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«Todos los ojos», de Isobel English: Hatty Latterly repasa su vida

Todos los ojos (Muñeca Infinita, 2024) es la segunda novela de Isobel English (1920-1946), la que le dio la fama y la primera que se traduce al castellano. Se publicó originalmente en 1956 en el Reino Unido, donde en una reseña en The Daily Telegraph fue saludada por el escritor —y poeta laureado— John Betjeman como una obra que había contribuido a acabar con «el moribundo mito de que la novela estaba rozando la extinción». Betjeman había atacado en el mismo periódico la anterior novela de English, The Key that Rusts. De todo esto nos enteramos en el epílogo que acompaña a esta edición, escrito por el viudo de la escritora, Neville Braybrooke, seis años después de su muerte.

Todos los ojos cuenta en primera persona algunos fragmentos de la vida de Hatty, en un juego de tiempos superpuestos o recordados a partir del viaje de luna de miel que emprende con Stephen, el marido al que saca varios años; no sabemos cuántos pero sí que son los suficientes como para que merezca ser remarcado. Es posible calcular a partir de ciertos datos que se nos dan en la novela que Hatty está entre los 35 y los 40 años. La edad de Stephen Latterly deberíamos calcularla a partir de descripciones más que de datos, a partir de la energía y la juventud que se le reconoce en pasajes como «… con los ojos rosados y pujados por el sueño, su espesa cabellera de punta como un cepillo para las alfombras. También las ropas parecían haber dormido con él y haber salido directamente de la cama…».

Descripciones de esta clase abundan en la novela, a menudo mucho más alambicadas, planteadas como evasiones, y como si lo que tuviese enfrente le evocase a Hatty cosas muy lejanas o dormidas, y son eficaces no sólo para definir lo descrito sino especialmente para revelar la emocionalidad un poco dañada, y un poco tortuosa por ese mismo motivo, de la protagonista y narradora. De igual manera, la sensación de que Hatty experimenta muchos esfuerzos para sacar adelante su vida no se transmite solamente en las escenas, por ejemplo, en que tiene algunos desencuentros verbales con su madre («“Ya que tienes esta deformidad, debes tomártela más en serio. Probablemente tengas que operártelo”. Esa fue su última amenaza…»), sino también por la distancia que pone entre lo que ve y ella, por los términos insólitos que utiliza para referirse a lo que la rodea.

Cuando Hatty y Stephen están a punto de partir hacia Ibiza para una pospuesta luna de miel, ella se entera de la reciente muerte de Cynthia, viuda de su tío Otway, lo que desencadena los recuerdos que van a componer parte de la estructura de la novela, que abarcan desde la adolescencia de Hatty hasta el momento actual, porque la parte correspondiente a la estancia en Ibiza está escrita en presente, y lo que allí está pasando es simultáneo a nuestra lectura, y todo lo que Hatty viva lo viviremos a la vez con ella, antes de que haya tenido tiempo de asimilarlo. Quizá esa simultaneidad de la narración con los hechos narrados es lo que dote a esas partes de su aire un poco espectral, parecido por otro lado al que a menudo se encuentra en las narraciones de anglosajones que están pasando una temporada en lugares como las islas mediterráneas o el norte de África.

Acompañamos a Stephen y Hatty en el barco que los lleva hasta Francia, en su breve estancia en París, en el tren a bordo del cual cruzan Francia hasta llegar a Barcelona, y por fin durante los días en Ibiza. La isla que se nos describe a ráfagas es aún un lugar recóndito y primitivo. Las descripciones de los lugares nos llegan tamizadas por el estado emocional de Hatty. Curiosamente, algunas de las evocaciones del pasado parecen tener un aire más real, aunque sólo sea porque lo que se cuenta es tan rasposo y esquinado que adquiere un relieve evidente. La narración se interrumpe bruscamente, como cediéndole a la narradora una gracia temporal para que pueda asimilar la revelación repentina, cuyas implicaciones no llegan a desarrollarse.

Precisamente había sido Cynthia quien le había hablado a una deslumbrada Hatty sobre Ibiza, isla a la que había viajado antes de casarse con Otway. Entre el momento en que se conocen y la muerte de Cynthia, Hatty se ha convertido en adulta, ha dejado de lado su carrera de concertista de piano para dedicarse a la enseñanza, ha tratado de rebajar su estrabismo —la «deformidad» a la que se refería su madre— mediante ejercicios para no tener que operarse y ha mantenido una desconcertante relación amorosa con un hombre mucho mayor, de la edad y del grupo de amigos de su tío Otway.

Todo esto se repasa a lo largo del libro, no presentado a modo de análisis vital en la mitad de la vida, aunque quizá tenga algo de ese análisis, aun inconsciente, sino como escenas que afloran rescatadas del pasado, que coinciden en su aire algo afligido y que nos dejan la sensación de que se está abriendo, ante nuestros ojos y quizá por primera vez en su vida, una mujer delicada y tímida, que para sobrevivir, en algún momento, decidió forzar una actitud algo pánfila que ya no le es útil. Parece también que todo el mundo se ha aprovechado un poco de ella, aunque los términos del atropello no acaben de quedarnos del todo claros, quizá velados por las imágenes a las que recurre al recordarlos.

 


TODOS LOS OJOS
Isobel English
Traducción de Julia Osuna
Epílogo de Neville Braybrooke
MUÑECA INFINITA
(Madrid, 2024)
160 páginas
18,95 €

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