Sarah Manguso juró que jamás escribiría una novela. Lo tuvo claro desde que estudiaba Humanidades en la Universidad de Harvard. No se veía capaz. Tampoco le interesaban los preceptos canónicos del género. La construcción de personajes le resultaba abrumadora y la escritura de diálogos, algo bochornoso. Su fuerte era el formato corto y fragmentado, que explotaba escribiendo poesía y prosa de no ficción. Decidió curtirse en esta última y publicó cuatro obras ante las que se rindió la crítica estadounidense: 300 Arguments, Ongoingness, The Guardians y The Two Kinds of Decay. Había incluso un quinto en camino. Unas memorias sobre su infancia y adolescencia en Wellesley, un pequeño pueblo a las afueras de Boston (Massachusetts). Pero, durante el proceso de escritura, llegó un momento en el que la memoria de Manguso se quedó corta. Por primera vez en su carrera, la historia que trataba de contar era más grande y compleja que su propia experiencia. Necesitaba ficción. Así, a base de invenciones algo forzadas, ese «libro sobre Boston» que la autora llevaba años intentando escribir acabó convirtiéndose en Gente muy fría (Alpha Decay, 2023), su primera novela.
Ambientada en la década de finales de los ochenta y principios de los noventa, el debut novelístico de Sarah Manguso se centra en la historia de Ruthie, una niña que vive junto a sus padres en la ficticia localidad de Waitsfield, una antigua colonia inglesa ubicada en el condado de Massachusetts. Desde la primera frase del libro, la autora nos deja claro que esta es una historia de desarraigo. A pesar de su corta edad, Ruthie es consciente de que ni ella ni sus padres —un ama de casa judía y un contable italoamericano— encajan en lugar en el que han elegido vivir. A Waitsfield lo definen sus diferencias de clase. Y la obsesión enfermiza de sus habitantes por ellas. En una sociedad en la que hasta la forma de pronunciar una erre indica una posición social concreta, una familia humilde, desestructurada y sin demasiados recursos, como la de Ruthie, solo tiene una opción: mimetizarse con el entorno para sobrevivir.
«Me gusta visitar a la niña agotada que fui en otros tiempos». En Gente muy fría, Ruthie se dedica a escarbar en su pasado. Acumula una colección de instantes que definen la mujer en la que se ha convertido. Aunque ya es una adulta, en la narración de su relato es fiel a las percepciones que tenía a la edad en que vivió cada momento que desgrana en el papel. Desde niña, Ruthie es una observadora voraz. Una cronista despiadada. Cataloga todo lo que oye y ve con meticulosidad, crudeza y, sobre todo, brevedad. En esta novela, un suceso raramente dura más de tres páginas y en ocasiones los párrafos se componen de una sola línea. En la escritura de Manguso, lo importante no es tanto la trama como el estilo. Esa habilidad para destilar un acontecimiento y capturarlo a la perfección en pocas palabras.
Quizá el momento en el que más brille Manguso demostrando este talento es precisamente uno en el que no se sentía demasiado cómoda en un inicio: la creación de personajes. El estudio que realiza de Linda, la madre de Ruthie, es por sí solo una razón de peso para leer esta novela. El mérito de la escritora es conseguir que esa mujer a la que Ruthie define como «la protagonista de todo», una narcisista con delirios de grandeza que ni siquiera sabe de qué color son los ojos de su hija, genere en el lector una sensación de simpatía y hasta cierto cariño. En solo tres frases, Manguso es capaz de definir y perfilar una personalidad entera: «Yo lo único que sabía [sobre mi nacimiento] era que habían tenido que rajar a mi madre para sacarme a mí. Que ella había tenido una contracción pero que el parto se había parado y entonces no había quedado más remedio que rajar. Cuando me sacó, el médico dijo Anda, qué guapa es y mi madre se pensó que hablaba de ella».
Es en esa relación madre e hija donde Manguso saca su prosa más envenenada, dejándonos ver la fe de la pequeña Ruthie en recibir un amor que no existe ni existirá jamás, pues su madre —como comprenderá más adelante— está incapacitada para ofrecérselo: «Durante un tiempo tendría que sufrir, a la vista de todos, por ser la única niña sin zapatillas de repuesto para la clase de gimnasia, pero era solo porque el amor de mi madre era mucho mayor que el amor de los demás. También era mucho más peligroso, así que tenía que quererme en secreto, absolutamente nadie podía darse cuenta, y menos yo». Pero el de Ruthie y Linda no es un caso aislado. En Waitsfield, los traumas se heredan. El dolor y la vergüenza están presentes en el ADN de sus habitantes, que de manera inconsciente los traspasan de generación en generación.
«Eso solo ocurrió una vez. A ti no te pasará» es la frase que más les han repetido a Ruthie y a sus amigas desde niñas. Ellas sospechan. Todas conocen a una chica a la que eso le ha pasado. Todas han escuchado contar la misma historia. Una vez fue un agente de policía. Otra un hermanastro. Incluso a una amiga de Ruthie le ocurrió con su padre, al que siempre se había calificado como alguien «demasiado sobón».
A pesar de que a medida que avanza la lectura somos plenamente conscientes de lo que nos están contando estas historias «aisladas», en las 185 páginas de Gente muy fría Ruthie jamás menciona la palabra abuso. Esta estrategia es muy inteligente, pues refuerza la idea que desea trasladarnos Manguso: todos sabemos de lo que se nos está hablando sin necesidad de nombrarlo. Como Ruthie, comprendemos que lo que está ocurriendo en ese pueblo es algo mucho mayor que un mero conjunto de desagradables anécdotas. Es una cultura completamente instaurada. Y Waitsfield, con sus gélidas temperaturas y el silencio reinando entre sus calles, el lugar perfecto para seguir perpetuándola.
Gente muy fría es una lectura devastadora e incómoda. Nadie querría pasar por la situación en la que se encuentra Ruthie y, sin embargo, la ausencia de melodrama o sentimentalismo en su forma de contar los sucesos más horribles —ante los que se mantiene impasible— hace que sentir compasión por ella parezca un pecado. La principal razón que mantiene al lector atrapado hasta la última página del libro es la misma que sostiene a Ruthie con vida: la posibilidad de que escape de ese lugar. Mientras tanto, esa niña triste y solitaria se dedica a esperar. Y nosotros, cuando el libro acaba, a pensar en ella. Porque esta es una novela de las que se quedan dentro.
Sarah Manguso juró que jamás escribiría una novela. Pero, como contó en una entrevista para Literary Hub, lo primero que hizo cuando terminó de escribir Gente muy fría fue empezar una segunda. Si es tan buena como la primera, ojalá siga incumpliendo todas sus promesas.
GENTE MUY FRÍA Sarah Manguso Traducción de Julia Osuna Aguilar ALPHA DECAY (Barcelona, 2023) 192 páginas 21,90€ |