Ficción

Oxímoron

Nuevos mandamientos

— Son once.
— Son diez.
— Que no, papá, que son once.
— Cuando lleguemos a casa me enseñas tu libro de religión.
— Si quieres te los digo ahora, que ya me los he aprendido.
— Bueno.
— Uno: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Dos: No tomarás el nombre de Dios en vano. Tres: Santificarás las fiestas. Cuatro: Honrarás a tu padre y a tu madre. Cinco: Honrarás la santidad del pecador. Seis: No matarás. Siete…
— A ver, espera, repite el quinto.
— Cinco: Honrarás la santidad del pecador.
— Eso está mal.
— No, me los sé bien.
— ¿No ves que no tiene sentido? Es una contradicción.
— Eso mismo dijo Albertito. La profe explicó que no es una contradicción, que es un oxamuro.
— Será un oxímoron.
— Eso.
— Lo mismo da. No tiene sentido.
— La profe dice que sí tiene sentido. Lo que pasa es que tiene un sentido diferente. Me estás mintiendo.
— Que no, papá. Luego te enseño el libro, ya verás.
— ¿Y cómo explica tu profe la santidad del pecador?
— Dice que hay que conocer el mal para saber reconocerlo y luchar contra él. Y hacer el bien. Y entonces vas al cielo y eres santo.
— ¿Cuánto hace que han introducido ese nuevo mandamiento?
— Y yo qué sé. ¿Cuánto hace que no vas tú a la iglesia?
— Le voy a preguntar a tu madre cuando lleguemos.
— Vale.
— Y me vas a enseñar el libro.
— Como quieras, pero me los sé bien.

oxímoron
(Del gr. ὀξύμωρον oxýmōron)

1. m. Ret. Combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en un silencio atronador.

 

El historiador

A pesar de que la limusina vacía llegó a la puerta principal al mismo tiempo que el coche camuflado se detenía ante la entrada trasera, muchas eran las admiradoras perspicaces que se agolpaban en el callejón perfumado de orines. A pesar de las medidas de protección (léase cinco maromos con espaldas de armario) que le rodeaban en un espacio insuficiente para su correcta respiración, algunos brazos de adolescentes entregadas, algunas manos y algunas uñas llegaron hasta su presa. A pesar de que la jauría quedó encerrada fuera, todavía se oían los aullidos, las declaraciones de amor, los ecos clamando el nombre del historiador. A pesar de las exhaustivas comprobaciones en las instalaciones donde dará su charla, siempre hay alguna que consigue (él prefiere no saber cómo lo consiguen) colarse en su despacho cuando se queda a solas para repasar sus notas. A pesar de ser uno de los mejores historiadores, infalible a la hora de predecir el pasado, es incapaz de imaginar el momento siguiente al presente, a cualquier presente. Por eso, a pesar de que sospecha que es una mala idea, no llama a seguridad inmediatamente: esta es moreno, pelo rizado, a ver qué quiere.

 

Visionaria

Yo no elijo. Es ella quien viene a mí, la historia, la escena. Yo simplemente la veo. Así, de pronto. Una calle, un parque, una esquina, cobran un tono diferente, se transforman. Entonces percibo lo que otros no pueden, lo que está por llegar. Soy testigo del momento de protagonismo de ese lugar anodino, de esa esquina, de ese parque, de esa calle. Los observo con la cinta de policía, los mirones, las fotografías, y el cuerpo. Todos los detalles de ese cuerpo sin vida. Y una vez se ha descubierto ante mí, la escena me lleva a ella día tras día como un imán, esperando el momento en que todo se alinee en perfecta conjunción con la imagen. Como una araña que teje sobre mis ojos, regreso al lugar para atrapar sus formas cambiantes, multiplicadas, su unidad quebrada por las visitas y los días. Hasta que aparece el cuerpo, aún con vida, detalle que yo corrijo.

 


Microrrelatos extraídos del libro Oxímoron (Editorial Nazarí, 2022), de Lorena Escudero.

Un comentario

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