
Desde la altura de Las Setas, estructura de madera y hormigón, la luz sevillana adquiere una tonalidad única. Tiene mucho que ver, de día, con la latitud en que se encuentra la ciudad, por el modo en que la baña el sol. Y de noche, con el espectáculo de luces y colores, que se reproduce en bucle entre las 21:30 y las 00:30, de abril a octubre, y que tiene el skyline de la ciudad como fondo. La cercana iglesia de la Anunciación, y la más alejada catedral, con la Giralda, resplandecen bañadas por la iluminación anaranjada que emana ese ambiente, a la vez cálido y sugerente, de su vida nocturna.
Esta estructura, segundo lugar más buscado del mundo en Google, es el lugar perfecto para comenzar el peregrinaje por los mercados de Sevilla. Cada vez más frecuentados por sus visitantes, porque en ellos conviven los aromas de carnes, verduras, pescados y flores, con los de bares de tapas y rincones gastronómicos donde disfrutarlos. El verdadero pulso de la vida sevillana. El Mercado de la Encarnación, el más antiguo de la ciudad, está bajo Las Setas, y es una referencia por los consejos culinarios de sus vendedores, y su condición mantenida como plaza de abastos.
Pero los mercados no quedan cerrados en sí mismos, porque para quien sabe buscar siempre hay un rincón insólito y secreto con que acompañar la experiencia de su visita. Muy cerca del de La Encarnación se encuentra el panteón de sevillanos ilustres. La idea de visitar una cripta tenebrosa y subterránea, bajando unas escaleras y tras cruzar la facultad de bellas artes, cambia completamente al contemplar el sepulcro de los hermanos Bécquer. Sobre Adolfo y Valeriano un ángel sostiene el libro de las Rimas en su mano izquierda, y en el pedestal en que apoyan sus pies, los visitantes dejan papeles con peticiones. Encontrar el amor, aprobar una asignatura, conseguir un trabajo, muy a menudo acompañadas por las propias rimas del poeta. No lejos, reposa otra escritora que tuvo que firmar con nombre masculino para ser publicada, dejándonos un testimonio de otros tiempos menos igualitarios: Fernán Caballero.

El siguiente mercado imprescindible es el de la calle Feria, no solo por sus características, sino porque está en el centro neurálgico de uno de los paseos más populares de Sevilla. Desde el siglo XIII, momento en que empezó a celebrarse allí el mercadillo de los jueves, durante las mañanas de ese día de la semana. El Mercado de la Feria es su centro neurálgico, donde se puede degustar de todo, desde atún de Barbate a un espectacular sándwich de pastrami, cerveza artesana, y chicharrones. Internacional o castizo, al gusto de cada uno. Multitud de tiendas lo rodean en el recorrido por esta calle, desde obradores a librerías, un bar con juegos Arcade, y las fachadas de dos iglesias muy singulares y absolutamente pintorescas, que obligan al selfie. Omnium sanctorum, erigida sobre una vieja mezquita almohade, que conserva su alminar original. Y la iglesia de San Juan de la Palma, en un lugar que los sevillanos llaman, popularmente, plaza de los botellines, no hará falta explicar porqué. Además, si se va en jueves, en Feria encontraremos el mercadillo de coleccionismo, con llaveros de la Expo 92, y Curros, juguetes antiguos, Cristos e imaginería, o numismática.
Y puesto que el mercado tuvo su origen en el siglo XIII, nada mejor para acompañarlo que la visita a la ventana mudéjar del Omnium sanctorum, y al centro del mudéjar. La ventana ojival de la iglesia suele pasar desapercibida, pero en ella aún podemos apreciar la técnica de los azulejos cortados que los moriscos hicieron pervivir en toda Andalucía. En la plaza trasera, la de Calderón de la Barca, encontramos un centro de interpretación que nos invita a un espectacular viaje por el arte mudéjar. La techumbre del Salón de Doña Leonor, con elementos vegetales y escudos de armas, policromada, nos devuelve, al alzar la vista, a aquel Renacimiento que aquí se desarrolló de muy distinta manera a la que estamos acostumbrados a pensar, la romana de Rafael o Miguel Ángel. Gracias al arte musulmán perpetuado por los moriscos.
El Mercado de Triana es otro de los imprescindibles, por el barrio en que está, que siempre ha sido casi una ciudad en sí mismo, paralela a la misma Sevilla. Cuna del flamenco y de la alfarería, y profundamente ligada al Guadalquivir. Pocos lugares evidencian mejor lo mucho que ha cambiado la utilidad de los mercados, y lo especial que es el de Triana, como Casalá Teatro. Una experiencia íntima de teatro y flamenco en un antiguo puesto de venta, reconvertido en sala. Solo 28 butacas, que fueron traídas desde Logroño, de un teatro inaugurado en 1880, para seguir sirviendo a los espectadores de este rincón tan especial del sur. Es apenas el principio de un recorrido, que nos llevará por bares gastronómicos, arrocerías, freidurías, o jamonerías. Y, naturalmente, por los puestos de venta de frescos, cuyo bullicio de compradores y vendedores es un espectáculo en sí mismo. Para los muy seducidos por la cocina, hay un lugar con cursos de tres horas impartidos por un chef profesional, en el Taller andaluz de cocina. Otra manera de llevarse Sevilla, no solo en el recuerdo, sino en la maña adquirida con los cazos, las ollas, y las sartenes.
Para completar esta visita, el Centro Cerámica Triana nos introduce en los secretos de la tradición alfarera de Triana. Las cerámicas y azulejos sevillanos que se hicieron famosos en todo el mundo tuvieron en este lugar su último alfar, cuya tradición artesana se remonta a la Edad Media. Con piezas del marqués de Pickman, que renovó esta industria en su fábrica de La Cartuja, o la publicidad realizada en azulejos de cerámica que llegó a decorar toda la ciudad.
Y, como última curiosidad de Triana, solo para connaisseurs, la Barbería Curro en Virgen del Valle, 95. Decorada al estilo de los años cincuenta, fundada por uno de los pioneros del rock sevillano, y mausoleo para los fans del rockero Silvio. Ya solo se abre bajo demanda, pero aún así merece la pena acercarse para ver su fachada, y esa inscripción de Penny Lane junto a su puerta. Esta cabellería, como la definió su dueño, está hermanada con la barbería que Los Beatles hicieron famosa en su canción.
Eclecticismo en el barrio del flamenco, y emociones de mercado en la ciudad de los sentidos, verdadera «Feeling Land» por sus cuatro costados.