Horas críticas

Libros de la semana #75

Recomendaciones literarias de la redacción de Mercurio

Filosofía-Ficción, de Amy Ireland (Holobionte)

La primera programadora informática de la historia, Ada Lovelace, quien pese a solo alcanzar los 36 años de vida fue una de las mentes más avanzadas de la era moderna, decía que las matemáticas son «el lenguaje de las relaciones invisibles», por lo que para entender los mundos desconocidos a que dan lugar deberíamos apreciar lo inconsciente. Como la científica-poeta auguró, ese lenguaje se ha ido desarrollando en base a la tecnología y sobre todo la inteligencia artificial, hasta hacernos concebir un futuro de código binario poblado de criaturas poshumanas y de ideas que suponen la transición hacia lo que se ha dado en llamar el electroceno. La filósofa, editora y escritora experimental Amy Ireland (Sídney, 1981), especialista en ciberteorías, propone en este libro una filosofía-ficción para explorar, a través de una serie de iluminadores ensayos, el trasfondo heterodoxo, místico, casi esotérico, de esta Nueva Frontera ante la que nos hallamos, entre «un futuro que invade nuestro presente y un presente que replica el mundo-sin-nosotros». Partiendo de las vanguardias artísticas y el xenofeminismo del colectivo Laboria Cuboniks; de los Bataille, Deleuze, Ballard y Gibson; de audaces pensadores como Donna Haraway, Mark Fisher, Mircea Eliade o Sadie Plant, y de la poesía de W.B. Yeats, la autora australiana expone su particular visión iconoclasta de la cultura especulativa y los delirios autocumplidos sobre el imperio de las máquinas. Para ello, se basa en el aceleracionismo y su concepción hechicera del tiempo y de la anástrofe, «el futuro que se aglomera» en la realidad cibernética que va más allá de las pantallas. Es ahí, en esta suerte de invasión de inteligencias que emergen de las ruinas de lo humano en pleno capitalismo —al que se pretende hackear y dinamitar—, donde la IA se convierte en la mayor subversión de la trascendencia kantiana y de los binarismos metafísicos clásicos. La colección Plutónicas de la editorial Holobionte ha hecho hueco en su catálogo a esta valiente compilación de textos que no temen asomarse al abismo de lo por venir y alumbrar ideas de verdad disruptivas, como la de una diferencia basada en la impersonalización, un tecnocosmos muy distinto del actual en el que identidades y naturalezas estarían por reinventarse. Lo anuncia en su prólogo el editor, Federico Fernández Giordano: «Nosotros no nos hemos dado cuenta, pero el futuro ha dejado de pertenecernos. Habrá, en todo caso y como dice Ireland, un tiempo para los monstruos, los cíborgs, los híbridos y los aliens, un tiempo para los números por venir».


El instante, de Amy Liptrot (Volcano)

Título a título, y ya van 29 con el que nos ocupa, Volcano Libros —lo que equivale a decir Javier García, su editor y alma máter— está conformando una excelente colección de ensayos sobre naturaleza y literatura que sirven para hacer una fotografía del presente y ahondar en las formas más singulares de contarlo. Si en sus anteriores memorias En islas extremas (Volcano, 2017), con el que ganó los prestigiosos premios Wainwright y PEN Ackerley, la periodista y escritora Amy Liptrot regresaba a la granja de su infancia en las islas Orcadas para retomar las riendas de su vida, este libro comienza cuando deja atrás aquella reclusión voluntaria para mudarse a Berlín. En la capital alemana busca «una fantasía sin nombre y sin rostro», una nueva exposición: a la vida social, y a la naturaleza —esquinada— del sentimiento amoroso, en una era poco delicada con los afectos. Por eso la autora escocesa dedica este cautivador libro a «aquellos con el corazón roto» y confiesa ya en el prefacio que, en solo cuatro meses en la capital alemana, ha estado residiendo en cinco apartamentos distintos, saliendo de fiesta, teniendo relaciones casuales… quemando etapas, pero sin dejar de reflexionar sobre la inmutabilidad de una realidad más amplia: «En esta ciudad la gente no se compromete a nada, pero la Luna siempre está en órbita y los meses pasan de forma implacable. […] Desarrollé este vínculo con la luna durante mis años de soledad y ella hizo lo mismo conmigo», escribe. Por esa conciencia de que «la naturaleza no es algo independiente y distante» sino que forma parte también del hábitat urbano, busca los rastros de la vida indomesticada (las aves rapaces, por ejemplo) en vías ferroviarias y polígonos industriales, haciendo ver que «la ciudad no es tan dócil ni tan evidente como podríamos creer». También se topa en la urbe con las criaturas de internet, sus gritos en la noche y sus pupilas dilatadas, ávidas de experiencias y eternas insatisfechas; y con los fantasmas y nómadas digitales, cuya visión del paisaje distorsionada por su apego a las pantallas no es la única consecuencia de esa condición existencial: «La misma tecnología que posibilita mi estilo de vida —la flexibilidad, el cortoplacismo, el instante— también me permite evitar el apego y el compromiso». De ese contraste entre lo natural y lo virtual nace esta crónica de una sociedad tecnologizada hasta sus últimas consecuencias, pero donde también hay espacio para evocar el cielo que queda por encima de nuestras cabezas y móviles de alta gama: «Sueño que soy un pájaro que sobrevuela internet». Liptrot asume una mirada entre la observación documental, la sociología y la arqueología, sin miedo alguno a practicar el deporte de riesgo que es la escritura en primera persona, que en su caso tiene un fuerte componente lírico y que a la vez es directa y sin rodeos; como ciertos paisajes o ciertas emociones que se saben verdaderos.


Con las manos desnudas, de Leïla Slimani y Clément Oubrerie (Liana)

La editorial Liana continúa su propia y exquisita recreación del rol jugado por las mujeres en la historia reciente, con este título que se añade a sus biografías —también escritas por mujeres— en forma de novelas gráficas sobre la fotorreportera Lee Miller y la artista Yayoi Kusama, así como la recopilación Chicas malas, donde comparecen figuras como las de Marie Curie, Onorina Brambilla o Domitila Barrios. Con las manos desnudas está dedicada a la de Suzanne Noël (1878-1954), pionera cirujana y militante feminista, comprometida con la realidad de los más vulnerables en un mundo, el de la primera mitad del siglo XX, devastado por los conflictos armados y los totalitarismos. Una mujer de insólita independencia para su época, avanzada en su lucha por el sufragio femenino, que desde joven desafió su contexto familiar burgués y se enfrentó a las convenciones para acabar logrando cierta justicia desde el quirófano. La francesa se curtió en su oficio operando a heridos de la Primera Guerra Mundial, aquejados de lesiones por todo el rostro («bocas rotas», los llamaron), y así se fue decantando hacia la reconstrucción facial. Más tarde ayudó a los judíos en la Alemania nazi, practicándoles rinoplastias para que no los identificaran y salvando de ese modo muchas vidas. Pese a las connotaciones actuales, su visionaria concepción de la cirugía plástica no era superficial, sino una vía de emancipar y liberar a sus pacientes: «Vivimos una nueva era, la de la mujer moderna que toma el control de su vida y de su cuerpo», proclama en estas páginas ficcionadas. Dividido en dos tomos aquí reunidos en uno solo (que abarcan de 1900 a 1921, y de 1922 a 1954, respectivamente), el cómic narra una dura y decidida trayectoria vital digna de la escritura de Leïla Slimani, que sabe captar la extraordinaria y desgarradora sensibilidad del relato, así como su carácter reivindicativo y de superación. La autora francomarroquí ha contado con el asesoramiento de François Denoncin, quien imparte conferencias sobre Noël por toda Francia, y con la maestría en el dibujo de Clément Oubrerie, conocido por su extraordinaria serie gráfica Aya de Yopougon, Premio Angoulême 2006. Su fabulosa plasticidad pictórica, realista y surrealista, colorida y contrastada, retrata con potencia y elegancia el impulso de Noël quien, no en vano, se inspiró en un pintor como Degas: «El cuerpo humano es una máquina fascinante. Querría explorarla en toda su extensión». Una iniciativa que se encuentra con la respuesta de una sociedad llena de prejuicios: «No me parece una especialidad apropiada para una mujer. No se imagina usted lo que es abrir un cuerpo. La vista de la sangre, los olores…». Como en la reciente George Sand: hija del siglo (Garbuix Books, 2022), otro cómic que hace justicia a una de esas figuras invisibles y fundamentales del siglo pasado, Con las manos desnudas es un merecido tributo a la primera mujer francesa en dirigir una sociedad médica. Suzanne Noël quiso devolver la belleza natural a un mundo plagado de horrores, de muecas de espanto, corrigiendo también los efectos de la vejez, la pobreza o la enfermedad, pero en realidad su lucha era recuperar el que podría haber sido el espíritu de una época, una cara distinta a la que ofrecía el sombrío panorama político y social.


Venecia, de Jan Morris (Gallo Nero)

Hace ya casi dos años desde que falleciera la historiadora y escritora galesa Jan Morris (1926-2020), considerada como una de las más insignes y eruditas autoras británicas de las últimas décadas, y de la que Gallo Nero ha publicado varias de sus obras. Pero esta Venecia, que escribió en 1960 y aún firmando como James Morris (comenzó su pionera transición de género solo unos pocos años después), tiene el honor de haber sido juzgado como uno de los mejores ejemplares de la literatura de viajes que nunca se han escrito; si bien a Morris no le gustaba esa etiqueta, pues sus libros hablan fundamentalmente de personas, como cuando de los venecianos destaca que la «mezcla de resignación y persistencia da a la gente un toque de melancolía, una tristeza semejante a la laguna, lisa y seca». Con tal sagacidad se sumerge en el espíritu y los ambientes de la urbe italiana, que pisó por primera vez como soldado de la II Guerra Mundial y sobre la que, en el citado inicio de la década de los 60 y antes de su primera gran inundación marina, escribió como corresponsal lo que estaba destinado a ser una especie de «informe». Pero ya en su prólogo a la edición que aquí se recoge, de 1993, define este texto como algo muy distinto, «un retrato muy subjetivo, romántico e impresionista, no tanto de una ciudad como de una experiencia». Morris había formado parte de la primera expedición que alcanzó la cima del Everest a mediados de los 50, y en su dilatada carrera escribió sobre otras ciudades como Oxford, Trieste, Hong Kong o Nueva York, pero es en estas páginas donde arriba a las más altas cotas literarias. Con genuina agudeza y poética prosa, la autora traza un itinerario en las antípodas de la guía turístico-práctica: aquí casi todo es inútil y arrebatadoramente hermoso, un libro que reúne a «la ciudad más encantadora del mundo que solo pide ser admirada» y a «una escritora en el mejor momento de su joven madurez» que, a la hora de recorrerla, solo se deja guiar por lo accidental; tal vez, a fin de cuentas, las ciudades no son más que un accidente, en cierto modo. En el caso de la Serenissima, describe la autora esa mezcla de «tristeza y exuberancia», el éxtasis que provocaba en su corazón: «Me enamoré de su larga rebeldía, surgida de un imperio de épocas pasadas, del olor a podredumbre y antigüedad tan esencial en su carácter, de su rareza, de su intimidad». Una Venecia irreconciliable con el mundo contemporáneo y de la que añoraba «el patetismo de su declive». Detecta su causticidad en las amas de casa, su gremialidad en los gondoleros, sus caprichos y dudas en el pasado y el presente que se le atribuye, su trato exquisito en infantes y animales domésticos, su melancolía en los versos de William Wordsworth, su antiguo esplendor en los canales, aguas santas y muros sagrados, aunque finalmente «el atractivo de Venecia es independiente del arte y la arquitectura». Como ya supieron autores como D.H. Lawrence, Elizabeth Barret Browning, Ruskin o el propio Nietzsche, para el que Venecia suponía el único sinónimo de música, esta ciudad no tiene, como otras, admiradores, sino verdaderos amantes. «No es que en Venecia viajes en el tiempo; es que el tiempo para de viajar aquí», señalaba la poeta y crítica cultural Rachel Spence en su reciente ensayo Venice Unlocked (Ivorypress, 2022), algo de lo que Jan Morris fue consciente nada más ponerse a escribir sobre el lugar que la vio convertirse en la persona que quería ser, que siempre había sido.

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