Crónicas desorbitadas

K-pop boom! (guía para «kpoppers» y no iniciados)

La «boy band» coreana GOT7, en el Summer K-Pop Festival de 2015. / Foto: Jeon Han (CC BY-NC-SA 2.0)

La noche del veinte de junio de 2020 en Tulsa, Oklahoma, una foto da la vuelta al mundo. El presidente de Estados Unidos Donald Trump, corbata roja en mano, impecable traje azul de seda brillando bajo el flash, se aleja con una absoluta expresión de desaliento. Al mitin para el que habían reservado entradas más de un millón de personas apenas han acudido cien mil. Y no por falta de ganas. En las semanas previas cientos de miles de estadounidenses habían visto denegada su solicitud para asistir… porque no cabía más gente.

Un movimiento coordinado en todo el mundo acababa de trolear al tuitero más amado y odiado de internet. No tenían intenciones políticas, ni eran activistas. Solo amantes de la música k-pop, con ganas de hacer el gamberro y echarse unas risas. Nunca ocultaron sus intenciones, al revés, no dejaron de hablar del asunto en internet las semanas previas. Pero con su desmesurado ego, Trump y su equipo de campaña descartaron que aquellos adolescentes pudieran ser una amenaza. ¿Y ellos? Ellos se olvidaron de todo al día siguiente, después de hacer de la foto del presidente la imagen más compartida en internet de ese día.

Y es que las repercusiones de la repercusión que ha alcanzado el k-pop, parte de la ola cultural coreana hallyu, son imprevisibles. Es el mayor fenómeno cultural del siglo XXI, al menos en lo que se refiere a la música. ¿Exageración? En esta bola azul que es la Tierra vivimos ocho mil millones de personas. El vídeo del cantante PSY bailando el gangnam style acumula, desde su lanzamiento en 2012, más de cuatro mil millones de visualizaciones. La mitad de los habitantes del mundo. Y si afirmas que jamás has hecho el baile del caballo imitando al regordete PSY en una fiesta, o tu edad es extremadamente baja, o en qué planeta has estado viviendo.

El k-pop nació en 1992, en un talent show de la televisión coreana bastante viejuno, pensado para premiar a músicos que interpretaran canciones tradicionales y «música joven»… en la comprensión de ese concepto por un abuelo surcoreano de noventa años. Hasta que aparecieron sobre el escenario Seo Taiji and Boys, mezclando rock y hip hop, con la estética y maneras de los grupos occidentales, e interpretaron Nan Arayo (Lo sé). El jurado les dejó en último lugar. Pero la juventud coreana se enamoró totalmente de esa canción. Por primera vez les hablaban en su idioma, con su forma de entender el mundo, y en presente, de amor, de dificultad en las relaciones, de deseo sexual.

No sin polémica. Las letras eran demasiado atrevidas para la tradicional sociedad coreana, y las autoridades no tardaron en censurar el álbum. Para rabia de la juventud del país, la cual acabó montando tal pollo, y tan masivo, que no solo tuvieron que radiar Nan Arayo en todas las emisoras coreanas; es que acabaron reformando las leyes de censura para permitir que esta música de la juventud se desarrollara. Acababa de nacer la industria del k-pop, y ni ellos mismos eran conscientes de la que iban a liar.

Aunque si el público mundial ha abrazado sus melodías y puestas en escena, sobre todo la generación Z, es porque detrás de esta música hay una industria organizada con férrea disciplina empresarial. Las estrategias están en manos de grandes equipos, que diseñan éxitos y piden a sus estrellas que trabajen con total entrega renunciando a su vida personal, y al resto de su vida también.

Empresas millonarias y cotizadas, como la Hybe Corporation o JYP Entertaiment, que permiten el ingreso a sus academias de formación a adolescentes de trece años, los cuales se formarán durante una década, o algo menos. Son los idols, cuya vida diaria, sin fines de semana ni vacaciones, consiste en sesiones de ensayo y aprendizaje de canto y baile, estilismo, dieta estricta, actuación y desarrollo de habilidades de comunicación en público. Deben mostrar respeto hacia sí mismos y hacia las familias que les han apoyado para estar ahí, de acuerdo a la concepción surcoreana de la vida. Su sacrificio está justificado, como parte de la obediencia a ese principio, porque el horizonte posible es una vida de fama y riquezas. El grupo BigBang, ya retirado, y considerado el que más repercusión alcanzó mundialmente con el k-pop, recaudó en su primer año de gira cuarenta y cuatro millones de dólares. Por otra parte, el resto de adolescentes surcoreanos están sometidos al mismo régimen de exigencia en el sistema escolar.

El diseño milimétrico de cada grupo explica la uniformidad que presenta el k-pop. Los hay de chicos o de chicas, nunca mixtos. Sus componentes son siempre delgados, bellísimos, con un estilismo muy cuidado en el escenario y fuera de él, en cualquier situación de la vida. A menudo una parte de sus miembros se tiñen de rubio, pelirrojo y castaño para igualarse a sus fans occidentales. Por la misma razón algunas canciones incluyen frases sueltas en inglés. Son hits diseñados para triunfar en todo el mundo. En la vestimenta imperan los límites morales surcoreanos, así que ellas nunca pasan de acortar la minifalda de colegiala o enseñar algo más de carne, pero desde luego nada semejante a los bodis o ropa interior con que se muestra Dua Lipa, ni al erotismo de La Mala Rodríguez.

La estética juega un papel fundamental, e intenta reflejar el argumento de venta del grupo: puede ser la ecología, el reflejo de identidad femenina actual —mujeres fuertes e independientes—, la nueva masculinidad o cualquier otro tema de interés para la juventud actual. Acorde a este diseño se emplean siete rígidos códigos de vestimenta. De «Traje y Corbata»; el «Totalmente loco» —una estética a lo Michael Jackson en su época de imitación a las chaquetas inglesas de Sergeant Peppers de Los Beatles—; el «Idéntico» —todos los miembros del grupo vestidos iguales—; el «Informal», o sea, de sport; el «Edgy» —traje y deportivas, media camisa por fuera, etc.—; el «Lindo» —acá pijín, cayetano—; y el «Divertido» —algo a medio camino entre payaso en la pista y excéntrico informal, muy colorista—.

También los movimientos de baile están rígidamente determinados, y se asignan a cada canción según su ritmo, sea tipo balada pop, un medio rock frenético o pseudo hip hop. Sin olvidar que el k-pop es, fundamentalmente, una mezcla de todos los estilos musicales, tal como concibió el asunto el Rey del Pop Michael Jackson. El objetivo de las coreografías es que los asistentes a un concierto, o quienes sigan los vídeos oficiales, hayan visto al menos seis de las más de cien variantes de baile que se manejan.

Como el «Body rolling», un giro de pies a cabeza popularizado por los BTS, la banda que arrebató el título de Top Social Artist (Billboard) a Justin Bieber y fue invitada a hablar en la ONU representando a su generación, los Z, recibiendo las bendiciones de la revista Rolling Stone como mejor grupo masculino de k-pop.

El «Bottom shaking», que es anterior al twerking y podría considerarse una versión blanda del mismo, habitual en bandas femeninas. Shake It de Sistar es el mejor ejemplo, de este baile y del mayor erotismo de las kpoppers más jóvenes.

Aunque se define como variante separada, el «Hip Thrusting», contoneo de caderas en todas las formas posibles, es sumamente habitual en todos los grupos, y guarda semejanzas con el anterior. Los fandom reconocen a EXID como auténticas reinas de este, con referencia en su vídeo Up&Down.

La «Arrogant dance» es el origen del gangnam style, y lo inauguraron las Bown Eyed Girls. De brazos cruzados, las rodillas ligeramente dobladas, las caderas se deslizan de lado a lado. PSY le añadió la idea de cabalgar elevando los pies, y una letra no explícita pero sí muy evidente —en coreano— que hacía referencia a hacer el amor en la postura del perrito.

El «Hip-hopping» es el más importante. Lo impuso Seo Taiji con aquel primer vídeo de Nan Arayo y para crear este baile las discográficas coreanas estudiaron a fondo el break dance, así como todo el movimiento de hip hop y rap estadounidense. Los BigBang, a los que aludí antes, la banda de k-pop más famosa del mundo entero, son los que más lo han usado.

Pero sin duda lo más espectacular, el plato fuerte de todo concierto k-pop, es el «Acrobatics». Son saltos a medias entre las artes marciales, la gimnasia acrobática y el salto. Nada fácil de hacer. Se ensaya durante años.

El k-pop es un todo, y como tal está concebido. El fan no solo recibirá música, que también, sino ropa, coreografías, una filosofía o estilo de vida, y mucha actividad en las redes sociales. Es el paquete completo de la música del siglo XXI.

También los vídeos de las canciones están hechos como las grandes superproducciones del cine. Igual de cuidados en iluminación, escenario y actuaciones. Hay simples baladas de amor y romance, o elogios a la diversión inocente, pero también elaborados argumentos a medias entre el episodio de videojuego y el thriller. Así fue el vídeo más caro de la historia del k-pop, One Shot de B.A.P., con mezclas de yates a lo James Bond, tiroteos a medias entre el western y el cyberpunk, y atuendos negros con un toque Matrix.

Aunque no todo es bonito ni estético. Como un goteo se han filtrado historias de estrellas que caen exhaustas en los ensayos, dietas al borde de la anorexia y contratos leoninos que se firman por diez o doce años. Todo eso es verdad, y forma parte del acuerdo entre el adolescente que ingresa en la academia y su discográfica, con aceptación de sus padres. Eso incluye un férreo control de los idols, que no pueden tener relaciones sexuales ni novio o novia, tampoco consumir alcohol ni otras sustancias. Ni elegir la ropa que visten en público, y si al crecer no cumplen con la belleza estética exigida, se les fuerza a realizarse operaciones de cirugía estética. Su educación, además, no es gratis. En la academia contraen una deuda económica con las empresas que les representan, que deben ir pagando a lo largo de su carrera con ellos. Y que les arruinará la vida si no alcanzan el éxito comercial requerido.

Si a todo eso sumamos las inseguridades, fragilidades y susceptibles egos de los artistas, hallamos suicidios como el de Kurt Cobain y cuadros de desequilibrio no muy distintos al de Amy Winehouse —aunque ella murió de sobredosis, y eso no es tan normal en los k-pop—. Se han denunciado además casos de acoso y abuso sexual por parte de los representantes, lo que permite intuir que, además, en la industria surcoreana del hallyu predomina un silencio igual al de Hollywood antes del Me Too. Algunos intelectuales del país, muy críticos con esta cultura explotada como una parte más de la economía, aseguran que tanto el k-pop como el resto de manifestaciones de la ola coreana es motivo de una profunda vergüenza. Porque nace de la paternalista sociedad coreana, machista y misógina.

En contraste, el mensaje oficial es positivo. El k-pop reside en la concepción coreana de la cultura, cuyo objetivo es contribuir a la felicidad del ciudadano. A lo gangnam style. Para más información, TikTok.

3 Comentarios

  1. Buenas tardes, soy fan del kpop desde el 2006 y este artículo la verdad es que deja muchísimo que desear. Desde luego, no sé de dónde habrá sacado la información del mismo pero esta no puede ser más errónea.

    El kpop no fue creado para llegar más allá de Corea. De hecho, todos los grupos están planteados para el público doméstico. Si estos llegan fuera del país es gracias a la existencia de internet. Si no, sería un género que nadie habría conocido más allá de las fronteras.

    Por otro lado, existen grupos mixtos muy buenos. El ejemplo más actual es Kard, formado por dos chicas y dos chicos, o mujeres y hombres, según el rasero que le quiera dar.

    Comentarle también que la sensualidad existe, díganselo sino a Hyuna o a Jessi, reinas indiscutibles del kpop.

    Con respecto a los géneros de indumentaria ni siquiera me molestaré en hacer un apunte porque me da vergüenza ajena.

    • Como autor del artículo (y no fan del k-pop) tengo que discrepar contigo. No solo yo, sino mis fuentes, especialmente Taman Herman, Malcolm Croft, y sin duda Jeff Benjamin, reconocido por la CNN como el mejor periodista musical sobre k-pop. Puedo admitir que una música con tanta trayectoria sea más compleja que reducirla a un artículo y a categorías generales de grupos o vestimenta, pero de ahí a dar vergüenza ajena por resumir las principales ideas que se manejan internacionalmente sobre el k-pop va un trecho. Saludos.

  2. Kard. Triple h.
    Y más que ahora existen.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*