Horas críticas

La vaca esférica también siente

La mente humana es fascinante a la hora de crear vida. O bueno, entendámonos: imaginarla. No le hacen falta demasiadas pistas para construir todo un personaje, su pasado, sus intereses, emociones y sueños. Dale a un lector un par de párrafos bien construidos y lo tendrás enamorado del destino de su protagonista. Dale cuatro garabatos identificables entre viñetas y lo tendrás atrapado, saltando de página en página, elucubrando qué pasará después y cómo afectará a ese ser que, a efectos prácticos y aunque sea exclusivamente en el territorio de su mente, está vivo. ¿Hay límite para esa simplificación?

Quien haya leído viñetas como las de Calpurnio y su archiconocido Cuttlas sabe que acción, como mínimo, se le puede dar a los personajes. Pero ¿emociones? ¿Se puede empatizar con un borrón o un palito o un trozo de papel? ¿Y con un circulito marrón? Porque Simon, el protagonista de El color de las cosas, aparece representado justo de esa manera: un circulito marrón claro al que no dejamos de ver desde una perspectiva cenital, poblada de recursos infográficos que nos acompañarán a lo largo de todas las páginas de esta historia que ha llegado a España de la mano de Reservoir Books.

Martin Panchaud (Ginebra, 1982), creador del cómic, buscó en todo momento una visión más de grafista que de artista a la hora de crear las composiciones de viñeta y página. Buscaba, según ha explicado en alguna entrevista, la pureza a la hora de transmitir emociones, y lo logró por la vía de sugerir y no mostrar, para que sea la mente de sus lectores la que haga la mayor parte del trabajo. Una apuesta arriesgada, ya que dejar demasiado a la imaginación podría haber acabado en desastre, pero que Panchaud resuelve de la mejor manera posible en cada uno de los retos que se plantea.

«El color de las cosas», de Martin Panchaud. / © Reservoir Books

Lo interesante de la idea es que esa capa gráfica no nos pone sobre aviso de lo que se esconde bajo ella. Dicho de otra forma: la trama no va de una presentación fría de datos o una composición aséptica de elementos que sólo tratan de provocar una reacción del intelecto ante lo que a todas luces podría parecer una auténtica virguería conceptual, o experimental, o como queramos llamarla. No. Esto trata más bien de lo que sería una película de Guy Ritchie construida a partir de recibos bancarios, grabaciones de cámaras de seguridad, retazos de los apuntes de alguna sesión con el psicólogo y documentos de Excel con registro de las cuentas en B. La trama nos presenta a Simon Hope, un niño gordito (lo sabemos porque nos lo cuentan, claro) que no deja de ser el chaval marginado de un barrio inglés de clase obrera y que, por azares del destino, acaba visitando un buen día a una vidente que le hará una revelación sobre los resultados de unas carreras de caballos que desembocarán en todo lo que suceda después. Y sucederá mucho, y de muchas formas, os lo aseguro.

El color de las cosas es capaz de aprovechar esa capa de juego minimalista para construir personalidades complejas e identificables a través de un mero cambio de color, pero también de aprovechar la distancia estética que identifica la obra para plasmar todo lo que, de otra forma, una forma mínimamente realista, se haría demasiado duro, o intenso, para que cualquier ojo lo pudiera asimilar de un vistazo. Tiernas escenas de amor preadolescente dan paso a otras donde la brutalidad de una paliza puede dejar a un personaje en coma profundo, y nosotros somos capaces de verlo todo sin verlo. Y, al fin, el poso que nos quedará será el de que sí, hemos presenciado todo ello a pesar de que, cuando nos pregunten por alguna imagen concreta de dichos acontecimientos, sólo podremos pensar en circulitos y flechas.

Martin Panchaud. / Foto: Catherine Panchaud

Este es por tanto uno de esos cómics que se recomendarán, y me sumo a ello completamente convencido, por ofrecer una experiencia distinta a la que acostumbramos los que disfrutamos del arte de la viñeta. Una experiencia que, sin embargo, y a pesar de lo que pueda aparentar en un primer vistazo, es enormemente accesible para cualquier tipo de lector, tenga las horas de vuelo que tenga en esto de leer cómic.

En definitiva, Martin Panchaud demuestra conocer muy bien la importancia de la imaginación de sus lectores a la hora de rellenar los espacios vacíos que caracterizan cualquier historia (ya decía Wolfgang Iser aquello de que «todo relato es incompleto por su propia naturaleza»), y su puesta en práctica no puede ser más satisfactoria. Si cuanto más ponemos de nuestra parte, más personal es la historia para nosotros (más resuena con nuestra propia vida), Panchaud ha querido regalarnos esta experiencia por completo. Y lo consigue. Vaya si lo consigue.

 


EL COLOR DE LAS COSAS
Martin Panchaud
Traducción de Xisca Mas
RESERVOIR BOOKS
(Barcelona, 2024)
240 páginas
29,90 €

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*