Entrevistas

Diego García Paz: «En ausencia de valores éticos, lo que tenemos es una justicia solo nominativa, una apariencia de legalidad y una instrumentalización del derecho»

Diego García Paz, autor de «Los ojos vendados de la Justicia». / Foto: Benito Ordoñez 

Diego García Paz (León, 1979) es un reconocido filósofo y jurista que actualmente ocupa el cargo de letrado jefe del Servicio Jurídico de Civil y Penal de la Comunidad de Madrid. Con una destacada carrera en el ámbito jurídico como funcionario de carrera del Cuerpo de Letrados de la Comunidad de Madrid, ha sido nombrado académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Además, tiene un papel activo en la esfera académica y cultural como conferenciante y profesor.

En su faceta de escritor, García Paz ha contribuido con diversas obras sobre el ámbito jurídico desde un enfoque literario y filosófico, destacando títulos como Entre la ley y la honestidad (2022) y La desesperación como origen del Derecho (2020). Sus trabajos no solo se centran en el análisis teórico de la justicia y el derecho, sino que también abordan la aplicación práctica de estos conceptos en la sociedad, reflexionando sobre la importancia de la duda, la deducción y la conclusión en el ámbito legal, y resaltando valores como la dignidad, la libertad y la tolerancia desde una perspectiva filosófica jurídica​. Nos reunimos con él para hablar de su última obra, Los ojos vendados de la Justicia (Torre de Lis, 2023), un ensayo que reflexiona sobre la justicia y su relación con el poder, la manipulación y la ética.

¿Qué le inspiró a escribir Los ojos vendados de la Justicia y cómo encaja esta obra dentro de su proyecto de saga más amplio, dedicado a temas jurídicos y filosóficos?

Los ojos vendados de la Justicia es la consecuencia de una iniciativa que tuve hace ya bastantes años, y que consistió en relacionar a los más diversos personajes de la historia de la humanidad (reales o ficticios) con la materia jurídica, y con una finalidad muy clara: divulgar, de una manera original y amena, que detrás de todo lo jurídico, de las normas, existe algo más, y mucho más importante que lo que la ley escrita, o la costumbre, puedan establecer directamente. Se trata de seleccionar a los personajes más insospechados para que el lector, sepa o no Derecho, pueda darse cuenta de que esta disciplina bebe directamente de la Filosofía, y en particular, de la ética. Los ojos vendados de la Justicia es el tercer volumen de lo que ya es trilogía y será una saga, tras La desesperación como origen del Derecho y Entre la ley y la honestidad, los dos libros anteriores. El libro que nos ocupa es el más crítico de todos; sin dejar su componente ameno, cercano y original, pone sobre la mesa circunstancias de plena actualidad y permite ver que, aunque el tiempo y los autores pasen, y los personajes pertenezcan a diferentes épocas y mundos, el problema de revelar la verdadera cara de la Justicia —que es de tipo ético—, la necesidad de hacerla visible, es atemporal. El título del libro cuestiona algo relevante: si la Justicia es ciega o si se han encargado de cegarla, lo que no es lo mismo en absoluto.

¿Cómo se relaciona la actualidad y las experiencias personales del autor con la temática filosófica y ética que aborda en su obra?

Hay una práctica unanimidad, entre todos los artículos que componen el libro, cada uno dedicado a un personaje, en que no se puede llamar Justicia a decisiones que, aunque se fundamenten en la ley, se separan de los principios y valores más esenciales de la humanidad, que residen en un plano filosófico. La mera forma no implica, en absoluto, que el fondo sea justo. Muchas decisiones del poder, que determinan el texto de leyes, aun cuando se presenten con tal forma, por sus efectos prácticos se demuestra que son injustas, al no coincidir con los principios más básicos del respeto a los bienes de la sociedad y de los individuos, y representar una afrenta al sentido común, o bien presentarse como favorecedoras del colectivo, de la sociedad en su totalidad, cuando en verdad responden a intereses egoístas del propio poder, para mantenerse, o resultan solo beneficiosas para algunos y no para todos. Ejemplos en la actualidad los tenemos muy cerca. En mi día a día, como jurista práctico, aparte de como pensador, veo que la acción procesal de la Justicia, para llegar a decisiones realmente justas, tiene que tener su inseparable componente ético.

¿Qué consideraciones éticas y filosóficas guían la edición y presentación de los temas abordados en el libro?

Mi intención es que todos los personajes de este libro, entre ellos, y con los demás integrantes de la trilogía, se unan de la mano, bajo un mismo hilo conductor, para llevarnos a la conclusión de que sin educación, sin valores, sin respeto, sin una integridad, dignidad y decencia personales difícilmente podremos llegar a una verdadera convivencia en paz, en el que las leyes no sean meras ataduras para contener a una sociedad desbocada. Todos los personajes, cada uno en su mundo, con su historia y sus circunstancias, nos dicen que si el poder no tiene un componente esencial ético, y no vela porque su producción normativa y actuaciones sean siempre garantes del bien común, aunque nominativamente se presente como otra cosa, será el detonante del fin de la misma sociedad. Porque principios y valores tan importantes como el de la dignidad humana, la libertad de pensamiento, de opinión o de expresión han nacido en el ámbito de la Filosofía, y de ahí pasan al Derecho, que los regula. Entre todos los personajes, cada cual con su propia forma de ver la vida y su propia ideología, hay un mínimo común denominador, que no es otro que el proteger siempre esos valores esenciales del ser humano y evitar la desviación de esta base para que la legalidad, lo jurídico, no se convierta en un mero instrumento que ofrezca una cobertura legítima, sin serlo, a decisiones egoístas y espurias.

En su obra, emplea una metodología única para abordar temas complejos de Filosofía y Derecho de manera accesible. ¿Podría explicar más sobre este enfoque y cómo concibió esta forma de presentar los temas?

La Filosofía del Derecho es una materia, ciertamente, compleja, muy técnica, pero a la vez de una relevancia absoluta. Tal es así que todos los cuestionamientos que en la actualidad, a diario, tenemos sobre el alcance y efectos de las leyes, sea con mayor o menor conocimiento técnico, son un ejercicio práctico de filosofía jurídica. En mi caso, además, se une el conocimiento jurídico y la vida profesional, lo que me ha llevado a la conclusión de la necesidad de tratar de acercar a todos una materia como esta, pues resulta determinante, en efecto, para quitarnos una venda de los ojos, junto con la propia Justicia. Para ello, me he propuesto hacer obras divulgativas, que recopilan artículos breves publicados en diferentes medios, en los que, de una manera que pretendo sea original y sencilla, le despejo al lector las complejidades del pensamiento de muchos autores y le ofrezco, en síntesis, su mensaje final. Para ello se intercalan grandes intelectuales con personajes históricos, artistas, músicos, escritores y hasta personajes de ficción, y la revelación está en que todos tienen mucho en común, y los presento al lector como si se trataran de amigos suyos que están a su lado y le cuentan lo que les ha pasado, cómo ven la vida y la fórmula para que él pueda contribuir después a construir un mejor mundo. Con el objetivo de conseguir este fin, me he propuesto que cada libro, y así también Los ojos vendados de la Justicia, no sea especialmente voluminoso, sino conciso y al grano, para que la lectura se haga entretenida y puedan empezar a atarse los cabos desde muy pronto.

¿Cómo se aborda la relación entre la literatura, la filosofía y la justicia en la estructura y organización de los capítulos del libro?

El punto de partida es una concepción humanística de lo jurídico. El buen jurista es humanista, esto es, una persona culta, con inquietudes, que conoce la historia, la filosofía, la ciencia. Con ello, es posible comenzar la búsqueda de personajes y encontrar su punto de conexión, porque, si la visión que se tiene se limita a la pura legalidad (al llamado derecho positivo), puede entenderse que llevar a cabo una obra como esta, por lo menos para mí, sería imposible. Considero que esta última perspectiva del Derecho, aun necesaria, no es completa, sino limitada. Solo sabiendo ver el trasfondo de lo jurídico puede entenderse que todos los personajes tienen una relación con el Derecho, y además una relación que no es superficial, sino básica. En el libro, el primero de los personajes que traigo al presente es Maquiavelo, autor de El Príncipe, porque hace una viva descripción del poder y para ello se refiere a la ética, pero desde un punto de vista de su ausencia. A continuación le siguen una serie de personajes (que no revelaré para que el lector se sorprenda) que nos demuestran que los valores éticos son los verdaderos pilares maestros de lo que podemos entender por Justicia, y que en ausencia de ellos, lo que tenemos es una justicia solo nominativa, una apariencia de legalidad y una instrumentalización del Derecho. En definitiva, la estructura del libro responde a una puesta en valor de la ética.

A lo largo del libro, introduce una amplia gama de personajes, desde filósofos hasta figuras de la cultura pop. ¿Qué criterios utilizó para seleccionar a estos personajes y cómo cree que ayudan a explorar el concepto de Justicia?

El criterio es la originalidad. Para mí, además, supone un reto. Existe ya mucho y muy bien escrito sobre los grandes clásicos. También me refiero a ellos, pero quizá desde otro punto de vista más actual. Mi objetivo es la búsqueda de un personaje que, a priori, parece que nada tiene que ver con la materia jurídica y filosófica, y sobre él, pensar sobre su vida, su obra, su contexto, sus circunstancias. Y al final, claro que tiene una relación con estas materias. Esto implica tener una visión amplia y no ceñirse a una materia, sino transitar entre varias disciplinas. Como antes he comentado, el humanismo es lo que quizá más emana este libro, un canto al conocimiento completo, a la cultura. Al traer al lado del lector a estos personajes, y con esta cercanía, creo que se colabora a hacer de la Justicia, que suele residenciarse en el ámbito de los conceptos más abstractos y técnicos, algo también muy cercano. Un humanismo que también se deja ver en la idea de este libro como parte de una saga, esto es, de una enciclopedia muy peculiar de personajes que vienen a hablarnos para ayudarnos, en definitiva, a convivir mejor.

En el prólogo se menciona la importancia de comprender los fundamentos del Derecho y los principios de la Justicia como herramientas críticas contra las tendencias totalitarias. ¿Cómo ve este papel de la educación jurídica en la sociedad actual?

La clave para tener las armas correctas frente al totalitarismo, en cualquiera de sus modalidades, y sobre todo frente a aquel que aparece encubierto haciéndose pasar por otra cosa es, siempre, el espíritu crítico, y para llegar a contar con él es imprescindible tener una amplia cultura. En los sistemas educativos radica todo, y especialmente antes de tener una formación especializada en materia jurídica. Las enseñanzas medias, un buen Bachillerato, son fundamentales. Ahí se forja la formación cultural, la personalidad crítica. No se trata tanto de acumular datos, sino de cuestionar reflexivamente cualquier postulado que se impone o presenta como cierto. Antes existían los dogmas, y ahora también, pero vestidos de lo contrario. Esto hace necesario tener un espíritu crítico reforzado, pues primero hay que quitar el revestimiento, ser capaz de ver el disfraz, y luego cuestionar la imposición. Si disciplinas como el Latín, el Griego o la Filosofía no reciben el peso e importancia que merecen en las enseñanzas medias, o la Historia se estudia de forma fragmentada (en el mejor de los casos), podemos tener por seguro que se está privando a la sociedad de los medios para luchar frente a aquello que en nada beneficia. Si se contase con una cultura humanística sólida, estoy seguro de que de ello se derivaría también una correcta comprensión de lo jurídico a nivel social.

¿Qué papel juega la figura de Nicolás Maquiavelo en la narrativa del libro y cómo influye su pensamiento en la estructura y contenido de la obra?

En el libro Maquiavelo nos abre la puerta. Es el primer personaje. Y lo hace porque en un libro de ética, aun cuando muy singular, como es Los ojos vendados de la Justicia, quien mejor conoce la naturaleza del poder y su relación con la ética tiene, necesariamente, que introducir una obra como esta. Maquiavelo conocía muy bien lo que implica el poder en el ser humano; él mismo se vio envuelto en intrigas. Es un fiel retratista del comportamiento del poder, y podemos decir que es un adalid de la ética, pero como aquello que brilla por su ausencia, o si se prefiere como un ejemplo a contrario. Él mismo expresa que el poder, para mantenerse, en ocasiones tiene que hacer una dejación de la ética y simular o aparentar que cuenta con algo que no tiene para ganarse el respaldo de las masas, al tiempo que enarbola la fuerza y el miedo para hacerse respetar. Y da recomendaciones al príncipe para comportarse así, si quiere no ser derrocado. Sin duda, qué gran reflexión al margen de la época en la que se lea. Y a partir de su capítulo, el resto de personajes nos darán otras respuestas a la cuestión de la Justicia, también sustentadas en la ética, desde sus propias vivencias y pensamientos.

Su libro se presenta como una crítica al estado actual de la legislación y su desvinculación de la Justicia como concepto filosófico. ¿Podría compartir algún ejemplo específico que ilustre esta crítica?

Son muchos los ejemplos, y uno muy claro es la modificación de las normas penales. Cuando las reformas promovidas desde el poder, y convertidas en ley, suponen en la práctica una rebaja de penas para delitos gravísimos, en primer lugar no se respeta a las víctimas (que son la razón de ser del Derecho Penal) y en segundo lugar esto genera un rechazo social sin paliativos, lo que pone de manifiesto que una norma que se separa de los principios éticos más básicos y permite que la punición de delitos muy graves sea menor a la que antes le correspondía, sin proteger debidamente a los perjudicados, produce una respuesta social y a la vez la desazón de los operadores jurídicos, que se encuentran con un instrumento impuesto que no permite realizar lo más básico de una verdadera Justicia, que es proteger debidamente a las víctimas. Este rechazo es la manifestación de la ruptura entre ética y ley, que cristaliza en esa respuesta social. Y peor aún, cuando el poder actúa sobre estas normas penales, es indiferente que más tarde otro poder quiera rectificar, porque el mal ya está hecho: esas rebajas dispuestas por norma van a ser igualmente de aplicación con arreglo a otra serie de principios jurídicos. Esta sería una clara manifestación de la ruptura entre ética y Derecho, y sus efectos, como es de ver, son terribles.

En la nota inicial muestra su preocupación por la manipulación de la Justicia. ¿Cree que hay soluciones viables para este problema dentro del marco legal y ético actual?

Precisamente a ello quiere contribuir, en la medida de lo posible, este libro, como los anteriores de la trilogía. Los ojos vendados de la Justicia es el libro más inserto en el día de hoy, y el más crítico por ello. La realidad hace que la solución a este problema, dentro de la actual estructura, yo la vea hoy, en verdad, muy difícil. Sólo desde un cambio a nivel educativo, con una formación crítica sólida, es posible que futuras generaciones puedan percibir claramente la problemática (que desde mi punto de vista es de base) y, corregida esa base ética, promover los cambios normativos necesarios para impedir cualquier manipulación de manera efectiva y práctica. Pero para ello, antes el poder lo tiene que permitir, y debe habilitar una educación que así lo haga posible. Desgraciadamente, no soy demasiado optimista en este sentido, a la vista del estado de la cuestión ética y de las actuaciones y formas del poder en general. La solución considero que empezaría por ahí, pero no sé si algún día le llegará a generar un especial entusiasmo a algún poder. Nos queda la formación propia, el ser autodidactas, y que se genere un impulso autónomo de enriquecer la formación a escala global. Quizá una utopía.

La idea del «iusnaturalismo racionalista» es central en su libro. ¿Podría explicar cómo este concepto se diferencia de otras interpretaciones del Derecho Natural y su relevancia en el debate jurídico contemporáneo?

Esta forma de iusnaturalismo reside en la razón y lo construye la propia sociedad apelando a todo aquello que de común tiene el ser humano si pretende convivir en paz, al margen de formas de pensar o de ideologías. Es decir: los principios de este Derecho Natural nacen del propio intelecto humano, y tienen en efecto su origen en el momento en el que la cultura se vuelve antropocéntrica. Anteriormente, los principios y valores del Derecho Natural tenían un origen metafísico, teológico, procedían de una verdad revelada, desde fuera del ser humano. Con la primacía de la razón sobre cuestiones divinas o trascendentes, el punto de partida de estos principios éticos está en el propio hombre. Pensemos que el concepto de dignidad es fruto de este racionalismo, y en cuanto se reconoce, de él emanan todos los demás derechos humanos, que luego las constituciones modernas reconocieron. Por ello, al ser originado en el propio ser humano, es la forma más coherente, precisa y moderna de razonar el surgimiento del Derecho Natural y de esos principios capitales. En la filosofía jurídica siempre ha existido una confrontación entre el iusnaturalismo y el iuspositivismo, es decir, entre la corriente conforme a la cual tras la norma escrita existe una ética que la legitima, y la corriente que separa totalmente el derecho de la moral, haciendo de la norma escrita una realidad en sí misma y autosuficiente. Más tarde estas teorías fueron matizándose y diversificándose, hablando de iusmoralismo y iuspositivismo. Estas posiciones siguen estando encontradas, y en la actualidad con la corriente del neoconstitucionalismo se vuelve en cierta forma a fundamentar en principios y valores metajurídicos (por éticos) la legitimidad y eficacia de los preceptos constitucionales, que tendrían una base ética. Para mí, el positivismo jurídico es necesario pero limitado, y considero que si la ley no se basa en principios de valor superior, esa ley se convierte en una mera forma, en un instrumento que puede habilitar imposiciones o mandatos que no son favorables, dando lugar a la injusticia. Por ello, desde mi punto de vista, la Justicia surge verdaderamente cuando la ley aplicable al caso descansa en unos principios éticos que propician una solución adecuada, razonable y coherente.

¿Cómo llega el poder a corromper la verdad, la ley y la ética para mantenerse?

De muy diferentes maneras. Puede actuar sobre la verdad alterando los hechos, presentando la realidad de otra forma, actuando sobre el factum (a tal fin, las versiones oficiales de unos hechos tienen su propia y justa denominación: versión oficial); sobre la ley, haciendo descansar esta en el beneficio de algunos y no de todos, eludiendo el interés general (en verdad, y aunque semánticamente se afirme lo contrario); y sobre la ética, erigiéndose el poder en ejemplo de moralidad e inoculando sus propios principios en el ámbito de la ética, sustituyendo a los anteriores (pensemos en el nazismo: el régimen generó sus propios principios, su propia ética, y sobre ellos legisló, dando lugar a una atrocidad). Por ello la importancia de un iusnaturalismo racionalista: ningún poder puede erigirse en ejemplo ni hacedor de normas morales. La ética es una emanación de la sociedad, de aquello que la razón humana determina como común y básico de todos. Podrá así entenderse la gran importancia de la educación. Jamás este ámbito puede ser objeto de imposición.

¿Cree que Europa tiene una actitud hipócrita en relación a lo que acontece en Ucrania y Palestina en este momento?

Precisamente el Derecho Internacional Público fue la rama jurídica que primero y mejor materializó los postulados del Derecho Natural. Los principios de no agresión, de respeto al Derecho Internacional Humanitario, de reconocimiento de estados y de gobiernos, son de base ética. Las relaciones internacionales se fundamentan en la cooperación, en el equilibrio y en la diplomacia como medio para evitar la guerra. La situación actual del mundo lleva a la necesidad de que Europa haga uso de estos principios y deba mantener una situación de equilibrio, a través de la diplomacia, y sobre todo y ante todo evitar que la guerra, que por desgracia es una realidad, se extienda sin límites. Hasta ahora así es, y considero que es así precisamente por el complejo equilibrio que se trata de mantener para evitar una escalada en la que, de momento, no estamos. En ese sentido, no considero que se actúe por parte de Europa con falsedad o con cinismo. Se está procediendo, como debe ser, atendiendo a esas normas, éticas, tan propias del Derecho Internacional, y gracias a ello, a día de hoy, no tenemos un alcance realmente global, que traspase las fronteras de todos los estados. Esperemos que no solo continúe así, sino que llegue a solucionarse la situación en los dos ámbitos, aunque mucho, desde luego, tiene que ver también con la cuestión ética. La guerra es la derrota de esos principios.

¿Qué papel juega la razón humana y el Derecho Natural en la búsqueda de la justicia?

Su papel es determinante. Como antes he comentado, la razón, debidamente formada, cultivada, lleva a la crítica, al cuestionamiento, y esto es lo imprescindible para poder enfrentarse a la injusticia en todas sus formas. Este Derecho Natural construido desde la razón hace viable ver que una ley no resulta favorable, aunque se afirme lo contrario; que una resolución judicial no es justa, porque se separa de lo coherente, del sentido común; y sobre esas premisas es posible propiciar un cambio real.

¿Por qué es importante una interpretación justa de la ley para evitar injusticias y manipulaciones?

La ley puede contener mandatos que no necesariamente sean justos ni generen un efecto positivo. La legitimidad de la ley, aparte de serlo por proceder de la instancia competente, debe serlo también porque su contenido no sea una afrenta a la razón ni a los derechos más esenciales que arrancan desde el plano de la ética. Por ello, es imprescindible interpretar la ley a la luz de la razón. Ocurre, sin embargo, que cuando el texto de la ley es el que es, poca interpretación puede darse más allá de lo que dispone, y por ello, como también antes expresé, se genera en la sociedad y en los operadores jurídicos un profundo desagrado al no poder hacer otra cosa que aplicar la ley en sus estrictos términos, sabiendo que el efecto no será favorable ni por lo tanto justo. En muchas ocasiones, aun cuando se intente buscar la mejor interpretación y aplicación, la respuesta no puede ser otra que la que el legislador ha querido.

Usted menciona en su nota la importancia de la ética como nuestro «último recurso» para sobrevivir como civilización. ¿Cómo cree que los individuos y las comunidades pueden fortalecer este recurso en sus vidas cotidianas y decisiones?

Con el recurso a la razón, al sentido común, y al pensamiento crítico siempre. Eso consigue que la sociedad pueda responder ante la injusticia. La formación es esencial. Tener conocimiento del pensamiento clásico, de la historia, hace posible no solo tomar noticia de esos principios éticos y aplicarlos, sino también generar un pensamiento independiente y enriquecer ese acervo ético que se encuentra latente en la humanidad, desde el principio. Se trata de sacarlo a la luz y devolverle su valor.

En su visión, ¿cuál es el mayor desafío que enfrenta el sistema de Justicia en la actualidad, y cómo se aborda este desafío en su obra?

La Justicia descansa en el Derecho como instrumento para realizarse, y este a su vez en la ley. De forma que la ley es, en definitiva, el instrumento para hacer la Justicia. El mayor desafío en la actualidad es que la ley tenga la calidad debida y responda siempre a la defensa del interés general, que vele por el bien de todos. No puede ser que la ley obedezca a intereses que no sean comunes o que entren en vigor normas que quebranten precisamente la atención y cuidado de toda la sociedad.

¿Hay una justicia para ricos y otra para pobres en España?

Puedo responder muy en sintonía con la anterior cuestión. La Justicia tiene como medio para hacerse las leyes existentes. Si estas leyes, promovidas desde el poder, en lugar de velar por quienes deben hacerlo responden a intereses particulares, la responsabilidad del resultado de la aplicación de la ley al caso no será de la Justicia, sino del legislador. Los operadores jurídicos deben aplicar la ley en sus términos, y en muchas ocasiones ninguna interpretación, dados sus términos, permite una respuesta diferente, lo que ejemplifica, de nuevo, esa separación entre ley y moral, entre Derecho y ética.

¿Qué es y en que trabaja la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España a la que pertenece?

La Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España, cuyo origen se remonta al año 1730, es una institución dependiente del Instituto de España, como la Real Academia Española, la Real Academia de Medicina, de la Historia, o de las Bellas Artes de San Fernando, y que tiene por objeto la investigación y el cultivo del Derecho y ciencias afines, así como contribuir al perfeccionamiento de la legislación en España. Forman parte de ella juristas prestigiosos, grandes catedráticos, magistrados, notarios, letrados públicos por oposición. Organiza congresos, elabora informes, realiza análisis y crítica doctrinal de la jurisprudencia, así como de la actuación de los órganos jurisdiccionales y otros actores en su actividad jurídica. Esta labor es fundamental para promover la excelencia en el ámbito jurídico y fomentar un debate constructivo en torno a la interpretación y aplicación del Derecho. La condición de académico es honorífica.

El epílogo es una carta de una inteligencia artificial a la humanidad. ¿Qué película, en tu opinión, se acerca más al futuro de la humanidad?

En un libro de ética, como es Los ojos vendados de la Justicia, no podía faltar la inteligencia artificial, pero de una forma muy especial. La IA es una hija nuestra, y por lo tanto se parecerá a nosotros. En todo. Es imprescindible contar con una dimensión, primero ética y luego legal, que articule el devenir y desarrollo de esta herramienta, en evitación de que, no muy tarde, nos podamos encontrar ante una realidad que no se diferencie demasiado de aquel sueño que tuvo James Cameron llamado The Terminator.

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