Pablo Artal nació en el zaragozano barrio de «La Química», y en su ciudad natal estudió Ciencias Físicas para luego doctorarse en la Universidad Complutense de Madrid. Formado posteriormente en Cambridge y en el Institut d’Optique de Orsay, fue investigador del Instituto de Óptica del CSIC en Madrid hasta que en 1994 pone en marcha el Laboratorio de Óptica de la Universidad de Murcia (LOUM), donde dirige un grupo de investigación líder mundial en diversos aspectos de la óptica visual, óptica adaptativa y óptica biomédica. Entre sus numerosos galardones se cuenta el prestigioso premio «Edwin H. Land Medal», le fue adjudicada la «Advanced Grant», distinción otorgada por el European Research Council (ERC), y obtuvo el Premio Jaume I de Nuevas Tecnologías.
Artal es coinventor de 20 patentes internacionales en el campo de la óptica y la oftalmología, y es cofundador de cuatro empresas derivadas que desarrollan sus conceptos e ideas. En este momento desarrolla, entre otras cosas, unas gafas inteligentes para corregir la presbicia. Además de su labor investigadora, trabaja en la Agencia Estatal de Investigación como colaborador de la División de Coordinación, Evaluación y Seguimiento Científico y Técnico, en el ámbito de las ciencias físicas. Artal también es divulgador científico y escribe en medios como Jot Down o La Verdad de Murcia, donde tiene una columna quincenal.
De repente, un día, uno se da cuenta de que no puede leer de cerca. ¿Cuándo y por qué se pierde la Visión a todas las distancias?
La lente dentro del ojo, el cristalino, es flexible y tiene la capacidad de cambiar su forma (se denomina «acomodar») para enfocar objetos a prácticamente cualquier distancia cuando somos niños y jóvenes. Con el paso del tiempo, y de una manera continuada, el cristalino se va haciendo más rígido y a partir de los 40-45 años, una edad que ahora aún consideramos joven, ya no es capaz de enfocar los objetos próximos. Una respuesta natural, y un ejemplo de que nos hemos convertido en présbitas o que tenemos vista cansada, es alejarnos cada vez más los objetos, tales como teléfonos o libros. A partir de los 50 años, y sin excepciones conocidas, todos los humanos tienen un sistema óptico de foco fijo que sólo permite tener enfocados objetos a una única distancia.
¿Cuándo vamos a poder comprar las gafas inteligentes que has diseñado para solucionar los problemas de presbicia?
Las soluciones para corregir la presbicia que existen son solamente parciales. No tenemos todavía nada que nos devuelva la capacidad rápida y automática de enfocar que teníamos de jóvenes. Con la edad no podemos enfocar, pero sin embargo al mirar objetos cercanos las pupilas se contraen y los ojos siguen apuntando en la dirección correcta. Ideamos un método que utilizara esta información para detectar en cada momento a dónde miramos y controlar unas gafas optoelectrónicas que cambian su potencia óptica con el voltaje aplicado. La idea la hemos patentado en varios países y tenemos un prototipo que funciona muy bien, aunque es todavía incomodo y, la verdad, bastante feo. En estos momentos, estamos evaluando distintas opciones de colaboración con expertos en otras áreas para desarrollar un sistema con utilidad práctica. Es difícil dar fechas, pero no creo que podamos tenerlo disponible para el público antes de tres años. Eso sí, estoy seguro de que la espera merecerá la pena.
Dices que la ciencia visual del futuro es la «fotalmología», ¿a qué te refieres con este neologismo? ¿Tienes ya alguna solución técnica «fotalmológica» para los que, como yo, somos daltónicos?
Ja, ja, ja… esto de la «fotalmología» fue una pequeña «boutade» que se me ocurrió hace unos años y he mencionado en alguna de mis charlas. Aunque ciertamente con poco éxito hasta ahora, pues no me parece que nadie haya hecho mucho caso. Pero estoy seguro de que en el futuro muchos aspectos de la medicina, y no solo en oftalmología, tendrán su base en aplicaciones de técnicas ópticas avanzadas que ahora se conocen más como fotónica. Una aplicación en el ojo será, sin duda, el modelado de la córnea utilizando luz láser pulsada para corregir los defectos refractivos a voluntad, de manera sencilla y sobre todo reversible. Es probable que pasemos por el «fotalmólogo» tan a menudo como hoy en día vamos al peluquero, pero para dejarnos los ojos a punto o a gusto para una determinada ocasión. Y a más largo plazo, el uso de técnicas como la optogenética nos llevará a cambios radicales en la curación de algunos tipos de ceguera. Esto también podría ser una vía para restaurar procesos de fotorrecepción dañados y podría incluir una cura del daltonismo. Pero me temo que cuando esto llegue ya será tarde para ti.
Unos de tus artículos más leídos y comentados en Jot Down se titula Mirar al sol y la estupidez humana. Como científico, ¿qué explicación le encuentras a que haya personas que practiquen «sungazing»? ¿Se puede encontrar otro caso similar en el mundo animal?
La verdad es que no tengo una explicación muy convincente para este tipo de cosas. Ciertamente, los humanos somos criaturas peculiares. Muy gregarios, con tendencia a seguir conductas que otros imponen, aunque estas sean absurdas o contraproducentes. Por otro lado, tenemos bien marcado genéticamente el espíritu de supervivencia que nos impide hacer cosas que nos puedan dañar. Pero existe un terreno de nadie donde algunas personas se precipitan por conductas autodestructivas. La moda de mirar al sol directamente podría tener un halo de vuelta a la naturaleza, vendida como algo saludable si se hace con un cierto control. El problema es que el riesgo de dañar algo tan delicado como la retina es muy alto y, si esto ocurre, es un proceso irreversible. Con buen criterio, llevamos milenios como especie evitando mirar al sol directamente y hemos desarrollado protecciones para ello. Nuestras cejas o el reflejo de cerrar los ojos en menos de un cuarto de segundo cuando vemos una luz muy intensa. También se protegen el resto de los animales, no conozco ninguno que haga algo similar.
Cuando un asistente a una de mis charlas me planteó este tema, pensé que bromeaba. Lo que me impactó fue que alguien con formación tuviera dudas sobre las bondades del asunto. Bajo ciertas circunstancias somos capaces de seguir pautas o directrices que atentan contra nosotros mismos o contra los demás. Nos atrae estar al borde del precipicio. Lo malo es que a menudo en la historia, individuos y sociedades completas han caído por él. El conocimiento es como un antídoto, una vacuna, frente a estos comportamientos irracionales individuales y colectivos.
En Visión a todas las distancias hablas, entre otros muchos temas, del vínculo entre ciencia y política. ¿Cómo ha afectado la pandemia a esta compleja relación?
Siempre ha sido una relación de conveniencia y por lo tanto complicada. Ha ido cambiando a lo largo de la historia y en este año hemos vuelto a sufrir tensiones. En un momento dado, los políticos descubrieron el enorme poder de la ciencia. Un uso adecuado permite ganar guerras y controlar sociedades. Los científicos somos humanos curiosos que queremos escarbar en lo oculto para conocer más. De esa búsqueda salen resultados prácticos que la sociedad va incorporando. De vez en cuando se producen cambios muy profundos que hacen tambalear muchas situaciones establecidas. En este año de pandemia, la ciencia ha mostrado sus limitaciones y también su enorme potencial con un desarrollo acelerado y efectivo de vacunas. Pero el hecho de que la principal herramienta de lucha contra la epidemia haya sido el confinamiento de la población (y aun lo sigamos usando) es un claro fracaso. Por ejemplo, no he entendido la razón por la que no hemos usado masivamente, como lo han hecho en Corea o China, herramientas de control en los teléfonos móviles.
En este momento eres el presidente del panel de física en la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia y Tecnología. ¿En qué momento se encuentra la investigación científica en España?
La ciencia en nuestro país siempre ha estado en crisis. No ha sido un tema importante, ni para los dirigentes ni para los ciudadanos. No ha existido un orgullo por lo que se haya podido descubrir aquí, ni ha interesado promoverlo. Con la investigación, al igual que con la educación, las inversiones son costosas y los réditos, si es que se producen, se obtienen al cabo de muchos años. Esto no es atractivo para la mentalidad cortoplacista de los políticos. Las que hoy en día son las primeras universidades del mundo, en sus orígenes a mitad del siglo XIX en Estados Unidos eran unas instituciones locales creadas con la ayuda de unos pocos visionarios. Volviendo a la pregunta de la situación de la ciencia española, sufre una falta crónica de financiación que ha sido paliada en parte por los fondos europeos. Así, tenemos una elite científica que ha conseguido esos fondos, que compite a nivel mundial y crece. Se da la circunstancia de que, siguiendo la ley de que se dará más a quien más tiene, estos grupos se van concentrando en unos polos bien definidos. Lo que llamaríamos «clase media» investigadora está fundamentalmente en las universidades y va quedando cada vez más descolgada. Piensa que, en cuanto a financiación estatal, estamos hablando de repartir fondos por parte de la Agencia Estatal de Investigación que son similares a los del año 2008.
Por otro lado, tenemos una masa de talento joven que deberíamos aprovechar de manera efectiva. Ojalá alguien tenga sentido de futuro y se le ocurra distribuir parte de los fondos de recuperación europeos para retener y atraer a jóvenes científicos, y hacerlo con una idea de distribución geográfica y temática. Quiero decir que no se concentren en unos pocos sitios, ni en unas pocas temáticas. Un país necesita a gente capaz distribuida por el todo el territorio y experta en múltiples áreas.
«La ciencia ya no se construye sobre hombros de gigantes sino sobre montañas de enanos». ¿Compartes esta afirmación de Enrique F. Borja?
Esto es bueno, no lo había oído antes. Sin duda son necesarios los ejércitos de currantes, pero creo que los progresos significativos todavía provienen de individuos, de gigantes. Soy un defensor de la ciencia pequeña, hecha a escala humana, que no requiere de plantillas con miles de obreros especializados. Me gusta la parte más romántica y artesanal, que incluye desde la idea a la concepción y realización del experimento. Por supuesto, entiendo que en determinadas especialidades eso es ya imposible, bien por la sofisticación de los instrumentos o por los requerimientos experimentales.
Investigador, profesor, asesor, empresario y escritor. ¿Cómo combinas tus diferentes facetas?
Bueno… muchas cosas y todo mal. ¡Ja, ja, ja! Soy lo que se llama un «culo de mal asiento» en el sentido de que tengo intereses variados. Pero en realidad, de todo lo que mencionas, yo me definiría como un académico en el sentido anglosajón del término. Mi interés principal es la investigación y ahí se incluye la formación de los jóvenes científicos. Los aspectos de transferencia me interesan en tanto que son necesarios para llevar las ideas a la práctica, pero claramente soy un malísimo empresario en el sentido tradicional. Y escritor no creo que me pueda considerar. No tengo paciencia para escribir algo largo, como una novela, y mi faceta más reciente de articulista es más bien un divertimento.
Escribir es, de alguna manera, como desnudarse intelectualmente delante de la gente
Tus artículos en La Verdad, algunos de los cuales reúnes en Visión a todas las distancias, se encuentran siempre entre los más leídos, entre otras cosas porque eres bastante crítico con las políticas científicas y las estructuras universitarias. El hecho de ser tan franco, ¿te ha traído dolores de cabeza? ¿Te han censurado alguna vez en La Verdad? ¿Te has autocensurado?
No se me ocurre, y no sabría, escribir algo que no creyera. Y mi opinión es que la crítica se necesita para mejorar. Por eso supongo que la mayor parte de artículos en el periódico me salen críticos. Cuando escribo no me preocupo en pensar en los posibles ofendidos. Por otro lado, el hecho de que utilice datos, más que meras opiniones, también puede hacer que el margen para el enfado sea menor. Si simplemente digo que la universidad española es muy floja porque ningún centro está entre los 150 primeros del mundo, no tiene que enfadarse ningún rector. El enfado debería ser con ellos mismos por sus pobres resultados.
Llevo publicados unos 90 artículos de manera continuada en La Verdad cada dos jueves, y todos han salido exactamente tal como los envié. No he tenido ninguna llamada de atención, ni antes ni después, por parte del director del periódico. Hasta la fecha mi libertad ha sido absoluta. Pero claro, la autocensura me la he aplicado en bastantes ocasiones. Es normal que un artículo sobre un tema en concreto me salga de corrido más agresivo de la cuenta. Cuando esto pasa, lo dejo reposar y lo suavizo. Me aplico la máxima de que no tenga que arrepentirme en el futuro de nada de lo que haya escrito. También voy aprendiendo cómo evitar temas más personales. Por ejemplo, en uno que dediqué a mi madre hubo alguna persona próxima que se molestó. De todas formas escribir es, de alguna manera, como desnudarse intelectualmente delante de la gente. ¡Van a conocer tus vergüenzas y se debe estar preparado para recibir críticas!
Con una periodicidad quincenal en La Verdad en la que opinas de temas muy diversos, ¿no tienes miedo en caer en la «todología» de muchos de los analistas que aparecen continuamente en los medios de comunicación?
Espero que esto no ocurra. El rango de los temas que trato es relativamente estrecho: ciencia, tecnología, medicina o educación. Supongo que por mi deformación como científico, intento no escribir nada sobre lo que no tenga una razonable seguridad de no meter la pata. Datos contrastados, ideas validadas, etcétera. Pero, por otro lado, quiero que cualquier persona que lea lo que escribo lo entienda, y eventualmente aprenda o cuestione algo. Para esto, el nivel debe ser accesible. Me gustaría pensar que una de mis columnas sueltas la podría escribir cualquiera, pero que todas ellas solo yo. Que en conjunto son una especie de marca.
Eres un científico multipremiado: Premio Rey Jaime I a las Nuevas Tecnologías en 2015, Premio Nacional de Investigación Juan de la Cierva en 2018, Premio Edgar D. Tillyer en 2019 de OSA por el uso pionero de tecnologías ópticas y fotónicas, entre otros, y además has recibido una Advanced Grant del ERC. Con tu currículum, ¿por qué te has quedado trabajando en la Universidad de Murcia?
Sí, he tenido muchísima suerte con los premios en mi carrera. Y quizás por eso debo decir que me gustan mucho. Son un gran invento para promover la competencia y premiar el esfuerzo (al menos cuando se otorgan con cierta justicia). Pero en que te los concedan o no interviene un grado de azar enorme. Depende de tantas cosas que si te toca es como un pequeño milagro. Necesitas tener unas mínimas y necesarias cualidades que te hagan merecedor, pero esto es algo que lo cumplen muchos. Además, debes tener la suerte de cara para encontrarte jurados que valoren lo que has hecho y no cruzarte con los que te eliminarían de un plumazo. Lo cierto es que un premio suele abrir la puerta a otros. El primero importante que recibí fue la medalla Edwin Land (que no has mencionado en la lista). Land inventó la maquina Polaroid y fue uno de los innovadores más importantes del siglo XX. Recibir ese premio fue tan inesperado como sorprendente. Todavía cuando veo mi nombre en el histórico de los premios me parece que es una errata, ¡ja, ja, ja!
Pero en realidad la pregunta es la razón por la que llevo casi 30 años en la Universidad de Murcia. Es aquí donde he hecho lo más importante de mi carrera y con el orgullo de hacerlo desde cero, pues cuando llegué no había nada en mi campo. Y estoy agradecido a la institución. Durante estos años, he tenido ofertas para marcharme a otros sitios, pero finalmente no encajaron. Siempre, en esas decisiones, hay que poner varias cosas en la balanza. Lo cierto es que mi actividad ha sido muy internacional. En todos estos años, salvo en el último de la pandemia, he sido una especie de nómada científico, pasando mucho tiempo en otros países. Desde hace varios años compagino mi puesto de catedrático en Murcia con otro en la Universidad del Centro-Sur en la ciudad china de Changsha. Y mantengo relación con colegas en laboratorios de muchos otros lugares del mundo.
¿Por qué decidiste donar parte del premio Rey Jaime I a futuros estudiantes?
El premio Rey Jaime I viene con una dotación económica de 100.000 euros libres de impuestos. Por supuesto, vienen muy bien, pero yo tenía en la cabeza desde tiempo atrás hacer un gesto, aunque modesto, en la línea de la filantropía norteamericana, muy escasa por aquí. Y convencí a la universidad para convocar unas becas para estudiantes brillantes que empezaran carreras de ciencias, usando un dinero que yo done íntegramente. La idea era ayudar económicamente a los estudiantes y sus familias, pero también una forma de promoción del esfuerzo y el interés por la ciencia entre los jóvenes. Lo que siento es que, lamentablemente, no pude seguir manteniéndolas y quedó en una iniciativa de un solo año. Quizás en el futuro pueda volver a hacer algo similar.
¿Qué consejos darías a una persona que quiere dedicarse a la investigación científica?
Debe saber que se trata de una carrera muy difícil, supongo que esto no es diferente de otras muy competitivas, como las de los deportistas o los músicos de élite. Se deben medir las fuerzas y las capacidades. No sería inteligente, por ejemplo, insistir en ser un investigador en física teórica si las habilidades en matemáticas, o la abstracción, son modestas. Lo ideal es adaptar nuestro campo de actuación a aquello en lo que destaquemos. El siguiente punto de importancia vital es elegir buenos maestros. La investigación es un oficio y como tal se aprende viendo y estando en el entorno adecuado. Tener la suerte, o la habilidad, de caer en un buen grupo de investigación para hacer la tesis doctoral y después ampliar miras en estancias posdoctorales en otros laboratorios de otros países sirven para aprender y para tejer una red de contactos que resultará fundamental. La ciencia es una actividad muy social y el éxito dependerá en gran medida de en qué entorno te hayas movido. Y, finalmente, como todo en la vida, necesitas mucha suerte y perseverancia.
¿Cuál ha sido tu mayor reto u obstáculo a la hora de investigar?
Con la perspectiva que me va dando la edad, creo que los obstáculos siempre están en uno mismo. Se suele tener la tendencia, muy humana, de pensar que lo que no se consigue es por culpa de alguien o de algo, mientras que lo que sale bien es así por nuestra propia habilidad. Lo cierto es que ni una cosa, ni la otra. Si no he conseguido todavía descubrir cosas más significativas e importantes ha sido porque no he sido capaz de hacerme las preguntas adecuadas o de tener los recursos o la inteligencia suficiente para hacerlas. Dicho esto, sigo planteándome nuevos retos para el futuro pensando que lo mejor aún está por llegar.
¿Cuál ha sido tu mayor logro científico? ¿Y personal?
Con los resultados científicos pasa como con los hijos. A todos se les quiere por igual y no se tiene, o no se debería tener, favoritos. Dicho esto, tengo un especial cariño a los trabajos en los que descubrimos algunas de las características ópticas del ojo. En particular, que el cristalino corrige en parte los defectos ópticos de la córnea. A partir de estos resultados de investigación fundamental, desarrollamos un nuevo tipo de lente intraocular que copiaba las propiedades ópticas del cristalino joven. Estas lentes las llevan ahora decenas de millones de personas en el mundo tras haberse operado de cataratas. Más recientemente, hemos inventado otro tipo de lente intraocular que da un paso más, inspirada en nuestro cristalino, para que los pacientes tengan una mejor visión en todo el campo visual. Creo que esto va a suponer una mejora sustancial para evitar caídas y accidentes en las personas tras las operaciones de cataratas. Podría decir que mis inventos de nuevas lentes solo han consistido en entender mejor nuestro ojo para copiarlo.
Respecto a la parte personal, siempre he entendido la vida como un todo sin distinguir entre trabajo y el resto. Pero quisiera pensar como logros importantes mis cuatro hijos, el último, Pablo Benjamín, con solo unas semanas de vida, y mis colegas y amigos con los que siento tener una casa abierta en muchas partes del mundo.
La experiencia demuestra que la gente que tiene éxito económico suele utilizar las ideas de otros, pero a mí me gusta desarrollar mis ideas
Eres el fundador de Voptica, una empresa fruto del éxito de transferencia tecnológica público-privada. ¿Cuáles son los retos actuales de Voptica tras diez años innovando?
El principal reto de Voptica es sobrevivir y su gran logro es haberlo hecho ya durante diez años. En España, es extremadamente difícil salir adelante desarrollando tecnología propia. Es remar contracorriente. Soy un optimista patológico, pero en ocasiones he estado a punto de tirar la toalla ante tantas dificultades. Por otro lado, es interesante haber hecho nosotros solos todo el proceso desde la idea hasta el producto final. Los científicos a veces pensamos que lo mas difícil es el principio, la idea y la demostración, cuando en realidad los pasos que quedan por dar son mucho más largos y costosos. Ser pionero es muy difícil. La experiencia demuestra que la gente que tiene éxito económico suele utilizar las ideas de otros, pero a mí me gusta desarrollar mis ideas. ¡Por eso es muy probable que no llegue a ser millonario! [risas]
Pero yendo a cosas más prácticas, me gustaría mucho que Voptica se asentara como una compañía de referencia mundial en tecnología para oftalmología, con una línea amplia de productos propios, pensados y hechos aquí, que beneficien a las personas de cualquier lugar. Para eso necesitamos financiación y cierta suerte en el desarrollo de los productos, en especial con nuestras nuevas lentes intraoculares ArtIOL. Son claramente mejores para los pacientes y más baratas. ¿Por qué no deberían triunfar?
En tu biografía de Twitter te defines como «amateur winemaker». ¿Por qué?
Quería marcar la diferencia con mi propia consideración de ser un «profesional» de la ciencia, frente a un mero amateurismo respecto al vino. En esto soy un aficionado, nada más. Tengo una pequeña viña en el interior de Murcia, de solo una hectárea, con cepas viejas de más de cincuenta años de una variedad de uva tinta que está casi extinguida, llamada forcalla. Quise hacer un vino propio con ella y monté una pequeña bodega en la que hacemos un vino artesanal con un control completo desde la viña a la botella. Los resultados son modestos, pero es un vino único y diferente. Con el vino me gusta también innovar. He hecho varios blancos con la uva tinta y cuando tenga tiempo quiero hacer un espumoso.
Murcia está, tristemente, en los medios de comunicación por temas políticos y me he acordado de uno de tus artículos: «Todos mienten». ¿Qué te parece el espectáculo que está dando la clase política en tu región?
Si, ha sido una especie de sainete. Al menos, en Murcia ya no se podrá nadie quejar por falta de protagonismo. De ser una región marginada, y marginal, para los medios de comunicación y solo ocupar portadas por ocasionales terremotos o parricidios hemos pasado a estar en el candelero. No deja de ser un ejemplo, bastante burdo, de la degradación de la clase política y de los mercadeos por puestos y prebendas. Los intereses de los ciudadanos y las estrategias de mejora suelen quedar en un muy segundo plano. Lo malo es que se trata de una situación que afecta a todos los colores políticos y a todos los territorios. El «zeitgeist».
¿El mundo podría estar mejor ordenado si el sentido común se aplicara de una manera más generosa?
Sin duda, aunque sería también un poco más aburrido. Necesitamos de las emociones, pero los verdaderos avances se han construido con la razón. Y, lamentablemente, muchas de las más oscuras páginas de la Historia se han escrito a base de sentimientos primarios guiados por el odio. Los frentes, los bandos, las diferencias son un cáncer para las sociedades que las pueden destruir. La razón y el sentido común son los diques de contención.
Dejo para el final la pregunta más complicada. ¿Por qué no sigues a nadie en Twitter?
No, en realidad es muy fácil. Yo soy de la generación del correo electrónico. Crecí con él y es la mejor herramienta que he usado en mi vida, probablemente. El cambio frente a la correspondencia tradicional fue de tal envergadura que aún sigo maravillado.
Pero ya llegué tarde al desarrollo de las redes sociales. No encajaban en mi modo de actuar. Así que nunca tuve Facebook y llegué hace relativamente poco a Twitter tras resistirme bastantes años. Había tenido un par de blogs relativamente activos y la transición a Twitter fue como si hiciera «microblogging». Lo he usado más como una especie de tablón de anuncios de mis artículos y resultados. Por mera comodidad y simplicidad no he añadido seguidores. Pero eso no quiere decir que no vea de vez en cuando lo que dicen otros.
No conocía a este profesor, pero me ha gustado mucho la entrevista. Y dan ganas de leer el libro. Aunque no aparece información de donde cómpralo.
Es muy curioso notar el enorme nivel de algunas personas, como esta, que son casi anónimas en comparación con cenutrios famosos. Gracias a Mercurio por esta cultura con mayúscula.
Artal menciona además muchas cosas muy importantes de manera sencilla. A seguir.
Lo puedes comprar aquí: https://www.jotdown.es/store#!/West-Indies/c/26594604 o pedirlo en cualquier librería.
Me gusto todo, pero en especial la respuesta al consejo que daria a quien quiera dedicarse a la investigacion. Saber en que se meten y valorar sus capacidades. A muchos nos pasa que pecamos
de optimismo al principio y nadie nos dice, chaval, tu no vales para esto. Ahora, con el rollo de lo politicamente correcto, nadie se atreve a decir nada de eso. Y de esa manera no se nos hace ningun favor.
Por lo demas, una entrevista largar que se lee en un momento.
Ha sido un placer conocer a este cientifico. Me llama la atencion la claridad de sus ideas. Me quedo con las ganas de leer el libro. Y como otro lector ha dicho es reconfortante encontrar esto en medio de tanta mediocridad. Gracias y enhorabuena
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