
Fidel Martínez (Sevilla, 1979) supone una de las voces más personales e interesantes del mundo del cómic nacional actual. Ha publicado, a lo largo de estos años, cómics tan interesantes como Fuga de muerte, Sarajevo Pain, Arconte y la novela gráfica que nos ocupa, Hijos del fuego, fábula tanto moral como ecológica, ambientada en Chernóbil, un cómic repleto de lirismo. Una obra altamente recomendable que da lugar a esta entrevista, realizada en el Hispacómic de este marzo de 2025.
Sabemos, por lo que nos has dicho en otras entrevistas, que prefieres hablar de los referentes en una obra concreta o en un estilo. ¿Podrías, por tanto, señalar alguna de las influencias que se dan en Hijos del fuego?
Los referentes principales son tres. Voces de Chernóbil de la premio Nobel Svetlana Alexievich, un libro que recoge los testimonios de supervivientes y agentes relacionados directamente con la catástrofe que supuso la explosión del reactor de la central nuclear de Chernóbil en 1986, y que aporta el trasfondo histórico y político del relato. El movimiento Stalker que aparece a finales de la primera década del siglo XXI, motivado por el videojuego homónimo, y que viene a estar formado por grupos de personas, en su mayor parte jóvenes, que se organizan para infiltrarse de manera ilegal en la Zona de exclusión, un territorio prohibido a cualquier personal no autorizado, porque quedó peligrosamente contaminado a causa de la radiación expulsada por la explosión del reactor nuclear. Por último, la mitología de Europa del Este, que me inspiró para crear a dos de los personajes fundamentales del libro y conferirle esa atmósfera de fantasía que en parte tiene.
Con respecto a la mitología del este, ¿cómo te ayudó a crear esos dos personajes fundamentales de la historia de los que hablas?
Me ofreció a una de las criaturas fantásticas más populares de su imaginario. Se trata del Leshi. Mi interpretación es muy libre, pero rescata y mantiene su estrecha vinculación con la naturaleza como entidad que, en cierto modo, le debe su existencia y supervivencia.
Es una segunda obra, después de Arconte, en que la importancia de la ciencia ficción, como vemos en la aparición de seres elementales, es grande. ¿Te encuentras cómodo en este tipo de historia en que ciencia ficción e historia están íntimamente relacionadas?
Me siento más cómodo porque ya cuento con la experiencia previa de mi libro anterior. De todas formas, no soy un autor que se adscriba a un género en particular sino, más bien, busco el que se adecue mejor a la idea que quiero desarrollar y la historia que estoy contando. Esa es mi prioridad. En este caso, puede ser la ciencia ficción o el terror, porque la acción se inicia como si fuera un «slasher» y el lugar en el que tiene lugar, la conocida como Zona de exclusión, se presta a ello, dado su carácter enormemente intimidatorio y sobrecogedor, pero no ha sido algo buscado de antemano.
Una de las reseñas de Hijos del fuego, de Asier Mensuro, dice: «Fidel Martínez desarrolla una de las historias más fascinantes y poéticas que he leído nunca». Nosotros pensamos lo mismo, en base a la trama, la relación de personajes, la construcción visual que, en algún momento, recuerdan páginas de La cosa del pantano, de Alan Moore y Stephen Bissette, John Totleben. Creemos que es tu obra más redonda, la más lograda. Nos gustaría saber si estás de acuerdo con esta afirmación.
Asier Mensuro ha sido muy generoso en su opinión sobre mi libro. Yo diría que tras veinte años de trayectoria profesional es mi obra más consumada y, quizás por eso, la más lograda. Pero no podría afirmarlo con rotundidad porque a todos mis trabajos les pongo el mismo grado de empeño en su elaboración. Aparte, me agrada que menciones la influencia del trabajo de Bissette y Totleben en el apartado gráfico. Son dos dibujantes que realizaron un trabajo excepcional en La cosa del pantano y que, por ese motivo, merecerían ser reivindicados. Su montaje, planificación y elaboración de atmósferas terroríficas eran simplemente magníficos. Su inspiración está presente hasta cierto punto en mi libro.
Al hilo de la pregunta anterior, nos gustaría saber si, además de considerarla tu obra más redonda, la consideras tu obra más personal.
Todas mis obras tienen la misma implicación personal. Son el resultado de trabajar sobre una idea que me atrapa y absorbe lo suficiente como para, a partir de ella, desarrollar un proyecto que va a consumir en torno a dos años de mi vida. Realizar un trabajo en estas condiciones solo puede hacerse cuando lo consideras de ese modo.
Está claro que las tres citas que dan comienzo al libro tienen también importancia en la construcción de una historia en la que se dan varias líneas temporales y hay una historia que roza el mito, otra que roza el terror. ¿Podrías contar el proceso de elaboración de la trama para que todas se desarrollen de forma tan fluida?
La trama, para mí, y en este caso en concreto, porque en cada obra se manifiesta de un modo diferente, fue creciendo, expandiéndose y apoderándose de mi idea inicial como lo hizo la naturaleza en la Zona de exclusión después de la explosión de la central nuclear. En parte, motivada por ideas y preguntas que iban surgiendo en torno a lo que yo estaba contando o como consecuencia de interrogantes que arrojaban los propios personajes. El hecho de que soy de esos autores que intentan mantenerlo todo bien atado para que nada quede inconcluso o al azar, me ayudó a que la trama siempre se mantuviera dentro de unos cauces razonables y que se ciñera en todo momento a la idea original que es lo que, al final, realmente importa.
¿Crees, como parece ser una de las lecciones de Hijos del fuego, que el ser humano es capaz de destruirlo todo? ¿Piensas que hay espacio para la esperanza?
Yo te diría, por lo que demuestran la historia y los avances tecnológicos del último siglo, que la posibilidad existe y habría que tomársela muy seriamente. En cuanto a la posibilidad de dejar espacio para la esperanza, claro que la hay. No haría este tipo de libros si no lo creyese así.
Una de las claves de esta obra es el accidente de Chernóbil, igual que en Sarajevo Pain se sitúa en el sitio de Sarajevo o Fuga de la muerte en la persecución judía por parte de los nazis. Nos gustaría que nos hablaras de tu interés en momentos tan definidos de la historia del ser humano.
Incluso yo no lo tengo totalmente claro. He meditado sobre ello en reiteradas ocasiones y lo que te puedo decir es que son acontecimientos que me atraen por su importancia en la historia reciente. De algún modo, han influido de manera fundamental en el mundo en el que vivimos actualmente, que es el europeo occidental. Además, manifiestan un aspecto monstruoso, cruel y violento de nuestra naturaleza, habitualmente silenciado, pero que es necesario aceptar y enfrentar si queremos mejorar como especie.
Dice también Asier Mensuro: «Su dibujo es pura sabiduría. Hijos del fuego tiene algo de la volumetría y la rotundidad del maestro Jack Kirby, algo del juego de luces y sombras de maestros como José Antonio Muñoz y Alberto Breccia, y mil influencias más, que Martínez ha sabido fundir en un crisol para crear algo nuevo». ¿Podrías dar nombre a esas mil influencias más?
Pues yo creo que Asier Mensuro hace referencia a toda esa cadena de influencias de las que provienen, a su vez, estos autores. Él no está desacertado al mencionar a todos estos grandes artistas que no solo me han influido a mí sino a muchísimos otros autores. Personalmente, y resumiendo todo lo anterior, yo diría que mi grafismo se encuadra en esa escuela no oficial del claroscuro que parte de figuras como Milton Caniff y se consolida en los trabajos de Alberto Breccia y José Muñoz. Otros referentes importantes en el libro y que no pertenecen propiamente al ámbito de la historieta son el constructivismo pictórico y la arquitectura racionalista soviética, que le confieren a las imágenes rotundidad, además de expresividad.
Hablando de la construcción visual de la trama, abundan las dobles páginas en este cómic. ¿Podrías explicar cuál es la función que quieres que cumplan? Además de estas dobles páginas, el tamaño del álbum es mayor que el de los anteriores publicados en Norma. ¿Crees que así se le hace más justicia a la historia?
Absolutamente. Por un lado, para infundir en el lector esa impresión de monumentalidad y amplitud que necesitan los espacios urbanos, arquitectónicos y naturales en los que la acción se desarrolla. Por otro, para prestar mayor protagonismo al grafismo que, en este caso, es importante y, finalmente, para facilitar su lectura, algo que muchos lectores agradecerán enormemente.
Son muchos los temas que aparecen en las páginas: la pequeñez del ser humano, como se ve en esas maravillosas viñetas en las que los personajes son rodeados por la naturaleza; la importancia de esta, presente a lo largo de toda la trama; la soledad, la muerte, en definitiva, los temas comunes a las grandes obras, dando lugar a una fábula moral tremendamente efectiva. ¿Cuál de estos temas te interesa más?
Buena pregunta. La idea original era mostrar la fascinación que produjo en mí la idea de enfrentarse a un entorno como el que ofrece la Zona de exclusión, resultado de la soberbia y la capacidad destructiva del ser humano, pero que, irónicamente y con el paso del tiempo, ha adquirido el encanto de un mundo postapocalíptico, una cápsula del tiempo en la que vivir una experiencia única y diferente a cualquier otra. Así que se podría decir que ese es el tema que más me interesa. Pero claro, de él derivaron otros tantos, algunos coincidentes con mis obsesiones habituales, como la memoria, y otros que no lo eran, como el desastre medioambiental.
Con respecto a la pregunta anterior, en alguna entrevista anterior nos comentaste que «Sin embargo, en el aspecto temático, sigo indagando en las mismas obsesiones que marcaron a mis libros anteriores: la maldad humana como algo desprovisto de cualquier matiz religioso y la memoria. Por lo tanto, y pese a que no lo pueda parecer a primera vista, sigue siendo una obra que mantiene cierta relación de continuidad con las anteriores». ¿Es esta, por tanto, una obra que guarda cierta relación de continuidad con otras?
Sin duda. Al igual que en mi obra anterior Arconte, aquí, esa maldad adquiere un carácter más global. No habla solo de sus efectos y consecuencias en el ser humano, sino también en el mundo que habitamos y que es, en última instancia, nuestro soporte vital.
Al hilo de la pregunta anterior, ¿consideras que Hijos del fuego es una fábula, además de moral, ecológica?
Por supuesto. Me atraía la idea de utilizar la fábula como un vehículo para enviar un mensaje de un modo que no resultara panfletario o moralizante. Un mensaje que transmita la idea de que la naturaleza prevalecerá, a pesar de todos nuestros excesos y desmanes.
Hay, por otra parte, una caracterización brillante de los personajes, tanto en el aspecto gráfico como en los diálogos, en que se mezclan la nostalgia por la desaparición de un mundo que ha dejado de existir, las consecuencias del accidente nuclear tanto en los seres humanos como en los seres elementales, en viñetas repletas de lirismo. ¿Está la poesía presente también en la construcción de la trama?
Más precisamente el lirismo. Despojar el drama de lirismo es reducirlo a su aspecto más puramente mórbido. Sin lirismo el drama deja de ser moral y se convierte en algo puramente escatológico.
Hablando de poesía en la trama, nos hablabas, en una entrevista anterior, de que la mezcla de disciplinas artísticas también es absolutamente imprescindible en la construcción de un cómic. Es obvio que en estas páginas el lirismo, la poesía, es una de las disciplinas que aparece, pero ¿podrías decirnos cómo otras disciplinas artísticas han ayudado a la construcción de esta novela gráfica?
El maestro Will Eisner, en su aclamada obra El cómic y el arte secuencial, nos hacía una enumeración de todas las disciplinas profesionales que cualquier autor de historietas que se precie debe conocer, en alguna medida, para poder realizar su tarea, y te aseguro que son muchas. Tantas que no pienso repetirlas para no aburrir a los lectores. Pero, exclusivamente para este libro, yo diría que algo de arquitectura, interiorismo y botánica. Es lo imprescindible para representar de forma adecuada el entorno natural y urbano en el que se desarrolla este relato.
Es una historia tremendamente pesimista, en la que se presenta al ser humano como un virus capaz de destruir cuanto tiene a su alrededor, pero también tremendamente optimista, como demuestran las últimas páginas. ¿Crees que hay motivos para la esperanza en un momento histórico tan difícil como este?
Lamentablemente, estamos viviendo momentos realmente terribles que recuerdan, inevitablemente, a aquellos que a mediados del siglo pasado alimentaron y dieron lugar a los fascismos y a una segunda guerra mundial. Si no le ponemos freno, tanto nosotros, en nuestro papel de ciudadanos, como los gobiernos democráticos de los respectivos países, mucho me temo que la deriva podría ser catastrófica. Y en una situación así, el margen para la esperanza es, cada vez, menor.
¿Cuáles son los recursos técnicos que has empleado en Hijos del fuego para atraer a los lectores no habituales de cómic?
Ninguno en especial. No tiendo a discriminar a mis lectores.
Una de las subtramas más interesantes es la historia de los hongos, que aparecen como elemento psicodélico y como elemento de unión imprescindible en la naturaleza. ¿Cómo llegas a esa parte de la historia?
Voy a tratar de no desvelar demasiado. Solo diré que la función que cumplen en la naturaleza y su condición híbrida, que los convierte parcialmente en animales y vegetales, resultan fundamentales para justificar la existencia de uno de los personajes principales.
Una vez publicada la novela gráfica, ¿cuáles son tus expectativas con respecto a ella en cuanto a crítica, público, etc.?
Inicialmente, nunca sabes cuál será la acogida que recibirá por parte de público y crítica. Además, el éxito o la repercusión de tu trabajo no depende exclusivamente de su calidad, sino también de su promoción, difusión en medios y el boca a boca, factores que tú no controlas en absoluto y que son impredecibles. Por eso mismo, intento ser prudente y no excesivamente entusiasta.
¿Cuáles son tus planes para el futuro, en qué proyectos estás trabajando?
Me gustaría regresar a la memoria histórica.