Crónicas en órbita

Sevilla, ciudad del agua, ciudad fresca

Baños de María de Padilla, Sevilla. / Foto: Mick Haupt

¿Qué hay más famoso que el calor sevillano? No los múltiples recursos de agua que dentro y fuera de la ciudad permiten disfrutar del verano, ahora que somos uno de los destinos turísticos más frecuentados del mundo. Por eso, y sin renunciar a lo muy conocido, las piscinas públicas, el frescor de nuestros parques y fuentes, o el que sube de las orillas del Guadalquivir, este es un recorrido para disfrutar de nuestra identidad veraniega. Desde el centro hacia fuera, sin ponernos más límite que unos pocos kilómetros hasta recodos naturales a los que podemos llegar en una hora, para ir y volver no ya en el día, sino en la escapada de una mañana o una tarde. Celebrando también esta forma de relacionarnos con el agua que está tan absolutamente ligada a nuestros orígenes de urbe hispanomusulmana, como a cada uno de los hitos que a lo largo de nuestra historia han tenido su origen en ella.

Las autoridades de Al Ándalus llamaron al agua bendición de Alá, y acto piadoso y benéfico, merecedor de recompensa divina: proveer de agua a sus habitantes. Hasta la casa sevillana más humilde tenía su aljibe, aprovisionado por la lluvia desde las azoteas, pasada por un filtro que se limpiaba periódicamente. Además del abastecimiento que llegaba por los acueductos hasta muchos rincones de la ciudad. Al Saqundi, cronista del XIII, dejó dicho que en la mayoría de casas sevillanas no faltaba ni el agua corriente ni los naranjos, limoneros, limeros y cidros frondosos. De aquella tradición nos queda, en los Jardines de la Buhaira, una alberca junto al palacio, construida por el mismo maestro que erigió la Giralda, para que el califa Yúsuf I entretuviese sus meses de verano allí, pescando carpas.

Ahora no llevamos ni cien años en una nueva relación con el agua, nadando, exhibiendo nuestro cuerpo en público, recibiendo el sol en la piel y refrescándonos. Es una cultura mundial relativamente nueva, que en Sevilla se concreta en esos parques de atracciones donde las piscinas son protagonistas. Agua Mágica, muy cercano al centro, cuenta con la gran piscina de Arrecife, y las olas de Playa Quetzal, además de la opción de subirte en flotadores y elegir entre el infarto descendiendo por toboganes o el relax acuático flotando y dejándote llevar. Lo mismo puedes hacer al este de la ciudad, en Guadalpark, donde se llega desde el centro con el autobús 17.

Jardines del Real Alcázar, Sevilla.

No somos tampoco originales cuando asociamos música y verano, canciones y piscinas, o los auriculares en las orejas mientras paseamos por los espacios verdes de Sevilla. En el siglo XVII proliferaron por todo el país las fuentes órgano, que fue una manera de llevar música a los jardines. Llegadas por influencia del Renacimiento italiano desde el entonces español Nápoles, aquí es el agua la que los hace sonar, como el viento a sus equivalentes de iglesia. Uno de los tres últimos aún suena cada hora, y no por casualidad lo hace aquí, en el Jardín de las Damas, dentro del Real Alcázar de Sevilla. Es la Fuente de la Fama.

Durante mucho tiempo tuvieron en Sevilla los aguadores, gremio encargado de repartir agua para beber y cocinar por la ciudad, su muelle reservado en el Guadalquivir. Los barqueros tenían prohibido acercarse, también las mujeres hacer la colada en sus cercanías, y así mismo se penaba el arrojar basuras. Todo para no ensuciar la pureza del agua destinada al consumo humano. Y es que la corriente del Guadalquivir, que hoy vemos mayoritariamente vacía, estuvo durante siglos atestada de todo tipo de embarcaciones, y moverse por su cauce era tan natural para los antiguos sevillanos como para nosotros llenar de coches el asfalto.

Hoy el uso del río es más lúdico, y el Guadalquivir se ha convertido lo mismo en un lugar para hacer deporte que para disfrutar experiencias. Pero también es una opción veraniega para conocer la ciudad desde el punto de vista que tuvieron todos los que tenían en el río un medio de vida y de transporte. Remar en kayac o avanzar en paddle surf son actividades accesibles, que no requieren especial condición física en unas aguas tan tranquilas como estas, y la edad tampoco les pone un impedimento. Divertirse en grupo, en pareja o a solas sin que mojarse sea un problema, gracias a ese clima que en pocos minutos deja tu ropa seca. Pero si aún así eres un tiquismiquis, o te gusta el postureo instagrameable, también puedes coger un barquito de los que hacen mini cruceros con vistas.

Luz nocturna en el Guadalquivir, Torre del Oro, Sevilla.

Pero Sevilla no es un espacio cerrado sobre sí mismo, sino la extensión de una cultura acuática que respira toda su provincia. Como tantas ciudades modernas, sus habitantes beben de la diversión de los espacios naturales cercanos. Y cuando se trata de refrescarse, hay dos imprescindibles. En realidad hay más, pero estos que elegimos cumplen con la condición de alcanzarse en apenas una hora en coche. El resto ya se hallan a la misma distancia que las playas de Huelva y Cádiz.

Cercanos al pueblo del Ronquillo, aunque en el término municipal de Guillena, están los Lagos del Serrano, bien conocidos todo el año por senderistas y amantes de la bicicleta de montaña. El embalse de Cala cede el testigo a los bañistas en verano, cuando hace demasiado calor para recorrer los alrededores. Una temperatura que resulta ideal para pasarse el día entrando y saliendo de las más que frescas aguas del pantano.

Hay quien prefiere los ríos a los embalses, y para remojarse en ellos pocos lugares reúnen mejores condiciones que las Calderas de Villaverde del Río, en el Parque Fluvial Majadallana. Otro de esos parajes amados por los senderistas, con la particularidad de que las rocas embalsan el río, Arroyo de los Siete Arroyos, en cuatro remansos. Las llamadas calderas, que rematan en su final con una pequeña playa. Piscinas naturales con agua de río.

Caños de Carmona y Alcalá de Guadaira son dos términos tan inseparables de Sevilla como acueducto, y también son reflejo de una de las características que hace a esta ciudad única. Cuando en el resto del mundo la idea de que el agua llegara a las casas aún estaba muy lejos de ser realidad, antes de nuestros grifos, y sanitarios, y duchas, los sevillanos se abastecían con naturalidad de manantiales, aguas y pozos. Permitiendo esa abundancia de vegetación, jardines, naranjos y otros árboles de la que nos habló el cronista Al Saqundi en la Edad Media. Así que de un modo u otro agua y Sevilla son palabras inseparables, tanto como Sevilla y calor o Sevilla y belleza. A jierro.

2 Comentarios

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