Ficción

Madrugada

Anne Hathaway despierta de un sobresalto en medio de la madrugada. Tiene el pijama empapado en sudor.

Enciende la tele y justo pasan esta película donde interpreta a una adolescente torpe que se convierte en princesa. Es la película que la hizo famosa, pero Anne Hathaway, en secreto, la odia. Le irritan la subtrama romántica y el muchacho inexpresivo que hace de galán y se pasa toda la película tocando la armónica como un imbécil. Su papel solo consistía en tocar la armónica, besar a la princesita atolondrada en el clímax y prometer una boda heterosexual para la secuela. «Qué ridículo», piensa, aunque ya toda una generación de princesitas ha forrado sus cuadernos de matemáticas con fotos del muchacho inexpresivo y aprendido a masturbarse durante la escena del beso.

La película termina al poco rato. Anne Hathaway se queda viendo los créditos por causa de una culpa cristiana, o acaso una náusea cristiana, de la que no logra deshacerse aún. Está a punto de dormirse cuando aparece una escena extra que no recuerda haber filmado.

Ocurre unos años después del final de la película. El muchacho inexpresivo toca una versión acústica de Miracles Happen para seis o siete personas en el bar más anodino del pueblo más anodino del estado de Wyoming. Lleva una barba tupida y grasienta. Tiene el rostro abotagado por el alcohol y varios kilos de sobrepeso. Está tan ebrio que olvida la letra e insulta al público. El personaje de Anne Hathaway lo aplaude por causa de una culpa cristiana, o acaso una náusea cristiana, pero también de forma protocolar. Ahora es una princesa que sabe de protocolos. Hace una señal a sus guardaespaldas. Uno saca del escenario al muchacho inexpresivo antes de que vomite. El otro le entrega un sobre al dueño del bar, que agradece a la princesa con una reverencia exagerada desde la barra. El personaje de Anne Hathaway se coloca unas gafas oscuras y finge no haberlo visto.

Sigue un montaje que muestra cuánto se distancian, y se reflejan, los caminos de los protagonistas. La princesa de Anne Hathaway toma el té con el Papa. El muchacho inexpresivo hace felaciones en un callejón para pagar sus deudas de juego.

Anne Hathaway trata de apagar la tele o cambiar de canal, pero el control remoto no funciona. Lo golpea contra la palma de la mano, quita y vuelve a colocar las pilas, presiona los botones con más fuerza.

La tele muestra al muchacho inexpresivo recibiendo una paliza en su caravana. La caravana más anodina del campamento de caravanas más anodino del estado de Wyoming. Ahora es un muchacho inexpresivo con hemorragias internas. El hombre que lo apaliza viste por entero de negro y lleva pasamontañas. Jadea como un cerdo acalorado mientras le pisotea el rostro, cada vez más urgido. No se detiene hasta convertir su inexpresión en un amasijo de sangre y vísceras.

Anne Hathaway cierra los ojos y se cubre las orejas y se aferra a las plegarias que la culpa cristiana le impide olvidar. Un golpe seco tras la puerta le arranca un grito. El pasamontañas voltea hacia la cámara.

«He venido por ti, princesita», susurra la voz en off.

La princesa, entonces, toma aire por la nariz y lo bota muy despacio por la boca. Repite la técnica un par de veces hasta controlar la respiración. Se incorpora de un salto, coge una lámpara de pie como si fuera un bastón de artes marciales y se planta frente a la puerta.

«Acá te espero, ridículo», advierte.

Otro golpe rompe la cerradura, que cae y rueda hasta sus pies.

 


Con la colaboración del Máster en Creación Literaria de la BSM-UPF, dirigido por Jorge Carrión y José María Micó, catorce años formando a escritores de España y América Latina. Más información aquí.

Giancarlo Poma (Lima, 1985) es máster en Creación Literaria por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Autor de Sonata para kamikazes (BCRP, 2010), obra ganadora del XIII Premio de Novela Corta Julio Ramón Ribeyro. Ha participado de la muestra de relato policial ¡Arriba las manos! (Altazor, 2016) y publicado cuentos en medios como Granta en Español.

Un comentario

  1. Y… esto en un fanfic, una crítica, una sátira…
    ¿O qué?

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