Horas críticas

«Monkey Boy», de Francisco Goldman: autoficción para escépticos

Hace ya treinta años, el narrador y reportero estadounidense, guatemalteco por parte de madre, Francisco Goldman (Boston, 1954) publicó en Nueva York su primera novela, que lleva un título portentoso: The Long Night of White Chickens. Con sus más de quinientas páginas, gustó mucho a la crítica y al público, fue pronto traducida a varios idiomas, incluido el español —La larga noche de los pollos blancos, Anagrama, 1994— y libremente adaptada al cine con un título menos enigmático, Hombres armados (1998), por John Sayles, con Federico Luppi de protagonista. Siguieron varias novelas, también voluminosas y sorprendentes, imaginativas y cargadas de detalles, todas ellas galardonadas con premios prestigiosos (Marinero raso, El esposo divino), a la vez que continuaba como reportero de guerra, especializado en Centroamérica.

En mayo de 2002 publicaba en The New York Review of Books un extenso artículo, «Victory in Guatemala», donde resumía el caso que le ocupaba y le ocuparía aún durante años: el del asesinato en Guatemala del obispo Juan Gerardi al poco de presentar el informe de la ODHA (1998) sobre los crímenes de Estado en los años de la dictadura, que tuvo a la población maya como víctima señalada en un número que superaba las 200.000 personas. La victoria de la que hablaba Goldman era la condena de tres militares, dos de ellos oficiales, implicados en este asesinato que se calificó de «ejecución extrajudicial». De esa investigación, apasionante, con giros asombrosos y personajes como solo la realidad inventa, resultaría la crónica El arte del asesinato político. ¿Quién mató al obispo? (2007). Aunque es habitual reprocharle a Goldman un detallismo que puede confundir al lector sobre el asunto principal —o sobre la jerarquía de las líneas maestras de la trama—, su talento narrativo logra que esos vagabundeos no estorben el interés de sus argumentos. No ha de extrañar que las plataformas audiovisuales se fijaran en esta obra, que conecta en su búsqueda de la verdad y defensa del derecho y la democracia con la corriente reivindicativa global de los años 70, y así en 2020 HBO estrenó una adaptación en forma de documental, con George Clooney en tareas de productor.

De su faceta de periodista político ha derivado su participación en la reconocida Escuela de Periodismo fundada por Gabriel García Márquez, responsabilizándose del área de Latinoamérica. También imparte clases en diferentes universidades. Esta trayectoria de escritor-reportero experimentó un giro brutal en 2007 cuando su joven esposa, escritora en ciernes y estudiante becada en Columbia, la mexicana Aura Estrada, sufrió un accidente mientras practicaba bodysurfing en el Pacífico, durante unas vacaciones de la pareja en Oaxaca, accidente del que no sobrevivió. Goldman la recordaba y se defendía de las acusaciones vertidas por la madre de Estrada en Di su nombre. Para celebrar su memoria, fundó el Premio Internacional de Literatura Aura Estrada que con carácter bianual distingue a una escritora menor de 35 años. En 2014 Goldman publicó El circuito interior: Una crónica de la Ciudad de México, donde relata cómo, en un intento desesperado de sobreponerse a la muerte de su mujer, decide tomar clases de conducir, pretexto para un recorrido por Ciudad de México y la realidad política mexicana.

Di su nombre tuvo gran impacto, sin excluir las críticas a una desnudez de sentimientos muy íntimos poco habitual, que algunos consideraron incómoda. Goldman se apartaba con decisión de las narraciones de duelo con un fondo estoico, como la clásica Una pena en observación (1960) del británico C. S. Lewis. Hasta las celebérrimas memorias de Joan Didion, El año del pensamiento mágico y Noches azules, resultan frías como informe de autopsia al lado de la exuberancia emotiva de Goldman. Monkey boy, finalista del Pulitzer 2022 de Ficción, cierra la trilogía que el escritor llama «de la intimidad», en la que el foco está en los sentimientos del narrador protagonista, trasunto del escritor real, los vínculos afectivos y decepciones que lo ligan a novias, padres y familia extensa, así como los recuerdos, siempre en contrapunto con hechos determinantes de la historia de Guatemala y de su familia materna.

Monkey boy debería leerse como la cara B de un long play que tiene en La larga noche de los pollos blancos su cara A, lo cual significa también que es un momento estupendo para buscar esa primera novela y formarse una idea de lo que el periodismo de investigación ha aportado a la literatura de Goldman y al revés. Muchos de los datos biográficos que el debutante Francisco Goldman atribuía a su protagonista, Roger Graetz —el padre judío mucho mayor que la madre guatemalteca, las chicas recogidas por sus padres y enviadas por la Abuelita a Boston para sustraerlas de amoríos y desesperaciones varias, la formación en universidades de élite, etc.—, se encuentran en esta novela encarnados por un escritor de 47 años, Frank Goldberg, que recién ha vuelto a instalarse a Nueva York escapando de las amenazas recibidas tras publicar un libro sobre el asesinato de un obispo (cuyo título es distinto al real). La acción tiene lugar en 2007 y es una clase magistral de autoficción, sobre todo para escépticos del subgénero. La traducción al español del novelista mexicano Daniel Saldaña me ha parecido muy acertada: no leemos a un Goldman castellanizado sino a un latinoamericano convincente.

El narrador indaga en el vacío amoroso y en la huella que deja en su confianza para amar y ser amado la violencia del padre, que solo paró cuando recibió un trompazo de vuelta del hijo ya crecido (audacia esta de devolver bofetadas, palizas y excesos verbales a la que yo nunca me atreví, ni nadie que yo conozca sometido a tales muestras de cariño; dicho esto para señalar que la violencia de los padres resiste en la opacidad de la negación, un sistema de defensa psíquico sobre el que Goldman habla abiertamente). El mal carácter de un padre frustrado, el retrato de un matrimonio sin amor, las chicas recogidas en la casa, el autorrescate de la madre, que estudia y ejerce largo tiempo de profesora de español, es la contracara de los progenitores de La larga noche…, datos que habrían desviado el interés de la fascinante investigación que allí narra. La ficcionalización de la experiencia supone en Monkey boy inventar o deformar datos para esponjar la narración, sumándole expresividad y profundidad. Lo hace en la estructura temporal, dividida en cuatro días, de jueves a domingo, mientras se traslada a Boston para visitar a su madre, cuya memoria declina, en la residencia de ancianos donde vive. Días y viaje en los que cabe proyectarse hacia el futuro —¿tiene futuro con Lulú?— y hacia el pasado, el suyo, el familiar y el de las relaciones entre Estados Unidos y Guatemala. Como apunta el título, es el relato de la memoria del arraigo o falta de él en Estados Unidos, los silencios en torno a las cuestiones de raza, abordando temas que han estallado en los últimos años: antisemitismo, racismo, clasismo, bullyingmonkey boy o mico, monito, es el apodo que le cayó en la secundaria en un episodio mortificante que es mejor no revelar—, con más virulencia durante la era Trump, cuando Goldman escribió el original de unas 800 páginas que ha reducido hasta la extensión actual.

La intimidad es el eje, pero entrelazado con su larga experiencia como periodista en América Central, una zona que para muchos norteamericanos es, descontando México, terra ignota. Siempre es interesante en los libros de Goldman su vertiente de reportero y me ha gustado especialmente el relato de su formación y enviado especial a Guatemala, después de unos textos en los que relataba lo visto y lo oído a sus primas… condimentado seguramente con alguna libertad. Su Mamita advierte a todos que no suelten la lengua si no quieren ver publicado todo lo que creían contar en privado, uno de los momentos de humor que van salpicando la novela.

La autoficción no le lleva a forzar el relato hasta lo inverosímil —bastante increíble es a menudo la realidad—, por más goloso que sea el asunto, como demuestra al resistir la tentación de tomar un sendero a lo John le Carré tras enterarse de que su madre conoció, siendo joven secretaria, a tal otra que estuvo implicada en las andanzas imperialistas de Estados Unidos en Guatemala. En cambio, el homenaje que dedica al testigo al que dice deber la vida, extraído del caso Gerardi, lo resuelve en una de esas viñetas concentradas de información y emoción de las que el torrencial Goldman tiene el secreto.

 


 MONKEY BOY 
Francisco Goldman
Traducción de Daniel Saldaña París
ALMADÍA
(Madrid, 2022)
384 páginas
23 €

Un comentario

  1. Pingback: Monkey Boy, de Francisco Goldman en Mercurio | Plein Soleil…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*