrales, otros castillos, otros edificios civiles, pero nada equivalente a La Catedral de Sevilla, el Alcázar, y el Archivo de Indias. E incluso siendo los puntos más visitados de la ciudad, tienen formas de visitarse verdaderamente únicas.

Los espacios más secretos de la Catedral, los tres niveles de sus cubiertas, pueden conocerse al ocaso, subiendo por la estructura interior. Lo que no solo permite ver la ciudad a la máxima altura que podía contemplarse en el siglo XV, iluminándose abajo al caer de la noche, sino también las marcas que dejaron albañiles y canteros, y conocer los arquitectos que dieron forma a este templo gótico. De las muchas maravillas que contiene el Alcázar, quizá la menos visible esté, en invierno, en las naranjas que adornan los árboles de su patio. De la variedad amarga, aún viajan a la mesa de los reyes de Inglaterra convertidas en mermelada, como complemento esencial de la hora del té, después de cosecharse y elaborarse aquí.

El Archivo de Indias puede visitarse, y conocer la otra gran obra del arquitecto que construyó El Escorial, Juan de Herrera, que tiene la misma majestuosidad imperial que tanto gustaba a Felipe II. Primero fue Casa de Lonja de los mercaderes de Sevilla, para que dejasen de hacer sus negocios en las gradas de la Catedral. Hasta dentro, cuando llovía. Con el tiempo el rey Carlos III elegiría el edificio para que quedase, reunida en un único lugar, la historia de la colonización española. Recorriéndolo uno comprende las luces que aportó al mundo la Ilustración, ayudada por uno de nuestros monarcas más ilustrados, que impulsó en Nápoles, antes de venir a España, la primera excavación arqueológica de Pompeya.

La emoción que mueve a la vista a no dejar de mirar.

Si una pega le puso Dumas a Sevilla es que era, para su gusto, demasiado amarilla. Refiriéndose al albero que cubría sus fachadas, y que aún es color predominante en muchos de sus rincones históricos. Nadie sabe porqué el autor francés no citó también el rojo carmesí, que es igual de coherente en su continuidad, como cualquiera comprobará en un paseo por el casco histórico. El Palacio de San Telmo, la Casa Pilatos, La Maestranza, la Iglesia del Salvador, o la basílica de San Lorenzo son sus mejores ejemplos. También la Plaza de España, que al formar parte de la Exposición Universal Iberoamericana de 1929, hizo tan popular el color albero que acabó usándose en decoración en todo el mundo. Imitado, y probablemente no igualado.

En Sevilla las miradas al exterior emocionan tanto como las que pueden echarse al interior de sus patios, palacios, y edificios. Y se complementan en los rincones más inesperados, como el cuadro cuadro de 1666, Santas Justa y Rufina, que hoy puede contemplarse en su Museo de Bellas Artes. Murillo representó la torre de color rojo carmesí, y una reciente restauración acaba de demostrar que, efectivamente, fue el color que lucía desde el Renacimiento.

Santas Justa y Rufina de Esteban Murillo

 

 

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