Llega a nuestras manos el precioso y raro libro de M.ª Teresa León Nuestro hogar de cada día, breviario para la mujer de su casa (Buenos Aires, Compañía General Fabril Editora, 1958), y como conocemos a la autora, su importante producción literaria, su significado no solo en la España republicana, sino durante la guerra y el exilio, se nos ocurre la maldad, propiciada por la naturaleza del libro, una maldad propia de un oportunista sin alma (que siempre maneja información privilegiada) como es Le coq espagnol.
Dicha maldad era comparar el libro de M.ª Teresa León con los múltiples libros que la Sección Femenina de la Falange había publicado en España, auspiciados por la hermanísima Pilar Primo de Rivera, y ver el parecido del punto de vista femenino (en lo que a ama de casa se refiere) tanto en la República exiliada como en el Nacionalcatolicismo español. Y a este gallo peleón le ha salido el tiro por la culata, porque esta vez su instinto (o sea, su mala fe) le engañó y se quedó sorprendido y desplumado al leer el librito. Porque no es lo mismo. No es lo mismo la mentalidad de aquí que la de allí en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, y no es lo mismo la gracia que desprende el librito de M.ª Teresa León que el fervor guerrero de la Falange en la posguerra española.
Con las trampas descubiertas y un aire de hermosa derrota, ahora sí vamos a proceder a comparar los libros destinados a mujeres de la Sección Femenina, con la obra de la riojana M.ª Teresa León, comparación parcial e intencionada, como todas las de Le coq.
La multitud de obras de voluntariado (formación patriótica no solo libre, sino muchas veces forzosa en connivencia con la Iglesia Católica) que desplegó la Sección Femenina de la Falange dirigida por la esforzada Pilar Primo de Rivera iba destinada a unificar y llevar el control ideológico de la sociedad civil de la dictadura franquista, usando a la mujer como hilo vertebrador. La mujer debía ser el alma de la familia católica (no había otra posible) atenazando, guiando espiritualmente al marido y a los hijos. Para ello la mujer contaba con la dirección espiritual de un hombre (o sea, un confesor), porque en la sociedad nacionalcatólica no se entendía una mujer sola, fuerte intelectualmente, si no era dirigida por un hombre (confesor, padre, esposo, por este orden). También la mujer, en esta tela de araña, era una importante fuente de información para el sistema, por si alguien se salía de la raya un poco. La mujer estaba destinada a una especie de (elevada) dirección y control ideológico.
Tres son los libros especialmente destinados a mujeres de la Sección Femenina de F. E. T. Y de las J. O. N. S., la Enciclopedia elemental de la Sección femenina (yo manejo la tercera edición de 1954), el magnífico Manual de cocina (recetario) de Ana María Herrera, sin duda el mejor libro de cocina de la cultura española (yo manejo la primera edición de 1950, muy anotada por mi madre), y el tratado de Cocina regional española (recetario), tan bueno como el anterior (yo tengo la primera edición del 1953).
Según la Enciclopedia elemental de la Falange dirigida a mujeres, los asuntos de los que una mujer debía interesarse para su formación eran (según su aparición en el libro): Religión, Historia sagrada, Formación política, Nociones de Lengua española, Nociones (dirigidas) de Historia de España, Geografía, Aritmética, Ciencias Naturales, Física y Química, Cortesía y buenos modales, Enseñanzas del hogar (Alimentación, cocina, costura, Corte y confección, Economía doméstica, Ropa blanca y Decoración), Nociones de Puericultura y Música.
Llama la atención la ausencia de cultura física o atención al propio cuerpo, salvo el detalle de la alimentación. Tampoco hay Literatura, Filosofía ni Arte. Ni nada que oriente a la mujer a ninguna cuestión profesional. Se desprende de este manual un ideario en donde solo se reserva para la mujer el ámbito del hogar. La mujer en casa.
«En el prólogo de Pilar Primo de Rivera vive la retórica del fascismo español, que era un fascismo con olor a puchero de garbanzos»
Dice Pilar Primo de Rivera en el revelador prólogo que esta enciclopedia está dirigida, no a las alumnas sino a las maestras, sobre todo a las maestras de las Escuelas de Formación organizadas por la Sección Femenina: “Las lecciones de Nacionalsindicalismo y de Religión están ampliamente explicadas en esta Enciclopedia y ocupan el primer lugar en ella, porque son para nosotras las fundamentales (…) Nuestra misión va destinada a hacer mujeres falangistas (…) y que son la lecciones de Religión y de Nacionalsindicalismo las que han de hacer ver a estas mujeres que en cada uno de sus actos, en la más humilde de sus tareas diarias, están sirviendo, al par de su destino individual, el destino de España y de Europa y del mundo, total y armonioso de la Creación. ¡Arriba España!”. En estas líneas vive intensa la retórica del fascismo español, que era un fascismo con olor a puchero de garbanzos, pero ambicioso y de aspiración invasivo-universal, pero con el idealismo hueco de todos los fascismos.
El Manual de cocina es la mejor obra que dejó la Sección Femenina, con una primera parte de temas instrumentales con nociones generales sobre las distintas materias primas (las calidades de cada carne y cada pescado, la manera de cortarlos, de comprobar que estás frescos, por ejemplo), una segunda parte de recetas según las cuatro estaciones del año y una tercera parte general, amplísima, con miles de recetas de todos los tipos posibles, con predominio de la cocina nacional, y añadido de recetas y cócteles internacionales.
Y el de Cocina regional española ordena las recetas por regiones y provincias. Son de tal calidad ambos manuales, las recetas están explicadas de forma tan sencilla y coherente, que todos los que hemos aprendido algo serio de cocina, nos hemos iniciado pasando por él. En ambos libros se utilizan unas unidades de medidas tan reales como el pellizco (3 gramos de sal), la cucharadita (20 gramos), la cucharada (25 gramos), el vaso (un decilitro) etc. y en la portada de la recetas diarias de comidas y cenas propias de cada estación, se explica que “las recetas de este libro están calculadas para seis personas”, o sea, una familia con la parejita, los hijos y el abuelo, porque la familia era el núcleo al que se dirige el libro. Eran nuestras abuelas y nuestras madres, las que nos criaron con alegría en aquella España triste. Y este libro era el libro en el que aprendieron a guisar.
«Las otras, las que tuvieron que irse porque perdieron la guerra, escribieron y cocinaron en Argentina, en México, en Estados Unidos o en la Unión Soviética»
Pero las otras, las que tuvieron que irse porque perdieron la guerra, escribieron y cocinaron en Argentina, en México, en Estados Unidos o en la Unión Soviética. Tal el caso de M.ª Teresa León, que ha pasado a la historia como mujer que fue de Rafael Alberti, lo cual oscureció gran parte de su intensa actividad creativa (5 obras de teatro, 7 novelas ambientadas en nuestros clásicos literarios, 8 libros de cuentos, 2 libros de ensayo, 2 guiones cinematográficos y otros 4 más raros, como sus magníficas memorias –Memoria de la melancolía– o su recetario escrito para la mujer argentina titulado Nuestro hogar de cada día –1958–, que es libro que ahora nos concierne). Una española (riojana) exiliada, implicada políticamente en la República y en la Guerra Civil, que perdió su patria y que acaba siendo acogida en Argentina y escribiendo, entre otros muchos, un libro para amas de casa de allí, obra alimenticia sin duda en el doble sentido de recetario y de beneficio editorial, pues por ese motivo lo debió escribir.
El libro tiene una amena estructura, dividido en capítulos dedicados a distintos elementos de la vida doméstica gobernada por la mujer: el vino, la comida, las amistades, el orden, la belleza… Y en la Introducción se percibe un tono algo distinto, no ya por la ausencia de la retórica hueca, sino por la introducción de leves matices sobre el papel de la mujer: “Los antiguos decían que el hogar era el reino de la mujer y aquello olía a confinamiento de serrallo. Ahora nos distinguimos de entonces porque el hogar se ha convertido en el problema de toda la familia y todos se interesan en la casa, en su confort, en la forma de hacerla grata y embellecerla. Claro, que hay un timonel –y ese puesto no debemos dejar nunca que nos lo arrebaten– y ese timonel eres tú, amiga mía, a quien va dirigido este libro”.
Cada capítulo de este libro se compone de cortos fragmentos en donde se alternan relatos dirigidos a mujeres, o con vidas de mujeres, consejos médicos, recetas de cocina, trucos domésticos, consejos literarios, consejos sobre los niños chicos o consejos sobre costumbres y modales. Cada fragmento tiene un icono al lado del texto alusivo a su contenido (una cabeza de mujer, un bebé, un ramo de flores, una cruz de farmacia, un libro etc.).
Las recetas de cocina de este libro son americanas y de cocina internacional: Cómo se hace un caldo, cómo se aprovecha la fruta para hacer compota, cómo se guisa un charquicán o unas hojuelas a la chilena, un ceviche de corvina peruano, un pastel mexicano, unos huevos a la guatemalteca o una ropavieja cubana; también cómo se guisan los bitokes a la rusa, los buñuelos a la alsaciana, una sopa polonesa, húngara o la sopa vasca Elzekaria, o un cordero a la kurda a la manera argelina.
También hay muchos consejos que tienen que ver con el cuidado de los bebés, del orden y la economía domésticos, y muchos relatos breves cuyas protagonistas son mujeres de la historia reales o inventadas: las vidas de Dulcinea, Isadora Dunkan, Juana la Loca, Friné, Aurora Dupin, Madame Lynch, Virginia Woolf, Madama de Stäel, Catalina de Medicis, Mª Rosa Oliver, Teresa de Ávila (despojada de la santidad, para que no se la apropiaran solo las mujeres franquistas)… Y, junto a esta galería de retratos femeninos, un importante caudal de consejos literarios de libros que las mujeres deben leer o de frases extraídas de libros, de autores como: Tolstoi, Wolf, Cervantes, Kafka, Proust, Séneca, Voltaire, Molière, Maritain, Shakespeare, La Celestina, Wilde, Alfieri, Sartre…
Y en medio de todo este material, como las arias de una ópera o los poemas en medio de una obra de teatro de Lorca, M.ª Teresa León introduce poemas de Miguel Hernández, Rubén Darío, Garcilaso de la Vega, Pablo Neruda, Juan Ramón Jiménez, Alfonsina Storni etc.
«Pero si tanto en la España de posguerra como en el exilio es la mujer el alma de la casa, ¿dónde están las diferencias entre las dos Españas? Pues la hay»
Pero si tanto en la España de posguerra como en el exilio es la mujer el alma de la casa, ¿dónde están las diferencias entre las dos Españas?, podría preguntarse uno con maldad. Pues esa diferencia la hay. Mientras a las mujeres españolas sus confesores y sus maestras les recomendaban que leyeran “Guirnaldas de la historia”, “Fabiola” con modelos femeninos basados en la santidad o en la heroicidad, tipo Santa Teresa o Agustina de Aragón, mientras en los cuadernos escolares de las niñas se alternaban las lecciones de Evangelio con las de historia nacionalcatólica, fíjese el lector los libros que aconseja regalar a las mujeres M.ª Teresa León en su manual: “¿Tienes que hacer un regalo? Pues regala un libro. Mira: ahí tienes Cándida o Pigmalión de Bernard Shaw. También es un libro hermoso Moby Dick de H. Melville; La novela de dos centavos de Bertold Brecht; (…) Si quieres que un padre severo y distante conozca el efecto de su severidad e incomprensión sobre su hijo, puedes dejar en sus manos La carta al padre de Kafka. Pero si es una amiga romántica elige para ella La dama de las camelias de Dumas, siempre eficaz, o Eugenia Grandet de Balzac. También Los miserables de Víctor Hugo es interesante para alguna amiga con impulsos de sacrificio social. En las manos de un amigo viajero El viejo y el mar de Ernst Hemingway …” etc. Y, aunque M.ª Teresa León escriba que “las mujeres nos quedamos atadas a nuestra casa por los hilos invisibles de la responsabilidad”, no era lo mismo el ideal de mujer que se imponía en la España de Franco que el que se estilaba en un país tan libre como Argentina en los años 50 del siglo pasado.
Eran nuestras abuelas y nuestras madres, las que nos criaron con alegría en aquella España triste, en aquella posguerra con olor a elegía y con sabor a gloria bendita.