Horas críticas

«Los hechos casuales», de Juan Carlos Botero: minucias fortuitas que cambian el rumbo de una vida

El azar, la suerte, la fortuna, el destino, la casualidad: conceptos abstractos e inmensos que utilizamos, quizás en exceso, para referirnos a todo aquello que nos llega sin previo aviso. Siempre desconocemos su porqué y no tenemos idea de lo que nos deparará el menor de los gestos. El escritor y columnista Juan Carlos Botero (Bogotá, 1960) vuelca en las páginas que titula bajo el nombre de Los hechos casuales una historia de amor, de amistad, de fortaleza y de superación. Pero también de culpa y violencia. Después de su última publicación, El arte de Fernando Botero, de 2010, el escritor apuesta por nadar en sus recuerdos durante casi diez años y aprovechar sus propias vivencias para hablar sobre cómo el acto más insignificante —aparentemente— puede desencadenar una tragedia o, por el contrario, la mayor de las fortunas.

Es curioso pensar cómo nos exponemos de manera constante a estos factores. Cómo nos enredamos en el juego y acabamos siendo la mano que mueve los hilos. Esto me recuerda a la película de Eric Bress y J. Mackye Gruber El efecto mariposa (2004). Una historia protagonizada por, entre otros, Ashton Kutcher, cuyo personaje rompía irremediablemente, sin quererlo, el pulso constante del tiempo detonando una catástrofe tras otra. Cierto es que la historia de Botero no es tan trágica como la película norteamericana. El autor colombiano deja la puerta abierta a la posibilidad de que el azar traiga fortuna; como, por ejemplo, conocer a la persona que puede salvarnos de nosotros mismos. Ahí es nada.

Rafael, un historiador de clase media y padre de familia, y Sebastián, un empresario de éxito marcado por su pasado, son los protagonistas que construye Botero. Dos figuras, tan opuestas como complementarias, que se turnan adoptando la voz narrativa para conseguir un relato lleno de matices. La historia reciente de Colombia delimita el contexto en el que caminan nuestros personajes, convirtiéndose incluso en una tercera voz protagonista. El hijo del artista Fernando Botero, pintor emblemático fallecido recientemente, sabe bien qué significa vivir en una tierra llena de hostilidades, violencia y corrupción.

Los años ochenta y noventa del pasado siglo y los primeros diez del siglo XXI fueron tiempos convulsos en Colombia. Las convicciones y los radicalismos triunfaban entre las élites políticas del país, acentuando las desigualdades entre clases sociales y sacando a la superficie el poso más oscuro de la condición humana. Tanto fue así que, como el protagonista, Botero también se vió obligado a emigrar y dejar atrás, al menos por un tiempo, su tierra. Pero abrazó siempre sus raíces. El asedio del yugo español, el atentado contra Simón Bolívar, la masacre en el Palacio de Justicia, la muerte de Rodrigo Lara a manos del cartel de Medellín liderado por Pablo Escobar, la tragedia de Armero, la presidencia de Belisario Betancur y otros hechos históricos son el escenario que recupera el escritor para no olvidar jamás el dolor de su país.

Atrapado en ese clima incierto, Sebastián, tal y como se sincera en un pasaje de la novela, solo quería sentir: «Deseaba experimentar cosas simples y elementales […] pero al mismo tiempo vitales y necesarias». Conocemos a un personaje rehén de la culpa. Una culpa individual que nace desde el fallecimiento de su madre, pero también carga con el peso de la culpa colectiva que azota a la sociedad colombiana. Un sentimiento que lo acompaña desde pequeño, pero a pesar de la crueldad que supone una mancha tan significativa en la infancia, no deja que sea motivo de tornar a una moralidad cuestionable y dudosa.

La narración de Botero supone una lectura luminosa enraizada en la autoficción y la cercanía del escritor con los hechos. Una vez más, la infancia es ese momento en el que los sentimientos y las emociones comienzan a moldearse, a identificarse. La inocencia permite descubrir al otro sin etiquetas ni prejuicios. La amistad de hace treinta años vuelve al presente de la forma más inesperada y se materializa en forma de admiración, curiosidad y extrañeza. A partir de una coincidencia en el Teatro Colón de Bogotá, el autor juega con el pasado, el presente y la variabilidad de voces narradoras para conocer a ambos personajes desde lo más profundo de las entrañas. El tiempo ha dejado huecos vacíos, como la sinrazón de la arruga en los párpados, los pliegues de la boca, las marcas físicas de quien ha sufrido. Todo ello se ha de llenar para perder la extrañeza y recuperar la familiaridad del rostro amigo.

Botero no olvida la inmensa responsabilidad de los medios de comunicación, los grandes altavoces de nuestra realidad actual, y cómo estos son los estandartes que marcan irremediablemente las perspectivas que compartimos como sociedad: «Las buenas noticias son sepultadas bajo el alud de otras tragedias, todas igual de horrendas, y nadie parece escandalizarse». Así denuncia el escritor bogotano la normalización de las desgracias que se transmiten a través de atroces imágenes y duras palabras, con las que nos bombardean diariamente. Exponerse a tal nivel de dolor hace que perdamos la perspectiva de la gravedad de los hechos, convirtiéndonos en meros espectadores y volviéndonos cada vez más insensibles ante las mayores masacres de nuestro tiempo.

 


LOS HECHOS CASUALES
Juan Carlos Botero
ALFAGUARA
(Barcelona, 2023)
560 páginas
20,90 €

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