Ijon II daba por supuesto que Ijon I sabía dónde estaba Chess, e Ijon I daba por supuesto que lo sabía Ijon II. Y los demás miembros de la conjura solariana daban por supuesto que un Ijon u otro, o ambos, lo sabían. Así que fue una sorpresa general —y un serio motivo de preocupación— descubrir, en la siguiente reunión del comité de emergencia, que nadie tenía ni idea de dónde estaba el gato solariano.
—¡Y se llevó mi astronave! —se quejó Ijon II.
—Eso es lo de menos —replicó Ijon I—. Se ha llevado algo mucho más importante: nuestro secreto.
—Es tu engendro, deberías tenerlo controlado —le reprochó Cuasitodo a Ijon II, que respondió airado:
—Tú eres el engendro de Doc y no parece que te controle mucho.
—Calma, calma —intervino Casandra—. Nadie es el engendro de nadie y nadie es responsable de la conducta de seres que escapan, no ya a nuestro control, sino incluso a nuestra comprensión.
—Tienes toda la razón —convino Ijon I—. Ni siquiera yo, que tengo mucha más información que vosotres, entiendo casi nada de lo relacionado con Solaris.
—Tal vez yo pueda ayudaros —intervino Neurénula—. Al igual que Chess, soy en cierto modo hija de Ijon II y del mar de Solaris, y percibo en mí ambas naturalezas. Y puedo aseguraros que mi parte solariana es, con mucho, la más fuerte, así que es muy improbable que Chess haga algo inadecuado, a pesar de su inestable parte humana. Yo solo me preocuparía por lo que le pueda pasar, no por lo que pueda hacer.
Tras la intervención de la niña, se disolvió la reunión y la Taberna Flotante quedó silenciosa y desierta. El tabernero se disponía a acostarse (de noche el reservado se convertía en su dormitorio) cuando oyó unos golpecitos en la puerta. Era Chess.
—¿Dónde te habías metido? —dijo escuetamente el tabernero.
—Estaba buscándote —contestó el gato solariano.
—¡¿Qué dices?! Pero si no me he movido de aquí.
—Pero yo creía que estabas en la Tierra.
—No entiendo nada… Hace siglos que no voy por la Tierra.
—Siglos, sí, ahora lo sé.
El tabernero sintió un escalofrío al atisbar las implicaciones de aquella frase.
—¿Qué has averiguado? —preguntó tras una tensa pausa.
—Que salvaste la vida de Ijon I y él salvó la tuya. ¿Cómo es que no te ha reconocido? Y tú tampoco lo reconociste a él, al principio.
El tabernero se apartó de la puerta e invitó a Chess a entrar con un gesto de la mano. El gato fue hasta la barra y se subió de un salto a un taburete.
—He cambiado mucho desde nuestro primer encuentro —explicó el tabernero con una cansada sonrisa—. E Ijon también; estaba muy delgado, y tenía el rostro desfigurado a causa del accidente de su astronave.
—Según tu biografía oficial, falleciste a los ochenta y cuatro años, a principios del vigesimoprimer siglo terrestre.
—Y, de hecho, llegué a morir, o eso creo, tras una larga enfermedad cardíaca. Ijon me revivió y me puso un corazón nuevo. Uno muy bueno, a juzgar por los resultados. E hizo algo más con mi organismo, pues empecé a rejuvenecer hasta estabilizarme en mi aspecto de los cuarenta años, pero más alto y más guapo… ¿Cómo lo has averiguado?
—Es una historia larga y complicada, Staszek. Como tu vida. Como tus dos vidas.
¡Qué feliz coincidencia…! La foto que ilustra esta entrada (de Lem ya mayor con un muñequito astronauta) es la que inspiró mi cuento «La visita», para el libro «Escritos de otro mundo», de Kalandraka, publicado hace un par de años. En mi cuento, Lem, de joven, se encuentra con un muñequito que es el avatar de Ijon Tichy, que le confiesa la existencia de Solaris y que le inspira parte de su obra en sus comienzos como escritor. Creía que esa foto era casi desconocida y mira tú por dónde aparece…
Más feliz que coincidencia: al ver la foto, me acordé de tu cuento. Y puede que alguno de los parroquianos de la TF también lo haya leído.
Pues sí, y disfrutado! Una muestra más de la multiplicidad solariana que nos aqueja a cada vez más terrícolas…
Y esto no es más que el principio, Mou Gonza. Ve abrochándote el cinturón de inseguridad…
Me encanta el nombre del tabernero y su digievolución inversa hacia los cuarenta. Me muero de ganas de saber de quién es su nuevo (o viejo según cómo se mire) corazón.
Será artificial y pluscuamperfecto, supongo. Y a medida.
Disponer de la TF por entregas y con comentarios depara agradables sorpresas: «La visita» ha sido una lectura muy interesante.
¿Dónde lo has leído?
Ayer me compré el libro «Escritos de otro mundo». Tengo la suerte de tener una librería muy buena cercana al lugar donde trabajo. Aunque no lo tenían, me llegó al día siguiente de pedirlo.
Ya. Creía que lo habías pillado en la red, lo que permitiría colgarlo en el blog. Pero ya le he pedido a Ric Ric que haga algo al respecto, y está en ello.
Perfecto. Quizá pueda incluir la ilustración que cierra el cuento, que es muy buena.
En ello estoy, hablando con la editorial, y a ver si no ponen pegas y cuelgo en mi página cuento e ilustración. Gracias por tu compra, PFIJO.
Gracias a ti, Ric. He disfrutado mucho leyéndolo.
Habrá que introducir en el universo TF a un Ijon miniaturizado, tal vez después de darse un chapuzón en el océano solariano…