La necesidad de economizar recursos ha existido siempre, incluso para los genios. Al igual que muchos de nosotros grabábamos en las cintas ya usadas nueva música que sustituía a la anterior, grandes artistas de la historia del arte hicieron lo mismo con sus lienzos. Así, muchas imágenes han permanecido ocultas a nuestros ojos durante décadas hasta que se han desarrollado tecnologías que permiten ver las capas interiores de una pintura.
Leonardo Da Vinci es uno de los artistas que más ha reformulado sus obras. Resulta interesante que, en La dama del armiño, por sorprendente que parezca, no aparecía dicho animal originalmente. Fue en 2014 cuando un equipo de expertos descubrió que, al principio, el cuadro solamente mostraba a la joven, y que más adelante Leonardo cambió la posición de sus brazos para añadir el armiño que se convertiría en protagonista de la obra.
Incluso la considerada por muchos como la obra más conocida de la historia del arte, La Gioconda, también experimentó reformulaciones que habrían modificado de manera significativa la versión que conocemos hoy. En Francia, el Centro Nacional para la investigación Científica descubrió recientemente que la obra de Da Vinci fue, en parte. realizada con una técnica llamada «spolvero», que consiste en dibujar primero la imagen en un cartón y pasarla, posteriormente, al lienzo final. Los investigadores han podido saber que al principio el rostro de la Gioconda estaba más orientado a la derecha, y no ocupaba un lugar tan central como el actual. El estudio reveló otros detalles curiosos, como que la Gioconda tenía cejas y pestañas, y una sonrisa más pronunciada.
Da Vinci es protagonista no sólo por pintar encima de sus propias obras, sino porque se sospechó que otros artistas lo hicieron sobre sus obras. Se creía que La batalla de Anghiari se cubrió con un fresco de Giorgio Vasari en el Palazzo Vecchio de Florencia. Después de una emocionante investigación se descubrió que realmente no fue así
Otro caso muy curioso en este sentido es el del lienzo de Un viejo hombre en traje militar, de Rembrandt, donde antes había pintado a una mujer con un vestido gris. No se trataba ni mucho menos de un boceto, sino que parece que el artista se arrepintió en el último momento antes de acabar la obra, o no tenía otros lienzos a mano para pintar a la figura masculina.
De forma similar, el Retrato de Don Ramón Satué, de Francisco de Goya, ocultaba otra imagen anterior. Un equipo de expertos belgas y holandeses revelaron que, en capas inferiores, se encontraba un retrato de un cargo militar durante el reinado de José Bonaparte, cuya identidad no se ha podido determinar con exactitud, ya que el rostro no fue definido por el pintor.
Pablo Picasso también decidió reutilizar muchos de sus lienzos. La mayoría pertenecen a su época de las pinturas azules, cuando el artista todavía no era muy conocido y no contaba con grandes recursos. Una de ellas, La habitación azul, esconde bajo varias capas un elemento que podría reformular su significado. Aunque había sospechas anteriores, no fue hasta 2008 cuando se pudo determinar que, en una de las esquinas del lienzo, aparecía un hombre trajeado mirando a la joven protagonista de la escena, que Picasso eliminó en la versión final. De manera similar, en El viejo guitarrista ciego, los expertos del Instituto de Arte de Chicago consiguieron ver que en capas inferiores Picasso había pintado, al menos, la silueta de una mujer que amamanta a un niño.
Pero probablemente el caso más sorprendente en las obras del artista malagueño lo vemos en La vida, obra que muestra a un íntimo amigo suyo junto con su mujer. Sin embargo, al analizarlo con tecnología de rayos X, el rostro de su amigo se ve sustituido por el del propio Picasso, sugiriendo una infidelidad con dicha mujer. No es el único misterio que oculta el lienzo, también se puede apreciar una mancha blanquecina que, al girar la imagen, resulta ser la luz de una lámpara encima de una mesita de noche, parte de la obra conocida como Últimos momentos, que había sido exhibida en el bar barcelonés Els quatre gats en 1889 y que mostraba a una mujer enferma en su habitación. Es decir, que en todas las sucesivas obras y versiones que el propio Picasso pintó sobre ese mismo lienzo, la vida y la muerte se entremezclaban.
Vincent Van Gogh, dentro de su amplia producción, también se arrepintió de algunas de sus obras. La conocida como Parche de hierba, que representa un paisaje verde, oculta en capas inferiores el retrato de una mujer. Un equipo de expertos consiguió desvelar el misterio gracias a la tecnología de rayos X combinada con un acelerador de partículas. De forma similar, su Naturaleza muerta floral con amapolas y rosas escondía el retrato de dos luchadores, imagen que el artista había contado en las cartas a su hermano que había pintado, pero de la cual no se sabía su paradero. Los expertos calculan que en torno a un tercio de las obras de Van Gogh ocultan bajo su versión final otras imágenes.
Estos descubrimientos demuestran que, por muy genios que fueran, todos estos artistas se equivocaban, rectificaban, se arrepentían, e incluso pensaban que sus obras no eran lo suficientemente buenas como para ser expuestas o vendidas. Además, estamos ante un ejemplo paradigmático de cómo la tecnología y la ciencia se fusionan para dar respuestas en otros campos de conocimiento.