Hace casi dos décadas, el escritor Robert Macfarlane se preguntaba en un artículo publicado en The Guardian dónde estaba la literatura del cambio climático. Le parecía llamativo que se hubiera escrito tan poco sobre un problema tan grave, en comparación, por ejemplo, con toda la literatura a la que había dado lugar la amenaza nuclear. Urgía un nuevo repertorio imaginativo que diera pie a un debate sobre las causas del cambio climático y las formas de combatirlo. Dado su enorme potencial para plantear situaciones hipotéticas como si fueran reales, la ficción le parecía el medio idóneo para que los lectores pudieran hacerse una idea de las consecuencias que podría llegar a tener la emergencia climática.
Esta sequía literaria llegó a su fin en los últimos años de la pasada década. Para el novelista Amitav Ghosh, el punto de inflexión fue 2018. Aquel año hubo unas cuantas tragedias asociadas al calentamiento global, pero además ocurrió algo importante desde el punto de vista literario: se publicó originalmente El clamor de los bosques, de Richard Powers, una magnífica novela coral con múltiples capas. La novela tuvo una gran acogida entre los lectores y fue galardonada con el Premio Pulitzer. Tal vez eso animó a otros novelistas a seguir por un camino que llevaban décadas eludiendo.
También cabe otra posibilidad, ya apuntada por Macfarlane: puede que haya llegado el momento en que los efectos del calentamiento global hayan dejado de ser discretos y acumulativos para pasar a un primer plano; en otras palabras, es posible que ese futuro en que los escritores no puedan permitirse el lujo de mirar hacia otro lado esté ya aquí. Lo que es seguro es que en los últimos años una serie de autores a los que se suele colgar la etiqueta de «literarios», como Ian McEwan, T. C. Boyle, Olga Tokarczuk o Jenny Offill, han abordado el problema de una u otra forma.
En este contexto de auge de la llamada climate fiction (cli-fi), se publica en nuestro país El jardín herido, de Rafael Ruiz Pleguezuelos. Se trata de la tercera novela del autor, que ha cultivado también otros géneros, como el aforismo (Usted está aquí o Talía desencadenada) o el teatro (algunas de sus obras, Trenes que pasan, Camino de carnaval y La verdad del instante, se han recopilado recientemente en un libro publicado por la editorial Villa de Indianos, buen muestrario de su obra teatral; uno de los terrenos donde, en mi opinión, mejor se desenvuelve).
El jardín herido cuenta la historia de Mónica Reyes, copropietaria de una floristería en Madrid. Aunque la floristería es su forma de ganarse la vida, Mónica tiene claro que es un «crimen ecológico». Su ambivalencia con respecto a su negocio se pone también de manifiesto en su relación con Javi, su socio y exnovio, que es testigo de la transformación que se produce en ella cuando decide pasar a la acción en defensa de la causa medioambiental.
El primer grupo al que Mónica se une, Plataforma Verde, no es lo que ella esperaba. El líder es una especie de gurú carismático que parece más interesado en llevarse a las chicas a la cama que en la biodiversidad. Harta de tanto impostor y de tanto postureo, Mónica se dispone a tomar la iniciativa junto a otras personas con las que comparte inquietudes. Es así como nace Odium viride, Odio Verde, un grupo que pretende llevar a cabo «intervenciones» eficaces sin descuidar la estética (los miembros del grupo califican sus actos de «terrorismo de terciopelo»). Para Mónica es importante que en las imaginativas acciones del grupo jueguen un papel importante las propias flores.
Además de su papel protagonista en las acciones de Odium viride, las flores serán objeto de una serie de reflexiones sobre el lugar que ocupan en nuestra vida y en nuestra sociedad (desde la expresión «criando malvas» hasta «perder la flor»). Y es que Mónica está escribiendo un libro sobre ellas, un recurso un tanto manido, en mi opinión, si bien es en estos pensamientos fragmentarios diseminados a lo largo de la novela donde la prosa de Ruiz Pleguezuelos se vuelve más poética. A través de este libro dentro del libro, Mónica compartirá con el lector sus opiniones sobre la maternidad o el afán de poder que, a su entender, parece haberse adueñado de algunas mujeres: «Ellas aniquilarán la Tierra, y solamente se diferencian del dominio masculino anterior en que ellos exigían poder y ellas proclaman liberación».
Más que a una reflexión sobre las causas y las consecuencias del cambio climático, El jardín herido se presta a un debate sobre las distintas formas de activismo. En la novela se habla de ecoterrorismo; de movimientos ecologistas radicales como Earth First!; de acciones como las que llevaron a cabo las activistas de Just Stop Oil, que atacaron Los girasoles de Van Gogh en la National Gallery de Londres; o de Greta Thunberg. La pregunta que, de forma implícita, plantea es hasta qué punto está justificado el uso de la violencia para defender nuestro planeta. Y la que todos deberíamos hacernos es qué podemos hacer a título individual para tratar, si no de revertir, al menos sí de paliar esta situación. Parece evidente que no estamos siendo lo bastante firmes a la hora de exigir a nuestros gobiernos que hagan algo ya, y libros como este ponen de manifiesto lo lejos que estamos de hacer un frente común en esta batalla en la que nos va la vida.
EL JARDÍN HERIDO Rafael Ruiz Pleguezuelos ALMUZARA (Córdoba, 2023) 205 páginas 17 € |