La Taberna Flotante

La forma azul

Taberna Flotante #16

«Breathing Blue» (2020), de Anish Kapoor. / © Composition Gallery

El barbudo hombretón de cabello oscuro —y aún más oscuro pasado— al que llamaban Barbanegra, tras salir de los lavabos se acercó a la barra y preguntó:

— ¿Ha venido por aquí algún no-humano últimamente?

— No, que yo sepa —contestó el tabernero—. ¿Por qué lo dices?

— Porque dentro de un inodoro hay algo que no puede haber salido de unas entrañas como las nuestras. Y además, o yo estoy muy borracho, o ese truño alienígena se mueve.

— Voy a ver —dijo el tabernero disponiéndose a salir de detrás de la barra; pero Barbanegra lo contuvo con un gesto de la mano.

— No hace falta que vayas —dijo—, ya viene él.

Procedente de los lavabos, se arrastraba por el suelo un pequeño bulto azul luminiscente de borroso y fluctuante contorno, que producía en quien lo contemplaba la desazonadora impresión de no lograr enfocar la vista. Uno de los presentes, sobresaltado, dejó caer el vaso que tenía en la mano y su contenido se derramó cerca de aquella cosa reptante, que inmediatamente cambió de dirección y de forma para situarse encima de la cerveza vertida y absorberla como una esponja.

— Que no cunda el pánico —dijo el tabernero en voz alta—. Es una… criatura inofensiva.

Y acto seguido, con una rapidez de reflejos que le había salvado la vida en más de una ocasión, cogió un cubo y una fregona y capturó a la fluctuante entidad.

Al día siguiente, la luminiscente forma azul, instalada en una gran pecera esférica convertida en terrario, era la nueva atracción de la Taberna Flotante. La esfera de cristal estaba llena hasta casi la mitad de tierra, un suelo fértil que los parroquianos regaban de vez en cuando vertiendo un chorrito de cerveza por la abertura superior, lo que provocaba vistosas contorsiones en la proteica criatura.

— ¿Tienes alguna idea de cómo llegó eso aquí? —preguntó señalando la pecera con aprensión el veterano astronauta que se hacía llamar Capitán Dorian.

— Es evidente que lo trajo Ijon Tichy dentro de su vejiga —contestó el tabernero—. Recuerdo que antes de marcharse pasó por los lavabos.

— Pero, si procede de una meada contaminada, eso debería ser amarillo, como la forma que vio Arno en el desierto.

— Tichy venía con sed atrasada y se tomó cinco jarras seguidas, y mi cerveza tiñe la orina casi tanto como el azul de metileno.

— ¿Has dicho cinco jarras seguidas? —exclamó Dorian con asombro—. Ni yo soy capaz de trasegar tanto.

— Cinco, sí —ratificó el tabernero—. Y se marchó sin pagar.

— Cuánta ingratitud —dijo acercándose a la barra un recién llegado, que resultó ser el mismísimo Ijon Tichy—. ¿Te parece poco pago esa maravilla luminiscente por un litro de cerveza? —añadió señalando la pecera.

— Vaya, sigues vivo —ironizó Dorian—. Y tienes buen aspecto. Casi tan bueno como tu meada azul. Te ha sentado bien ese trozo de océano viviente que te tragaste.

— Estoy mejor que nunca —aseguró Tichy—. Tenías razón, tabernero, no es una posesión sino una simbiosis. Yo le sirvo de vehículo y de observatorio, y ella cuida de mi salud física y mental.

— ¡¿Ella?! —exclamó Dorian.

— Supongo que es puro antropocentrismo atribuirle un sexo o un género —dijo Tichy encogiéndose de hombros—. Pero es tan maternal…

2 Comentarios

  1. Jaime Escutia

    A Stanisław Lem le habrían encantado tus relatos de la taberna!

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