Horas críticas

Libros de la semana #117

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

Mujeres solas, de Takako Takahashi (Hermida Editores)

En el primero de los cinco relatos de este libro, el que le da su título original Ronrii ûman («Mujer solitaria»), la protagonista encuentra un antiguo periódico que habla sobre un cierto tipo de mujeres que vagabundean solas por las calles de Londres, como ajenas al mundo, y que pese a no formar un grupo social diferenciado, son conocidas con ese apelativo. Mujeres solas, originalmente publicada en 1977, retrata a mujeres que, en una sociedad japonesa marcada —a fuego— por las convenciones y la observación de las formas y las costumbres, han quedado al margen, han decepcionado a alguien o han percibido algo que no debían: sus anhelos, sus recuerdos, sus sueños y también sus pesadillas, en ese deambular desesperadas por un escenario que les exige silencio y sumisión, toman el control de estas historias y conducen al lector hasta regiones fascinantes, inquietantes e insospechadas. Así recibe el personaje principal de la primera historia la noticia de un pirómano de escuelas en medio de una dura sequía: «De ese cielo de un azul sin mezcla, tan perfecto y brillante que parece que lo hayan pintado al óleo, emerge de pronto una voluntad, como recortada a tijera en ese cielo, y comienza a extenderse, con el don de la ubicuidad, por todas partes. Eso nace y penetra con sigilo en el ánimo de todos, de cada persona a la que no le llega la lluvia. Se mezcla con la gente y la habita». Da igual que llegue envuelta en llamas, hay voluntad en esa acción, y ya basta para romper con la forzada armonía, el desasosegante equilibrio. Takako Takahashi (1932-2013), de cuya muerte pronto se cumplirán diez años, acostumbró a reflejar a las amas de casa japonesas en su sensación de extrañamiento o enajenación, una inadaptación que las lleva a transgredir —aunque sea de pensamiento— los roles de esposa o madre que se les han asignado y fuera de los que no son consideradas nadie. Las mujeres de este libro, cuyas historias de dolor y abandono se entretejen en un extraordinario tapiz, ponen en riesgo su propia identidad o su existencia para salvar el abismo que las separa del entorno y las deja a la intemperie. Entre la visión surrealista y la mirada feminista, la autora nipona muestra la cara oculta de un mundo obsesionado con el éxito, deshumanizado, en el que la soledad de las mujeres se desplaza y agranda bajo el ritmo plúmbeo de la cotidianidad. De ese contexto, repetitivo como la prosa de Takahashi, brotan acontecimientos perturbadores o que, más bien, evidencian lo perturbador de la realidad sobre quiénes somos: «La gente piensa que muestra en todo momento la cara que considera su rostro característico. Imagina que la cara que ha visto e identificado por la mañana en el espejo es la que continúa teniendo a lo largo del día». Pero a veces, esas máscaras se caen, a menudo cuando quienes las portan se ven tan solas como estas mujeres, incapaces ya de aguantar tanta farsa grotesca.


Granta en español: Perú, de VV. AA. (Vegueta)

En uno de los textos de este compendio, la poeta Ana Varela Tafur cuenta cómo su abuela pudo escapar de la caza de indios a principios del siglo XX en un recorrido fluvial: «En mi adolescencia leí literatura peruana en libros de la escuela secundaria. Con aquellas voces escritas en un río distinto navegaba la abuela y su rostro que ya no era ajeno. […] Habían bastado ciertas lecturas y las narraciones maternas para alucinar que la abuela quiso vivir en una ciudad inventada sin patrones ni látigos. […] Precisamente por su pasado nebuloso y la imaginación desmesurada de mi madre, la jovencita Ana fue convirtiéndose en una versión del poema simbolista La niña de la lámpara del poeta José María Eguren». El número 25 de la revista Granta en español se celebra con un homenaje a Perú y a sus muchas voces escritas en un río distinto, navegando por los mitos y la violencia, el desierto y sus secretos, la selva y sus lenguas primigenias, la dictadura y los sueños, los cantos sagrados y los cuentos milenarios, la diáspora y las narrativas telescópicas. Aquí confluyen las aguas apalabradas, en forma de crónica, relato, confesión, conferencia o reportaje, de autores tan representativos como Jaime Rodríguez Z., Katya Adaui, Ch’aska Eugenia Anka Ninawaman, Joseph Zárate, Rosa Chávez Yacila, Fietta Jarque, Claudia Salazar Jiménez, Santiago Roncagliolo o Patricia de Souza, entre un total de 22 firmas invitadas, más otras veinte que en el apartado Sabor es Saber son preguntadas por sus «asombros gustativos» en torno a la cocina peruana. El texto introductorio de Valerie Miles nos trae a la mente que hace unos meses se trasladó la sede del X Congreso Internacional de la Lengua Española de Arequipa a Cádiz por la inestabilidad en el país andino (aunque se prevé que lo acoja en 2025): «La literatura nace del conflicto, porque somos conflicto. De la necesidad de describir lo inapelable, lo que no entendemos, lo que no deberíamos entender nunca. Y de los poderes mágicos de la imaginación, de su función proyectiva». Por eso, sostiene Miles, es pertinente conocer qué historias se cuentan hoy en Perú, para que el presente, una vez pasado, nos hable del futuro. Y no obstante, en esta panorámica también hay conciencia de las dificultades y contradicciones de encapsular la idea de todo un país, una cultura amplísima, en un solo —aunque generoso— volumen. Como escribe Marco Avilés: «Los dilemas sobre quiénes encajamos o no en los estereotipos raciales de la identidad nacional, y cómo y cuándo encajamos en ella, son parte de la áspera vida en América Latina. Palabras como […] peruanidad parecen constelaciones ocultas que los sabios, políticos, poetas, artistas, científicos sociales, han intentado interpretar para distinguir y explicar nuestras repúblicas. Para bien o para mal, intentar definir una esencia nacional es inventarla». Lo que está bien de este valioso número de Granta en español es justo eso, que lo que se cuenta de Perú, aun siendo cierto, es pura invención, pura literatura en su expresión más urgente del pasado y del futuro.


Pájaro de tormenta, de Vanesa Pérez-Sauquillo (Hiperión)

Este volumen reúne cinco poemarios de su autora, desde su debut con Estrellas por la alfombra (2001, Premio Antonio Carvajal) hasta El dado azul (2007), del que solo se editaron 21 ejemplares. Justamente es el difícil acceso o la descatalogación de estos y los otros tres libros en medio —uno de 2002 y otros dos de 2006— lo que ha motivado esta recopilación de Hiperión, que Luis Bagué Quílez bautizado en su prólogo como El ciclo de la rabia de Vanesa Pérez-Sauquillo (Madrid, 1978); rabia que asemeja, según el prologuista, «una flor carnívora y extraña, con injertos de sueños perdidos, desengaños barrocos, pétalos arrancados y alas rotas». Una palabra que aparece con cierta insistencia en estos versos: «donde la rabia tiene su raíz / —flor que crece al peligro, que crece / como nace, donde el peligro / es flor y está en la altura—, / en lo más escarpado de la casa, / al pie de la raíz y la buhardilla / se duerme una mujer. Una mujer / que vive como duerme, vive / y duerme mirando hacia el pasado / y todo lo hace a solas». Se pasean por las páginas de Pájaro de tormenta, que abarca siete años de poesía, los vaivenes del desamor y su contrario («El agua de tu cuerpo / se hace arena / bajo mis dedos tibios»), la urgente —por entonces— necesidad de saber quién se es («Que sé que ya mi nombre / no asoma a las palabras») aunque decirlo aún sea un riesgo («Hoy que tengo rugientes las palabras / no vengas a mi casa»), las imágenes desatadas de color y textura («oxidadas y hambrientas / van a ti mis arterias»), las voces de otro tiempo como la de Billie Holiday («a bordo de los nudos de esa garganta / seca y dolorida»), la imposibilidad de asentamiento («fingiendo / nuestro papel a solas, / igual que una pared») o la verdad de lo soñado en plena vigilia («Reconozco que los mejores sueños / surgen cuando me hablan / y no escucho»), entre muchísimos otros temas de lo invisible y lo inaudito pero vívido como el rojo de una abertura en el pulgar, se exploran en un estilo que se mueve entre el minimalismo y el expresionismo, pero que más allá de lo formal es la plasmación de una fuerte (auto)conciencia. Por aquí andaba una autora que más tarde ganaría el prestigioso Premio Ojo Crítico y se dedicaría también, con profusión y esmero, a otros sueños y otras verdades, los de la literatura infantil y juvenil, no tan ajenas a estas páginas: «El corazón de los valientes quema. / ¿Y mi corazón, mamá? / El tuyo está enterrado en el jardín del gigante sin corazón. / ¿El de papá?». Su herencia de aquellos años es la destilación de un panteón particular por el que desfilaron Luis Cernuda, Paul Valéry, Dylan Thomas, Nicanor Parra y hasta Emil Cioran, del que se cita un aforismo de Ese maldito yo: «Evitemos exigir demasiado a las palabras», escribió el escritor de Rasinari. Parece demasiado tarde, leyendo la poesía rabiosa, mordiente y venida a más que Vanesa Pérez-Sauquillo concibió a comienzos de este siglo, al que le falta algo de aquel atrevimiento feroz de la autora.


La colina de Watership, de Richard Adams (Austral)

«Ya no quedaban primaveras. En la linde del bosque, donde el terreno se abría y descendía hasta una vieja valla y una zanja llena de zarzas, solo unos pocos pálidos retazos amarillentos asomaban aquí y allá entre el mercurial perenne y las raíces de los árboles. Al otro lado de la valla, la parte alta del campo estaba plagada de madrigueras de conejo». Así comienza esta novela cuyos protagonistas son estos mamíferos lagomorfos y a los que aquí se da voz, cultura, literatura y mitos propios. Sobre La colina de Watesrhip se tiende a advertir que, pese a estar encuadrada por lo general en secciones de narrativa infantil, se trata de una fábula compleja, metafórica y profunda; pero lo que quizá se olvida es que muchos cuentos para niños son así y que todos deberían serlo, hasta cierto punto o en diferentes capas. No en vano su autor, Richard Adams (1920-2016), concibió la historia como forma de amenizar un largo trayecto que realizaba por Stratford-on-Avon junto a sus hijas Juliet y Rosamond, a las que dedicaría el libro. Por eso es de celebrar que, en estos tiempos tan dados a suavizar los relatos para la gente menuda, Austral haya recuperado de forma reciente, aprovechando el 50 aniversario de su publicación original, este clásico de la literatura contemporánea —sin más etiquetas—. En efecto, la obra de Adams contiene una mirada penetrante sobre las aristas del comportamiento humano, su vocación destructora y sus ansias de poder y, de nuevo con especial resonancia en nuestro presente, una avanzada reflexión en torno a nuestra relación con el medioambiente. Su condición adulta no se esconde, como se aprecia en las citas que preceden cada capítulo, de clásicos como Jenofonte, Shakespeare, Yeats, Tennyson, Auden, Blake, Dostoievski, Platón, Dylan Thomas, Graves, Austen, Carroll… y ya desde la cita inicial del Agamenón de Esquilo: «¿Por qué gritáis así, si no es por una visión de horror? / La casa apesta a muerte y sangre derramada. / ¿Y qué? Solo es el olor del altar del sacrificio. / El hedor es como un aliento de la tumba». En realidad, este sombrío prefacio solo apunta a la dimensión profundamente humanista de La colina de Watership. A los peligros y los riesgos del periplo emprendido por sus bigotudos protagonistas, el escritor inglés añade desenfado y la magia de las historias que se cuentan dentro de la historia principal. Pero, si algo ha atraído y emocionado a tantísimos lectores a lo largo de las décadas y le ha hecho conservar su vigencia es el estilo: la novela tiene su propio lenguaje ficcional, que es de alguna manera el lenguaje del campo, de sus bosques y sus árboles y del sol y las nubes que los bañan. Una prosa plena de fuerza, poder de evocación y melancolía, que exhibe una inédita conciencia —existencial— de nuestro tóxico e ignorante antropocentrismo: «Cómo juzgan los conejos el paso del tiempo es algo que los seres humanos civilizados hemos perdido la facultad de comprender. Criaturas que no tienen relojes ni libros poseen incontables conocimientos sobre el tiempo y el clima; y también sobre la orientación, como sabemos por sus extraordinarios viajes migratorios». Si quiere usted mudar la piel, en más de un sentido, le aconsejamos que se sumerja en esta deliciosa, insustituible lectura (que debería ser) para todos los públicos.

Un comentario

  1. Pingback: Vanesa Pérez-Sauquillo » Revista Mercurio

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