Crónicas en órbita

Quién me presta una escalera…

O cómo interpreta el poeta Antonio Carvajal las últimas palabras de Cristo antes de morir. Evangelio, escritura de un ateo y música sacra: el autor granadino intercala un poema en cada uno de los siete adagios de Haydn

La editorial Point de Lunettes acaba de publicar la Paráfrasis de las siete palabras de Cristo en la cruz, del poeta Antonio Carvajal. El libro, por culpa del coronavirus, llegará a las librerías en mayo, cuando probablemente se atisbe el fin de esta cuarentena que ahora vivimos.

Retrato de Franz Joseph Haydn, por Mather Brown.

Se trata de siete poemas, o un gran poema dividido en siete partes, que glosa las palabras de Cristo en la cruz, extraídas de los Evangelios. La obra obedece a un encargo del Ayuntamiento de Granada y del director de la New American Chamber Orchestra, Misha Rachlessky, para un concierto de 1989, consistente en escribir un poema para cada una de las siete palabras de Cristo en la cruz e intercalar cada poema entre cada uno de los siete adagios de las Siete palabras, que la Catedral de Cádiz le encargó al compositor austriaco F. Joseph Haydn en 1786 para inaugurar la Santa Cueva. Es, por lo tanto, un poema para ser leído en voz alta alternando cada una de sus partes con una pieza musical. Eso determina el tiempo métrico y musical del texto, eligiendo la forma del heptasílabo como base auditiva, tiempo pausado que en el caso de Antonio Carvajal es una forma amplia, ideal para los recursos expresivos que requiere el asunto y que le sobran al poeta.

La primera lectura pública de este poema fue en el concierto de la orquesta antes citada, el 29 de septiembre de 1989, y más tarde se editó en Poemas de Granada (1991) y Miradas sobre el agua (1993), y se recogió en las dos ediciones del compendio Extravagante jerarquía (1983 y 2018). La novedad de esta edición consiste en que es la primera vez que los poemas se recogen como libro independiente, con dos prólogos explicativos bastante acertados, uno de Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier y otro de Dionisio Pérez Venegas. Y se acaba de publicar con motivo del último Festival de Música Española de Cádiz, organizado por la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales, y en cuyo contexto Antonio Carvajal recitó el pasado 15 de noviembre sus Palabras en la Santa Cueva de la Catedral de Cádiz, alternándolas con una versión de las Siete palabras de Haydn para cuarteto y soprano a cargo de José Peris.

De repente, un soneto de amor de su primer libro cobró un significado nuevo: el hijo siente que el padre no lo escucha, la soledad del hombre frente a la nada

Tras recibir el encargo, Antonio Carvajal escribió las seis primeras palabras pero, ya ensayando la orquesta para el concierto, se le resistía la séptima. Y para ella recurrió a un soneto de amor de su primer libro, Tigres en el jardín (1968), cuyo primer cuarteto es:

Siempre te tuve en brazos cuando tú no nacías,
cuando tú no llorabas, fuente sellada y pura,
como tú me abrazabas, como tú me mecías
en el jardín cerrado bajo la noche oscura

Y de repente, este poema de amor, con el paratexto bíblico de la séptima palabra al frente (“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”), cobró un significado nuevo, el de una nana o diálogo entre el Padre y el Hijo. El hijo siente que el padre no lo escucha y surge el gran tema: la angustia provocada por el silencio de Dios, la soledad del hombre por existir frente a la nada a la que se enfrenta. En estos poemas la voz del Cristo es la de un hombre doliente, desamparado ante todas las dudas del ser humano, solo ante el vacío y las injusticias de la existencia.

Las Siete Palabras (1898), o siete autorretratos, de F. Holland Day. Colección del Met Museum de Nueva York.

El patetismo del poema, su emoción intensa se debe también a una circunstancia biográfica que estaba latente en el fondo del poeta cuando lo escribió: la muerte de su amigo Carlos Villarreal en la primavera de 1989. Pocas veces se han usado en nuestro idioma, con tanta eficacia, recursos de repetición o encabalgamientos como en estos versos relativos a la primera palabra (“Padre, perdónalos…”):

Me dueles tú que no apartaste el cáliz.
Me hieres tú con tu silencio. Tú,
que me has desamparado. No te enojes
con ellos, no te ensañes
con su maldad pequeña, tan mudable
como sus pocas horas. Tu perdón
es la esperanza sola que me queda,
la luz de mi agonía

Especialmente prodigioso es el poema correspondiente a la quinta palabra (“Tengo sed”), en el que repite las palabras de las rimas consonantes del primer cuarteto en el segundo y del primer terceto en el segundo. La repetición está tan lograda que al oído del lector pasa desapercibida y este recibe como novedad las mismas palabras o frases dichas dos veces. No me resisto a reproducirlo:

Desde lejos escucho unas voces clamando.
No sé qué dicen. Tengo mi corazón vacío.
Desde lejos los miro. Sé que me están mirando.
No sé qué miran. Tengo mi corazón vacío.

Desde la cima estoy sangrando, estoy clamando
y sé que no me escuchas, que me dejas, Dios mío.
Y sé que tú me miras, sé que me estás mirando.
Pero no sé qué miras al mirarme, Dios mío.

Y tengo sed. Y tengo la boca como llaga,
la boca como tierra por la lluvia negada,
el alma como llaga de la tierra sedienta.

Y es mi cuerpo sin lágrimas una boca, una llaga,
una tierra reseca por la lluvia negada,
y es un alma sin Dios, pero de Dios sedienta.

 

Cofradía de las Siete Palabras de Sevilla, en la Semana Santa de finales del siglo XIX.

La idea de la sed, de la boca como tierra reseca, nos lleva al posterior poema Lluvia en La Quintería (de su volumen Raso milena y perla, 1996) en el que Carvajal vuelve a dar la imagen del hombre resquebrajado: “¿Qué sabes tú del cuerpo que recibe / un instante la lluvia y ve marcharse / la nube que lo cubre y se abre y se abre / en grietas hondas duras […]?”.

Todo este despliegue técnico, escrito por un “varón de dolor” (como a sí mismo se llama Carvajal en Miradas sobre el agua) que sufre su pena y que se involucra en la de sus conciudadanos, no impide que la significación de estos versos sea nítida, diáfana para cualquier lector sensible, no solo de poesía. A este poeta se le entiende perfectamente en su castellano limpio. Tiene uno, ante estos versos, la sensación de estar leyendo un poema clásico, y a un poeta de siempre. Porque estos siete poemas son no solo fundamentales en la obra del poeta granadino, sino en la poesía expresiva española de tipo religioso. Encontramos en ellos la vibración de la mejor poesía clásica española, la de San Juan de la Cruz, Quevedo, Unamuno, Blas de Otero, Antonio Machado y Dámaso Alonso, que añaden a la fe y al sentimiento de amor todos los recursos posibles de la emoción literaria.

Siendo un poeta de cuya pluma no salió jamás un verso devoto, Carvajal logra con estas Siete palabras uno de los mejores poemas religiosos del siglo XX

Se da la circunstancia de que, en uno de los conciertos de las Siete palabras que hizo la Orquesta Ciudad de Granada con Juan de Udaeta al frente y recitación de los poemas de Carvajal intercalados, en una iglesia de Granada, parte del público se levantó indignado tras el primer poema, como si hubiera escuchado un sacrilegio por oírse en ese poema solamente el dolor del Hombre. Y el resto del público numeroso que se quedó al concierto aplaudió largamente, emocionado. Absténganse, pues, de la lectura de este libro los capillitas sin gusto literario.

Porque Antonio Carvajal, siendo un poeta de cuya pluma no salió jamás un verso devoto, igual que ocurre en Garcilaso, escribió con estas Siete palabras uno de los mejores poemas religiosos del siglo XX. El imaginario cristiano, al que es sensible cualquier escritor culto, le da al poeta granadino la posibilidad de expresar el dolor humano y de crear un Cristo en la tierra que es realmente hombre, que con su sufrir se convierte en el paradigma de la humanidad. Y este poema, que es un monumento escrito por el dolor frente al vacío y la incomprensión, es ahora, justo en este momento histórico en que acaba de publicarlo Point de Lunettes, muy actual. Porque la poesía y su dolor compartido, el arte, la literatura, la música y la creación hechas con palabras mayores pueden salvarnos de la incertidumbre histórica y de la incomprensión en que, lector, nos encontramos situados ahora.

 

Paráfrasis de las siete palabras de Cristo
Antonio Carvajal
Prólogos de Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier y Dionisio Pérez Venegas
Point de Lunettes (distribución prevista para mayo)
54 páginas
19 euros

APTO PARA: Creyentes en la poesía y quienes no han oído hablar de un tal Dios, pero llevan la cruz de la soledad a cuestas.

NO APTO PARA: Capillitas sin gusto literario y adictos a los dogmas de fe.

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