Entrevistas

Jose Valenzuela: «La locura surge de una interacción entre nuestra propia biología y el entorno»

Fotos: © Ángel L. Fernández

Jose Valenzuela (Terrasa, 1982) es ingeniero y doctor en Humanidades. Ha trabajado en laboratorios como el Grupo de Nanomateriales y Microsistemas de la UAB y el Grupo de Investigación en Neurociencia y Realidad Virtual (Eventlab) de la UB, en el área de innovación del Hospital Universitari Vall d’Hebron y en la agencia digital VISYON. Valenzuela es experto en neurociencia, literatura y realidad virtual. Trabaja en el Brainlab de la Universidad de Barcelona y escribe en Jot Down Magazine. Su primera tesis doctoral se titula Hacia tierras lejanas. Emoción y cognición en la lectura de ficciones literarias. Un análisis de la narrativa de J. M. Coetzee.

El interés de Valenzuela por las enfermedades mentales se origina en su infancia y, tras publicar Todos nacemos locos (UOC, 2019), un ensayo sobre la locura en el cine, ha publicado de forma reciente el cómic Locura. Un elogio de la diferencia (Norma Editorial, 2023), junto con el dibujante Alfredo Borés. Nos reunimos con Valenzuela en la librería Caótica para hablar de todo lo que le interesa y preocupa, y de cómo sus procesos creativos son a la vez catarsis y aprendizaje antes de transformarse en obra divulgativa.

¿Cómo surge tu interés por los trastornos mentales?

Siempre he tenido una enorme curiosidad por entender cómo funciona el mundo y, en concreto, por cómo lo interpretamos y nos relacionamos con él. Como tantas otras personas, mi primera idea era que la realidad que percibimos es única e inamovible y que no podía haber más interpretación que esa, pero de golpe empecé a leer sobre neurociencia, mente, psicología… y todo explotó por los aires. ¿Cómo podía ser tan diferente la experiencia de unas personas y de otras respecto a la misma naturaleza que nos rodea? Luego te pones a leer a clásicos contemporáneos como Oliver Sacks y compañía, y ya es imposible no querer saber más sobre esas experiencias anómalas de la vida.

¿Está bien usada la palabra «locura» cuando nos referimos a ellos?

Esta es una cuestión interesante. Hay muchas personas que, a día de hoy, creemos que toca resignificar esa palabra habitualmente transformada en un término peyorativo para devolverla a la normalidad. Sin romantizarla ni dramatizarla, solo normalizarla. Dicho esto, hablar de locura es tan amplio que muchas veces dudo de si no habría que buscar todo un arsenal de conceptos para acabar de desglosarla, lo que probablemente nos haría caer en una Torre de Babel 2.0. ¿Es lo mismo la locura propia de quien escucha voces que la de quien experimenta una depresión? Bueno, supongo que en cuanto a experiencia anómala de la realidad, sí, pero no en la naturaleza de esa anomalía. Menudo follón.

¿Por qué «Un elogio de la diferencia»?

Por lo que planteaba antes. Se acostumbra a asociar lo diferente con lo malo, con lo peligroso. En el título hemos querido rendir homenaje a aquel Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam precisamente por el juego de resignificar esa locura a la que se hace mención (en la obra clásica, de tono irónico, iba dirigido a la estulticia, la estupidez) y, de paso, decir que ya está bien de ser despectivos con el diferente. Eso sí, como también apuntábamos antes, tampoco caer en la romantización de estas experiencias, que en muchos casos son verdaderamente traumáticas.

¿Hay una epidemia de trastornos mentales actualmente? ¿Son las personas más débiles mentalmente que hace dos décadas?

Me da miedo hablar de «epidemia», pero sí que es cierto que hay un considerable aumento de casos que debería preocuparnos, despertarnos y obligarnos a ponernos manos a la obra para aumentar recursos, atención e implicación en todo lo relacionado con la salud mental. No hablaría de debilidad por lo que implica ese término, pero me va genial para comentar la naturaleza de cómo surgen estos trastornos. En general, la locura surge de una interacción entre nuestra propia biología y el entorno. Imagina que eres una persona de huesos frágiles. Si te pasas la vida evitando toda actividad lesiva, tal vez disfrutes de un tránsito por este mundo en el que no habrás tenido problemas de ningún tipo. Ahora piensa en si, por ejemplo, a los dieciséis años, esa misma persona decide jugar a fútbol americano. El resultado cambiará por completo. Pues bien, estos últimos años se han convertido para muchos en una superbowl continua: crisis tras crisis tras crisis. También podríamos hablar de otros aspectos del entorno relacionados con la educación. En los últimos años, mi percepción es que hemos virado de un modelo de «adáptate al entorno» a «adapta el entorno a ti». El primero creo que ayudaba a fortalecerse frente a la frustración o aspectos similares, pero a la vez dejaba atrás a quienes no tenían los recursos para llevar a cabo esa adaptación. El segundo modelo, en cambio, permite crear espacios seguros para todas esas personas habitualmente marginadas, pero como contrapartida, creo que ha hecho caer a muchas personas en la idea de que las cosas tienen que funcionar como les gustaría, y no como son. Y, lamentablemente, eso no sucede siempre. ¿Cuál es el mejor modelo? No tengo ni la más remota idea..

La salud mental está en el debate público, ¿crees que hay recursos suficientes en la sanidad pública?

Absolutamente no. Faltan recursos a todos los niveles, lo que es un mal endémico de la sanidad pública (en general) desde hace bastantes años, pero que en salud mental incide con especial virulencia. Falta personal, falta invertir dinero en equipamientos. No puede ser que alguien que necesitaría ayuda semanal, como mínimo, solo pueda acudir a un profesional de la salud mental media hora al mes, con suerte.

¿Por qué le escribes un diario a tu hija Llucia en los interludios del cómic?

El diario nace de dos razones: una emocional y otra práctica. Por un lado, necesitaba expresar mis reflexiones personales dentro de un cómic que pretende no posicionarse hacia ningún lado al hablar con profesionales y usuarios de los servicios de salud mental, y donde tuve claro desde el primer momento que no tocaría ni una coma de sus testimonios. Quería también dejar claro que no tenía nada claro el final del trayecto, y dentro del trabajo divulgativo, quería dejar claro que todo este trabajo tenía un fin más humano que no científico o técnico. Y para qué engañarnos, desde que soy padre, percibo el mundo de manera distinta. Ya no es el lugar donde vivo, es el sitio donde vive y vivirá mi hija, lo que me hace estar mucho más concienciado sobre todo lo que le incumbe.

Luego viene la finalidad práctica: en una primera escritura del guion había mucha más información, era demasiado denso, y tras reescribirlo con Alfredo, hubo datos y cuestiones que me costaba dejar fuera. El diario fue el vehículo perfecto para mantenerlos en el cómic.

Virgilio, el psiquiatra que os acompaña a Alfredo y a ti, ¿es otro loco?

No, es un profesional de la sanidad pública que, de tan cuerdo que es, nos pidió que no pusiéramos su nombre en ningún sitio para evitar represalias de compañeros o jefes. No puedo darte datos concretos de esa persona, pero sí diré que es una de las mentes más preclaras con las que he hablado nunca.

Virgilio es muy crítico con todos los profesionales de la salud mental, ¿a qué se debe?

A que el entorno profesional en salud mental es una constante guerra civil. Odio caer en tópicos, pero es difícil encontrar una unidad de salud mental donde no aparezcan roces entre compañeros por dos motivos principales: que van desbordados y no pueden cargarse con más trabajo, y que a veces los enfoques son diametralmente opuestos. Lou Lubie lo explica de maravilla en su cómic Cara o cruz: ante su trastorno, de diez profesionales a los que debió acudir (me he inventado el número, pero por ahí iba la cosa), le dieron seis o siete diagnósticos diferentes.

¿Cómo conociste a Alfredo Borés? ¿Habéis trabajado bien juntos?

Tuve la suerte de que Norma Editorial aceptara publicar mi cómic sin tan siquiera contar con dibujante ni páginas de prueba. Eso me fue genial para avanzar con el guion hasta completarlo tras la obligatoria fase de documentación y las entrevistas, pero dejó pendiente la labor de encontrar a la persona idónea. Busqué cómics donde se hubiera plasmado la locura de forma sobresaliente y ahí encontré a Alfredo con Las voces y el laberinto, su adaptación de un conjunto de relatos escritos por Ricard Ruiz Garzón. Aquellas páginas me hicieron pensar que él era el indicado. Le escribí, tomamos un café (bueno, yo, un zumo de piña), leyó el guion y, tras un tiempo de reflexión, decidió acompañarme en este viaje. Y hasta hoy.

En cuanto al trabajo en equipo, para mí fue toda una experiencia, ya que era mi primer cómic como guionista. Acostumbrado a escribir en soledad desde la idea al resultado final, aquí tuve que aprender a comunicarme con el dibujante, contrastar ideas, discutir aquellas donde no estábamos de acuerdo… Confieso que al principio nos costó, supongo que también por que no nos conocíamos mucho, pero cuando dimos con la tecla adecuada y hubo más confianza, fue todo como la seda.

¿Por qué viajáis en una barca?

La barca nace de la mezcla entre ese viaje dentro del cómic que tanto remite a la Divina comedia y la obra de La nave de los locos, de El Bosco, que a su vez dicen que remite a La nave de los necios, una obra satírica de Sebastian Brant que, no por casualidad, también influyó en el Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam. Curiosamente, y aunque hay quienes afirman que es una mera metáfora de los tiempos que describían estos autores, Foucault afirma en su Historia de la locura en la época clásica que está basada en auténticos barcos de locos que viajaban entre ciudades llevándose de ellas a los dementes para, digamos, limpiar la ciudad de ellos.

¿Este viaje que realizáis los dos por el mundo de los trastornos mentales estaba en el guion original o lo incorporaste tras empezar a trabajar con Alfredo?

El viaje del guion original era mucho más oscuro. Estaba mucho más pegado a la Divina comedia original y lo proponía como un recorrido por los distintos círculos infernales de la locura, hablando en cada uno de ellos de una de las limitaciones o problemas que tenemos en salud mental hoy en día en este país. Sin embargo, cuando Alfredo lo leyó, vio rápidamente que el tono de la obra con el uso de ese recurso era demasiado negativo, y encontramos una forma mucho más neutra de plasmar el viaje a través de la barca y eliminando casi por completo las referencias a lo infernal o demoníaco (que alguna hay, pero no contaré más).

¿Las historias del cómic están inspiradas en historias reales?

Los testimonios de todas las personas con las que hablamos son reales y no se ha tocado ni una coma en su transcripción al cómic. Para nosotros era muy importante no editar nada para no interferir en sus mensajes e ideas, ya que en algunos casos son muy críticas con algún aspecto de la salud mental. ¡Ojo! He leído por ahí alguna crítica al cómic en que se interpretan dichas opiniones como nuestras, y como he dicho desde el primer día, yo no tengo por qué estar de acuerdo con lo que estas personas nos dijeron, pero debo respetar sus palabras para lograr captar la gran complejidad de argumentos y puntos de vista que existen alrededor de la locura.

En cuanto a la historia con que arranca el cómic, la de ese hombre que trabaja realizando desahucios, sí que es inventada. Necesitaba una primera escena en la que transmitir y condensar las ideas principales del cómic y, aunque inspirada en una historia real, me la inventé para poder adaptarla a lo que buscábamos.

Anteriormente publicaste el libro Todos nacemos locos, en el que narras cincuenta historias de personajes con trastornos mentales en la gran pantalla. ¿Qué has aprendido sobre la locura de un libro a otro?

Curiosamente, el anterior libro lo empecé a escribir una vez ya tenía el primer guion del cómic, y acabó saliendo publicado unos cuantos años antes.

Si tuviera que quedarme con dos grandes aprendizajes, diría que del libro sobre cine aprendí que es muy difícil ser veraz a la hora de hablar de locura cuando quieres lograr desarrollar una trama ficcional que enganche y entretenga. Hay muchas obras que acostumbran a modificar la manera en que funciona algún tipo de trastorno para que resuene mucho más con el tema de la obra, y lo entiendo, sus creadores no creo que lo que pretendan es construir un manual formativo sobre la depresión o la esquizofrenia.

Del cómic me quedo con algo que ya había ido aprendiendo de mis conversaciones con Amalia (que son, a fin de cuentas, el catalizador para que me pusiera a escribir): que no podemos reducirnos a un mero diagnóstico y que si solo se investiga la parte biológica del trastorno, nos estamos dejando una enorme dimensión por explorar, que es la historia del paciente.

En el cómic hay un artículo anexo titulado «La locura de escribir sobre la ídem», donde cuentas tu experiencia como guionista en este trabajo, ¿a qué se debe tanta explicación?

A llenar páginas para que el cómic tuviera un grosor aceptable [risas]. No, en serio, me encanta conocer los procesos creativos que han llevado a los autores a concebir sus obras, y me hacía ilusión hacer lo propio con este cómic para que la gente sepa cómo nace una idea, cómo se trabaja con ella y cómo se logra plasmar en el papel con el resultado final. Supongo que siempre me sale esa vena divulgativa y quién sabe si no habrá un/a aspirante a guionista que pueda encontrar útil algún que otro consejo. ¡Es un proceso fascinante!

En este artículo hablas de la gente en la que te has inspirado, como el youtuber Damián Alcolea. ¿Es seguro buscar información sobre trastornos mentales en internet?

Como en cualquier otro tema, buscar información en internet es seguro si tienes el criterio suficiente como para separar las buenas fuentes de las que no lo son tanto. En este cómic he leído desde los manuales diagnósticos clásicos a artículos científicos, novelas, relatos, ensayos divulgativos como los de Oliver Sacks… ¡hasta el BOE!

Dicho esto, a Damián lo conocí a través de una carta abierta que escribió a El Hormiguero pidiendo que hablaran con mayor criterio sobre el TOC. Según pude ver después, algunos actores estaban presentando una película con ese trastorno como hilo principal y no dejaron de comentar que «yo tengo mucho TOC porque tal o cual», lo que obviamente es malinterpretar completamente este trastorno.

¿Has visto la película Toc toc? ¿Qué opinión te merece?

No la llegué a ver entera, pero me ayudó a entender a qué se refería Damián con lo de banalizar un trastorno tan serio. Yo no soy tan crítico en estos aspectos, probablemente porque no me tocan tan de cerca, y soy capaz de ver películas donde el tratamiento sobre la locura es terriblemente superficial y disfrutarlas. Dicho esto, por lo que he ido escuchando, en el caso de Toc toc estaríamos hablando de algo parecido a los chistes de Arévalo sobre gangosos, pero en formato largometraje y sobre el trastorno mencionado.

Por si las voces vuelven, de Ángel Martín, fue uno de los libros más vendidos de no ficción en 2022. ¿Está de moda la locura?

No sabría decirte si está de moda o si ha llegado para quedarse. Sea una cosa o la otra, está claro que la atención que la sociedad ha puesto en nuestra salud mental ha crecido mucho porque desde hace un tiempo parece que la cosa se está poniendo fea en ese aspecto. La pandemia, la guerra tan cerca poco después (guerra de la que ahora apenas se habla, por otra parte)… la gente está muy tocada, y con razón. Edgar Cabanas lo dice muy bien cuando nos recuerda que lo de nuestra salud mental no es una cuestión individual sino de toda la sociedad.

Eres un experto en realidad virtual, ¿funcionan los tratamientos experimentales para los trastornos mentales en el metaverso?

La realidad virtual es capaz de crear simulaciones que nos absorben completamente en el entorno creado con ordenador. Eso nos hace sentirlo todo con esa ilusión de verdad propia de la vida. Por lo tanto, toda terapia o tratamiento que históricamente empleara técnicas como imaginar una circunstancia o, no sé, tecnología como el vídeo o meras imágenes (por decirte algo, para el alzheimer se realizan ejercicios en los que se deben recordar caras u objetos de unas láminas que, en la realidad virtual, pueden ponerse en mitad de una calle, lo que naturaliza el ejercicio), y se actualice a la realidad virtual, será probablemente más eficaz por permitir al participante sentirse en un entorno natural.

¿Eres de los que piensa que el TDAH es una invención o realmente tenemos una epidemia de niños hiperactivos que hay que medicar?

Menudo melón. Podría darte una opinión completamente desinformada de este trastorno, pero creo que estaría haciendo un flaco favor a quien quiera saber un poco más sobre ese tema tan controvertido. Además, es muy complicado posicionarse (hablo del ciudadano medio) cuando profesionales de la salud igual de reputados son capaces de posicionarse en los dos extremos. Unos te hablan de la gran invención, otros del daño de pensar eso. ¿Qué hacer? Como padre, te diré que escucho tal vez con demasiada ligereza el término TDAH, pero no deja de ser una experiencia personal. Creo que hay una excesiva patologización de la infancia, en general. Por decirte algo, una amiga psicóloga de mi pareja le dijo que Llucia, por no parar de jugar en el parque, le daba la sensación de que encajaba en el perfil de un niño con TDAH. Hay quien dice que con una buena terapia, muchos de esos casos en que se opta por la medicación podrían haberse ahorrado. No sé. Estoy un lío. Menudo fiasco de divulgador.

¿Tú estás loco? No, en serio, ¿has tenido o tienes algún trastorno de salud mental? ¿Y Alfredo?

De Alfredo no puedo hablar porque no lo sé y, si lo supiera, tampoco lo haría. En mi caso, sí, diremos que viajé por los mundos de la locura cuando tenía doce o trece años de la mano de una depresión acompañada de ciertas ideaciones suicidas. Llegué a estar plenamente convencido de que el mundo iba a ser un lugar mejor sin mí. Ahora que lo veo en perspectiva, me doy cuenta de lo fácil que es cruzar esa frontera entre cordura y locura si las circunstancias son las adecuadas.

¿Con qué es más probable que tenga que ver tu próximo trabajo creativo, con el cómic o con la locura?

Aquí no hay probabilidad posible, o sí la hay, y es del 100% con lo segundo. Estoy acabando de escribir una novelita de ciencia ficción donde la locura pasea por sus páginas con total comodidad. También tengo en mente algún que otro cómic, pero me toca buscar nuevo compañero de baile porque Alfredo está muy centrado en la escuela de cómic que abrió con Berta, su pareja, en septiembre (Escola Gossa, en el barrio de Gràcia de Barcelona) y si se animara a dibujar otro cómic, probablemente será él quien desarrolle su propio guion. Pero sí, me gustaría seguir publicando cómic, es algo que engancha. ¿El tema? Tengo varias ideas y una conversación pendiente con mi editor para aterrizar juntos alguna de ellas.

Por último, recomiéndanos a los lectores de Mercurio un libro, un cómic y una película cuyos protagonistas tengan trastornos mentales y que en su día te marcaron y te hicieron interesarte por la locura.

Para el libro me iré a un clásico entre los clásicos, que es El hombre que confundió a su mujer con un sombrero de Oliver Sacks. Me atrevería a decir que esta fue la obra que me hizo apasionarme por entender la locura. Aunque también le tengo mucho cariño a Los tres Cristos de Ypsilanti, de Milton Rokeach, donde se narra un experimento casi más loco que las personas que participaron en él.

En cuanto a cómic, me encantó Cara o cruz de Lou Lubie. La autora explicó en esas páginas su odisea hasta recibir un diagnóstico acertado sobre su ciclotimia, y a partir de ahí, nos cuenta cómo ha sido su vida, qué ha ido aprendiendo sobre la naturaleza de ese trastorno y demás. Me parece una obra ejemplar en cuanto a la manera de trasladar a las viñetas un trastorno mental, con todo el uso de metáforas visuales, gráficos, etcétera.

Y para la película, Spider de David Cronenberg me impactó, aunque no hace mucho hablaba con Carla Berrocal sobre el tema y no pude dejar de mencionarle Rocks in my pockets de Signe Baumane, donde se habla del papel de la herencia genética en el trastorno mental. Y bueno, la gente no se creería que he respondido a esta pregunta sin decir que cualquier película de Charlie Kaufman esconde pequeños detalles asociados con los trastornos mentales, desde la obvia depresión de muchos de sus protagonistas a juegos con nombres como «Caden Cotard» o el «Hotel Fregoli», que hacen referencia a síndromes homónimos.

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