Horas críticas

De realismos, Fantasía y cultura pop: «Cuento de hadas», de Stephen King

Una aclaración previa. Yo a Stephen King lo quiero más que a muchos miembros de mi familia. Yo a Stephen King lo quiero mas que a casi todos los miembros de mi familia. Así que no esperen aquí hostias… no, no, no. Ya otro día me paso a hablarles de cierto escritor español de bestsellers y desatamos, a mi señal, ira y fuego.

Así que usted, Lector Paciente, tiene inventariado al bueno de Steve como escritor de relatos terroríficos. Un poquito de brujería, una miaja de superstición, un más allá de sangre y evisceraciones. En fin, ya saben de lo que hablo. Y no. O no solo, que es no dos veces. Porque King es también (King es, para algunos, sobre todo) un escritor realista y un escritor de fantasía. Oh, sí, iconoclasta, anatema, gaznápiro. Al fuego con ese muchacho, que no tiene idea de . Y vale, yo lo acepto, pero dejen que me explique.

Todo esto viene al hilo de Cuento de hadas (Plaza & Janés, 2022), lo último escrito por el gafotas que se ha traducido —y muy bien, por Carlos Milla— al castellano. Al menos lo último de lo que tengo constancia, porque con este hombre y su producción espídica no haría yo mucha apuesta… En fin, me desvío.

Digo que Stephen es un escritor realista. Sí, sí, como lo oyen. Ya lo dijo, en tiempos, Rafael Llopis sobre Lovecraft (Lovecraft es referencia ineludible, subterránea o evidente, depende del rato, en esta novela). Que si el de Providence era majestuoso escribiendo sobre… en fin, sobre Providence. Y King, pues lo mismo. Nueva Inglaterra también, que algo tendrá. Ustedes leen algunas de sus obras mayores (It, por ejemplo, o Apocalipsis, o esa delicia que es 22/11/63) y ven que se tira más tiempo componiendo paisajes —sobre todo paisajes humanos— que sacando payasos maléficos, gripes asesinas o puertas temporales. Vamos, que para aprender sobre los yanquis (sobre los yanquis de verdad, no sobre esnobs de mediana edad y dudas existenciales muy alejadas del mundo) denme a mí antes a Steve que a, no sé, Jonathan Franzen. Por poner un ejemplo que escueza, vaya; tengo otros, los vendo a euro cincuenta.

(Entre King y Bob Dylan han escrito La Gran Novela Americana, que nadie les diga cosa en contrario. Sucede que uno puso arpegios y el otro huye de la trascendencia autocomplaciente como los niños de once años deberían huir de globos rojos que salen desde alcantarillas).

Bien, una vez que he logrado romper varios monóculos de esos que llevan los estiraos, el tema fantástico. Sí, lo de King y la Fantasía (a veces oscura, a veces no). Que te paras a sacar porcentajes y… joder, es que buena parte de su obra transita de forma evidente —o metafórica— por ese terreno. Esa bilogía con Peter Straub destaca (a ver si le echa ganas Peter y concluyen terceto), pero es que ahí está la —muy lejana— Los ojos del Dragón. O todo el ciclo de La Torre Oscura y adyacentes (que es casi como decir toda la producción de King, con pequeñas excepciones). Que, vale, es El Señor de los Anillos filmado por Sergio Leone, pero contiene cualquier tropo fantástico que usted quiera buscarle escondido entre ka, miradas gélidas y heroína. Si ya lo dice King en esta última novela: «Todo son cuentos, príncipe Charlie».

Así que ninguna sorpresa con Cuento de Hadas. Tampoco en la tradición. Digamos que los monomitos «a la Campbell» con toques de realismo (realismo despiadado, realismo del que duele, realismo sin charlas filosóficas llenas de palabras como «monomito») asoman sonriendo en los hermanos Grimm, por citar algo que todo el mundo conoce. O, también, ese Je ne sais quoi tontorrón entre la truculencia y el humor negro con el que King juguetea desvergonzadamente.

Con adiciones. Volvamos a Lovecraft. Y volvamos a Lovecraft haciendo un viaje largo. O igual no. Volvamos a las referencias sobre Lovecraft (sobre todo lo que creó y creemos que creó Lovecraft, que son cosas distintas) en Cuento de Hadas. Hay una muy evidente, y tampoco me voy a extender sobre el asunto, porque lo visible es antítesis del horror (e, incluso, del interés), y nosotros hemos venido a otros asuntos. Así que… Ángulos cambiantes. Edificios que parecen moverse, que cambian de lugar, de altura, que se contraen y expanden. Esa noción de la geometría como algo portador de mal (yo, Letras Puras, entiendo perfectamente la idea), espacios ciclópeos que escapan a nuestra razón. A la pregunta de quién construyó esto, el protagonista responde un fatal «lo mismo sería que me preguntaras quién creó el mundo». Sucede que esa idea solo fue esbozada por Lovecraft, y para ver su desarrollo hay que saltar a otros autores, incluso a otros medios. Dark City, por ejemplo. O, sobre todo, Neil Gaiman. Neil Gaiman, que es un hijo natural de Stephen King. Neil Gaiman, que dibujó —en su mente— esas construcciones inabarcables, esas construcciones vivas, en un número de The Sandman. El diálogo, siempre el diálogo. O ideas mías, ojo, esto es muy de ideas mías.

(De Bradbury ni hablamos, porque paso de andar desvelando tramas. Pero hay mucho Bradbury. No demasiado Bradbury, porque nunca es demasiado Bradbury, pero… mucho Bradbury).

¿Tenemos más? Tenemos. Referencias pop, que es algo muy de King, y algo muy de aplaudir a King, porque las referencias pop, bien metidas, son la auténtica salud, el bienestar, la alegría. Lo otro, salpimentar con nombres de Mazinger Z cualquier artículo… en fin, eso lo hacen otra vez los del monóculo (aunque este monóculo tenga marco bien gordo de pasta). Hay, en la novela, una sutil —o no— mímesis con Dentro del laberinto, y ese insecto gigante cabalgando, cual caballero de bruñida armadura, al perro más encantador del mundo (Cuento de Hadas es, también, una maravillosa historia de amor… entre cierto adolescente y su perro, claro, que son las más puras y entregadas). Seguro que les suena. O los salvadores del reino, perfectos esbozos en tres o cuatro líneas bien reconocibles que nos llevan a pelis, a libros, a tesis doctorales. ¿Los hace estar menos vivos? Oh, no, ya les dije que yo a Steve lo quiero mogollón, y yo a Steve lo quiero mogollón porque sus personajes son más humanos que la mayoría de los humanos. Incluso los que no son humanos, vaya.

¿Trae regalo? Sí, sí, esa promoción que te ilusiona. A ver, tú ibas a comprar chorizo al súper, vale, pero si encima te dan gratis cuatro o cinco cuscurros de pan pues… Y aquí hay. Viejos clichés que vuelven a la vida. Algunos del terror. Acojonan, ¿eh?, pero casi parecen guiños de King a su Lector Constante, un poco «querías algo de esto y quién soy yo para no hacerte feliz». O, ya en plan más serio, la referencia clásica en el autor a los peligros nucleares: «Nuestro mundo está encima de un arsenal de armas nucleares capaz de destruirlo completamente, y si eso no es magia negra, ya me diréis qué es». Pum, menuda hostia al mentón. Remembranzas que gravitan sobre La Torre Oscura, que son eje en Apocalipsis, que aparecen diseminadas aquí y allá. También en este acá que es Cuento de Hadas. Volver al sitio conocido para reflexionar cómo fuimos cuando fuimos. Para eso sirve, sí, la autorreferencialidad. Y tira a la perfección.

Estás en plena forma, Steve, colega. No cambies nunca.

Y gracias.

 


 CUENTO DE HADAS 
Stephen King
Traducción de Carlos Milla Soler
PLAZA & JANÉS
(Barcelona, 2022)
856 páginas
24,90 €

7 Comentarios

  1. Peter Straub creo que ya muchas ganas no le puede echar para un tercero, puesto que murió el 4 de septiembre de 2022.

  2. Cuesta mucho leer tu crítica. Es muy farragosa. Y el detalle de Straub, feísimo.

  3. Es la primera vez que leo una crítica/artículo/opinión/reseña de un libro y al acabar de leerlo, no me he enterado de nada.

    ¿Farragosa? Dice un lector, yo diría que infumable. ¿El artículo iba de Stephen King y su «Cuento de Hadas» o de Lovecraft/Leone/Straub/Bradbury y compañía? Porque me ha parecido tan pretencioso que rozaba un estilo y forma entre lo inclusivo-alternativo y licencias que, más que informar, desinforman y te dejan sin saber qué ha escrito Stephen King.

    Menos mal que al menos las reseñas de la Casa del Libro y Amazon o Arnoia te dejan claro qué corchos vas a comprar.

  4. ¿Extenso? Sí. ¿Algún error? Vale. Ahora bien, los que podemos ser fanáticos de King y a la vez amar la lectura, entendemos el mensaje. Hay muchas historias reales tras cada locura que el Maestro nos trae con su abrumadora frecuencia. Y ese mensaje me ha llegado. Se puede hacer mejor o peor, pero soy de la opinión de hacer (y exponerse a la barbarie hater) en vez de no hacer. La valentía y el fervor y el dejar fluir las ideas, normalmente, hacen más bien que mal. Contribuid, criticad constructivamente. Mejorad. Derribar es fácil. Construir requiere esfuerzo. Voluntad.

  5. Mira que no suelo comentar, pero leyendo lo que han comentado otros, me veo en la obligación.
    Es una buena reseña. Y digo buena, no «la re-hostia», ni «magnífica». Pero leí hace poco la novela y se ajusta perfectamente al tono y trasfondo de la misma. Y claro, llego y leo a gente diciendo que si es farragosa, que si es pedante… En serio, de verdad, algo puede no gustarte, no ser para ti, y no por ello es malo o esta mal realizado.

    No es farragosa, es como las reseñas deberían ser: documentada. Uno habla de las reseñas de casa del libro y amazon. Amigo, si esa es tu referencia para buenas reseñas, no tienes ni idea de lo que debería ser una reseña. Aunque claro, en parte es culpa de cómo, con el tiempo, reseña y opinión se han ido convirtiendo en sinónimos. Ni siquiera sé quien escribió esta reseña, pero me encuentro casos como estos en referencia también a novelas o series, y no puedo evitar preguntarme cuánta gente se enfada con tal o cual medio, o género, siendo que sencillamente no le gusta. Como los que piden novelas que sean prácticamente guiones de cine: todo acción sin apenas ambientación o escenas pausadas. Amigo, igual lo que pasa es que no te gusta leer. Del mismo modo, en este caso, igual no querías leer una reseña, igual buscabas una opinión concisa. Que ojo, es legítimo, pero no digas que A debería ser B, si desde el principio A ha dejado claro lo que era.

  6. Hace poco dijeron de King que es Pérez Galdós, el gran realista americano.
    Yo también quiero más a King que a la mayoría de personas que conozco y no conozco; pero, paradójicamente, sus paisajes humanos me han hecho comprender y simpatizar más con el prójimo.
    Stephen King construye realidades profundamente cotidianas, pobladas de gente que reconoces y con la que conectas. El ser tenebroso que sale de otra dimensión o del piso de arriba, lo fantástico, lo sobrenatural… como en ciencia ficción, dan contextos nuevos sobre los que contar historias eternas y ahondar en nuestra naturaleza. En este caso de King, historias que te tragan, sacuden, perturban y te alteran a menudo el sueño (y no siempre por miedo…) Y que emocionan. Mucho.
    Grande, enorme, King.
    El gafapastismo monocular que vocifere o critique o lo que sea que haga allá donde sea que lo haga… a quién le importa…

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