«Queridísimo coleccionista de arte: ha llegado a nuestro conocimiento que su colección, como la mayoría, no contiene suficiente arte creado por mujeres. Sabemos que se siente fatal por ello y que procederá a rectificar la situación inmediatamente. Con todo cariño, Guerrilla Girls». Este colectivo y una recopilación de mensajes suyos tan ácidos como este protagonizan la exposición Porfolio completo, que acoge estos días el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía C3A en Córdoba. La muestra hace un recorrido por las obras de este colectivo anónimo de artistas de acción feminista a lo largo de sus más de 35 años de existencia, y exhibe tanto sus piezas clásicas como el último material que han producido y que forma parte de la colección del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC).
Aunque su indignación llevaba tiempo bullendo por todo aquello que veían a su alrededor en el mundo del arte, la gota que colmó el vaso y que dio origen a la primera acción de las Guerrilla Girls fue una gran exposición acogida por el MoMA de Nueva York en 1984. Anunciada a bombo y platillo como la primera gran muestra internacional en este centro artístico desde 1970, las cifras de An International Survey of Recent Painting and Sculpture no daban lugar a dudas acerca del desequilibrio de género en la representación del ámbito creativo: solo 13 mujeres estaban presentes de entre 169 artistas; eso supone, por si se lo están planteando en términos de porcentajes, menos de un 8% del total. Motivadas por este hecho, un grupo de artistas organizó una protesta durante su inauguración pero, viendo el poco efecto que tuvo sobre el público aquella noche, un año después formaron un grupo estable con el objetivo de hallar nuevas formas de rebelión a través del arte callejero.
A partir de 1985, las Guerrilla Girls empezaron a diseñar acciones y carteles públicos, así como a infiltrarse en instituciones de arte por todo el mundo, con el fin de llamar la atención sobre la cuestión de género y otras relacionadas con la desigualdad o los derechos sociales. Aunque en un primer momento sus gritos fueron ignorados por los museos a los que criticaban, su creciente influencia provocó que las tornas cambiasen de la mañana a la noche: de pronto los museos estaban tan pendientes de su actividad que algunos casi parecían estar deseando ser el blanco de sus críticas: «¿Qué haces cuando el mundo del arte al que te has pasado la vida atacando de repente te abraza?», se preguntaban en una entrevista. Pues meterse en el sistema (las propias galerías) para exhibir sus denuncias y reivindicaciones y, de esa forma, amplificar el alcance de los mensajes.
Así fueron llegando a todos los centros de prestigio: la National Gallery of Art, la Tate Modern, el citado MoMA, la Bienal de Venecia… «Cada vez que nuestro trabajo aparece en una institución como esa, recibimos toneladas de correos electrónicos de personas que nos dicen que nuestro trabajo les mostró algo que nunca supieron sobre el arte y la cultura», dirían. En ese contexto se gestó también su celebérrima e icónica acción, el póster que tuneaba con una máscara de gorila —su elemento identificador cuando se presentaban en público— uno de los desnudos más famosos de la historia del arte, el de La gran odalisca (1814) de Jean-Auguste-Dominique Ingres, que preside la exposición del C3A y cuyo texto volvía a poner el dedo en la llaga: «¿Tienen que estar desnudas las mujeres para conseguir entrar en el Museo Metropolitano de Arte?». La curiosa intrahistoria de esta acción, que incidía en la poca presencia de mujeres artistas frente a la abrumadora mayoría de desnudos femeninos en las galerías, es que en origen el cartel había sido encargado por el Public Art Fund de Nueva York y estaba destinado a ocupar una valla publicitaria, pero sería rechazado; motivo por el que las Guerrilla Girls decidieron alquilar ellas mismas soportes en los autobuses públicos de la ciudad para lanzar el mensaje a la cara de los ciudadanos.
Con esa misma vocación de meme o panfleto descaradamente provocador, pero con la consistencia informativa que les daba un concienzudo análisis crítico del contexto cultural y museístico, se presentan en la exposición de Córdoba una serie de carteles, folletos y mensajes multiformato producidos por el colectivo en estas décadas. Destaca, más allá de lo punzante de sus textos, la potencia visual de su estilo gráfico, concebido a imitación del de los diarios en formato tabloide y las revistas sensacionalistas que tanto daño ha hecho a la lucha por la equidad de género (y la igualdad en general). Igualmente, sus obras se apropian del tipo de proclamas y el tono entre triunfante y seductor de la industria del marketing capitalista, el demonio de nuestros días, cuyas armas ya supo identificar y condenar este grupo artístico visionario. Esos elementos hacen perfectamente reconocibles sus composiciones, junto con su característica ironía y el humor como arma arrojadiza. Como en esa imagen que titula, al modo en que lo harían muchos periódicos conservadores —incluso hoy día— «¡Los museos ceden ante las feministas radicales! ¡Detened esta peligrosa tendencia política! ¡Exigid que los museos vuelvan a los viejos tiempos, con montones de artistas hombres (y blancos) y ni rastro de feminismo! ¡Arte masculino ya!». Cuántos firmarían hoy esta soflama.
Otras de las piezas aquí recogidas hacen referencia, por ejemplo, a los títulos y las fechas de varias exposiciones por todo el territorio de Estados Unidos con el eslogan «Bajo vigilancia este año», señalando el espíritu fiscalizador, en el mejor sentido, del colectivo; que debería ser, en realidad, el de cualquier movimiento ciudadano con una verdadera base factual. O bien evidencian que «Las empresas de autobuses son más progresistas que las galerías de arte de Nueva York», por incluir a muchas más mujeres en sus plantillas. También las hay que investigan y documentan para su conocimiento público el número de mujeres directoras de cine, o el porcentaje de reseñas aparecidas en revistas especializadas y medios de comunicación dedicadas a exposiciones protagonizadas por artistas que fuesen mujeres, anticipándose a reivindicaciones contemporáneas que, lamentablemente, no han perdido un ápice de su vigencia.
Y es que si bien, como señalábamos antes, el de género no es el único asunto sobre el que han emitido sus reivindicaciones (que se han centrado igualmente en la situación de las personas sin hogar, la salud pública, la política energética y otras discriminaciones como las de raza o la infancia, por citar solo algunas de ellas), no cabe duda de que la fuerza desplegada por las Guerrilla Girls a lo largo de todos estos años se genera en su propia condición de mujeres; aquello que las hizo levantarse, en primer lugar, y que paradójicamente por su condición anónima las ha llevado a encontrar su identidad y la de tantas otras artistas en todo el mundo que han crecido con su referente y sus mismas inquietudes sociales. Por eso no es de extrañar que se hayan significado bajo el alias de creadoras fallecidas —y olvidadas en otras épocas de la historia— como Frida Kahlo, Eva Hesse, Paula Modersohn-Becker, Käthe Kollwitz, Gertrude Stein, Alma Thomas, Rosalba Carriera, Lee Krasner, Emily Carr, Romaine Brooks, Alice Neel, Ana Mendieta o Georgia O’Keeffe, a cuyos nombres no han dejado de rendir tributo.
Lo que se hace evidente con esta recomendable muestra que acoge el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía hasta finales de octubre, sobre todo viendo lo mucho que los mensajes de las Guerrilla Girls han ido anticipándose a nuestro tiempo, es que en la lucha feminista resulta ya imposible una vuelta atrás, una regresión social y artística, mal que les pese a algunos.
Guerrilla Girls. Porfolio Completo Comisariada por Yolanda Torrubia Centro de Creación Contemporánea de Andalucía C3A, Córdoba Hasta el 24 de octubre de 2021 |
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