Ficción

El parto

«Hécate: procesión a un sabbath de brujas» (c. 1620), de José de Ribera. / © Wellington Collection

Las estrías de su panza desgarraban bruscamente la piel. Su ombligo botado bailaba cada vez que una contracción le agitaba el útero. El sudor que le recorría la frente brillaba como diamantes con el reflejo de la luz dorada, y el dolor le deformaba la cara. La mujer, recostada en la hierba silvestre, pujaba con todas sus fuerzas mientras la Sabia del Akelarre miraba entre sus piernas esperando que la cabeza del niño se asomara por el dilatado cérvix. A su alrededor, el resto de las brujas le cantaban tomadas de las manos a Hécate.

Diosa de la noche,
Escucha nuestra voz
Y guíanos hasta tu luz.
Bendice esta tierra,
Purifica este vientre fértil
Que dará vida en abril.

El sol comenzaba a desvanecerse y los gritos de la mujer aumentaban con la oscuridad. Poco a poco, la noche sin luna apareció, así que las brujas rasgaron sus faldas para hacer con ellas antorchas. La Sabia limpió su mano para sentir al bebé que seguía sin moverse.

— No siento la cabeza. El bebé viene al revés —dijo, mientras con sus dedos bañados en sangre tocaba el vientre de la mujer.

— Tendré que moverlo. Y va a doler.

Mirándola fijamente, le tomó la mano con firmeza y la besó antes de soltarla. La Madre asintió y cerró los ojos lo más fuerte que pudo. La Sabia tomó la panza y con toda su fuerza empujó el cuerpo del no nacido para girarlo. Todas a su alrededor podían sentir el dolor de su hermana. Y cuando la piel se les erizó, cantaron tan fuerte que los nidos de los árboles se cayeron. Pero fue en vano. La cabeza del bebé seguía apuntando al corazón.

— Hermana, ven. Toma mi lugar unos minutos.

La Sabia se levantó de la tierra y le pidió al resto que vinieran con ella. Caminaron dentro del bosque hasta que estuvieron lo suficientemente lejos para que no las escucharan.

— Es inevitable, nuestra hermana va a morir hoy. Hécate nos advirtió que si el niño nacía bajo una luna nueva, sangre veríamos correr.

— Pero no tenemos por qué temer, es parte del destino y es nuestro deber cumplirlo.

Las brujas que rodeaban a la Sabia se voltearon a ver unas a las otras y con lágrimas en los ojos balbucearon al mismo tiempo una plegaria a la madre tierra. Cuando regresaron al lugar de parto, formaron nuevamente un círculo. La Sabia se acercó a la Madre y le pidió a quien cuidaba de ella que le preparara un poco de láudano.

— Hermana, llegó la hora.

— ¿Has visto la cabeza? —dijo la Madre con voz entrecortada por el dolor.

— No, hermana. Tendré que abrir tu carne para sacar al bebé.

En cuanto escuchó esas palabras, la mirada de la madre se relajó. Miró a su clan y entendió lo que eso significaba.

— La profecía se cumplirá —susurró.

La bruja que preparó el láudano llegó y se arrodilló junta a ella para darle a beber el té. En ese instante, todas se acercaron y la ayudaron a sentarse. Una comenzó a trenzarle el pelo. Otra secaba el sudor de su frente con un pedazo de tela. Le trajeron un poco de agua, la volvieron a recostar en la tierra y levantaron su vestido para descubrir el vientre. Tomaron su lugar en el círculo y cantaron:

Hécate, diosa de la noche,
Escucha nuestra plegaria.
Toma nuestro sacrificio.
Que el vientre que hoy te entregamos,
Renazca en la tierra.
Viva en una estrella.

La Sabia sacó de su bota un pedazo de hierro que tenía preparado. Lo purificó con un conjuro y comenzó a cortar. El sonido del bosque se inundó de dolor y la tierra comenzó a oler a sangre. La madre gritó hasta que se desmayó.

— ¡Alguien sujétela! —gritó La Sabia.

Tres brujas tomaron el cuerpo de la Madre con las entrañas expuestas. La Sabia desgarró la placenta y sacó al bebé con un cuidado casi sagrado. En ese último instante de vida mutua, la Madre abrió los ojos y vio la piel morada de su primogénito. Con su último aliento, pidió sostenerlo. Lo tomó entre sus brazos, volteó a ver a la oscuridad y murió.

El bebé lloró.

 


Con la colaboración del Máster en Creación Literaria de la BSM-UPF, dirigido por Jorge Carrión y José María Micó, quince años formando a escritores de España y América Latina. Más información aquí.

Helue Santillán Lara nació y creció en la Ciudad de México. A la fecha es la directora creativa de Telokwento, un medio digital donde se especializa en crear y aplicar estrategias para redes sociales. Además, gracias a su formación como comunicóloga, ha tenido la oportunidad de trabajar como copywriter para campañas de publicidad y redacta notas web sobre entretenimiento y cultura. Junto con la escritura y lectura, la fotografía (análoga y digital) es su pasión. Actualmente cursa el Máster de Creación Literaria de la UPF-BSM.

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