«Creo que el arte y las historias son la mejor invención del ser humano. La mejor manera de ser un monstruo fuerte que derrota el mal es hacer arte y contar historias» (Karen, protagonista de Lo qué más me gustan son los monstruos)
En el calmado, aunque saturado mar de la Cultura, muy de vez en cuando aparecen obras que producen un impacto enorme, ya sea en formato cómic, libro, serie de televisión o en cualquier otro medio. En su momento Maus revolucionó el cómic, Taxi Driver el cine o The Wire las series de televisión. Son obras que por fondo y forma, y por su capacidad para captar al lector/espectador, marcaron un hito, tanto dentro como fuera del medio donde surgieron. Emil Ferris nos regaló uno de estos meteoritos culturales con la primera parte de Lo que más me gustan son los monstruos (Reservoir Books, 2018), un cómic que ya se ha convertido en un clásico.
LLegada del mundo del diseño de juguetes y la ilustración técnica, Ferris dejó descolocados a público y crítica en 2017 con una primera obra en la que demostraba una imponente madurez creativa, un control de la narración impropio de un debut y un dibujo de una plasticidad, versatilidad y belleza apabullantes. A lo que se sumaba la originalidad gráfica y argumental de la obra. Nos encontramos entonces con una primera obra que bien podría haber sido el culmen de una larga carrera entre viñetas.
Lo que más me gustan son los monstruos, tanto en su primera parte como en esta segunda que nos ocupa, narra las vivencias de Karen, una niña que crece, como su autora, en el Chicago de finales de los 60 y principios de los 70 del pasado siglo. La trama se dispara con el asesinato de una vecina de Karen, superviviente del holocausto nazi; aunque la capacidad narrativa de Ferris le permite saltar de una trama a una subtrama sin solución de continuidad y siempre con Karen, que es quien narra toda la obra, en el centro de todas las historias. Junto a la joven narradora y protagonista destacan su hermano y su madre, esta última con mucho menos protagonismo en el segundo volumen, y luego aparecen en mayor o menor medida Anka, la vecina judía asesinada y un elenco de vecinos, amigas y otros habitantes de su barrio, el Uptown de Chicago.
El Museo de Bellas Artes de Chicago, o para ser más exactos, los personajes que aparecen en sus cuadros, obras que Ferris versiona con una maestría apabullante en numerosas páginas del cómic, son también personajes que pueblan la historieta y la mente de Karen. Y en un falso contraste (pues para Karen tiene la misma importancia), Ferris crea numerosas portadas falsas de cómics de terror que también inundan el tebeo. Las versiones de los cuadros del museo las usa la autora para dar contexto y profundidad, tanto visual como argumental, a los pensamientos de la protagonista, a sus intuiciones y sus emociones. En cambio las portadas de los cómics de terror tienden a ser usadas como presentaciones de los giros en la trama o de los cambios en la historia, a modo de introducción visual, casi como las primeras páginas de la historias de The Spirit de Will Eisner.
Lo que más me gustan son los monstruos 2 (Reservoir Books, 2024) es más bien un segundo capítulo. La monumentalidad de la obra, en calidad, ambición y número de páginas, explica y justifica sobradamente esta edición por entregas. El poso que deja su lectura, tanto en el primer como en el segundo volumen, también agradece la separación en la lectura. De hecho, los cinco años en que ha tardado en ver la luz esta segunda parte no hacen mella en la memoria del lector, quien con solo un par de páginas recupera el recuerdo de Karen y sus monstruos acompañantes y de una historia que ha ido macerando sutilmente en el cerebro de los lectores.
En ambos volúmenes Ferris consigue hundir al lector en su historia, en sus dibujos. Su cómic, la trama, sus personajes, tienen tanta fuerza que una vez que los conocemos ya no salen de nuestra cabeza. Genera, a través de sus viñetas y sus páginas, una sinergia entre el lector y la historia que pocas veces se puede encontrar. La mezcla de lo popular con el arte más elevado, el trazo grueso, basto, casi abocetado, contrastado con dibujos detallistas de una belleza atemporal, el tono barroco tanto del dibujo como de la narración y de la propia historia, todo en este tebeo se vuelve maravilloso, enorme en su significado y su emotividad.
Ferris parte de lo popular, lo pulp, a lo que da además primacía gráfica, aunque sus versiones de cuadros clásicos tienen una potencia y una belleza gráfica que destacan en la lectura. Mezcla así lo popular con lo elevado, integra lo apocalíptico con la mal llamada alta cultura, las ilustraciones pulp con cuadros de Cranach el Viejo o de «la gran» Gentileschi. Narrativamente mezcla lo que podría ser una historia sobre la supervivencia judía en la Alemania nazi con la crónica social, el género detectivesco, una historia de familia y el proceso de maduración, mental y social de una joven lesbiana. Va dosificando cada trama, mezclándolas, separándolas a su gusto, dejando siempre al lector con ganas de más, enganchándolo a la lectura.
Una gran obra maestra.
LO QUE MÁS ME GUSTAN SON LOS MONSTRUOS 2 Emil Ferris Traducción de Montserrat Meneses Vilar RESERVOIR BOOKS (Barcelona, 2024) 416 páginas 39,90 € |